martes, 31 de marzo de 2009

La comunicación interna y las TIC´s

El progreso nos conduce por nuevas rutas de funcionamiento, por estructuras y coyunturas de las que hemos de saber aprovechar los cambios tanto en los soportes como en las rutinas laborales. Las nuevas economías, quizá con la misma base de antaño, pero con diferentes estructuras, nos han llevado, entre otras cosas, a flamantes estructuras empresariales y a una nueva fortificación mecánico-científico-tecnológica que hemos de conocer, de analizar, de desmenuzar en sus esencias, y, con el mejor de los propósitos, instrumentalizar al servicio de la sociedad, de la humanidad y de todo cuanto supone, o debe suponer, el ser humano.

En la comunicación interna se fomenta un clima adecuado, un ambiente positivo, un contexto acorde con los fines que se persiguen en la entidad que fuere, sin olvidar que ha de promover la convivencia, el entendimiento, la colaboración, el compartir fines y actividades, removiendo, en paralelo, cualquier obstáculo que surja o que pueda aparecer por excesos, por acciones u omisiones del deber que todos los componentes tienen en una determinada organización (cada uno en su escala, y según su responsabilidad).

Precisamente para el cumplimiento de tales propósitos es deseable el uso de cualquier elemento u opción que tengamos a nuestro alcance. La comunicación es todo, o, por el contrario, puede ser nada, si no sabemos aprovecharla, amoldarla a nuestras consideraciones, si no le sacamos esa particularidad que es lo que le da alas a la vida en todos sus planos: profesionales, de especialización, en el estudio, en la familia, entre los amigos, etc. Es aquí donde entra, o debe entrar, a nuestro juicio, el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación. Para agilizar, para promover los considerandos que surgen de cada persona hemos de hacer aflorar ese milagro que son las comunicaciones personales o colectivas propiciadas a través de las TIC´s. Las webs, los blogs, los portales, los correos, las pantallas donde colgamos de manera virtual (también lo virtual es una parte de la realidad) los anhelos y las sugerencias de quienes conviven un número importante de horas al día o en el período de que se trate.

La inmediatez de estas tecnologías es más que probada, como lo es también su presencia, sus posibilidades participativas. Pensemos que se puede llegar a todas partes, antes, a más gente y en más óptimas condiciones. Es un hecho. Nadie lo puede dudar. El asunto es que no solo basta con creer en esto que decimos: debemos dedicar esfuerzo, empeño y tiempo todos los días. La comunicación existe, como nosotros, en función de esa actividad narrativa, gestual, hablada, escrita, de flujo de intereses, de informaciones o de hechos e ideas que hemos de mantener y esparcir todas las jornadas de nuestras vidas.

Es básico comunicar

En cualquier organización, ya sea pública o privada, más o menos numerosa, es básica la comunicación interna. Si no hay salubridad en esta gestión, si no la agilizamos y la dotamos de vigor y frescura, difícilmente podremos obtener una buena imagen y visibilidad externas. Ya saben: “mens sana in corpore sano” (Mente sana en un cuerpo sano). Las dos caras de la moneda conviven de manera simbiótica y hasta mimética, de modo que no podemos concebir la una sin la otra. Estaremos fuertes, en nuestra debilidad, si percibimos ambas esferas.

En el modelo de comunicación interna, consideramos que el uso de elementos y de procesos comunicativos básicos como son la Intranet o el portal de la institución que fuere, su uso real diario, decimos, contribuye a la construcción de una idea de grupo (más que eso) con la que afrontar la rutina diaria, las crisis periódicas también, bajo el prisma de un trabajo donde la información que nos facilitan o que nos procuramos con las TIC´s es fundamental.

Invertir en tecnologías, en mejora de las mismas, en su diseño, en que haya una participación real de empleados, colaboradores, distribuidores, dueños, etc., es el cimiento de una estructura que, con el tiempo, se irá haciendo más y más fuerte. Es cuestión de probar, claro. Hay muchos ejemplos, miles, millones, por suerte. Lo que debemos asumir es que los plazos no han de girar de manera corta: hemos de pensar en el plazo medio o largo. De lo contrario podremos caer en la frustración de querer y no poder en el tránsito que nos hemos propuesto. Seamos realistas, en esto y en otras actividades de nuestras existencias, aunque hablemos ahora de lo virtual. No caigamos en frustraciones estériles. No nos sirven para nada. Lo ideal es mirar desde una postura positiva y un clima adecuado cómo podemos incrementar las posibilidades materiales e inmateriales del ser humano y de los ámbitos donde trabajamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 29 de marzo de 2009

En días de lluvia

Los días de lluvia son propicios para la conversación, para buscar calor, para contar lo confesable, que todo lo es, si nos apreciamos, si obramos con buena intención. Aprovechemos los días de lluvia, que son lo que son, mientras son. Nos debemos mojar con ese deseo de que ese frescor que nos traen permanezca en la piel durante las épocas de sequía, que también aparecen, que también se nos fijan a la razón, y a lo subjetivo.

viernes, 27 de marzo de 2009

La crisis y los medios

Estamos en crisis. Es evidente. Quizá siempre lo estamos, pero ahora resulta que lo reconocemos todos, y de ahí un temor claro a lo que pueda pasar, a la incertidumbre de lo que no puedes controlar, sino que más bien te domina. Ante cualquier tipo de puesta en cuestión de lo que tenemos o respecto de dónde vamos, el consejo siempre es que seamos creativos y que abordemos cada contexto con imaginación. Hablar de que estamos inmersos en una crisis económica, que seguramente se extiende a otros conceptos o elementos de la sociedad, es plasmar lo obvio. Ya lo hemos dicho.

Ríos de tinta se han escrito por doquier, utilizando todo tipo de formatos y de géneros y soportes mediáticos, para abundar en lo que estamos viviendo en todo el planeta (en algunos lugares es una realidad mucho más opresiva). Las convulsiones más o menos visibles están ahí, y se perciben a través de la bolsa, de las pérdidas de empleo y de insuficiencias materiales y contables.

Por supuesto, esta crisis ha tocado de lleno al mundo de los medios de comunicación, y también, pese a su proliferación constante, a aquellos que se basan en las nuevas tecnologías informativas. Además de señalar que todo esto era previsible, la pregunta es si es evitable en sus grados más superiores. La mayoría de los expertos creen que sí. Después de todo, los nuevos modelos de trabajo nos permiten una gran altura de miras y una flexibilidad más patente y jugosa.

Asombra ver cómo esta crisis está llegando a todos los estadios, y como empresas y profesionales que han sabido en todo momento adaptarse a los nuevos tiempos se han dejado llevar por la tormenta, por el tornado de la desaceleración.

Algo pasa. Seguramente hemos perdido no solo el crédito material, sino también la credibilidad en nosotros mismos. Hay menos fe en que seamos capaces de reaccionar en tiempo y forma. No pensamos que tengamos capacidad de detener la marejada que se nos avecina, que llega ya. Quizá pensemos que hemos sido tan flexibles en algunas cosas, esto es, en horarios, en salarios bajos, en precariedad laboral, etc., que no podemos serlo más. Convendría, en ese caso, entender estos conceptos de otro modo.

La flexibilidad que ofertan los nuevos medios informáticos, las nuevas tecnologías, nos pueden llevar, nos han de llevar obligatoriamente, y sin lugar a dudas, por unos itinerarios de una mayor, y más creciente, creatividad y entusiasmo. La ilusión casi dejada en los cuentos de la infancia ha de ser la premisa ante todo lo que está por hacer. Puede que, en vez de competir, tengamos que articular nuevas formas de trabajo partiendo de la solidaridad y de la entrega a los demás.

Es posible que compartiendo generemos más. Recordemos que todos los cambios importantes se han realizado en sociedad, esto es, todos juntos, y ahora las tecnologías con su aldea global como bandera nos pueden arropar mucho. Depende de nosotros, claro.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Los déficits comunicativos contemporáneos

Convendría, en toda esta locura en la que nos encontramos como sociedad, que reflexionáramos de vez en cuando acerca de la labor periodística que ejercemos un día y otro también. La búsqueda desenfrenada de un supuesto atractivo en lo informativo, en lo social, en lo económico, en lo truculento igualmente (por qué no decirlo), amén de otros órdenes (o desórdenes), nos lleva a exprimir las noticias y los eventos que acontecen en la “rue del Mairena machadiano” hasta el punto de que atropellamos deseos, ficciones, sueños, carencias, posibilidades e incluso los mismos dramas a los que la vida nos condena y que, como mínimo, hemos de poder llorar en condiciones.

Pese a los años de profesión, uno no termina de entender que le preguntemos a una familia rota por el azar, por el destino, por un accidente, por un descuido, por lo que fuere…, no acabo de comprender, me digo, subrayo, que preguntemos a un padre, a una madre, a un abuelo, a un hermano, a un primo, a un tío, a un convecino del alma, aquello tan manido de qué se siente cuando una pérdida es tan irreparable. La soledad de los vivos merece un respeto. Hasta los viejos Ejércitos, con sus reglas no escritas, sabían que había que conceder treguas para llorar a los muertos, para retirarlos, para despedirlos con dignidad, para intentar ponernos en ese difícil equilibrio con la vida que es la vida misma, siempre en tránsito, como el río que refería el poeta.

Uno contempla en los medios, sobre todo en los audiovisuales, los dramas cotidianos, y el mundo parece enloquecer aún más. Mucha gente, demasiada, llora delante de las cámaras. Mucha gente, demasiada, se ahoga en todos los sentidos ante una pantalla, la del espectador que, sin saberlo, se pervierte, al desconocer él, o ella, lo que la Naturaleza no olvida.

Miro, leo y escucho unos medios y otros, y me quedo perplejo ante algunos espacios, de cuyo nombre y circunstancias no quiero acordarme, y pienso, como el artista, aquello de ¡qué solos se quedan los vivos!, a los que, seguramente, les gustaría llorar, de verdad, solos, o con los suyos, con los suyos vivos, también solos, con aquellos que saben entender que todos valen para enterrar a un muerto excepto los sepultureros, como dijo Borges. Quizá a la sociedad no le guste, o no sepa, enterrar algunas cosas con la dignidad que merecen. Debe ser fruto del estado de confusión de la vida, como señala Encarna Belluga. En paralelo, Black indicó que cuesta desprenderse de lo que más amamos. Eso se entiende. Lo que hacemos a menudo no se comprende tanto.

Por favor, dejemos que los afligidos lloren solos, con ellos mismos, con los suyos, con los que se saben en una empatía silente. Permitamos, sí, por favor, que experimenten esos duros trances como deben. Seguro que todos nos sentiremos más aliviados. Será así por muchos motivos, que también hemos de guardar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Técnica y sociedad

Paremos un momento, y pensemos por un instante en lo que nos rodea. Todo en nuestra existencia cotidiana se resume en algún género de aportación de las nuevas tecnologías comunicativas o informativas, que parten del mismo punto con diferentes resultados. El dinero, la gestión del trabajo, los estudios y sus posibilidades, el ocio, los viajes, los propios medios de comunicación masiva, el transporte, la conservación de productos y la explotación más eficaz de los servicios… todo, subrayamos, absolutamente se resume en la puerta de entrada o en la de salida, esto es, en todo el itinerario del proceso -lo que se conoce actualmente como “trazabilidad”-, en un artilugio, sistema o modelo incardinado en las nuevas técnicas y tecnologías, y, por supuesto, en sus enormes posibilidades. Mediten.

Estamos totalmente radiografiados, seguidos al milímetro, por unos modelos de trabajo y de convivencia que se han visto sustancialmente alterados en las últimas tres décadas (sobre todo, en la última), de modo que, si oteáramos lo que antes hacíamos y lo que ahora realizamos, con toda seguridad veríamos el impactante cambio que hemos llevado a término durante estos años, muy pocos en definitiva, con altas dosis de resultados y con otra utilización -más rentable, mucho más, al menos en teoría- de lo que más vale en una sociedad moderna, el tiempo, que ha de ser gestionado, también, por máquinas, de la mejor manera posible. Pagamos un peaje por ello. No lo olvidemos.

Más allá de lo elucubrado

El ritmo es imparable y demoledor, ingente. Además, las cifras económicas nos acompañan. Miles de millones de euros se gastan todos los días en crear, mantener y renovar el parque tecnológico, que crece de manera exponencial e imparable. Satélites, cableado por medio mundo, Internet con todas las prestaciones, búsquedas aceleradas e implacablemente perfectas, imágenes y televisiones por doquier, etc. Nada parece escapar al avance de una máquina que no siempre se define en su presencia, pero que casi siempre lo hace con sus actos. El “Gran Hermano”, el “Big Brother”, está en todas partes.

El lado que debemos mirar sin perturbarnos en exceso es el de la brecha que se produce tanto en nuestro mal llamado primer mundo como en los mundos sucesivos que nos acompañan en este bello planeta azul denominado Tierra. Planteemos los desafíos como opciones salvables, necesariamente superadoras de la realidad, desde el objetivo común del desarrollo de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos los cinco Continentes. La evolución, si no se basa en equilibrios, cae tras la cresta de la ola. Es lo mismo que ocurre cuando solo pensamos en las finanzas, que, tras el incremento, descienden. Son los ciclos de la vida. Recordemos que no hay mirada más allá, si no miramos, previamente, más cerca. Debemos hacerlo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

La lógica ante los excesos

Estamos en la era de la abundancia, del exceso, de la opulencia incluso. Nos hallamos ante un universo mediático repleto de sentidos, de sentimientos y de sensaciones también, que todo es parecido, pero no idéntico. Pensemos en el valor de las palabras, en su significado. La función fática de cualquier sistema comunicativo es lo primero y primario que se produce en los contactos diarios que ejercemos o que recibimos. En Internet, este fin se da, como experimentamos, de una manera extraordinaria. No hay parangón, evidentemente, con otros modelos de comunicación. En éste, en Internet, todo es mucho mayor, más descomunal.

