miércoles, 30 de septiembre de 2009

Procesos y posibilidades comunicativas

La existencia humana está plena de ocasiones para mejorar, para aumentar nuestras opciones y los deseos de ser felices. Lo cierto es que somos lo que realizamos. Ante todo, nos podemos presentar como seres comunicativos, pues esta actividad constituye la esencia de lo humano. Surgimos como personas de espacios comunicativos, de sendas que nos han de procurar un ritmo diferente, más constructivo, nutriente. Pensamos en la comunicación como llave para el éxito, cuando menos personal. Lo es. Hemos acaparado sensaciones que nos envuelven con los ingredientes de unos momentos queridos. Aprendemos de todo. Con procesos comunicativos se superan, igualmente, las diferencias, si las hay. Conocemos los ruidos que se van produciendo, y nos ajustamos a las posibilidades que nos brinda la vida, que son muchas.

El ser humano, que ha de ser, a decir de los griegos, la medida de todas las cosas, se construye con las imágenes y con las situaciones que conforma la comunicación día a día. Conocemos lo que es, y todo cuanto tiene sentido con la interacción y la socialización que compone la partitura diaria de lo que hacemos y de lo que narramos.

La vida es comunicación, y ésa bien puede ser una definición de lo que constituye el caminar cotidiano. Si hay silencio, a menudo necesario, no nos contamos lo que hemos hecho, ni destacamos aquello de lo que podemos aprender por aciertos o errores cometidos. Analizar lo que acontece es una máxima docente que nos ha de permitir liderar nuestras vidas por los caminos de la intelectualidad.

Florecemos con las ventajas que propician el conocer lo que ocurre, con la enumeración de lo que nos gusta y lo que no, con la participación, con el riesgo de aventurarnos en otros menesteres que nos porten a situaciones diferentes, mejores, creíbles. La información ha de fluir, sí, en todos los sentidos, de ida y de vuelta, con normas sabidas, queridas, sinceras, propias de los tiempos que corren. Así nos hemos de entender.

Las causas y las consecuencias, las prudencias, las valentías, los momentos íntimos, las inclinaciones, los diversos calados y vertientes, los análisis… todo ha de tener cabida dentro de los procesos comunicativos, que se han de abonar con normas de educación, de cortesía, de convivencia, de tolerancia, de bondad, de cooperación, de solidaridad, de buen gusto, de querencia, de puras empatías…

Somos comunicación, somos palabras, que constituyen orígenes de universos y de seres en la Naturaleza. Sin darnos a los demás, no somos, y parar brindarnos a los otros hemos de ser genuinos y entregados desde las mayores y mejores ansias de comunicación. Refrescar los conceptos, así como sus valores intrínsecos, sus ventajas, sin olvidar la necesidad que tenemos de ellos, y no sólo en la esfera de la comunicación, es casi una obligación para que no perdamos ni el interés ni la perspectiva. Hemos sido gracias a que hemos aprendido desde muy pequeños usando las dotes para comunicarnos y las ventajas que se nos suponen.

Hablar, escuchar, atender, mejorar, entusiasmarnos con el aprendizaje, gozar con lo que nos cuentan y con las propias narraciones, vivir en los otros, con los otros, dando espacios y tiempos a los convecinos, y a nosotros mismos, intermediar, protagonizar lo que es el recorrido del aprendizaje, etc., son baluartes de nuestras existencias que, en principio, nos muestran una cara tan amable que nos devuelven a un estadio de iniciación en la comunicación del que hemos de partir con el corazón abierto, como nos recordaba el poeta Rosales. Somos seres comunicativos, posibilidades comunicativas, objetivos comunicativos, frutos de la comunicación…, con todo lo que ello implica. Debemos andar esas sendas que nos procuran encontrarnos a nosotros mismos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 29 de septiembre de 2009

Las capacidades de la comunicación en las relaciones humanas

Las capacidades comunicativas son enormes. Se puede creer que son hasta infinitas. Miremos algunos modelos de relaciones y de convivencia donde la comunicación es crucial. Cuando un niño habla con su madre, cuando balbucea, cuando le sonríe, cuando mueve sus manos o gesticula, hace la comunicación más auténtica del universo. Es un ejemplo a seguir.

Cuando un hijo acompaña a su padre en tramos muy especiales para ambos, cuando recapitulan lo que han sido, lo que ambos han aprendido, lo que ha supuesto esa relación en sus vidas…, cuando esto sucede hay todo un modelo de comunicación humana, que, obviamente, hemos de seguir.

Cuando ayudamos a los más necesitados, a los que se hallan solos, a los que vienen con la desesperanza en sus caras, mostramos la faz más amable del ser humano, así como de lo que es capaz en cuanto a bondad comunicativa. Veamos aquí también un ejemplo, un buen ejemplo.

Cuando limpiamos espacios comunes, cuando damos lo que nos sobra, que es mucho, cuando aprendemos a compartir, cuando nos vemos como un milagro de la creación y no como el centro del universo, sino como parte de él, cuando observamos el contexto comunicativo de lo que somos, de lo que son los demás, de la felicidad que en común podemos lograr, cuando lo hacemos, damos un modelo palpable de convivencia que nos ha de ayudar a continuar con acierto en este caminar de pretensiones indelebles.

Cuando comunicamos mirando a los ojos, mostrando las manos, buscando lo pacífico y lo equilibrado y sin atesorar más de lo que precisamos, nos colocamos en un espacio donde la dicha está en los otros y, claro está, en sentirnos partícipes de ella. Es una especie de milagro sencillo que se consigue con facilidad si tenemos hartura en el hambre de conocer. Los demás han de ser la referencia, y el modelo, así como la legitimidad de la experiencia humana. No somos sin los otros. No es bueno que estemos solos.

Cuando vemos a gentes humildes de corazón, con el ánimo de destacar únicamente en su interior, con el valor para aprender todos los días, con el espíritu joven y no condicionado por lo material, observamos genuinos modelos de convivencia, en los cuales nos tenemos que ver reflejados de algún modo.

