A menudo repetimos que estamos constantemente en campaña electoral. Ya no ocurre como antes. Los partidos son conscientes de que los diversos comicios se ganan día a día, conformando lo que se denomina opinión pública mientras dan a conocer sus programas y posiciones en torno a los eventos que ocurren y acerca de las diversas líneas de actuación. Cuando hablamos de elecciones, de informaciones, de variables ideológicas, de clichés, de modos y modelos de trabajo en período electoral, de cómo tratamos las noticias de calado político, de la visión y visibilidad del ciudadano y del ciudadano y del profesional de la información sobre estas cuestiones, conviene que nos detengamos un poco, que pensemos y que dediquemos tiempo a hacer, cuando menos, una serie de reflexiones. Algunas de ellas bien podrían ser las siguientes, todas, claro está, en el ánimo de arrojar un poco de luz ante los siempre controvertidos tratamientos de los diversos medios:
-Conviene subrayar que nuestro trabajo consiste en la búsqueda de la verdad. Habría que preguntarse si en la información electoral buscamos la verdad, u ofrecemos, más bien, a menudo con técnicas de marketing y de la publicidad, lo que interesa a un determinado partido político.
-Recordemos que la “Información” supone contrastar pareceres. La base es recurrir a diversas fuentes. No siempre ocurre así, quizá por obvias razones que apuntan que lo que se quiere, y lo que se consigue, es el lucimiento de un partido con los criterios ideológicos que esgrime la propia formación política.
-Atentos también a lo siguiente. Debemos tener cuidado con los soportes. Uno de los males del periodismo actual es que mezclamos soportes, confundimos métodos, sistemas y formatos. Quizá el cimiento y el contenedor de estas informaciones no deberían ser los telediarios, los espacios informativos, sino más bien reservar otros. Meditemos en si podría “construirse y ubicarse” algo intermedio entre la propaganda electoral y la información. Aquí hay que alertar al ciudadano de lo que le ofrecemos. No cabe que pendemos que todos lo entendemos todo, hasta lo más ambiguo.
-Un problema de siempre es la credibilidad que se puede restar al medio y al periodista con su intervención en una campaña. Nunca me ha gustado que, en las informaciones o crónicas periodísticas, aparezca un periodista que habitualmente hace información política o de otro género. El partido se aprovecha de su credibilidad, o bien ésta se puede ver mermada por la confusión que se puede dar entre el narrador, el mensajero, y el mensaje. Salvando las distancias, cuando el periodista anuncia una marca de coches o de ropa tiene que aparecer en un formato adecuado, en el que se sepa que es publicidad, sin olvidar, claro está, que la mezcla de información y publicidad, de profesionales periodistas y de otros que buscan netamente persuasión y venta, es más que reprochable y se suele rechazar en los diversos códigos deontológicos.
-La dinámica actual de facilitar, por parte de las formaciones políticas, todos los medios, las grabaciones, a menudo en bruto, o incluso realizadas y editadas, puede dañar la libertad informativa, pues no hay pluralidad de interpretaciones o de captaciones de la realidad, al menos no en sus estadios iniciales. Esta práctica la han rechazado las organizaciones profesionales, con la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) a la cabeza, y, en las últimas elecciones generales, también ha protestado el Consejo de Informativos de RTVE.
-Recodemos la Teoría de Desantes Guanter, que explicita la existencia de los denominados Sujetos Organizado (la empresa), Cualificado (el profesional), y Universal (el/la ciudadano/a). Nos debemos al público en general. Éste es nuestro alfa y nuestro omega. No arrinconemos o dejemos para el último lugar a aquellos que son los primeros, o deberían serlo.
-Recordemos que bailamos con la más fea. El medio, hoy más que nunca, es el mensaje. Ya lo decía MacLuhan. Las características del mensaje (rápido, transitorio y fugaz), de la audiencia (amplia, heterogénea y anónima) y de las organizaciones (compuestas por creativos, técnicos y dueños del capital) influyen en lo que contamos y en cómo lo expresamos.
-Por cierto, debo insistir en una consideración más: yo no creo en la objetividad. Somos sujetos, y, por lo tanto, tenemos una visión de la vida y de lo que ocurre, incluso cuando informamos y lo hacemos de la mejora manera posible. Además, destaquemos que, incluso cuando hacemos una buena noticia (o pensamos que lo es), le damos la impronta que consideramos oportuna en función de lo que sabemos e ignoramos. Lo importante es que haya buena intención. Yo creo en las buenas pretensiones: si hacemos nuestro trabajo con honestidad, contrastando las fuentes, con rigor, con pluralidad de pareceres, etc., estamos donde tenemos que estar.
-Algo tiene que fallar, en este tipo de informaciones, y en otras, cuando gozamos de tan poca credibilidad. Así es. No se confía en nosotros, aunque se nos consuma casi tanto como la información del tiempo, como parte de una moda que ha fagocitado buena parte de la credibilidad, mucho más en soportes como la radio, donde la confusión entre opinión e información ha dañado al medio, a los profesionales y al sector comunicativo en general.
-Somos, debemos recordarlo, los menos creíbles de la sociedad, después de los políticos. Estamos a la cola, los penúltimos. ¡Menudo consuelo!
-Al ciudadano debemos mostrarle la visión de que, ante la realidad que le brindamos, solo cabe que desarrolle una conciencia crítica y que consuma muchos medios, y que, en paralelo, éstos sean lo más variopintos que puedan. Con esa actitud sí que puede hallar, la ciudadanía, la pluralidad formativa e informativa de la que habla la Constitución. De ese modo, también daremos con el ciudadano, que nos espera, con toda seguridad, con los brazos abiertos.
-Lo que pretendemos con este tipo de considerandos y de matizaciones es abrir un debate sin verdades absolutas donde la verdadera apuesta sea la mejora de la calidad informativa de la sociedad, a la cual los profesionales de la información/comunicación servimos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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