Las intenciones, existan o no, palpables o no, cercanas o no, están ahí, y se pueden vislumbrar a poco que lo intentemos. Miles de “e-mails” nos llegan cotidianamente, así como son cientos de páginas las que, con una cierta periodicidad, leemos o abordamos más o menos extensamente cada día. Ello es una auténtica revolución en lo informativo, en lo profesional, en lo personal, y, fundamentalmente, en lo social.

Con Internet nos sentimos cerca o lejos de personas, según se trate, de realidades, de desafíos, de éxitos, de esos seres anónimos a los que amamos tanto, de esos textos que nos impresionan, de nuestras propias letras, que nos parecen realidades con sus entidades e idiosincrasias… Buceamos en el saber, con el entusiasmo por el aprendizaje, y nos embarcamos en la más grande aventura histórica y geográfica de los últimos cinco mil años. Aquí, sobre todo, se siente, se percibe por los resultados, como dice la Teoría Conductista o Behaviourista de la Comunicación. Esto es Internet.

La “gran red de redes” nos oferta películas, libros, poemas, obras de teatro, pintura, urbanismo… Hay todo un sinfín de posibilidades para el entretenimiento, para aprender en paralelo, para tener más opciones de conocimiento, para averiguar lo más recóndito. Además, parece no detenerse en sus posibilidades, difíciles de cuantificar. Vemos lo que piensan otros, sus intimidades, sus logros, sus apreciaciones, sus calladas respuestas, sus reflexiones en una soledad compartida, etc.

Evitar diferencias

El problema es la brecha que se está produciendo entre ricos y pobres, entre poseedores del conocimiento y de la economía y marginados, entre los que tienen y los que no, entre los que saben y los que no conocen cuáles podrían ser sus aspiraciones. Hemos de corregir, como sea, esos desniveles, que son discriminadores y un malvado espejismo de la realidad que debemos perseguir.

Entretanto, el crecimiento exponencial sigue, y también la sobreabundancia de informaciones de toda índole y contenido. ¡Cuántos mensajes de ternura, de empatía con determinadas realidades nos llegan por Internet! Son muchos. Para los que tenemos la oportunidad de adaptarnos a este nuevo medio, el contexto de este instrumento comunicativo es mucho más comprensible.

En Internet queda mucho, diría que casi todo, por hacer, por interpretar, por analizar y por valorar. Es un fenómeno que, tras una década prodigiosa y maravillosa, todavía está por explotar. Apenas hemos visto una parte del gran “iceberg”. El valor humano es, ante todo, esa porción que aún queda, aunque nos parezca lo contrario, por explorar. No permanezcamos en la superficie de algunos tipos de relaciones o de comunicaciones.
La rapidez con la que hemos caminado en esta materia en los últimos años no debe entorpecer la mirada sobre el gran bosque de verde esperanza de lo que está por acaecer en la mejor y más optimista de las perspectivas. Sin duda, así debe ser. Apliquemos el sentido común.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Respetemos su intimidad

Convendría, en toda esta locura en la que nos encontramos como sociedad, que reflexionáramos de vez en cuando acerca de la labor periodística que ejercemos un día y otro también. La búsqueda desenfrenada de un supuesto atractivo en lo informativo, en lo social, en lo económico, en lo truculento igualmente (por qué no decirlo), amén de otros órdenes (o desórdenes), nos lleva a exprimir las noticias y los eventos que acontecen en la “rue del Mairena machadiano” hasta el punto de que atropellamos deseos, ficciones, sueños, carencias, posibilidades e incluso los mismos dramas a los que la vida nos condena y que, como mínimo, hemos de poder llorar en condiciones.

Pese a los años de profesión, uno no termina de entender que le preguntemos a una familia rota por el azar, por el destino, por un accidente, por un descuido, por lo que fuere…, no acabo de comprender, me digo, subrayo, que preguntemos a un padre, a una madre, a un abuelo, a un hermano, a un primo, a un tío, a un convecino del alma, aquello tan manido de qué se siente cuando una pérdida es tan irreparable. La soledad de los vivos merece un respeto. Hasta los viejos Ejércitos, con sus reglas no escritas, sabían que había que conceder treguas para llorar a los muertos, para retirarlos, para despedirlos con dignidad, para intentar ponernos en ese difícil equilibrio con la vida que es la vida misma.

Uno contempla en los medios, sobre todo en los audiovisuales, los dramas cotidianos, y el mundo parece enloquecer aún más. Mucha gente, demasiada, llora delante de las cámaras. Mucha gente, demasiada, se ahoga en todos los sentidos ante una pantalla, la del espectador que, sin saberlo, se pervierte, al desconocer él, o ella, lo que la Naturaleza no olvida.

Miro los hechos de los últimos días, de cuyo nombre y circunstancias no quiero acordarme, y pienso, como el artista, aquello de ¡qué solos se quedan los vivos!, a los que, seguramente, les gustaría llorar solos, o con los suyos, con los suyos vivos, también solos, con aquellos que saben entender que todos valen para enterrar a un muerto excepto los sepultureros, como dijo Borges. Quizá a la sociedad no le guste, o no sepa, enterrar algunas cosas con la dignidad que merecen. Debe ser fruto del estado de confusión de la vida, como señala Encarna Belluga. En paralelo, Black indicó que cuesta desprenderse de lo que más amamos. Eso se entiende. Lo que estamos viviendo estos días no se comprende tanto.

Por favor, dejemos que los afligidos lloren solos, con ellos mismos, con los suyos, con los que se saben en una empatía silente. Permitamos, sí, por favor, que experimenten esos duros trances como deben. Seguro que todos nos sentiremos más aliviados. Será así por muchos motivos, que también hemos de guardar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Las prisas y los medios

Solían repetir en los antiguos manuales de periodismo, que espero que no hayan pasado de moda, que el rumor es la antesala de la noticia, que nos sirve para que indaguemos sobre su realidad o no, pero que, en todo caso, y a nadie debe sorprenderle, no es la noticia misma, ¿verdad? Conviene que digamos esto cuando la actualidad nos dice que hay personas que ven en sueños cosas que abren los telediarios, cuando el mundo nos conmueve con intenciones que se pueden realizar o no, cuando nos movemos en un imaginario colectivo que es bueno, cuando se trata de elucubraciones sensatas, pero que no es tan óptimo cuando los resultados nos distancian de la realidad misma de un modo absurdo. Prefiero no referirme a las habladurías elevadas de anécdotas a la situación de categoría

La prisa por ser los primeros nos lleva a “pasarnos varios pueblos” del límite, o del auto-límite, que deberíamos establecer con firmeza. Como decía un buen amigo mío, hay gente que va a Sevilla, y, cuando se da cuenta, ya está en Cádiz. Y claro, toca volver, recuperar un tiempo perdido que no se vuelve a tener, cuando el gasto, o el daño, ya está hecho.

Hay, sin duda, un estrés mediático, una vuelta de tuerca para llegar en la más estricta vanguardia, pero luego resulta que, cuando no es así, no hay explicación posible, ni la damos. Ello redunda en la credibilidad de todos, porque la mayoría de las veces todos nos sometemos a esas prisas por llegar los primeros sin acotar donde vamos, como se pregunta un personaje de ensueño en “Alicia en el País de las Maravillas”.

La subida de adrenalina con la que cabalgamos los medios de comunicación es la misma que introducimos en la audiencia, que no siempre sabe ver, o no siempre quiere ver, lo que les mostramos. Las estridencias y las truculencias en forma de imágenes sumamente violentas por el contenido implícito o explícito acaban cansando tanto que, para seguir atrayendo, precisan de más barniz de dureza o de conflictividad. Es un círculo vicioso que conviene detener en algún punto. Todos debemos llegar al consenso, pues creo en la necesidad de una autorregulación. Seguro que podremos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

El progreso de Murcia

Si hay una Región que ha avanzado de manera extraordinaria en las últimas dos décadas, ésa es Murcia, sin perjuicio de lo que se haya hecho en otras comunidades autónomas o en otros países.

Cuando uno mira lo que ha pasado en los últimos cuatro lustros se da cuenta del milagro que se ha producido, que ha sido colosal: las infraestructuras, la modernización de la agricultura, la visibilidad de unos productos (ya conocidos desde siempre, pero ahora lo son más, y con ese valor añadido que da la calidad y el prestigio), el desarrollo del turismo, sin olvidar la puesta en valor de una industria, sobre todo en la comarca de Cartagena, que es exponente de cómo hay que hacer el tránsito de una etapa a otra.

La luz particular de esta Región y de sus paisajes ha adquirido una mayor y mejor dimensión gracias a la evolución que se ha dado en todas las esferas. Se advierte con más profundidad lo que oferta esta zona de España. El aumento de la población, que ha pasado de unas ochocientas mil personas a un millón y medio de almas, es ya muy significativo del cambio en la mentalidad. Muchas personas han venido de otras Regiones, y entre un diez y un quince por ciento de la población es originaria de otros países, sobre todo de Hispanoamérica. Ese aporte de diversas culturas se ha traducido en un enriquecimiento cultural, educativo, económico, y netamente también en lo social (esto último, a mi juicio, es muy relevante).

Ciudades como Murcia han crecido llegando claramente a algunas de sus pedanías históricas, como es el caso de Puente Tocinos, El Palmar o Cabezo de Torres. La mejoría en los aspectos formales es clara, si bien ha ido acompañada de problemas en el tráfico, de la saturación poblacional en algunas zonas, y, sobre todo, de un crecimiento urbanístico, si bien ordenado, claramente vertiginoso y con insuficiencias en las conexiones y en las infraestructuras en general, que, a día de hoy, se quedan cortas.

El paisaje se ha transformado. No obstante, quedan rincones emblemáticos, aunque algunas zonas de las históricas Huertas o del Mar Menor solo permanecen en el recuerdo. No obstante, se ha dado una evolución que ha servido de atractivo para la llegada de capital de fuera y de inversiones interesantes, aunque ahora la crisis económica no permite que se vean con tanta claridad.

Una transformación real

Cuando uno habla con gentes que hacía años que no venían a Murcia nos damos cuenta de la transformación real que se ha dado, de lo importante y fuerte que ha sido, para lo bueno y para lo malo. Prefiero pensar en positivo, y hacer una apuesta decidida por corregir aquello que sea menester. Juntos podemos.

Lo destacable también de todo este crecimiento es que ha hecho que, si los ha habido, se nos hayan quitado los complejos. Estamos donde estamos por méritos propios, sin olvidar el papel de los trabajadores que han venido de fuera y la labor de las instituciones europeas. La fortaleza de Murcia se mide con multitud de parámetros, como los cambios que se han dado en sus carreteras, como decimos, las mejorías en sus puertos, los proyectos de inversiones en el Valle de Escombreras o el futuro aeropuerto, por poner unos ejemplos.

Hay mucho camino que se ha hecho en poco tiempo. De ahí quizá las contradicciones existentes. Lo mejor de todo han sido, son, y serán, sus gentes, que han tenido una capacidad extraordinaria de adaptación a las mudanzas, a las crisis, a la necesidad de competir con mercados muy potentes. La agricultura, como el turismo, por poner otros modelos, no tiene nada que envidiar a lo que se hace en otros territorios españoles o foráneos.

Estamos, pues, pese a todo, en una encrucijada llena de oportunidades. Ahora se trata de aprender de los errores, que los ha habido, y de seguir entre todos por esa vereda de un crecimiento sostenible y solidario con el fin de que nuestros hijos se sientan tan orgullosos de nosotros como nosotros de nuestros padres.

Juan TOMÁS FRUTOS.

El mensajero y su mensaje

Me gusta que los compañeros de la profesión me cuenten cómo les trata la vida en su quehacer diario. Lo malo es que me llegan cuestiones que me asombran, que me siguen asombrando, por muy conocidas que ya sean. Las situaciones que de vez en cuando me describen nos hacen palpar una profesión con inquietantes penurias. Les cuento la última. Me escribe una colega una carta que me llena de tristeza por varios motivos: primero, porque lo que dice ocurre con excesiva frecuencia; segundo, porque la bella profesión de periodista no está en su mejor momento (algo que conocemos), y lo vemos con cientos de ejemplos; y tercero, porque me da testimonio de una situación en la que el profesional de la información es objeto de rechazo, de boicot, de censura o de reproches en el ejercicio de su loable labor de servicio público, de dedicación plena a la sociedad.

Trabaja, esta compañera, en una tele, pero podría ser en un periódico, en una radio, en un portal de Internet, o bien podría tratarse de un “freelance” o de una persona cercana al mundo de los medios. No es mi intención, ahora, la de definir las funciones y condiciones laborales de la profesión, muy variopintas ellas. Eso será en otra oportunidad.