Hay multitud de actos y de actividades que han de constituirse en ejemplos queridos y cariñosos y en exponentes de aventuras maravillosas en las relaciones humanas. Miremos para aprender de todo ello. Seguro que seremos más felices, y, por ende, más complacientes. La paz interna y en lo externo tiene mucho que ver con esta actitud, que, lógicamente, debemos potenciar. Hablamos de usos y de costumbres en los hábitos comunicativos, que han de ser el eje de la convivencia.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Gea y Truyols y su Historia

La pedanía de Gea y Truyols,
una población en constante comunión y comunicación

Dicen que un cronista lo primero que tiene que hacer es otear el entorno. Sólo así se conoce, se valora, se pondera, se palpa y se vive. El método empírico rara vez falla. Además, ese valor de la experiencia nos viene reclamado fundamentalmente cuando hablamos de un lugar emergente con gentes prestas a conocer y a relacionarse con sus vecinos y/o con los recién llegados. Es el caso que nos ocupa. Una pedanía maravillosa que está a caballo entre los campos de Murcia y Cartagena, y que, por lo tanto, ha sido zona de fronteras en la épocas de los reinos castellano y aragonés-catalán es la simpar Gea y Truyols, todo un ejemplo de convivencia y de gestación de un interesante crisol de culturas.

1.100 habitantes viven en un paraje que nunca ha estado demasiado poblado. Al menos, éstos son los censados. Hay mucha población flotante, y otra que se va incorporando en las nuevas urbanizaciones que se están construyendo en este entorno. Como lugar de encuentro de culturas, también ha sido un sitio de paso, de tránsito. También ha sido una ubicación perfecta para plantar árboles y verduras y para sacar partido al secano, que aquí ha sido generoso. Podemos encontrar en este emplazamiento olivos centenarios, pero también algarrobos y arbustos propios del llamado monte bajo, con el tomillo y otras plantas aromáticas.

Los cítricos tienen un lugar descollante en este territorio, que ha aprovechado siempre las aguas de las lluvias escasas, así como las del subsuelo. Hasta ahora ha habido un equilibrio certero. La fauna se ha adaptado, asimismo, al lugar. Hallamos animales de muy diversa estirpe e índole. Desde el Águila Perdicera o el famoso Búho Real, impresionante cuando se le ve por la noche, hasta aves mucho más pequeñas como el gorrión o la golondrina. El suelo es testigo del movimiento de reptiles, de anfibios, donde hay aguas estancadas, y de zorros y gatos monteses, algunos de ellos mezclados con los asilvestrados. La riqueza en algunos paisajes, a menudo casi desérticos, es extraordinaria.

Los almendros forman parte de un panorama presto para la caza menor. Obviamente hablamos de la caza del conejo o de la perdiz. El resto de animales están protegidos por la ley y por la conciencia ciudadana, consciente de la necesidad de preservar unos terrenos tan espléndidos.

Gea y Truyols tiene su origen en la convergencia, en el siglo XVIII, de las poblaciones del mismo nombre. Aglutina a diversos parajes con una historia que se remonta hasta la misma etapa de los romanos. De hecho quedan vestigios de esa impronta, de ese “poblamiento ancestral”. Esperemos que esas ruinas se pongan en valor próximamente. Durante los últimos dos siglos, su territorio se ha estrechado o ensanchado en función de decisiones políticas, e incluso formó parte de un municipio independiente de Murcia con cabeza en Sucina.

Lugares para ver en esta pedanía hay muchos: en primer lugar destaquemos la flora y la fauna, pero, si nos referimos a las huellas dejadas por los humanos, tenemos las Casas de Gea y del Pino (la primera en un buen estado; la segunda, no tanto), sin olvidar los aljibes de arrastre o la propia plaza emblemática del pueblo, donde estaba el antiguo cine.

Podríamos hablar, y no acabaríamos, de la gastronomía autóctona, tan rica como su propia historia. Las migas son, sin duda, un manjar que hemos de preservar. De hecho, coincidiendo con las fiestas de Agosto, hay un campeonato y surtidos premios entre los mejores platos.

Rodeada como está por sierras como El Garruchal o Columbares, sin olvidar el Puerto de la Cadena, hay mucho que relatar sobre esta pedanía, de 51 kilómetros cuadrados de extensión y situada a 185 metros por encima del nivel del mar. Sí, tenemos mucho más que contar. Esto es un primer esbozo, a modo de presentación. Por favor, no quiero que me quede en el tintero algo que puede sonar a tópico: lo mejor de Gea y Truyols son sus gentes. Unas gentes que se han visto bañadas por ese regalo cultural que es la convivencia con personas llegadas de los puntos más recónditos de nuestro país y hasta de otras naciones. Este mestizaje cultural ayuda muy mucho a ampliar perspectivas y a mirar de otro modo. Se nota cuando hablas con sus habitantes que tienen esa impronta que les ha dejado la historia pasada, y también la más reciente. Lo que más enseña es la experiencia (no lo olvidemos), y la de las gentes viajeras ayuda a contemplar con densidad y altura de miras tanto el género humano como sus posibilidades, que son infinitas.

Tienen, amigos lectores, y amigas lectoras, en sus manos, un acercamiento a lo que ha sido esta histórica población, esta porción de territorio del municipio de Murcia y de esta Región bi-milenaria. Hay muchos datos, muchas situaciones, todo un bagaje cultural y de experiencia de vida. Es un regalo de sentimientos y para los sentidos. No obstante, no olviden que lo mejor está por conocer. Gea y Truyols es una pedanía abierta y llena de posibilidades. Si vienen sin prisa, conocerán mucho y se lo pasarán bien, e incluso puede que caigan en la tentación de quedarse. De momento, les dejo con un lema no acuñado todavía: Acérquense y sonreirán. Seguro.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 27 de septiembre de 2009

El tratamiento informativo de las cuestiones de salud

Patologías mentales:
En defensa de la bondad frente a argumentos
“victimo-lógicos”

En todo proceso comunicativo hemos de pretender que, por el camino, no se pierda la esencia de lo que queremos narrar. No es sencillo. Decía Marshall McLuhan que el medio es el mensaje, que sus recursos, que todo lo que interviene en sus procesos condiciona a los mismos fenómenos que les acompañan. Hace cuarenta años que lo subrayó, y creo que nunca antes ha tenido más vigencia que ahora. Las propias condiciones y los condicionantes de unos medios que aspiran a presentarse como enteros hacen que lo que sale de las empresas periodísticas no siempre se fije en los intereses colectivos globales, sino en los de una parte de la propia sociedad, con fines más o menos níveos.

Aunque nos duela el reconocerlo, los medios constituyen ese “callejón del gato” del que hablaba Valle Inclán: reflejan lo que es la sociedad, lo que acepta por acción u omisión. La culpabilidad, o, más bien, las responsabilidades surgen por hacer o por dejar hacer. La falta de pro-actividad para mejorar ciertas actitudes o comportamientos nos llevan al punto en el que estamos. Lo que vemos en medios masivos como la televisión es lo que consentimos de un modo u otro. No olvidemos que lo que nos dicen las encuestas cualitativas no siempre se traducen en aspectos cuantitativos. Indicamos consumir unos programas, pero, realmente, digerimos otros, a menudo bien distintos. Hay una cierta multi-frenia en la sociedad que se traduce en actitudes que no consuelan o mejoran la realidad de los que viven peor o pasan por situaciones complejas.

La búsqueda atroz de audiencias, que pretendemos que sean cuanto más grandes mejor supone a veces distorsiones y apreciaciones que no colocan en el lugar adecuado a los medios periodísticos. Cuando los asuntos que abordamos son de extremadamente sensibilidad es preciso que seamos más prudentes y cautelosos. Hagamos un poco de memoria y de síntesis. Los objetivos informativos y formativos de los medios de comunicación están en la base de su surgimiento, conformando un deber de servicio público que no siempre, por la labor que desempeñan, se vislumbra al ciento por ciento.

Además, tengamos en cuenta que las propias características de los mensajes (rápidos, transitorios y fugaces), basados en la atracción y con la superposición de los niveles afectivos a los racionales, con el mismo afán recaudador de audiencia, nos distancian constantemente de esa labor de búsqueda del interés público, que no es exactamente igual a lo que conocemos, supuestamente, como el interés del público. El artículo, en este caso, nos condiciona.

Asimismo, la propia estructura empresarial hace que se impongan, en múltiples ocasiones, los deseos de los responsables a los del público en general, o particularmente de los periodistas, de los creativos, de los técnicos o de los que garantizan los soportes y contenidos. El medio, repetimos, es el mensaje, es el mensaje mismo. Y lo es también cuando hablamos de patologías.

Por ende, cuando pensamos en algunos tipos de enfermedades y en su tratamiento mediático, como es el caso de las patologías de origen o de carácter mental, nos damos cuenta de que o bien nos quedamos en aspectos muy superficiales, o bien nos vamos a los tópicos, o incluso las plasmamos cargadas de tabúes, de truculencias, de estridencias, de falsas ambigüedades o de eufemismos que apenas nos conducen a los puntos de referencia y/o de inflexión que nos gustaría y que seguramente complacerían a la sociedad, cada vez más demandante de información plena y segura en todas las esferas, más aún en las científicas y/o médicas.

Como quiera que los medios de comunicación y sus profesionales han de reconciliarse con los intereses de la ciudadanía en muchas materias, fundamentalmente en aquellas más relevantes y esenciales, nos planteamos cuáles son las condiciones y los condicionantes del discurso informativo dirigido a los temas de salud, y, más concretamente, a este tipo de enfermedades que durante años han pasado desapercibidas en los medios y en una sociedad que tampoco quería ver la realidad misma, quizá por “disgustante” o desconocida, pese a su cercanía.

Se habla de que el 40 por ciento de la población, antes o después, en algún momento de su vida, padece enfermedades de tipo mental. El interés es claro, máximo si vemos que entre un cinco y un diez por ciento de las informaciones televisivas (la televisión es el medio más influyente hasta el momento) tienen que ver con la salud, con los hábitos saludables, con la prevención de enfermedades o con investigaciones o descubrimientos en este campo.

El deseo, el afán, y los objetivos que nos debemos marcar en el tratamiento de este tipo de noticias, o de sus más extensos reportajes, es que la información se base en la calidad, en la profesional y en la humana, al tiempo que hemos de pensar que hablamos de personas, de sus realidades, de sus familias, de dolor… Eso exige un tratamiento especial, bondadoso, solidario, sustentado en la empatía, en la puesta en escena de valores intangibles de amor y de concordia, de ayuda en lo especial y en lo genérico, de entendimientos a toda costa y sin fisuras. Creo que lo primero que tiene que ser un periodista es una buena persona. Entiendo que ha de actuar con la mejor de las actitudes y de las intenciones, consultando muchas fuentes, pensando con claridad y con pausa lo que quiere contar y por qué, y cómo…

Detrás hay mucha vida en juego, y también mucha felicidad. Hemos de contribuir a que la calidad en la existencia que buscan los médicos halle en los profesionales de la información a sus mejores cómplices, porque podemos hacerlo, porque lo hacemos, porque debemos. Hay ejemplos en positivo de lo que estamos destacando. Muchas veces se hacen bien las cosas, y son esos modelos los que nos han de servir de referencia. Por lo tanto, precisamos humanidad, bondad, mucho cariño y prudencia y cautela con las estridencias en las que podamos caer. El morbo y la rapidez no ayudan, precisamente, a lo que estamos intentando defender.

Es inevitable, pues, que nos acerquemos a estos asuntos con amplitud de miras y en el deseo de mejorar el tratamiento que se hace de esta tipología informativa. Haremos un favor a la profesión y a la sociedad, y, de paso, abundaremos en cuestiones más subjetivamente espirituales ante el mundo crematístico que nos rodea. La mano queda tendida. Queda encontrarnos para estrechar las de los otros, sobre todo las de los más silenciosos. No convirtamos en víctimas más grandes a los que precisan fe y esperanza de todos los miembros de la sociedad. De todos, insistimos, depende.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 26 de septiembre de 2009

La distinción de la comunicación

Miremos el realce de la comunicación, lo que supone. Lo hemos dicho reiteradamente, pero conviene que insistamos. Los valores de convivencia son esenciales, más básicos de lo que pensamos, más de lo que decimos. Obtenemos fuerza desde el elogio de lo intangible. Nos impulsamos y nos propulsamos cada día por los sentimientos de conocer, de aprender y de considerar. Para ello precisamos de la comunicación, de ese flujo que nos permite e invita a ir de la mano del intelecto. No hay peso en esta singladura. Probemos. De lo que se trata es de diseñar una nueva maestría neuronal. El sentido de la voluntad nos ha de ayudar y conducir en todo este proceso, que es básico para seguir, para crecer, para aumentar el caudal que nos suministran los conductos de los mensajes, de sus contextos, de sus intenciones, de sus condiciones y condicionantes, de sus pretensiones más o menos manifiestas…

Incrementamos lo que conocemos desde la experiencia y comunicándonos interior y exteriormente. Podemos y sabemos que podemos conforme vamos aplicando las fórmulas o remedios más o menos consecuentes o fructíferos. El tiempo no se detiene. Hemos de afrontarlo con reglas no escritas por la Naturaleza, pero que funcionan cuando laboramos en pos de un aumento intelectual, espiritual y hasta físico. Las lecciones nos han de servir para vivir en una doble dirección.