El punto de hoy es el rechazo que generamos en algunas fuentes de información, en algunos protagonistas, porque a éstos no les gustan las siglas a las que representamos, porque, en pocas palabras, no les placen las empresas periodísticas en las que laboramos. Y, por ello, y porque hay una mala costumbre que no hemos cortado por lo sano, se nos envalentonan y nos dicen que no colaborarán con nosotros en el ejercicio de nuestra labor, o incluso, como es el caso que me refiere mi colega, les califican en negativo y les mandan con la música a otra parte. Es decir, cuando no gustan los planteamientos informativos-empresariales de nuestras sociedades, nosotros, los mensajeros, los que hacemos nuestra labor de la manera mejor que podemos, pagamos los platos rotos. No, y no.

Y claro, cuando no nos quieren, cuando no nos reciben, cuando nos dicen que hasta otra, o hasta la próxima, nos vamos. Recordemos que, con independencia del menester que ejerza cada cual, del que desarrolle cada empresa, nadie puede impedir que un periodista ejerza su labor, salvo los que deben velar por el cumplimiento de las leyes, cuando éstas no se cumplan. Todos estamos bajo el paraguas de la normativa vigente, para lo bueno y para lo malo. Si no actuamos bien, que sea la ley la que nos prive de un ejercicio profesional o la que nos imponga una sanción, la que corresponda.

Diversas visiones de la vida

Lo que ocurre es que se confunde, y quizá muy a menudo, al mensajero con los mensajes, y, cuando éstos no gustan, se rechaza al mensajero portador de los contenidos que fueren. Han de saber los que promueven estas actitudes o las que las toleran con sus silencios, que hacen mal, que dejan que se tambalee uno de los sustentos de la democracia, esto es, la libertad de información. Además, conviene que algunos piensen que todos tenemos derecho a mostrar nuestras peculiares visiones de la vida, y, si me apuran, creo que todos tenemos derecho hasta a equivocarnos. Eso sí, hemos de evitar negligencias, malas intenciones o hastíos consentidos. Nos equivocamos de vez en cuando, o muy recurrentemente, porque somos humanos. Si no existiera el riesgo del error, si no lo aceptáramos, no habría atrevimiento para esos cambios que toda sociedad precisa.

Estamos en pleno siglo XXI, y debemos ser coherentes con aquello que decimos. Todos debemos arrimar el hombro y acercarnos más firmemente a la defensa de un bien tan preciado como es la información, que es, y conviene resaltarlo, de todos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

La silla

Miro mi flamante silla, una tan nueva como usada y disfrutada con anterioridad, y veo desfilar por ella a la mitad de los compañeros y amigos con los que he compartido los últimos 18 años en TVE en Murcia. Es roja, quizá por el apasionamiento con el que hemos vivido trances, sucesos, alegrías e historias de toda índole y condición. Mi amigo Jaime contó una vez el devenir del Cante de las Minas desde la óptica de una silla, de un asiento privilegiado con el que expuso lo que vio y sintió desde su intelecto y con la mejor de las apreciaciones.

Ésta que miro, sobre la que me poso ahora, es otra silla, para mí hoy la silla, la única, la mejor, porque recoge la estampa de quienes vinieron antes y espero de la de aquellos que vengan próximamente. Ha sido, entre sus últimas funciones, la silla de Paco o de José Luis, pero antes lo fue de otros y de otras que configuraron las más bellas páginas de la televisión regional. Se han ido, y no precisamente agotados. Los echo de menos, más de lo que pensaron, más de lo que creí.

El espíritu indeleble de la voluntad profesional nos corrige para no detenernos en un camino esquivo y difícil. Miro de nuevo a la silla, y veo a Santiago y a Joaquín y a Ana y a Pity, entre otros, y me impregno de reflejos perfectos de personas perfectas: así las observo yo desde el decoro de la distancia, que nos coloca, como el tiempo, en nuestro sitio, hoy con silla, con sinceridades silentes que vierto a través de estas letras.

Se acaba el año, ese año de vaivenes y de esperanzas cortadas a mitades, que nos deja las huellas de lo que hemos de mejorar en el que viene. Ya estamos ahí, preparados para honrar a los que nos precedieron. Con fuerza y honor, que decían los romanos, defenderemos el “fuerte”. ¡Y que conste que me acuerdo de los que no se quedaron porque sus soportes no fueron suficientes para aguantar temporales de todo tipo! Aquí estoy, en vuestra silla, para cuanto haga falta.

Juan TOMÁS FRUTOS.

El dominio de Internet

La comunicación, como la vida misma, avanza que es una barbaridad. Así lo dicen los expertos, y de este modo lo constatamos los ciudadanos de a pie. Sean cuales sean nuestras ocupaciones, en todo caso, vemos como ese progreso mide cotas de un bienestar material que no siempre se traduce en mejoras en lo espiritual, en lo anímico, en lo que concierne a valores intangibles pero necesarios para vivir con una dosis aceptable de felicidad.

Estamos en una época en la que hay de todo, demasiado, en las llamadas economías del primer mundo. La sobre-generación de informaciones que se da en todos los ámbitos de la vida, y, por supuesto, desde los propios medios periodísticos, siempre con muchos datos, cifras, hechos, opiniones, polémicas, decisiones, leyes, etc., visto todo ello desde múltiples soportes, tendencias, sesgos y posibilidades, hace que a menudo no sepamos muy bien, como ciudadanos, qué es lo que sucede. Conocemos perfectamente la máxima: la saturación informativa es la antítesis de la información misma. Lo que no termino de entender es por qué la practicamos con tanta asiduidad, desperdiciando mucho tiempo y, sobre todo, recursos.

Parece que nos llega de todo, y, quizá, todo nos alcanza, pero con tanto atropello, con tanta vehemencia, con tanta proliferación de noticias, de informaciones y de comentarios que, en ocasiones, no entendemos con la propiedad debida el porqué de los hechos. Vivimos en una eterna contradicción. Es malo que falte, pero también lo es que haya más de la cuenta, sin que seamos capaces de interpretar lo que acontece.

Precisamente esta especie de locura colectiva, al menos en los países más avanzados, nos hace experimentar un cierto agobio existencial. Estamos perfectamente acechados en lo que concierne a todas, o casi todas, las actuaciones que hacemos, en las que se realizan en nuestro nombre, en todo cuanto nos rodea personal o colectivamente. Nos hallamos, por lo tanto, más controlados que nunca: se sabe lo que nos gusta, lo que consumimos, cuándo vamos al cine, qué tipo de productos compramos, el gasto que tenemos en luz y agua, amén de otras consideraciones. Estamos, por así decirlo, “radiografiados”, lo cual supone que, en potencia, tenemos derecho a la intimidad, pero, en la práctica, esto no ocurre tanto.

A todo esto, según nos cuentan los medios periodísticos, se suma un gran número de delitos que se cometen en la Red y que hacen que nos preguntemos dónde están “las nuevas escalas de seguridad”, que existen y que hay que potenciar. El mundo se acelera a tal velocidad que el vértigo se produce más pronto que tarde. Lo último que he leído (supongo que ya ha dejado de ser lo último, mientras escribo estas líneas, mientras usted las lee) es que una serie de personas han sido detenidas por acosar a menores. Los delitos de toda índole están a la orden del día, por desgracia.

Si aquellos ciudadanos que se vieron inmersos en la Primera Revolución Industrial, cuando se pensaba que la máquina se superponía a la voluntad humana, pudieran acercarse a nuestra última década, caerían petrificados del susto, del enorme salto dado en lo cuantitativo y en lo cualitativo.

Y, frente a todo ello, ¿qué hacer? Ésa es la eterna pregunta. Por estrepitosamente rápida, la vida se vuelve insegura, al menos hasta que todo esto se quede en su justa medida y equilibrio. Así, el consejo principal es que mantengamos la calma, que seamos prudentes, que asumamos que el circuito en el que estamos necesita pericia, una gran habilidad, pero recordemos que, en cualquier coyuntura, la velocidad la ponemos nosotros. Fundamentalmente hay algo que no debemos descuidar: me refiero al aprendizaje en lo técnico y en lo ético, en lo deontológico.

Las mutaciones humanas nos han de servir para mejoras sustanciales, y en eso no puede cundir ni el desánimo ni el conformismo. Hemos de implicarnos desde la acción tranquila y segura, con la idea firme y flexible de que todo esto será para bien. Como diría Bertolt Brecht, hay momentos en los que debemos tomar partido. Éste, digamos sin vacilar, es uno de ellos. No dejemos que la Red de Redes nos acose: seamos cómplices virtuosos de sus potencialidades, que son muchas, indudablemente todas. Ahí estamos los ciudadanos y los periodistas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 25 de marzo de 2009

El precio de morir

Conviene de vez en cuando que caigamos en la cuenta de lo que ocurre en nuestra sociedad, de lo que hacemos. Es preciso que miremos en la dirección y en el sentido de lo que acontece. También conviene que reflexionemos acerca de cómo mostramos la realidad en sus diversos perfiles, y, más concretamente, a través de los medios de comunicación. En las últimas horas hemos convertido en noticia un hecho dramático. Un hombre se quema a lo bonzo en plena ciudad de Murcia, ante todo el mundo, rodeado de un público atónito frente a un espectáculo truculento, duro en definitiva.

Todos los medios acudimos deprisa en busca de la mejor imagen, del pasmo de la muerte en primer plano, de la cercanía con el final de una vida, que, en los primeros momentos de esta situación, es anónima, pero raudamente es llevada a la categoría de lo público mediante una maldita ceremonia de auto inmolación, que es, duramente, un suicidio.

Caben muchas preguntas ante esto. Las prisas son malas consejeras, aunque nos permitan primicias. La búsqueda de una más grande audiencia (cada vez más grande, si es posible) es otra de las ingentes mentiras. En realidad justificamos el morbo, la desidia, la torpeza, la muerte, el desgarro en lo físico y en lo emocional, para atraer un número considerable de gente. Luego ocurre que ese número extraordinario de personas se halla fragmentado y disperso en todos los medios, que ofrecen todos lo mismo, y que, por lo tanto, no pueden conseguir rentabilizar los gastos de sus tele realidades. Tampoco ganan en credibilidad. A la postre, la propia audiencia no tiene más opciones que ver más de lo mismo, o irse a otra parte. Es paradójico.

Todo es una locura, y lo es hasta el punto de que alguna cadena, en la búsqueda mimética de lo que brindan las demás, paga por un material que es puro esperpento, dureza consentida de una sociedad excesivamente permisiva con este tipo de contenidos. No cabe otro objetivo y otro afán, para recuperar la lucidez y la ética y la estética de las cosas, que recurramos a una autorregulación desde el apoyo mayoritario de unas Comisiones Deontológicas que han de ser, fundamentalmente, operativas y han de estar apegadas a los ciudadanos y a sus planteamientos y necesidades.

Si no reaccionamos en tiempo y forma, y no nos queda mucho ni de lo uno ni de la otra, estaremos en una difícil espiral de complicado retorno donde nos colmaremos de lo más ignominioso de la sociedad y acabaremos reclamando medidas de urgente factura. No demos lugar, por favor, a más situaciones cautivas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Por la Libertad de Prensa y mucho más

La libertad de Prensa ha sido el gran logro de la democracia. Así de importante es la cuestión, y así lo resaltamos de manera contundente, sin rodeos. Lo creo desde siempre. La gran mayoría estamos de acuerdo en esa aseveración, en esa perspectiva. El Periodismo, unido como está, y ha estado, a las Revoluciones Industriales y a los grandes tránsitos de la sociedad, verdadera depositaria del Derecho a la Información, es la base sobre la que se sostiene toda comunidad de gentes, de personas de bien. Precisamente porque es tan decisivo y determinante hallamos este derecho en las Constituciones liberales, en la Gran Carta Magna americana, en los principios democráticos de los Estados modernos y en el apartado de Derechos Fundamentales de la Constitución Española del 78, sin olvidar la Carta de los Derechos Humanos de 1948.

Por ello, me permito recordar algunas consideraciones, en la idea seria, sencilla y sin dobleces de ayudarnos todos a conservar uno de nuestros bienes más preciados: el de la comunicación veraz, sin segundas intenciones, clarificadora, plural, ecuánime, diestra, defensora de las minorías y de aquellos que nos refrescan los pensamientos con su anhelo, y su derecho, a disentir.

Recordemos que, dado que los profesionales de la información desarrollamos un papel básico, los distintos estamentos, las distintas corrientes societarias, no pueden, no deben, no podemos, ni debemos, poner objeción a las noticias que están debidamente documentadas y que son absolutamente veraces. Al mismo tiempo, no podemos, como sociedad plural que somos, aceptar que este tipo de situaciones de distorsión se produzcan.

Tengamos presente que, cuando los periodistas no actuamos con la suficiente diligencia, si fuera el caso, cabe que se pidan, que pidamos, las oportunas rectificaciones o la puesta en marcha de medidas legales siguiendo los procedimientos establecidos por las normas, pero jamás -atención- debemos tolerar que se realicen amenazas veladas o de viva voz. Hemos de reclamar sin ningún tipo de rodeos respeto para el trabajo de los profesionales, que cumplen, que cumplimos, nuestra función constitucional de servicio público y de interés general.

Es preciso que nos reiteremos de nuevo el hecho o la posibilidad siguiente: cualquier persona tiene derecho a acudir al ámbito de la Justicia cuando se sienta agredida por las informaciones aparecidas en cualquier medio periodístico. Hay resortes suficientes para que se desarrolle un derecho a la información eficaz, templado, vertebrador. Convengamos, reiteremos, y recalquemos que la libertad de informar es no solo un derecho, sino también un deber periodístico de calado social.

Añadamos, igualmente, sobre este último particular que la actividad de los poderes y de las Administraciones, de cualquier entidad pública y privada, si fueran el caso o el objeto de las informaciones periodísticas, está sujeta, por su propia naturaleza, al conocimiento y al control societario, eso sí, desde el respeto, desde la consideración plena de sus derechos y deberes. Parece lógico, ¿no? La sociedad, según la Ley, es la depositaria del derecho y del deber de informar. Como contrapeso o complemento a los poderes establecidos, los profesionales de la información hacen de vicarios o de representantes especializados de esa misma sociedad para conocer y divulgar aquello que ocurre y que tiene una cierta relevancia observando las reglas esenciales del buen periodismo. Cuando no sea así, habrá que decirlo también desde el propio colectivo periodístico.

Portadores de ideas y de hechos

No cabe por ello aceptar que los periodistas o sus medios sean los culpables de contar aquellas cosas que sean ciertas, reitero, si lo son, si son verdaderas. En determinados momentos, en ciclos de todo género, se convierte en una moda esta consideración, esta apreciación, que trata de lanzar una cortina de humo sobre actuaciones más o menos lícitas, intentando que el mensajero se lleve un golpe, quizá como aviso a posibles osados a contar la verdad de cada día en los más diversos planos de la sociedad a la que, repito, se debe el periodista.

Es claro que, si nos equivocamos, debemos rectificar, que, si no lo hacemos, están las leyes, y que éstas deben indicar el camino por el que hemos de caminar todos en consenso y en comunión normativa. La Federación de Asociaciones de Periodistas, con 20.000 socios en toda España, está trabajando muy arduamente en este plano.

Somos periodistas, amigos y amigas, hacemos una labor ardua cada día, para la que esperamos el apoyo de toda la sociedad, que deposita en nuestra profesión su confianza. Pedimos respeto para nosotros, de paso para nuestras familias, y, al tiempo, para todas las gentes a las que representamos con firmeza y fortaleza. A su vez, reclamamos el apoyo de toda la sociedad para que, sin llegar a ningún tipo de enfrentamientos, en los que particularmente no creo (con el conflicto no se arregla nada, de verdad), señalemos las tendencias, las posturas y las labores de algunos ejercicios periodísticos que seguramente no lo son o que pueden ser poco recomendables. Me refiero a los que no utilizan la máxima de la doble fuente para contrastar las noticias. Subrayemos que los periodistas somos sociedad.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Ubicaciones y límites en la globalidad

El ansia inconformista de crecer y de desarrollarnos más y más no es nueva. Los romanos vivieron con la constante del limes, de la frontera, de seguir avanzando. No fueron la única civilización con semejante objetivo. Querían, entonces, a su manera, en su contexto, llevar y consolidar su particular modo de ver la vida, su civilización, su cultura latina, en todo el mundo entonces conocido. Todo parecía pendiente de inventar, o de reinventar. Entonces, y ahora. Se llegaba a diversos lugares, y se producía una simbiosis entre lo nuevo y lo anterior. Sobre todo, fue la zona bañada por el Mar Mediterráneo la más beneficiada por sus intervenciones.

Nuevas fronteras, o búsqueda de fronteras: éste ha sido uno de los puntos cruciales a lo largo de la historia. Ahora, salvando mucho las distancias, estamos en una tesitura de persecución de otros límites. Hablamos de la revolución mediática, de las nuevas tecnologías de la información, de las TIC´S, de toda una modernidad que se caracteriza por los grandes pasos, agigantados ellos, en lo educativo, con enormes posibilidades de transmutaciones, hasta mentales, con unas flamantes rutinas de trabajo, que hacen que se muden y se incrementen las calidades y las cantidades de los bienes, productos y/o servicios de las diversas labores sociales que ejercemos.

El deseo, al parecer, no tiene hartura. Lo más llamativo de todo esto es que en numerosos órdenes no parece haber límites. El infinito es el “largo” de la mirada, que no tiene extensiones establecidas. El horizonte ni se ve. Todo parece posible, al menos en teoría. La economía está en el frontispicio de nuestros movimientos. La pregunta es por qué no colocar límites en lo ético, en lo realmente deseable. Otra cuestión más es si esos retos nuevos lo son, realmente, para todos. Hay opciones para todos, sí, pero no a todos llegan esas posibilidades en la misma medida y cuantía. Es la contradicción del sumo desarrollo en algunas partes del planeta.

En el equilibrio

Razonemos. Buscar el equilibrio es, además de lo más aconsejable, lo más necesario para una sociedad que ha de crecer despejando dudas e incógnitas. Hay que procurar quitar nubarrones, o, cuando menos, que no se produzcan en exceso. Las Nuevas Tecnologías vienen cargadas de esperanza en los planos sanitario, cultural, educativo, medio ambiental, etc., y, también, en cuanto a la realización de viajes, de vivir en otros escenarios, de compartir lo que se tiene y lo que se sabe... Nunca antes en la historia se dio coyuntura semejante.

Los sueños están al alcance de la mano, o de bolsillos ya no tan privilegiados, al menos en nuestro contexto supuestamente evolucionado. Ahora queda embarcarnos con otras propuestas que pasan por la solidaridad y la visión más bondadosa que podamos de la sociedad. Recordemos aquel mensaje que nos indicaba que la verdad, entendida como buenos propósitos, nos haría libres. Debemos defenderla con afán, eso sí, para todos.


Juan TOMÁS FRUTOS.

A propósito de Dios

Dice una leyenda urbana que aspira a ser popular a través de su disposición en autobuses que “probablemente no hay Dios. Así que deja de preocuparte y disfruta la vida”. Supongo que lo prioritario no es ver quién organiza esta campaña, sino lo que hay detrás.

El “carpe diem”, el “tempus fugit”, esto es, el aprovecha los días, el cosecha cada jornada, el tiempo huye, el tiempo vuela, son conceptos, ideas, frases repetidas desde hace siglos y que vienen a demostrar que lo mejor es ser felices a toda costa, sin ambigüedades y sin más preocupaciones, aunque a menudo, eso sí, nos esforcemos en lo contrario.

Conviene añadir que hay que ser dichosos sin hacer daño a nadie, ayudando, demostrando que juntos, con bondad, llegaremos mucho más lejos que abortando iniciativas y actividades solidarias de los demás.

Pensar que la alegría y la felicidad se consiguen solo pensando en el día a día y disfrutando a tope, sin mirar nada más, nos puede alejar de la verdadera imagen que hemos de tener de lo humano, que claramente nunca podrá entender la dicha propia sin la ajena. No podemos ni siquiera considerar el estar contentos, si no lo están los demás.

Cuatro quintas partes de la Humanidad pasan algún tipo de fatiga inicialmente evitable, como son las enormes calamidades que ocasionan las guerras, las pandemias y el hambre: en esta tesitura no es posible pensar en la felicidad propia. Algo falla, si no contemplamos la realidad de los que padecen.

Y pensar que no hay Dios cuando nos sigue queriendo de algún modo, seguramente incomprensible, a pesar de los conflictos permanentes que toleramos, de las guerras fratricidas, de las producciones de armas para aniquilar a miles de cientos de mundos, de las contaminaciones que proferimos a mar, tierra y aire, de las hambrunas que permitimos, etc., pensar, digo, que no hay Dios, es mucho pensar. Yo sí lo veo en los ojos de quienes padecen, de los niños, de los marginados, de los pobres de la Tierra, de los que miran con el corazón, de los que perdonan, de los que andan buscando el bien, de los que ayudan y se entregan con lo poco que tienen… Lo veo cada día, y por eso, pese a todo, sigo estando orgulloso de llamar hermanos y hermanas a la mayoría de mis conciudadanos y conciudadanas. Sigo estando apegado a la maravilla de sus corazones contradictorios.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Un mundo global

La Humanidad tiene el enorme don concedido por la Naturaleza de poder sacar de sí misma lo más óptimo y positivo cuando las circunstancias, a menudo provocadas por el mismo ser humano, nos llevan al final de un ciclo del cual ha de salir otro mucho mejor. Ésa es la idea que debe presidir, al menos, cualquier momento de incertidumbre, de miedo y de desproporciones y desbarajustes de la realidad. La palabra crisis, saben ustedes, amigos y amigas, viene del verbo “Krinei”, y significa puesta en cuestión. Señalan sobre este mismo término los griegos que la crisis es un peligro, y a él alude, claro, pero, al mismo tiempo, indica la posibilidad verdadera y creíble de mejora (no solo se puede empeorar: hay, en todo caso, oportunidades en positivo). En este sentido se entiende que, si no existieran crisis, no habría cambios, ni incrementos sustanciales en nuestras existencias.

La crisis actual, por lo tanto, ha de servir para que las cosas transiten hacia otra parte, con una vocación y con una voluntad manifiesta de crecimiento, de edificación de una realidad distinta, y no excesivamente distante. Debemos reconocer, y hay que recordarlo, los puntos de partida limitados para lograr atar los que consideramos sustanciales en la llegada.

En este panorama que nos rodea, saturado, rico en entradas de información, y en una etapa que es más aldea global que nunca, las nuevas telecomunicaciones han de jugar su mejor partida, añadidas o aliadas con la imaginación, con la creatividad, que nunca ha de faltar. Por ende, hemos de tener valentía para romper roles determinados, para derivar hacia nuevas experiencias, para buscar con ilusión lo que es más útil para la sociedad. Hay mucha información colmatada, dispersa incluso, que hemos de complementar con los elementos más instrumentales sin olvidar los subjetivos.

Las crisis, todas en su justa medida, han de compartirse a través de la Red de Redes, diciendo lo que sucede, glosando cómo afrontarlo, buscando medidas que funcionen aquí o allá, y procurando que los éxitos sean compartidos. Solo así serán más sólidos. El paso del tiempo nos sirve de testigo de que esta dinámica funciona. La contemplación societaria, si es sincera, es la más deseable.

La verdad nos hace libres, y, si es puesta en común, mucho más, sobre todo porque de lo que se trata es de compartir muchas dimensiones de esa franqueza, numerosas visiones, muchas voces en un mundo con variopintos compartimentos, que precisa de hilos conductores, de una auténtica comunicación, que ha de ser, claro, de ida y vuelta, y, por otro lado, donde todos, digo todos, hemos de contar. Lo primero que debemos hacer es creer en esa idea, y, seguidamente, hacerla patente. Lo demás son cantos de sirena que nos obligan a perder un tiempo que no vuelve y que nos conduce a frustraciones más o menos perpetuas. De la crisis, de ésta, de todas, como diría Freire, podemos salir: nos falta prudencia, paciencia, coraje y determinación. Recuperemos los mejores baluartes democráticos y solidarios, y parte del camino, como parece obvio, o debería parecer, estará hecho.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Carencias comunicativas

Sigo pensando en lo obvio: lo que más vale en un ser humano es su felicidad. Además, se trata de una circunstancia que, para que se muestre en toda su plenitud, se ha de alcanzar, si se consigue, claro, vislumbrando las necesidades de los demás, las condiciones y los condicionantes de los otros, que son tan importantes como los propios, o han de serlo, al menos. No concibo la dicha de nadie, y menos aún la mía, si los demás no son todo lo felices que deberían. Para ello, nos indican los expertos (véase la famosa “Pirámide de Maslow”), han de saciarse previamente una serie de necesidades básicas, como son el comer, el tener un hogar, el poderse asear, el contar con unos padres y una familia más o menos estructurada, el disponer del ambiente adecuado para poder aprender conocimientos y valores determinantes en nuestras vidas. Esto sería lo primordial para rozar, cuando menos, la dicha.

Y, claro, cuando observo como se vive en cinco sextas partes del mundo, como viven cinco de cada seis ciudadanos y ciudadanas del planeta tierra, no parece que haya motivos para un contento generalizado, salvo que nos engañemos. Hambres, enfermedades, guerras, conflictos de todo tipo, sollozos, lágrimas por pérdidas irreparables, muertes presurosas y apresuradas por una existencia llena de contradicciones, controversias y discriminaciones. Las caras de los niños, que son espejos de las almas de todos, se rodean de plagas, de desventuras, de basuras, de desechos, de fallecimientos atormentados tras seísmos, ciclones, hambrunas, patologías diversas y, sobre todo, como resultado de insensibilidades ingentes que no aprecian la necesidad misma de mitigar y de evitar todo eso. ¿Dónde queda la felicidad? ¿Sabe la mayoría que existe? ¿Hacemos lo debido?

Podríamos hacer mucho, pero no es así. Se siguen prodigando las carestías de cuerpos y de almas, que vagan en pena por un planeta que ya no tiene el mismo verde esperanza ni el azul de la inteligencia y del sosiego con el que soñamos cuando niños. Millones de infantes ya no son ni siquiera pequeñas criaturas humanas investidas de una dicha ingenua. La vida les dice muy pronto lo que no tienen y les brinda una faz tan amarga como sus mismas existencias. Entretanto, el Primer Mundo navega en la incertidumbre de cuanto dinero hay que gastar para afrontar el juicio, el veredicto de la crisis. Supongo que nos falta comunicación, al menos de aquella que deberíamos considerar esencial. Ésa es la historia. ¿Ven por lo que no es fácil, si nos informamos bien sin actuar, que seamos auténticamente felices?

Juan TOMÁS FRUTOS.