Los afectos se transmiten con la comunicación, también sus contrarios, y las ideas, y los hechos, y todo lo que tiene un bagaje de valores que nos entroncan con la tradición, igualmente con lo más moderno… Gracias a este proceso, el ser humano se distingue del resto de seres de la Naturaleza, que admite unos derroteros en función de lo abstracto, que lo prendemos con normas de convivencia aprehendidas desde la comunicación viva y dinámica. Antes o después (confiemos en que sea más pronto que tarde) nos abocamos a comprensiones de niveles grandes.

La comunicación es todo. Nos da ilusiones, alegría, vida misma, derroteros, posibilidades, mejoras… Hay un baluarte polivalente, pero hemos de pensar en positivo para que los resultados también lo sean. Nos hemos de proteger y de liberar de los efectos y aspectos de un fenómeno que nos puede asegurar una realidad mucho más alegre. Nos debemos hacer más humanos, más abiertos, más encima de las cosas que nos interesan. No aceptemos reducciones extrañas o incomprensibles en su terminología.

Mantengamos el tipo. Contemos lo que nos sucede, lo que meditamos, lo que nos ofrece garantías, así como todo aquello que nos hará experimentar una existencia más potente y gratificante. La fuerza nos llegará desde convicciones y compromisos que nos consolidarán en sociedades del conocimiento y del respeto desde unos valores que contribuirán al viento de la convivencia. Intentemos que sople fuerte. Cultivarlos es una obligación doble, en lo personal y en lo colectivo. Sus mieles son ingentes. Saborearlas es un placer en lo inmediato, en el corto y medio plazo, pero también son la base para un futuro compartido y complacido.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Método, riesgo y circunstancias comunicativas

El camino es importante, pero no siempre lo sabemos y lo valoramos. Las circunstancias también son relevantes, pero no caemos a menudo en la cuenta de lo que son, de por qué lo son. Queremos los resultados ya, antes de empezar, aunque el proceso tenga sus fases, aunque se hayan producido despistes que nos hayan llevado a demoras inútiles. Es el tiempo que nos ha tocado vivir. Incluso nos dicen que es el ritmo de la vida, el ciclo que nos envuelve y que caracteriza nuestra forma de caminar por el universo de las cosas. Así es. Marchamos con una premura tal que andamos siempre en pos de un descanso o relajación que nos invite a analizar lo que ocurre en el entorno. Deseamos constantemente que llegue ese período de vacaciones, de libranzas o sencillamente de fin de semana, o cuando menos esas horas en las que no hacemos las cosas por obligación, sino más bien por devoción. Es como dar, si llega, si aparece en tiempo y forma, con un peldaño donde guarecernos y tomar un poco de aire, el suficiente para seguir adelante, pues no se puede parar. Se nota esa persecución permanente, sobre todo cuando la efectuamos de una guisa brillante y hasta azogada, cuando saboreamos lo que hacemos, llegado el momento anhelado, como también se advierte cuando no somos capaces de deleitarnos con lo que llevamos a cabo durante muchos días de nuestras vidas. Esa última imagen es un tanto patética.

Vamos en pos de una gloria que tiene sabor a quehaceres que no se han de atender por compromiso, excepto ése que surge de nuestro interior, que es el más válido y potente, el que nos gusta de verdad. Nos apresuramos para llegar a él, pero suelen pasar muchos años sin que demos con la meta apetecida. Es una pena, puesto que el tiempo no vuelve. En algo fallamos, y entendemos que somos demasiados los que protagonizamos ciertos equívocos.

La vida es curiosa. La experimentamos esperando oportunidades que pasan, y eso, entiendo, no vale. No hay repeticiones, no de verdad, pues nunca pasamos dos veces por el mismo sitio y con un idéntico cronos. Quizá falla la comunicación en general, y también la propia, esto es, con nosotros mismos, la que deberíamos consumir de modo particular. Las medidas han de servir para algo.

Ciertamente, suceden los milagros. Llegan esos instantes para respirar, o para analizar quedamente lo que ocurre, y puede que, entonces, nos enzarcemos en atrasos o adelantos que nos nublen la vista ante la necesidad de ponderar, de equilibrar, o de hacer ese alto que nos invite a considerar con perspectiva lo que hacemos, lo que pensamos, lo que acontece, lo que otros realizan… Siempre falta tiempo, para lo urgente, claro, y, asimismo, para lo importante, que es aún peor.

Señalamos reiteradamente andares que nos formulan impaciencias por llegar a espacios para la calma, y éstos también son aprovechados para decir y hacer. Las dudas se convierten en métodos, y estos chocan con la falta de actividad comunicativa, que puede convertirse en un antídoto real. Lo mejor es mirar hacia delante, al futuro, y pensar que cualquier momento estelar está por aparecer. Admitamos algunos equívocos también y cojamos las mieles de los años. Quedan muchos amaneceres por vivir, y eso nos debe llenar de ilusión, de una gran ilusión. Apostemos por el riesgo en lo que, comunicativamente hablando, está por suceder. Las impaciencias no son buenas acompañantes. Procuremos estar en el término medio de las circunstancias que precisamos. Lo agradeceremos. Ponernos en camino es ya un éxito, y la voluntad de recorrerlo lo es aún más.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Internet es una actitud social

Las costumbres cotidianas definen lo que somos, o lo que decimos que somos, o lo que podemos ser, o lo que seremos en el corto, medio o largo plazo. Es así. No somos lo que decimos, sino lo que realizamos ciertamente. Los usos diarios, los accesos a diversos ámbitos de nuestras existencias, definen el modelo sociológico de la comunidad de vecinos en la que nos hallamos. El dato es tan claro como duro de asumir, por el coste que conlleva en muchos aspectos. No es nuevo. El 80 por ciento de la población en países desarrollados como el nuestro no utiliza Internet de una manera activa, o pro-activa, asiduamente, sacándole todo el partido posible, buceando de un modo equilibrado y edificante y aprovechando todo el caudal de información y todos los cauces que ofrece de una manera integral. Son datos que maneja la Unión Europea. Hay una enorme distancia entre los usuarios de las redes informáticas y digitales y los que no lo son. Además, la brecha de la actitud, de los conocimientos y de los hábitos se alarga más y más. ¿Y qué podemos decir de aquellas naciones que no se pueden considerar Primer Mundo en el concepto economicista que conocemos, y con todo lo que ello supone para bien y para mal? Sin duda, la coyuntura, así como la estructura, es aún peor.