La salud del Periodismo

Los grandes retos del Periodismo están en la adaptación a las Nuevas Tecnologías y en la modificación del modelo socio-económico surgido décadas atrás y que ahora, con una múltiple convergencia y concentración de medios, ha dado lugar a distorsiones y a ventajas añadidas que hemos de compaginar con los desafíos de una profesión que ha de estar más unida que nunca en los grandes asuntos que le atañen, que están muy definidos. Hay mucho por hacer, pero la ilusión también es enorme, ingente, extraordinaria. Quien piense lo contrario cambiará de opinión con el tiempo.

Me satisface decir que el fin de semana pasado ha habido una reunión en Zaragoza, donde, en el marco de una impecable organización por parte de los hermanos de la Asociación de la Prensa ubicada en aquella ciudad (esta entidad tiene ámbito regional), se ha visto un clima de absoluto entendimiento sobre la necesidad de mejorar la profesión, de adaptarnos a las nuevas tecnologías, de definir el papel de la mujer, de tomar partido ante los más débiles ante determinados tipos de informaciones, como las que tienen que ver con la violencia doméstica o sexual, al tiempo que hemos visto y puesto en marcha proyectos muy interesantes como la Bolsa de Trabajo de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y el nuevo portal, al que hemos de incorporar -así lo hemos destacado- una información multimedia fluida. Se han abordado, o esbozado, más aspectos de una realidad que tiene numerosos flecos.

No obstante, lo que más me ha gustado (era mi primera reunión de este tipo) ha sido el buen espíritu que hemos compartido, el magnífico clima de convivencia que hemos fomentado, y la unión que existe entre unas asociaciones que han renovado muy mucho sus ánimos, sus ilusiones y sus actividades de la mano de gente joven con grandes dosis de entusiasmo y también gracias a gentes más veteranas que aportan sus experiencias y sus aprendizajes después de un largo bagaje profesional y personal.

Es cierto, y es justo reconocerlo, que el presidente hasta ahora de la Federación de Periodistas, Fernando G. Urbaneja (lo ha sido durante cuatro años), ha sabido con su sabiduría y con sus “formas” unir voluntades y dirigir un colectivo de 15.000 personas que tiene no solo en la palabra, sino también en la unión, su auténtica fuerza. Además, la generosidad es otro de los baluartes que hemos de esgrimir. Estamos abiertos a sumarnos a las acciones de otras entidades, como las que hace la organización “Reporteros Sin Fronteras”, en el ánimo y con el afán de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los periodistas y, a la postre, de toda la sociedad, a la que representamos en el ejercicio de ese derecho ciudadano fundamental que es la “libertad de información”.

En este encuentro se han ido tomando una serie de resoluciones muy interesantes, de las cuales iremos informando en sucesivas semanas, con el permiso de todos ustedes, y siempre con el objetivo inequívoco de que hemos de ir contando cuál es nuestra realidad para ser auténticos aliados de la sociedad y de su destino, del que somos parte indisoluble, a la vez que medimos, como fiel termómetro, su salud y sus niveles democráticos. Ahí seguimos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

La aventura de aprender desde los medios

Cada vez, caminamos, en todos los planos y áreas de nuestras vidas, a mayor velocidad, con una celeridad que, a menudo, no tiene explicación. Nos enfrentamos cada día al reto de aprender, y mucho, en numerosas materias, y, de manera particular, sobre las llamadas nuevas tecnologías. Todo está por hacer, por implicarnos más, por una vuelta a empezar, en un contexto de ritmo societario vertiginoso, rápido, casi fugaz. La estructura informática y mediática, muy organizada al principio, en sus orígenes, más caótica después, y ahora absolutamente controlada por mil ojos y poderes, se ha ido haciendo como una verdadera tela de araña, que de ahí vienen sus acotaciones y denominaciones más tecnológicas.

La red llega a todo, influye en todo, lo recoge todo, y todo lo ve, al menos en teoría. No obstante, pensemos que, como red, hay mucha información, multitud de eventos que se escapan por unos indelebles e inevitables huecos, por esa porosidad que separa las virtuales cuerdas de sus líneas rectas entrecruzadas. Al mismo tiempo, esas cavidades permiten que no haya tanta presión mediática, que ya es excesiva, que no se produzca tanto dominio como en verdad y en apariencia se produce.

Como quiera que la grandeza del sistema, de ese modelo ingente que extiende día tras día sus redes, es enorme, hemos de hacer progresivamente los deberes de acercarnos a él, de palparlo, de conocerlo, de investigar, de indagar, de explorar, con el fin de que ese lenguaje desconocido, de que ese idioma ignoto, de que esas ofertas tan múltiples como difíciles de aprehender no sean tan complejas y lejanas como nos parecen a la gran mayoría. No se trata tampoco, como creen algunos, de quedarnos en lo vano y de no darle importancia. "Reconocer que uno no sabe nada", como subrayaban los sabios clásicos, es siempre un primer paso para no ir demasiado lentos o para no pecar de inacción.

La oferta que nos brindan los eternamente nuevos instrumentos tecnológicos es fantástica, en la doble acepción del término, por hermosa, por increíble. Los medios de comunicación utilizan la red como una extensión más, cada vez más apetecible, más consumida, más influyente, de su labor cotidiana. Las entidades públicas y privadas se valen de Internet como fuente de información y como altavoz para mostrar sus actividades, sus servicios, sus intenciones y pareceres. Todo un “maremágnum” de flujos informativos se suman jornada tras jornada, de modo que, apenas se produce un evento, sea del tipo que fuere, se puede “visualizar” en todos los rincones del mundo gracias a las redes informáticas.

Otra mentalidad

La transformación en una década ha sido abismal. Por ello, nos hace falta cambiar también nuestro "chip" mental y pensar que Internet es un instrumento más, y no sólo un fin en sí mismo. Internet es todo, pero no ha de ser todo en nuestras existencias. Conviene que sea un complemento, que no es poco. Además, nos permite y nos debe permitir actuar con tanta rapidez que el valor de y sobre lo tangible y lo intangible sea extraordinario, como ya lo es, sin parangón posible con otras etapas de la Humanidad.

La hoja de ruta que cada cual se debe marcar ha de pasar por espacios de convivencia, de ocio, de ingenio, de juegos, de búsqueda de los valores más humanos que tenemos, como la concordia, la solidaridad, la bondad, el amor, el cariño, la entrega, la inteligencia bien entendida, etc. Estos han de incrementarse utilizando, asimismo, las TIC´s (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Para ello hay que poner un rostro humano al devenir, a nuestro actuar, al futuro que nos aguarda en los plazos medio y largo. Aprender es una necesidad, es también una aventura, un desafío que hemos de sopesar para que la mesura y la solidaridad imperen en un recorrido demasiado cargado de contradicciones.

Juan TOMÁS FRUTOS.

El eje de la comunicación y la educación

Como quiera que los conceptos de comunicación y de educación son tan ambiciosos en su factura y presentación como genéricamente utilizados, creo que a menudo es bueno que acotemos su realidad, su significación y, cuando menos, una parte de lo que suponen en el acontecer diario. Por ello, todas las reflexiones son pocas. Nos detenemos hoy en algunos aspectos, si les parece.

En la educación actual (suponemos que siempre ha sido así), hemos de considerar que la actitud del emisor, en lo que se refiere a todo proceso de la comunicación, en lo que concierne a cualquier experiencia comunicacional, ha de ser eminentemente activa (“eso sí, pero sin agobiar y sin agobiarnos”), tratando que el receptor esté pendiente de aquello que desea trasladarle. La responsabilidad de quien quiere algo, de quien tiene asumido su papel de movilizar, de trasiego, de contar cosas, es, ha de ser, mayor. Hemos de tratar de conseguir la atención del que nos escucha o nos mira, de quien tenemos delante. Sí, sabemos que no es una tarea sencilla: nada que merezca la pena lo es. Esta obligación, en una radiografía comunicativa clásica, es la que detectamos en la docencia, esto es, a la hora de enseñar en sentido amplio.

Entiendo e interpreto que es complicado asumir el rol de comunicador, y lo sé por experiencia. Hemos de utilizar pequeños e interesantes "trucos" en todo acto comunicativo para ver si el "público" (los alumnos, en este caso, quienes sean) nos sigue con más o menos interés, necesario en toda circunstancia y/o ocasión. Una pequeña broma en clase, si es el supuesto, un cambio de itinerario en el rumbo del discurso, una pregunta a alguien que no la espera, una cuestión lanzada a todos y a ninguno en particular, etc., pueden hacernos notar en qué instante nos hallamos del trance que queremos provocar o bien nos pueden permitir saber cuál es el calado certero de la comunicación que estamos efectuando. En función de la respuesta, tras el estímulo, hemos de intentar actuar en consecuencia. Aunque cueste trabajo aceptar el axioma de la responsabilidad máxima del emisor, hemos de considerarlo casi un deber.

Hay, innegablemente, una serie de reglas aprendidas con independencia del hecho de que existen valores innatos que constituyen capacidades muy meritorias y que ensalzan muy mucho no solo el proceso de la comunicación en sí sino también sus resultados.

A veces, un obstáculo que tenemos a la hora de aprender a comunicar es pensar que hay cualidades que no podemos incrementar, fomentar o hasta generar. En la vida todo es posible, si se intenta, si existe la convicción del cambio, de la mudanza, de la mejora. Perseguir algo, ponernos en camino para su obtención, es hacer buena parte de nuestra singladura, como diría Don Quijote de la Mancha a su querido escudero, Sancho.

Atender lo que se dice

Escuchar debe ser un hábito en nuestras vidas, y, además, ha de practicarse a todos los niveles. Nos perdemos muchas cosas precisamente por el ruido con el que las adornamos (hablamos de ruido interno y externo, no lo olvidemos). Sí, nuestros padres nos suelen -o solían- decir que hemos de atender lo que pasa alrededor, y, por lo tanto, que hemos de escuchar, pero interiorizar esta gran verdad implica tiempo para que realmente la podamos comprender. Por otro lado, no olvidemos que aprendemos viendo tendencias en los demás, y ésta no es precisamente una característica de las sociedades modernas, metidas en premuras y medias verdades.

Es bueno que nosotros también estemos atentos a los “otros” para ver qué es lo que les gusta, qué es lo que les distrae, qué es lo que les interesa... El conocimiento ha de ser recíproco, y nuestra labor docente ha de ser mucho más activa de lo que se pueda pensar “a priori”, valiéndonos de pequeños guiños que llamen la atención o que reclamen el interés. Los ejemplos cercanos son muy útiles, y el que repitamos lo que más relevancia tiene para nosotros también es muy interesante. Asimismo, utilicemos camuflados descansos (que no se noten mucho) en la marcha de las clases para solicitar el deseo de aprender.

La enseñanza es algo tan apasionante a todos los niveles, en los reglados, en la vida diaria, en la familia, en el trabajo, en cualquier instante y lugar que, dentro del caos, del movimiento más o menos intencionado hacia alguna parte, debemos degustarla con una cierta planificación y con la ilusión suficiente para demostrar y demostrarnos que “querer es poder”, mucho más ante las dificultades, siempre presentes. La comunicación es todo, en ella está todo inventado, y, a la vez, todo está pendiente de reforma, de mejora, de superación. ¡Mucho ánimo!

Juan TOMÁS FRUTOS.

Aprender de lo común

La mirada y la interpretación se tercian expresivas cuando trazamos los ejes que hay en común entre la ciudadanía, la educación y el papel de los medios informativos, pero, en su sencillez, también son claras cuando tratamos de adivinar las claves de la profesión periodística. Creo que el Periodismo evoluciona con los mismos cánones y desde los mismos parámetros de la sociedad. Hay un cierto mimetismo que tiene mucho que ver con la propia idiosincrasia del uno y de la otra. Esto que señalamos, constituido en verdad casi objetiva, hace que los medios de comunicación sean una suerte de espejo del lugar y del tiempo donde estén incardinados, por mucha perplejidad o sorpresa que esta situación nos pueda generar en lo bueno y en lo malo, con sus claros y con sus aspectos más oscuros.

Además, el modelo avanza a pasos agigantados. Gracias a la incursión de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, el periodista está en una etapa de adaptación en un flamante escenario caracterizado por la democratización de la Información. Eso dice la teoría mayoritaria, que defendemos a ultranza, aunque a veces haya disfunciones, que existen y hemos de solventar. Es ésta, la actual, una fase en la que los ciudadanos participan y ayudan de una manera extraordinaria al periodista. Son los nuevos gate-keepers, esos generadores y seleccionadores de contenidos multimedia gracias a la incursión de Internet (nos referimos a los e-mails, a los blogs, a las redes ciudadanas, a las listas de distribución, a los diarios digitales…). Nos hallamos ante todo un entorno digital que invita al profesional a interactuar con toda clase de ciudadanos, y eso es bueno porque nos enriquece mutuamente, haciéndonos partícipes de la realidad misma desde distintos ángulos.

Tengamos en consideración que se muda igualmente el análisis, que el modelo de medios de comunicación caracterizado por una relación unidireccional, representada a menudo en la comunicación con instituciones públicas y privadas, ha cambiado a favor de un modelo omni-direccional y retro-alimentado por la aportación de los ciudadanos a través de las denominadas TIC´S (Tecnologías de la Información y de la Comunicación). Ésta es la gran revolución de finales del Siglo XX y de los albores del XXI. Pensemos en positivo, y digamos que hay todo un panorama que abre una reluciente visión esperanzadora, al tiempo que genera, paralelamente, un nuevo eslabón en la situación del Periodismo. La escalera permite, no lo olvidemos, más peldaños. Las entradas informativas, las propias fuentes, desmenuzan y articulan una realidad tan ingente como variopinta.