Hay, pues, un 20 por ciento de personas que sí optimizan, o casi lo consiguen, ese baluarte valioso que es Internet. Saben de programas, de ordenadores, de conexiones, de intercambios de opiniones o de experiencias, de conocimientos, de saberes, de enciclopedias, de análisis y estudios, etc. En este punto se incorporan, porque pueden, a menudo de una guisa fácil, a todos los avances que, por otro lado, crecen exponencialmente. Ellos, estas personas de las que hablamos, entienden todo lo que pasa, porque, incluso sin definiciones, lo viven.

El problema está en aquellas otras que no se han incorporado a todo este modelo sociológico que supone la Red de Redes, y, así, no aciertan a comprender lo que está sucediendo. Como máximo, lo intuyen, lo entienden un poco, pero se quedan fuera de esa frecuencia que todos los días emite “billones de billones” de datos por toda la geografía mundial y espacial. ¿Qué está pasando? No es sencillo de decir, pero sí nos damos cuenta de que esa brecha puede abrirse tanto que, en un momento determinado, va a ser muy complicado que se pueda cerrar o corregir, sobre todo en algunos sectores de la sociedad.

No olvidemos que el manejo de Internet no es un problema de mecánica: es más bien un asunto de actitud, de comprensibilidad en función de hábitos más o menos establecidos, es decir, no se trata de que algunos sectores sociales puedan recuperar el tiempo perdido, que podrán, utilizando aprendizajes más o menos rápidos. No es el uso del ordenador: es más bien lo que éste supone como nueva cultura, como búsqueda de otras fronteras.

Para ello, la docencia es algo más que rutinas o datos en estado puro. Hablamos de una nueva postura ante lo que nos rodea. Se puede llegar a todo en todas partes. El acceso es universal, pero eso hay que asumirlo como tal, y que no se quede en mera teoría o en una teoría que ya haremos realidad más adelante. El tren del conocimiento tiene sus escalas, tiene sus estadios, y a ellos se llega con experiencia. Por ende, el tiempo perdido lo es, hoy en día, más que nunca.

Por estas reflexiones que hacemos aquí creo que se tercia la necesidad, actualmente mayor, de poner en marcha una serie de ONG´s que, allá donde estén, implanten y defiendan esa nueva cultura, que no ha de ser económica o política, no en estricto sentido, sino social. Todos debemos estar involucrada en ella. El que haya exclusiones por motivos geográficos o financieros, o intelectuales (que todavía es peor), sólo apunta al fracaso de un sistema que, con vocación universal, no puede renunciar, no debe renunciar, a su universalización. Si lo hacemos, esa nueva oportunidad de ser mas libres gracias al conocimiento se habrá quedado en algún lugar ignoto. No dar lugar a ello es una responsabilidad de todos. Empecemos, como dice Freire, por destacar lo que ocurre. Esa caracterización nos llevará a un itinerario que hemos de caminar juntos. Seguro que en ese aprendizaje habrá una mejor sociología.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cuidar la comunicación con los amigos

En la vida hay muy pocas cosas esenciales. Lo ideal es que nos esforcemos en verlas, en interpretarlas, en sacarles un cierto rendimiento. La rueda de la fortuna nos toca con resortes impredecibles. Lo cierto es que, cuando llegan, los hemos de conservar como sea. Pondré el ejemplo de hoy. Os cuento. Mis amigos pintan con sus colores especiales, y me dicen cómo conciben la comunicación más íntima y cercana. Mis convecinos me ilustran con sus dibujos más amorosos, con sus exponentes de voluntades inequívocas y eternas. Son ellos, son así, y por eso me gustan tanto. Mis amigos no me fallan. Tengo mucha suerte de que se muestren transparentes, como a ellos les gusta ser.

Nos comprendemos con sus verdes esperanzas, con sus grises azulados, con sus rojos despampanantes, con sus amarillos resplandecientes, con sus lilas que espabilan, con sus morados de pasiones increíbles, con sus rosados ardientes, con sus blancos de perfecciones a medias, con sus oscuros brillantes, con sus marrones de inteligencias emocionales, con sus mezclas que nos hacen compenetrados sin más.

Tengo la fortuna de aprender de sus comunicaciones, de sus convencimientos, de esas relatividades que nos fuerzan a regresar a lo más bonito, que ahí está para lo que sea menester. Nos confundimos a propósito para jugar a ser todos de todos, un poco de todos, todo cuanto podemos. La interacción es la base de una amistad que crece como la levadura en el horno. La sal la ponemos cada día, y también esos dulces que nos animan a seguir tras las horas del desayuno. Nos implicamos con muestras de dichas que convertimos en aspirantes sempiternas.

Nos brindamos ocasiones de perpetuar unos sentimientos que confluyen en puntos intermedios en busca de la virtud de seguir siendo amigos. Nos hemos convertido en una gran familia. Damos las gracias por ello. Las felicitaciones nos han de llegar por conductos que haremos reglamentarios. Nos hemos aprovechado mucho, y más que nos queda. Además, todos aportamos más gentes a este grupo que se incrementa como las estrellas en el firmamento, que nos canta con sus susurros naturales.

Los escuchamos con esa especie de comunión que portamos dentro. Nos hemos topado con oportunidades que, en ese conjunto que hemos configurado, no desaprovechamos. Hemos agarrado fuerte el destino que nos ha puesto juntos, y juntos saldremos adelante. Nos hemos de ayudar. Ése es el ejemplo comunicativo por el que hemos de apostar.

Cuando nos vemos, e incluso cuando no tenemos esa opción, somos conscientes de que estamos conectados por las mismas raíces, por los mismos valores, por unos intangibles que dotan de sentido hasta al propio silencio. Sonreímos, y sabemos que estamos en paz con la Naturaleza de las cosas, que, de algún modo, nos ha unido para ser, si no más, sí mejores. Complace: tanta suerte complace. Por ese gran motivo hemos de mimarnos, hemos de cuidarnos todo lo posible. Si no abonamos el campo del azar, puede que no lo tengamos mañana. No cabe que lo echemos de menos. No renunciemos sin la dedicación suficiente.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 22 de septiembre de 2009

Convencidos de la comunicación

Pese a la relatividad de lo que nos envuelve en esta Naturaleza de las cosas, hay puntos en los que nos sentimos más convencidos. Todos llevamos en nuestro interior el anhelo de la quietud, del equilibrio, de estar en paz con nosotros mismos. Hay un deseo en todo ser vivo de llegar a tocar, a rozar, aunque sea de vez en cuando, la felicidad. No es sencillo, seguramente porque nos hemos propuesto hacer que todo sea un poco más difícil cada día. Sí, todo en general, y las relaciones en particular. El intercambio de pareceres y de experiencias se tercian llaves interesantes, y, a menudo, únicas, para adelantar a esas rutinas que tanto daño nos hacen por consentidas, por ser frutos de la desidia o del dejar hacer. Hay que jugar a mejorar constantemente, pese a los riesgos que ello pueda suponer.

Los cambios son necesarios. Precisamos subir y bajar, ir en todas las direcciones. Gracias a esos movimientos constantes crecemos, y no nos quedamos secos como aquellos que carecen del entusiasmo y de la valentía de acelerar las medidas de contrapeso ante las distorsiones o los problemas que plantean las diversas etapas de la vida. El coraje debe estar presente. Somos lo que somos, y nos sentimos obligados, o debemos, ante los demás. Hemos de participar a los otros, a los que nos rodean, quiénes somos, y hemos de preguntar sobre los que constituyen nuestra comunidad de vecinos o de personas próximas, así como acerca de sus pareceres, sobre lo que piensan y desean. Hemos de interactuar. Ganamos siempre, pues aprendemos. Está claro, o debería. No debemos permanecer quietos ante tanto conocimiento como nos envuelve. No conocer equivale a no aprovechar los recursos que se hallan ahí.

Luchemos, pues, con todas las armas pacíficas y espirituales que tengamos, desde el intelecto, para que se produzca cada amanecer la voluntad y la realización de esa comunicación que nos hará libres y, sobre todo, más humanos. Crecer tiene que ver con compartir, y compartir es garantía de dicha, que es el argumento principal de nuestras vidas, o debería serlo.

Tengamos en cuenta todos los ingredientes de ese gran plato que conforma la comunicación: emisores, receptores, mensajes, canales, códigos, contextos, distancias, retroalimentaciones, ruidos, pro-actividad, etc. Todo condiciona el mensaje, sus resultados, y todo, por lo tanto, ha de ser valorado.

La existencia se mide por etapas, por su intensidad, por sus frutos. No dejemos al albur de la nada lo que puede ser el “summun”, el todo, o casi. El intento ha de ser la máxima diaria, sin descanso, sin frustraciones: hemos de estar prestos a recuperar el tiempo y a recuperarnos de sus fracasos. Insistamos desde el convencimiento. Consintamos los cambios pausados y sosegados con la comunicación como base. Se conoce mucho así. Como hemos señalado, el convencimiento está ahí.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Anhelos claves y claros en la comunicación

Destaquemos algunos fines con claridad y apuntando los nudos básicos de la comunicación. Nos debemos halagar regalando ilusión y buenos propósitos. Buscamos en ese nuevo proceso de comunicación una oportunidad, aunque suponga el riesgo de volver a empezar. La sintonía se producirá sin prisa, pero sin pausa, desde el esfuerzo cotidiano, que ha de procurar estar ordenado y presto a nuevos intentos. La solución es constante: se presenta articulada cada día con el esbozo placentero de lo que tiene sentido solo en el conjunto y no en la individualidad.

Asistimos a otro pronóstico, que nos genera dudas, que son buenas para adecuar los aspectos críticos a lo que ocurre repetidamente. Hemos de aprender divisando a los demás. No nos veamos en soledad. La comunicación necesita interacción, participación, anhelos compartidos. Crecemos gracias al resto de conciudadanos y conciudadanas, y los demás han de aumentar en lo cualitativo y cuantitativo gracias a una ingente voluntad y a una mejor intención.

Comienzan los días en cada segundo. Eso nos da fortaleza y mejores anhelos. Nos hemos de plantar con registros voluntariosos. Hemos de aprovechar instantes de concordia y de cordura para fomentarlos y seguir adelante con la intervención de los otros, que nos rodean con sus experiencias y que nos pueden dar una felicidad inconmensurable.

Cruzamos datos, contrastamos situaciones y eventos con reglas que nos hacen vivir con un entusiasmo que nos ha de conducir por vericuetos de expresiones que nos han de alegrar ese caminar que debe venir con dulces que compensen la sal y otros encargos existenciales.

Mirar con garbo, con precisión, intentando llegar a algunas metas con anhelos claves y claros: ése es el consejo que tiene una carga de objetiva subjetividad que nos regalará buenos resultados. Seguro. Salir a la calle e involucrarnos en la intrahistoria y en su paisanaje es un óptimo argumento con intermedios felices. Es, sin vacilación alguna, la dicha la base para seguir cada jornada. Las causas son las motivaciones de cada amanecer, que hemos de contemplar, pese a todo, como una ocasión, como una opción más para acercarnos a lo que justifica nuestro paso, su ritmo, sus determinaciones, su sentido… Seamos cómplices comunicativos en la búsqueda del conocimiento. Las consideraciones que nos han de abrir los corazones de par en par se sabe donde comienzan. El final lo hemos de poner nosotros. La base de toda comunicación pasa por un buen fin, por una mejor intención, compartida, claro.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Deontología y Bibliografía

Para hablar de deontología y de nuevos usos periodísticos

Animar al estudio periodístico desde una vertiente deontológica creo que nos beneficia a todos, pues todos somos parte de la sociedad y el provecho comunicativo, e informativo más concretamente, ha de ser visto de manera conjunta, como ese valor añadido que es en cuanto a los aspectos de la convivencia y de la adquisición de cultura. Los hábitos hacen a las personas, las definen, las caracterizan. No somos lo que decimos que somos: somos lo que hacemos realmente cada día.