Es necesario describir este “paisaje” o “paisanaje”, que dirían nuestros escritores y literatos del 98, para demostrar que el periodista es más que nunca un portavoz de la sociedad, y que es imposible, debe serlo, cerrar los ojos a una realidad que el propio público al que se dirige le está brindando contemporáneamente. Sin duda, el contenido que genera la sociedad en la Red es también un referente para que los profesionales de la comunicación puedan orientar su discurso informativo desde los distintos “mass-media” en los que laboran y a los que representan. El intercambio de perspectivas, en éste como en otros supuestos, es edificante y constructivo.

Son muchos los ejemplos en los que el ciudadano, el sujeto universal de la información que nos indica Desantes Guanter, es el auténtico protagonista en ambos lados del proceso comunicativo. Por supuesto que debemos y podemos incrementar ese número de opciones de conocimiento, que lo son para la sociedad misma. La riqueza comunicativa se ha de reformular.

El panorama que nos rodea brinda unas ocasiones excepcionales de mejora societaria desde el atrevimiento unánime de que nuestra labor debe mejorarse con el asentimiento de todos. En el global de ocasiones informativas, y desde una óptica personal, profesional y empresarial, hay una pluralidad comunicacional y comunicativa que nos debe hacer sentir un orgullo muy claro y singularmente basado en el quehacer de todos aquellos que estamos involucrados en el proceso de envío/recepción de los mensajes al público. Toca, en paralelo, un aprendizaje conjunto para aprovechar toda la sinergia y las destacadas oportunidades que nos circundan. Aquí no puede haber tampoco una faena individualizada y fragmentada. Ayudemos a que la ciudadanía aprenda a hacer un mejor uso de los medios, y en esa labor de cimentación ganaremos todos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Los medios en la difusión artística

En una década y media hemos recorrido tanto como en siglos. Lo hemos hecho en todos los planos, y también en el comunicativo. Se advierte que estamos en un mundo lleno de posibilidades con los nuevos medios y sus soportes. Es algo que se palpa, que se vive, al menos en nuestro entorno privilegiado del Primer Mundo. Lo contemplamos, sobre todo, en las TIC´S. Nos deslizamos hasta algunos ejemplos. Uno de los atractivos mayores de Internet, en su faceta cultural y educativa, tiene que ver con esas enormes propuestas históricas, artísticas y formativas que podemos disfrutar en páginas de toda índole: unas son oficiales, otras de empresas públicas o privadas, las más de particulares, todas ellas, en suma, unas opciones firmes y decididas a sacarnos a todos de la inopia intelectual, eso sí, si somos capaces de desmenuzar lo que se nos ofrece con una perspectiva crítica y, a la vez, genuinamente presta a la sorpresa.

Claro, con tantas opciones, hay que saber descifrar, debemos ser hábiles para quitar aquello que estorba de manera que algún árbol no nos impida ver el bosque de toda la sabiduría que la Red de Redes atesora. Millones de datos, de eventos, de opiniones… se suceden en una tela de araña que no sabemos ni dónde empieza ni dónde termina. Mejor así. La saturación informativa, la gran enemiga del conocimiento, porque nos distancia, porque nos confunde, está ahí, y debemos ser equilibrados para saber aprovechar las oportunidades sin que caigamos en la frustración o perdamos inútilmente el tiempo.

Además, en esta época de lo visual, podemos disfrutar con elementos e iconos maravillosos del arte natural o del surgido del intelecto y del talento del ser humano: se apiñan cuadros, libros, artículos, esculturas, edificios emblemáticos, actuaciones caprichosas y brillantes de la naturaleza, sin olvidar las excelencias del medio ambiente que nos ha rodeado durante siglos y que ahora podemos ver a centímetros de distancia, pese a su lejanía, sin movernos de nuestras casas, de los asientos de nuestras salas de estar o despachos.

Es un viaje maravilloso, una aventura estupenda la que tenemos delante de nosotros para saborear lo que ocurre en un universo lleno de ventajas mediáticas gracias, entre otros elementos y recursos, a Internet, como resaltamos, que nos descubre muchos conocimientos, y que nos los muestra con sus ejemplos y modelos más certeros. Ya no tenemos que recurrir a la experiencia de amigos de toda la vida: podemos hallar gentes que nos enseñen a aprender en cualquier rincón del mundo, aunque no los hayamos visto jamás. Quedan atrás las rudimentarias cartas. No dejemos que también se queden en el olvido la pasión y las ganas de aprender que entonces tuvimos. Ahora, en ese sentido, todo debería ser igual, o incluso más apasionado.

El escenario de los blogs

El crecimiento exponencial al que estamos sometidos nos lleva por vericuetos que no siempre se entienden bien, pero, al menos, debemos hacer el oportuno esfuerzo. El cambio es tan acelerado que es difícil de digerir. No habríamos sido capaces hace tan solo unos años de pensar lo que iban a ser los blogs en esta sociedad de realidad y de virtualidad (que también existe). Los hay de todo tipo: personales, profesionales, específicos, generales, de poemas, de otros géneros literarios, con reflexiones, sobre educación, de profesores, de alumnos, de deseos, de cambios, de perspectivas…

Todo tiene cabida en un blog, y todo forma parte, igualmente, de un universo que, visto desde una óptica global, es más comunicación que nunca. Todo se puede adentrar en una página infinita como ésa. Sus posibilidades son inmensas.

Es cierto que este fenómeno ha proliferado con un cierto caos. No hay habido una tendencia determinada: se han dado todas, por así decirlo, y por oleadas. Por eso, la realidad que dibujan es tan variopinta. La pluralidad ciudadana, en cuanto a intereses, miradas, reflexiones, estado de atención y aspectos se muestra en todo su esplendor en unas páginas que fluyen en Internet a velocidad de vértigo y que ya son testigos y testimonios del paso de millones de personas por ellas.

Desde luego, con estos blogs, con las comunidades que se constituyen, con las posibilidades de comunicación que se abren con ellos, desde ellos, ante ellos, la contemplación de los ciudadanos, al menos de y desde ciertos rincones del planeta, es mucho más abierta y edificante. Debe serlo, al menos.

Fotos que se colocan en tiempo real, y en tiempo real se ven en el otro lado del mundo. Escritos íntimos e intimistas que fluyen de un lado para otro dejando apartada la sempiterna timidez de muchos intelectuales… Pinturas, poemarios, píldoras informativas o analíticas… Todo conforma esa red que se expande por el universo mediático, entre programas y soportes de múltiple índole y condición. Tenemos mucha suerte en esta era. Las opciones de aprender y de comunicar son extraordinarias.

El ciudadano de a pie es capaz de contar cosas que antes solo podían llegar a sus más allegados (a menudo, antes, ni a ellos). Tiene tiempo de ver por escrito lo que acontece, lo que experimenta, sus anhelos, sus ideas, sus meditaciones… todo lo que es algo en él y que lo perfila como una persona de manera integral e integrada.

El reto

Es verdad que Internet no llega a todos en todas partes. Debemos reconocerlo. Ése es el desafío. Hay que expandir sus ventajas. En los países desarrollados, la media de uso es de un 25 por ciento, mientras que en el Tercer Mundo (el mal llamado Tercer Mundo) solo un uno o un dos por ciento consiguen llegar a estos avances científicos y a los “pros” que pueden permitirnos.

Las ágoras griegas, los foros de los romanos, tienen en estos blogs una continuidad universalista. Lo anterior es la divisa, pero lo de hoy en día no tiene parangón. Nada ha sido tan prolijo y tan extendido como lo que ahora nos acarrean los blogs, que, con poco coste en lo económico y en tiempo, nos invitan a ser comensales universales del planeta. El saber humano está más al alcance que nunca. El problema viene de la necesidad de discernir lo que sería el grano de la paja, esto es, lo importante de lo que no lo es.

Éste es, igualmente, otro reto, en el que todos debemos apostar con fuerza y con firmeza, con el fin de que no falten las premisas suficientes para llegar a conocer y a compartir los conocimientos y las experiencias de una Humanidad que tiene ante sí eficiencia y eficacia, si es capaz, claro, de caminar solidariamente por las estelas de Internet y de sus incalculables páginas. Hay muchos pasos gigantes que se están dando en las últimas décadas. Los blogs son uno de ellos. Sigamos pensando en cómo optimizar su uso, en cómo sacarles más provecho en un mundo en el que no siempre los descubrimientos nuevos llegan a todas partes desde la universalización del conocimiento que, cuando menos como afán, hemos de perseguir. Atentos al escenario.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 21 de marzo de 2009

Sobre la comunicación

La comunicación es todo. Piensa en algo determinado que se pueda entender sin recurrir al concepto comunicación y verás que es imposible. La comunicación es su contexto. Es también sus circunstancias y las tuyas. Es cesión para entender al otro y para que nos entienda... Es la propia vida... Es su entendimiento... Es su presente, su pasado y su futuro... La comunicación es la base de la misma sociedad.

No olvides, por otro lado, que donde no hay comunicación hay incomunicación, lo que equivale al vacío en sentido material y espiritual.

viernes, 20 de marzo de 2009

Generemos un consumo mediático desde la responsabilidad

Da un poco de miedo. Genera un tanto de pavor. Parece increíble. Cuatro horas y media pasamos los murcianos frente al televisor todos los días. Parece una locura, sobre todo si vemos la oferta y las opciones... Que sí, que la oferta es variada (o casi), y todo eso, pero parece mentira que dediquemos tanto tiempo a este menester. Lo mismo sucede en el resto de las Regiones españolas, con las que, en este caso, andamos muy parejos. Seguramente habría que hacer matices sobre este aspecto cualitativo, pero es tan aplastante que, con prontitud, lo que tenemos que realizar son sugerencias y soluciones solventes a lo que es algo poco racional, sobre todo cuando observamos que el tipo de programas que más se ven tienen poco en común con contenidos edificantes del espíritu y de la personalidad de cada cual. Desde luego a la buena vecindad, a ojo de buen cubero, no parece que contribuyan los espacios convertidos en paladines por obra y gracia de las ingentes cifras de audiencia.

Desafortunadamente, esto no es nuevo. Desde que el fenómeno televisivo comenzó a extenderse, de manera imparable, en los años 50, pocos instrumentos de influencia se han apoderado tanto de nuestros gustos, de nuestros tiempos, de nuestros quehaceres, marcando modas, estirando opciones, buscando cómo engatusarnos, y, lo que es peor, ganando la partida a las grandes masas, que son su vocación (recordemos: medios de comunicación de masas es la denominación).

Es verdad que muchas personas se han fugado, en un auténtico frenesí, a otros medios alternativos, fundamentalmente a ese instrumento emergente en el que convergen todo lo periodístico y todo lo comunicativo de etapas anteriores: nos referimos a Internet. La fragmentación de audiencias es un hecho, como lo es la pérdida de credibilidad de las propias empresas, de sus profesionales, teniendo como causa la debilidad de muchas programaciones en el caso de lo audiovisual. ¿Cómo se puede vivir sin credibilidad? Mi padre, sin ir más lejos, no lo entiende. Siempre ha creído él, como yo, en el valor de la palabra.

Frente a este panorama de excesos en el consumo, también en la oferta mediocre, solo queda volver a una de las bases del desarrollo humano, esto es, la educación. Sí, sí, la educación, como oyen. No miremos para otro lado, que hay mucho en juego. El aprendizaje de los medios, por los medios, desde los medios, es todavía una asignatura pendiente que produce determinadas distorsiones que hemos de solventar. No es posible que no actuemos ante un panorama que nos hace daño a todos. Con el tiempo se producirá un distanciamiento irreparable entre los gustos, el consumo real y lo conveniente para todos, para la sociedad en su conjunto. Hay que detener esta dinámica desde la responsabilidad común, sin injerencias extrañas.

Enseñar a consumir

Por si alguien no lo tiene claro, resaltemos que no se trata de evitar determinados contenidos en televisión (eso lo deben decidir los propios medios en cumplimiento de la legislación vigente), sino de adecuarlos a ciertas franjas y trazando ese escenario de seguridad en el que el telespectador tenga la suficiente información y formación para elegir él, y sólo él, lo que le conviene. Hay que formar en el consumo de medios, en su aprehensión, de manera que el ciudadano y la ciudadana sean capaces de optar por un menú televisivo plural, equilibrado, compensador en la configuración de sus personalidades.

La consideración trufada de sensibilidad en la difusión de determinados contenidos a ciertas horas, procurando no herir ideas y espíritus en momentos de consumos punta, la protección de la infancia, así como de las minorías y de todas las interpretaciones sociales, religiosas, etc., siempre desde el respeto a la democracia, a la libertad, al derecho a la crítica constructiva y fortalecedora de la realidad, han de ser las premisas de un comportamiento profesional que ha de mirar los intereses societarios como base de su actividad. Reiteremos, como señala Desantes Guanter, que lo más importante en la actividad periodística es el sujeto universal de la información, esto es, el público, la ciudadanía.