Para pensar es preciso mirar, vislumbrar lo que ocurre en el entorno, leer, compartir, dar, buscar… En ese proceso de hallazgos más o menos interesantes nos debemos detener en libros e imágenes que nos aporten las conclusiones de otras personas que hayan pasado por esos sitios que perseguimos en unos estadios anteriores. Su experiencia es fundamental. Por eso, en este escrito proponemos libros, lecturas, enlaces de Internet, artículos variados, con el fin de que cada cual, con la rutina de su acercamiento en el orden que crea conveniente, obtenga sus propias consideraciones y/o conclusiones.

*Fuentes propuestas:

-Análisis de contenido y de movilización política, las claves para la vigilancia de los medios, revista Latina de Comunicación. Autora: Concha Mateos.

-Creación colectiva y referentes de credibilidad en un mundo wiki. Portal Educar. Autora: Carolina Gruffat.

-Credibilidad y límites de la Prensa. Aceprensa. Autor: José María Garrido.

-El uso inmoral de la TV en democracia. Hispavista. Autor: Lluís De Carreras.

-Ética y Medios de Comunicación. Revista Teina. Autor: Lucio Latorre.

-Línea de investigación de la calidad en la información periodística. Universidad de la Sabana.

-Opiniones: Medio Alternativos y crisis de credibilidad, en La Ventana. Autor: Santiago Alba Rico.

-¿Reflejan los medios la realidad del mundo? Nuevas censuras, sutiles manipulaciones. Ryszard Kapuscinski. Es éste un artículo publicado en la revista digital Calidoscopio. Proviene de Le Monde Diplomatique, número 45, de julio-agosto de 1999.

*Bibliografía:

Aguaded, J. (2001): La educación en Medios de Comunicación: Panorama y perspectivas. Murcia: Editorial KR.

Aronowitz, S.; Martinsons, B. (Comp.) (1998): Tecnociencia y cibercultura. La interrelación entre cultura, tecnología y ciencia. Barcelona: Paidós.

ASNE (1999): Examining our credibility: perspectives of the public and the press.

Echeverría, Javier (1999): Los señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno. Barcelona: Destino.

Lozano Bartolozzi, Pedro (2006): El Tsunami informativo. Pamplona: EUNSA.

Martínez Albertos, J.L. (2008): El ocaso del periodismo tradicional, en Periodismo Ciudadano, octubre.

Mattelart, A. (1987): Pensar sobre los medios. Comunicación y crítica social. Madrid: Fundesco.

Narváez, Ancízar (2003): Medios de comunicación y esferas de poder. Cultura Política y mediática. Esfera pública, intereses y códigos. IN Signo y Pensamiento, V. XXII, (43).

Thompson, John B. (1998): Los media y la modernidad, Barcelona: Paidós.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Sobre la consideración comunicativa. Pensamientos

Vamos a hacer unas reflexiones que esperemos que sean constructivas. Nos fijamos con tranquilidad en un proceso fundamental, el comunicativo. Sobre la comunicación se puede escribir y decir mucho. Intervienen en ella varios resortes y/o recursos, amén de una serie de condiciones y condicionantes que la hacen posible y que la ponen en un escenario u otro. Sin el ánimo de pontificar, nos atrevemos, desde la sencillez y la humildad, a hacer una serie de consideraciones y de planteamientos comunicativos.

Son los que siguen:

-En el proceso de la comunicación, tú, como emisor, como receptor, eres esencial. Implícate.

-El derecho a la información es uno de los fundamentales del ser humano. Tanto es así que lo reconocen las Cartas Magnas de los países realmente democráticos.

-El Periodismo es una de las bases de la Democracia. No se conciben los poderes del Estado y los derechos ciudadanos sin la defensa paralela de todos ellos a través de los medios informativos.

-La comunicación sirve a toda la sociedad. Se debe a toda ella, teniendo en cuenta también el acceso de las minorías a los medios de comunicación, y la defensa de los valores esenciales de convivencia.

-Hay que procurar la pro-actividad en cualquier proceso de relación o de comunicación. Nos vale también ese consejo cuando hablamos de negociación.

-Lo importante del proceso de comunicación es tener algo que contar y que se produzca lo que se conoce como retro-alimentación, esto es, la respuesta a lo que se cuenta o ante lo que sucede. El adorno se puede considerar algo más que un gran sustento.

-Los efectos comunicativos han de ser analizados para saber de las causas, de los orígenes. La causa lleva a un efecto. Analizado éste, sabremos si vamos bien o si debemos mejorar.

-El buen periodista se valora gracias a sus fuentes. Hay que consultar varias.

-Es importante que haya foros para comunicar lo que se piensa y cuanto ocurre en el seno del sector periodístico.

-Vivir es relacionarse, es comunicarse.

-Hay que chequear que hacemos bien los deberes comunicativos cada día.

-La ética y la formación constante, el reciclaje, son fundamentales para el buen concurso comunicativo.

-Hablar desde el lado del corazón, con la verdad, diciendo las cosas claras, concisas, con brillantez y prestancia, nos da muchas ventajas y oportunidades. Además, nos da credibilidad, un instrumento sustancial para comunicar bien.

-Busquemos el equilibrio de intereses y ordenemos las prioridades comunicativas, compartiendo objetivos.

-Hemos de evaluar y de ponderar bien los niveles comunicativos que consideramos, globalmente, como el racional y el afectivo.

-Escuchemos: seguro que captaremos más ideas, más reflexiones, más incluso a nosotros mismos.

-Tengamos un corazón abierto. Desde la “asertividad” hemos de estar preparados para aprender y para el cambio.

-Ponte tú mismo más consejos a tenor de tu propia experiencia.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Sobre la consideración comunicativa. Pensamientos

Sobre la consideración comunicativa.
Pensamientos

Vamos a hacer unas reflexiones que esperemos que sean constructivas. Nos fijamos con tranquilidad en un proceso fundamental, el comunicativo. Sobre la comunicación se puede escribir y decir mucho. Intervienen en ella varios resortes y/o recursos, amén de una serie de condiciones y condicionantes que la hacen posible y que la ponen en un escenario u otro. Sin el ánimo de pontificar, nos atrevemos, desde la sencillez y la humildad, a hacer una serie de consideraciones y de planteamientos comunicativos.