Con esa mirada y perspectiva hemos de contribuir, también desde los medios de comunicación, a que el ciudadano no se sienta indefenso y solo ante una realidad periodística que busca el consumo por el consumo, así como la pasividad y un cierto inmovilismo. Hagamos que, en ese aprendizaje, todos nos mejoremos. Es cuestión de probar y de animarnos con los resultados.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Reflexiones sobre el aprendizaje de las TIC´S

Hay que adaptarse: renovarse o morir. Así lo hemos pensado siempre, y, realmente, es lo que funciona. El ser humano, desde que existe sobre la faz de la tierra, ha cimentado sus avances en los hallazgos científico-mecánicos. En este sentido, el sustento es el mismo. Uno de los baluartes de cualquier sociedad democrática y desarrollada es la ciencia, vista, fundamentalmente, a través de las Nuevas Tecnologías. Nadie lo duda. Por eso, su planificación, su dotación de recursos y su apoyo incondicional se constituyen como acciones básicas de libertad. En este sentido, conviene que hagamos reflexiones y consideraciones que supongan una mejora de las actuaciones y actividades formativas en este plano, sobre todo en lo que concierne a la complementación de los ciclos primigenios de los futuros y actuales educandos. Nos referimos a la importancia de las etapas que nos encaminan a los masteres o doctorados. Recordemos que la formación de postgrado es básica para un estudiante, por cuanto le sirve de nexo entre el aprendizaje recibido hasta ese momento y el mercado laboral que para él, en esa etapa de su vida, está a la vuelta de la esquina.

Por ese contexto tan determinado, este tipo de formación posterior, insistimos en materia de Internet y de nuevas tecnologías, ha de tener muy bien equilibrados los aspectos teóricos y los prácticos, y, así, se ha de ofrecer un aprendizaje lo más cercano a lo que, un poco más tarde, nos vamos a encontrar.

La capacitación profesional, tras un sustento teórico interesante, es fundamental para que la incardinación del ciudadano en la esfera laboral sea del modo más adecuado. Es preciso para ello que haya un mayor acercamiento entre el mundo laboral y el académico/formativo. La presencia de profesionales de empresas en todos los ciclos del aprendizaje y la exposición de motivos y aspectos formativos por parte del profesorado en las mismas empresas son dos ejes cruciales para que haya un entendimiento entre dos realidades que están llamadas a un entendimiento recíproco. Durante años ha habido un distanciamiento entre las necesidades y los planteamientos, entre lo que se sabía y lo que se exigía para una conveniente colocación y ubicación en el mercado laboral.

Ahora, en pleno siglo XXI, de lo que se trata es de romper las malas inercias, que, cada vez, afortunadamente, son menores, así como de afrontar la realidad de las necesidades empresariales en lo científico-tecnológico desde algo más que el voluntarismo mal entendido o poco prometedor. Precisamos conocer mejor los sectores donde podemos incardinar, al tiempo que hemos de saber los aspectos más fuertes y los más débiles de la formación que se ofrece. No finjamos preocupaciones que no ejercemos, y pongámonos manos a la obra.

Debemos contactar con las empresas, con sus empleados, con sus responsables, y hemos de exigir de todos ellos informes que den cuenta de las ventajas y desventajas, de los vacíos y de las fortalezas que se detectan en las formaciones tecnológicas e informáticas de los estudiantes que les enviamos a esas mismas organizaciones tanto a nivel de becarios como, más tarde, cuando consiguen una relación laboral mucho más estable y mejor remunerada.

Tendríamos que hacer, en todos los órdenes, seguimientos de las habilidades y capacidades que hemos desarrollado en nuestros alumnos. Habría que analizar los progresos que se desarrollan y los motivos de los triunfos o fracasos que se puedan suceder.

Nuevas líneas de aprendizaje

Con el mayor conocimiento de la realidad empresarial que demandamos podemos conseguir ver con qué medios reales se trabaja, al tiempo que podemos aprender sobre los sistemas o modelos de laboriosidad que se utilizan de manera preferente.

Debemos tener la habilidad de desarrollar unas materias y unas líneas de aprendizaje lo más apegadas a las necesidades reales, que, en primer término, hay que averiguar, así como debemos adaptarnos a ellas. Aún distinguiendo entre la capacidad profesional y la investigadora, que han de ser complementarias, con el propósito de hacer rentables las dos en la medida de lo posible, es claro que hemos de adecuar y de amoldar la docencia a lo que existe en el mercado, a sus demandas, a su realidad cotidiana. Las tecnologías avanzan muy deprisa como para no tomar las riendas ya.

Debemos desarrollar con destreza los estudios más demandados, y hacer la inversión ajustada a los planteamientos y deseos de aquellas actividades más o menos deseables. Las campañas formativas e informativas en este sentido también funcionan, dirigiendo, o debiendo dirigir, a los alumnos por aquellos vericuetos donde la educación recibida es más rentable para las propias entidades, así como para la sociedad y los mismos interesados.

Las metodologías han de basarse en aspectos teóricos, en lecturas frecuentes y variadas, en lo que piensan y defienden profesores y expertos de toda índole y calado, pero, asimismo, han de sustentarse en una cercanía a las necesidades de los mundos económico y laboral.

Como quiera que los medios y los recursos son escasos, conviene que establezcamos planes de implantación, de búsqueda de bases para el desarrollo profesional e investigador, así como estrategias para priorizar y para establecer los objetivos claves. No se persiguen, o no se deben perseguir, resultados perfectos, pero sí progresiones en el buen sentido. Las cooperaciones con las empresas, insistimos, son eficaces.

Además, hay que medir los impactos y ver por qué las actuaciones emprendidas funcionan, o bien por qué no sucede así. De este modo, podremos ir mejorando todo desde las diversas orillas del sistema societario. El esfuerzo y el empeño han de ser comunes entre la sociedad, sus organismos y sus empresas de tipo público y privado, así como de la Universidad, de la que surgen esos profesionales que nunca deben olvidar el aporte teórico en las actividades prácticas (todo es importante, repetimos). La mirada recíproca produce, y producirá siempre, resultados mucho más simétricos. De eso se trata, sobre todo si queremos prosperar desde la solidaridad, la mesura, la equidad y el equilibrio de una sociedad en verdadero avance. Las técnicas y las tecnologías siguen progresando, y nosotros debemos hacerlo al unísono. Seguro que nos beneficiaremos en múltiples planos. Aprendiendo de todos seguro que podemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Época de ocasiones gracias a las TIC´s

No todo lo que se presenta es manifiestamente bueno o malo. Depende del uso que hagamos de los distintos recursos o bienes materiales o inmateriales que nos vayan llegando. A lo largo de nuestras vidas van cambiando los itinerarios, los elementos y las peculiaridades de cuanto nos rodea. Es normal. Con diferentes tonalidades se producen mudanzas de una etapa a otra. Por ello, debemos pensar que en épocas de crisis, también de puestas en cuestión, y, por supuesto, de oportunidades, hemos de ver los adelantos como ese valor añadido que nos puede disponer la realidad de la mejor manera posible. Así es. Las tecnologías informativas y comunicativas, pese a su coste inmediato, difícil de amortizar en el corto plazo, nos ofertan unos vericuetos de actuación que hasta ahora, por lógica, no podíamos ni plantearnos. Hemos de aprovechar su beneficio en aras de optimizar unos recursos tan competitivos como escasos.

Es interesante que invirtamos en el conocimiento de la materia prima, esto es, de los programas de los ordenadores, de las potencialidades de Internet, del manejo de equipos y en el rastreo de conocimientos válidos… Para saber elegir, ante todo, hay que conocer, y todo el tiempo previo que utilicemos nos ha de servir para poder viajar más tarde de manera más rápida a nuestros objetivos.

Hemos de poner, sin duda, el semáforo en verde y apretar el acelerador para digerir todo el cúmulo informativo que nos rodea. Además, hemos de ser capaces de desarrollar técnicas de selección de recursos, innumerables, indescifrables a veces. No todo nos vale, o no todo nos vale en tiempo y forma. Hemos de elegir, de saber concebir qué es importante respecto de lo que es urgente. No todo nos construye, hemos de recordarlo, como personas.

El aprendizaje ha de ser en vertical, de abajo a arriba, buceando en las necesidades de los más pequeños, y, obviamente, satisfaciéndolas. “El saber primero es útil”, como decían los latinos. Hemos de habituarnos a consumir programas y a adquirir conocimientos sobre cómo conseguir todavía más. El sabio se va haciendo poco a poco, descifrando la maquinaria de la Naturaleza y de su ciencia.

Por lo que hemos estudiado en los últimos años, todo parece indicar que las empresas, y los particulares, no siempre entienden que hay que formarse de manera constante. No hay estadio que termine si no empieza otro, y otro, y otro más. Lo que ocurre es que, en un mundo de prisas y de hartazgos (ahora de crisis) en lo económico, no se comprende en todo momento que haya que invertir tiempo y dinero en más preparación cuando, al menos en teoría, ya tenemos un aprendizaje previo desarrollado y bueno. Así es, pero todo evoluciona, y nuestro intelecto, así como nuestra formación, ha de viajar en la misma dirección.

Búsqueda de horizontes

Las encuestas nos hablan de falta de tiempo, de carencia de motivación, de un desinterés general cuando los sueldos, la precariedad y la falta de horizontes condicionan la actitud de aquellos que se dedican al uso y disfrute de unas herramientas que, si fuéramos más lógicos, revolucionarían de verdad las costumbres y los ademanes profesionales de cada cual. La sociedad no sabe digerir con nutrientes lo que debería ser una postura más demostrativa de las bondades y beneficios del uso de los diversos progresos en el plano tecnológico-comunicativo.

La virtud siempre se halla, o eso pensamos, en el término medio. No concibamos más esperanzas ni confianzas que aquellas donde mesuradamente nos puede portar nuestro intelecto, que nos señala la conveniencia de no ir tan deprisa en el trabajo para luego, con el uso racional y cabal de los avances tecnológicos, cabalgar con la rapidez de unas operaciones que se realizan, o se pueden realizar, en décimas de segundo. No olvidemos, frente a aquellos que se declaren opositores a este uso tan rentabilizador de las ciencias, que la especialización en el uso mecánico, científico e intelectual de los recursos del progreso nos puede regalar unos puestos de trabajo, unas categorías laborales antes impensables.

Hay que mirar, claro está, a medio o largo plazo, y no quedarnos con el reduccionismo de las cuentas inmediatas. De nuevo, la bondad de la mesura se plantea como una necesidad que podrá saciar un benévolo futuro. Hay, pues, que buscar la motivación en ese planteamiento inequívoco, y nunca esquivo, de caminar hacia las tecnologías, hacia lo nuevo. Insistamos en que todos nos beneficiaremos de ello. No olvidemos tampoco que la rentabilidad se ha de compartir en armoniosa solidaridad. Los frutos pueden ser mayores de este modo. El ser humano ha crecido cuando ha basado el nivel de desarrollo en la mirada sencilla hacia los demás, hacia el provecho compartido y generoso. Ahí debemos estar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

A propósito de los Colegios Profesionales de Periodistas

LOS COLEGIOS DE PERIODISTAS: UNA NECESIDAD, UN IMPULSO

I. La formación de los periodistas: hay que compatibilizar la formación teórica con la adquisición de experiencia práctica

¿El periodista nace o se hace? Pregunta clásica para el debate, que además lleva aparejada una cuestión que ha afectado desde siempre a esta profesión: el intrusismo. Hemos que decir que, al menos según los últimos estudios de la profesión (es verdad que no siempre somos realistas en ellos: no nos atrevemos a contar todo lo que vemos) el intrusismo parece haberse convertido más en un mito que en una realidad. Bien puede ser –lo damos por seguro- que esta situación se deba a la proliferación de las facultades de periodismo en toda España. Con cientos de licenciados en comunicación todos los años en las universidades es difícil creer que un empresario se vea en la necesidad de contratar a una persona no titulada. No obstante, sí ocurre, pero creemos que es, sobre todo, en los ámbitos rurales o de menor desarrollo económico, y quizá también se da el caso de personas que son contratadas en los medios porque les aportan un nombre o un prestigio.

Tal vez la cuestión estribe en que hay que dotar a la profesión periodística del valor que se merece a través de la asignación, con base legal, de una serie de competencias profesionales que deben adquirirse en las facultades. Nos atrevemos a decir que estamos en el momento perfecto para luchar por esta causa, con la introducción paulatina en la que nos hallamos de los estudios de grado en todas las facultades españolas, aunque nos tememos que puede ser otra oportunidad perdida. Es la única forma de acabar con el intrusismo, en la medida en que esté extendido; un intrusismo que, por otra parte, no puede existir -no se permite- en otras profesiones, al parecer más valoradas por el legislador, o tal vez más unidas y mejor representadas. Nos referimos a profesionales como los arquitectos, los ingenieros o los médicos. El final no puede ser otro que el hecho de que sólo un profesional del periodismo, es decir, un licenciado, pueda poner su firma a una noticia, una entrevista o un reportaje.

¿El periodista nace o se hace? Digamos que sólo puede ser una mezcla de ambas cosas. Para empezar, porque sin una verdadera vocación es difícil que muchos continúen en una profesión en la que lo que más extendido son los sueldos bajos y los horarios excesivos, incluidos fines de semana. Para continuar porque el periodista debe adquirir un andamiaje teórico y cultural en la facultad. Y, para seguir avanzando, porque esta formación teórica debe complementarse con la necesaria experiencia práctica. Y siempre continúa, porque el aprendizaje, y muy especialmente de esta profesión, no puede ser sino permanente durante toda nuestra carrera laboral.

Esto que decimos nos conduce a dos reflexiones más: la exigencia de acercar las universidades a las empresas y a la profesión, es decir, al mundo real, y, por otro lado, de una continua formación del periodista a través de cursos de reciclaje. Con respecto a lo primero, es evidente que hay que dotar a los estudios de periodismo de más herramientas prácticas que se traduzcan en competencias profesionales, en experiencia, al fin y al cabo, para los estudiantes. En lo que se refiere a los cursos de reciclaje, ya hemos comprobado en un muestreo de 2008 que son pocos, aunque bien instrumentalizados. Esta formación es, sin lugar a dudas, imprescindible, habida cuenta de que en nuestra profesión debemos estar siempre pendientes de actualizarnos para acometer las nuevas demandas. En definitiva, si la universidad no puede dejar de dirigirse más al mundo real de la profesión, tampoco ésta puede olvidar la formación continua de los profesionales.

En el terreno de la formación, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación ocupan un puesto privilegiado. Su contemplación en los planes de estudio de las universidades ha dado un giro de 180 grados en la última década. Y lo mismo ocurre en el terreno profesional.

No olvidemos la necesaria formación en estas tecnologías, para conseguir las competencias digitales adecuadas para un manejo también más eficaz. Tampoco obviemos su uso racional como fuente de información, pues Internet se ha convertido en una fuente fundamental en el trabajo diario de los medios. Como cualquier otra fuente, hay que contrastarla, y es ésta una carencia grave que se ha recogido en algunos estudios nacionales.



II. Las condiciones laborales del periodista: superar la precariedad, conciliar el trabajo con la vida familiar

El perfil del periodista podría definirse como hombre o mujer en número casi idéntico, aunque esta tendencia puede invertirse en el futuro, habida cuenta de que el número de mujeres supera con creces al de hombres en las facultades de periodismo-, joven –se accede a la profesión con una media de 24 años-, soltero, y sin perspectivas de tener descendencia y de formar una familia a corto plazo. Su remuneración no suele ser muy alta, pues, tal y como concluimos en el estudio que realizamos en la Universidad de Murcia en 2008, sólo uno de cada cuatro tiene un salario decente en concordancia con el alto nivel de vida que existe en España. Los datos de este citado estudio no son del todo malos, pero nos tememos que la realidad puede ser bastante peor.

Los horarios excesivos, incluidos muchos fines de semana, pueden muy bien ser la razón por la cual es tan difícil conciliar la vida familiar con el ejercicio de esta profesión. Los medios nunca descansan, y los periodistas van a la par. Precisamente, en la tarea de superar la precariedad laboral del periodista deben jugar un papel fundamental las Asociaciones y los Colegios Oficiales de Periodistas.

III. Trabajar unidos: la importante labor de las Asociaciones y Colegios de Periodistas

Ante los problemas planteados por los profesionales, y, tal y como se ha indicado, una de las posibles fuentes para mejorías y dirimir conflictos (quizá son unos términos excesivos, pero lo cierto es que recogen muchas esperanzas), una de las fuentes de solución o de resolución de problemas en todo caso, son los Colegios Oficiales, e incluso las mismas Asociaciones de la Prensa que van a derivar (están en ese proceso) en los citados Colegios. Entidades que serán los interlocutores básicos con los que trabajar de cara a la lucha común y unida frente a la precariedad laboral, los bajos salarios, el intrusismo, las presiones, las deficiencias y carestías en el ejercicio de la profesión, la falta de regulación, el incumplimiento de las leyes, la necesidad de apoyar a determinados colectivos y de amoldar, por ejemplo, horarios y quehaceres, etc.

Hay mucho por realizar, y es muy poco lo que se ha llevado a cabo desde estas entidades, incluso en los últimos años. Se reclama por parte del propio colectivo unión, y unión hay que conseguir para salir de este estancamiento en el que estamos.

Los Colegios, como se suele decir, serán lo que quieran los profesionales. No son obligatorios, ni lo serán. La normativa europea, y específicamente la española, no marchan por y con esa dinámica. Hasta los que eran obligatorios en otros ámbitos y esferas dejarán de serlo, y nos parece bien. Los colectivos y sus representantes deben ganarse una credibilidad que, en el caso específico de los periodistas, es el arma concreta con la que poder afrontar los grandes problemas de falta de prestigio con que están siendo calificados socialmente en los últimos años.

Entre las funciones de los Colegios estará el definir qué es ser periodista, y, sobre todo, qué o quién no lo es; poner en marcha Estatutos de la profesión, consensuar códigos deontológicos, definir y hacer seguimiento de buenas y malas praxis de este oficio, poner en marcha Observatorios del funcionamiento de los medios y sus trabajadores, y colaborar con los sindicatos y las Administraciones en la dignificación y mejora de un quehacer comunicativo que, recordemos, es básico para una sociedad democrática.

El quehacer de los Colegios Oficiales de Periodistas es básico y fundamental para un crecimiento digno y acorde con los cánones y las responsabilidades de una profesión que ha cedido demasiado de un territorio que no es suyo, sino que más bien toma de la propia sociedad, a la cual se debe y a la cual sirve en una clara función pública (la misma que le confieren el sentido común y las leyes).

Los Colegios deben, pues, estar atentos a lo que ocurre e ir sumando con el resto de organizaciones de la esfera comunicativa en el deseo de que la mejora de lo periodístico lo sea también de toda la sociedad. El papel es arduo, y, seguramente, a largo plazo, pero también los resultados serán interesantes y muy atractivos para todos.

Los Colegios Oficiales de Periodistas

Los nuevos retos de la profesión periodística están ahí, y por ello, entre otras actuaciones, se están transformando las Asociaciones de la Prensa, o bien, en paralelo, se están generando otras entidades cercanas, como son los Colegios Oficiales, que, sin duda, no van a ser, como se puede suponer, ninguna “panacea” a la hora de solventar los problemas del gremio. No obstante, van a ser un revulsivo necesario. Como quiera que no es imposible recuperar el tiempo perdido y ese maltrecho prestigio, vapuleado por un ejercicio de la profesión que, en algunos ámbitos (léase, por ejemplo, la mala Prensa del corazón o la telerrealidad, repetimos), no es el más certero, o por una coyuntura de crisis que nos ataca de una manera particular, es necesario que estas nuevas entidades aglutinen toda la fuerza que sea posible del sector y de sus profesionales en aras de mejoras sustanciales que también redundarán en la sociedad al completo. No olvidemos que los medios y sus trabajadores se deben a los ciudadanos y ciudadanas, a quienes sirven a través de la labor pública que desempeñan.

Entre otras, en todo caso como algunas de las más sobresalientes, las ventajas de estos colegios serán:

-Van a dar mayor presencia al colectivo de los periodistas.

-Supondrán un instrumento de actuación, de formación y de reivindicación más útil y ágil para los profesionales de la comunicación.

-Dotarán de mayores relaciones y de otros instrumentos de presencia y de presión, como pueden ser los Observatorios sobre la situación del sector o las Comisiones de Trabajo en ámbitos como los éticos y deontológicos.

-Calarán más en la sociedad, y esperemos que también en el colectivo.

-Generarán y brindarán mayor cercanía a los problemas del gremio.

-Como no serán obligatorios, recalcarán la necesidad de estar más unidos.

-Procurarán un impulso de estas entidades y de los colectivos que aglutinan.

-Su ámbito específico será la defensa de los derechos profesionales, uniendo esfuerzos con los sindicatos, que han de abordar, en lo que es su papel fundamental, la defensa de los derechos laborales.

Éstas serían las ventajas, por así decirlo, de carácter filosófico-funcional. No obstante, parece evidente que habrá mejoras, cambios y aprovechamientos mucho más tangibles. Indefectiblemente serán los siguientes:

-Aumentarán la representatividad social e institucional de los Periodistas y de sus entidades de proyección, ya que los colegios son órganos reconocidos como instrumentos de participación social de los profesionales, según prevé el artículo 36 de la Constitución.

-Mejorarán la propia organización interna de estas entidades. Se avanzará en las normas del buen gobierno, ya establecidas, por otro lado, en el seno de la FAPE, pero que, en algunos casos, encuentran ciertas dificultades para su aplicación. Las exigencias legales que prevén las leyes autonómicas de los colegios, con el fin de poner orden en las cuentas y un mayor control no solo del buen funcionamiento democrático sino también de su régimen económico, supondrán un acicate para el colectivo en global.

-Las funciones deontológicas quedarán reforzadas. La Comisión de Quejas, como esboza la propia Ley, por ejemplo, de Murcia, tiene un reconocimiento expreso, y con seguridad que tendrá una mayor proyección pública e institucional. Habrá que trabajar en ello.

-Conviene recordar que no mermarán el papel y los objetivos de las Asociaciones actuales. Como en el caso de Murcia mantendrán su papel y protagonismo en las funciones que los propios miembros consideren oportunas. Es bueno que se perpetúen como herederas de un maravilloso legado histórico y/o patrimonial.

-Reiteramos el papel de acercamiento y de motivación que pueden realizar y que, sin duda, ya proyectan en los más jóvenes. Cada año cientos de egresados salen de las universidades en busca de un trabajo digno: les podemos ayudar, al tiempo que, si los entusiasmamos, podemos llegar mejor a las Redacciones, a lo que son en realidad, a cómo viven los periodistas, a los problemas…

Seguro que, poco a poco, podremos ir incorporando más funciones y más anhelos. Lo importante es su inmediata puesta en marcha en el afán (esperamos lograrlo) de conseguir estar más unidos y de optimizar las muchas capacidades y posibilidades que tenemos. Lo primero de todo es que creamos mucho más en la profesión. El milagro de una vuelta al prestigio y a la dignidad es posible. También es deseable por y para toda la sociedad, que es la beneficiaria del quehacer periodístico.

IV. Cronograma de los pasos a seguir para crear los Colegios Oficiales de Periodistas

-El primer paso es el contacto con todos los miembros de la organización profesional de referencia, que ha de ser la Asociación de la Prensa de la Región, en el caso de las uni-provinciales, o las diversas asociaciones existentes, en el caso de las multi-provinciales. Si en este último supuesto existe una Federación es claro que ésta es el referente de partida. La idea es que se celebre una Asamblea que impulse ese movimiento de creación del Colegio Profesional desde la propia Asociación o Federación. Hay que limar asperezas y mostrar a todos que se trata de un movimiento integrador y nada excluyente, donde la idea es perseguir una mayor dignificación de la profesión, a través de los Colegios, a los cuales solo se accederá desde las titulaciones que ofrece la Universidad.

-Es clave también el contacto con el poder Ejecutivo, y, a continuación, con el Legislativo. Ellos han de garantizarnos su apoyo. Hemos de convencerles de que estamos en el mismo barco y de que el Colegio, como ya se ha dicho, va a suponer una mayor unión del sector y una mejora cualitativa y cuantitativa del mismo a través de órganos de asesoramiento y arbitraje incluso.

-La experiencia nos dice que en un plazo de tres a seis meses, si el Poder Ejecutivo y Legislativo están por la labor, se debe aprobar la Ley marco que establece la creación del Colegio en la comunidad que fuere. Aportamos la Ley aprobada en Murcia, que es muy sencilla y que especifica que la Asociación de la Prensa es el punto de inicio, esto es, aparece como promotora y se asume, desde la propia norma, a todos los asociados que existieran hasta ese momento en esa entidad centenaria y de enorme calado social. Es una ley sencilla que nos entronca con FAPE, a la que se referencia como un bastión para dirimir conflictos de acceso desde la Comisión de Garantías: eso nos parece fundamental, pues los Colegios nunca han de ser elementos disgregadores de la Federación.

-El siguiente paso será la elaboración de los Estatutos, como explicitará la propia Ley del Colegio, para lo cual se convocará la Asamblea Constituyente del mismo, compuesta por los miembros de la Asociación de la Prensa que fuere. Una vez reciban el visto bueno asambleario, se remitirán a los Servicios Jurídicos de la Comunidad Autónoma para que sean visados y aprobados. Superado este trámite, se convocarán elecciones para decidir quién será el primer Decano y cuál ha de ser su primera Junta Directiva.

IV.1. Recomendaciones

-Todas las Asociaciones de la Prensa y/o Federaciones regionales de las mismas deberían plantearse convocar en el primer trimestre del año 2009 esas asambleas de impulso que hemos citado, y cuya labor sería la de servir de locomotoras de sus respectivos Colegios. En paralelo, las Juntas Directivas deberían reunirse con los poderes Ejecutivos, y contactar también con los representantes políticos en las correspondientes cámaras autonómicas, a fin de ir preparando el terreno y de que vayan empezando a confeccionar y a consensuar las oportunas Leyes para erigir los Colegios Oficiales de Periodistas en cada Comunidad Autónoma.

-En cuanto a las regiones donde no existe federación, una propuesta, que no tiene ningún afán reduccionista, ni excluyente, ni pretende generar controversias (es una posibilidad a tener en cuenta, sin perjuicio de las que se propongan por las propias Asociaciones de la Prensa), podría ser la convocatoria de una asamblea de todas las Juntas Directivas de las asociaciones existentes en la Comunidad que fuere, con el fin de elegir a una “Comisión de Notables”, consensuada por todos, y que actuaría por delegación, que se encargaría de encauzar los trámites y contactos conducentes a la constitución del Colegio. Sería bueno que esta Comisión estuviera tutelada por la propia FAPE en la idea y con el objetivo de contribuir a una representación lo más plural y aceptada posible.