Son los que siguen:

-En el proceso de la comunicación, tú, como emisor, como receptor, eres esencial. Implícate.

-El derecho a la información es uno de los fundamentales del ser humano. Tanto es así que lo reconocen las Cartas Magnas de los países realmente democráticos.

-El Periodismo es una de las bases de la Democracia. No se conciben los poderes del Estado y los derechos ciudadanos sin la defensa paralela de todos ellos a través de los medios informativos.

-La comunicación sirve a toda la sociedad. Se debe a toda ella, teniendo en cuenta también el acceso de las minorías a los medios de comunicación, y la defensa de los valores esenciales de convivencia.

-Hay que procurar la pro-actividad en cualquier proceso de relación o de comunicación. Nos vale también ese consejo cuando hablamos de negociación.

-Lo importante del proceso de comunicación es tener algo que contar y que se produzca lo que se conoce como retro-alimentación, esto es, la respuesta a lo que se cuenta o ante lo que sucede. El adorno se puede considerar algo más que un gran sustento.

-Los efectos comunicativos han de ser analizados para saber de las causas, de los orígenes. La causa lleva a un efecto. Analizado éste, sabremos si vamos bien o si debemos mejorar.

-El buen periodista se valora gracias a sus fuentes. Hay que consultar varias.

-Es importante que haya foros para comunicar lo que se piensa y cuanto ocurre en el seno del sector periodístico.

-Vivir es relacionarse, es comunicarse.

-Hay que chequear que hacemos bien los deberes comunicativos cada día.

-La ética y la formación constante, el reciclaje, son fundamentales para el buen concurso comunicativo.

-Hablar desde el lado del corazón, con la verdad, diciendo las cosas claras, concisas, con brillantez y prestancia, nos da muchas ventajas y oportunidades. Además, nos da credibilidad, un instrumento sustancial para comunicar bien.

-Busquemos el equilibrio de intereses y ordenemos las prioridades comunicativas, compartiendo objetivos.

-Hemos de evaluar y de ponderar bien los niveles comunicativos que consideramos, globalmente, como el racional y el afectivo.

-Escuchemos: seguro que captaremos más ideas, más reflexiones, más incluso a nosotros mismos.

-Tengamos un corazón abierto. Desde la “asertividad” hemos de estar preparados para aprender y para el cambio.

-Ponte tú mismo más consejos a tenor de tu propia experiencia.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Besos esquivos

Nos agrietamos en la misma nada, que nos envuelve con raíces profundas, casi niveas. Nos hemos hecho dudar. Los sentimientos nos siguen. Hemos de perfeccionarlos con besos esquivos.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Los periodistas en la comunicación

El vértice de la comunicación, los profesionales periodistas

Si hiciéramos una pirámide con los elementos de todo el proceso comunicativo, habría que ir marcando prioridades y elementos insoslayables. Recapitulemos, antes de todo. La comunicación es crucial. Lo es también el Periodismo. Dentro de éste, es el propio periodista el sustento de todo el sistema. Hagamos varias reflexiones. Una de las esencias de la comunicación de masas pivota en torno a la labor que desempeñan los profesionales de la información, que disponen los mensajes que conforman las necesidades del público y que le permiten a esa misma audiencia formarse una opinión sobre lo que acontece. Su quehacer es tan básico que las garantías para su ejercicio emanan de la propia Constitución. El derecho a la información es tan grande, tiene tanto reconocimiento, como el derecho a la vida.

Son varias las características y las condiciones del ejercicio profesional informativo, que es tan básico que, a pesar de los cambios en la mecánica y en los utensilios empleados, sigue tan vigente en sus esencias como hace siglos. La firmeza en la defensa del ejercicio profesional no ha de admitir dudas, pues el profesional periodista representa un derecho ciudadano, al cual se debe. A pesar de las carestías y deficiencias, vamos a defender el que consideramos el oficio más hermoso del mundo.

No podemos concebir la sociedad sin que ésta tenga el derecho a recibir y a transmitir información veraz por los conductos legales establecidos. La democracia tiene en la comunicación uno de sus resortes esenciales. No puede prescindir de él. La vida tiene sentido si podemos hablar de la comunicación, sobre ella, en comunión y contacto con los demás. Nos hemos de enaltecer como colectivo, y debemos mejorar con hallazgos e interpretaciones que precisan de los demás, de lo que otros dicen y piensan, incluso de sus análisis.

Los cualificados en este oficio han de ver con calma la responsabilidad que supone el ejercicio de este quehacer, que tiene muchos vectores de influencia e influjos extraordinarios. La sociedad precisa, como decimos, del profesional de la información, pero no olvidemos que éste también necesita de la sociedad, de su complicidad, de su respeto, de sus creencias, etc. Hay una simbiosis que hemos de buscar como perfecta, aunque no lo sea.

El atractivo de este trabajo está en la permanente persecución de la verdad. No es fácil dar con ella, y no solo porque siempre hay alguien que puede intentar que no lleguemos a descubrirla, sino también porque no es sencillo dar con una verdad que nos sirva a todos y que sea plena. Hay muchas verdades, diferentes interpretaciones, lo cual casi parece normal. Lo que se ha de pretender, cuando menos, es la búsqueda desde la buena intención. Ahí yace la labor periodística genuina.

Sin caer en las etiquetas, defendamos la existencia de un oficio que podemos considerar milenario. Siempre hubo alguien que quería contar lo que sucedía. Y siempre hubo alguien que quiso escucharlo, así como otros que trataron de impedirlo. Resistamos en el desarrollo idóneo de este quehacer que a todos nos aporta un valor añadido. No olvidemos que el que aguanta vence. Hagámoslo con dignidad. Es evidente que lo importante no es lo que aparezca en el papel, sino la plasmación que realicemos de lo que estamos contando. No olvidemos que somos lo que hacemos, y no lo que decimos que hacemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El aprendizaje constante

El aprendizaje perenne produce una comunicación joven

Quizá un equivalente con comunicación pueda ser renovación, lo que se traduce en unos sentimientos eternamente jóvenes. Así es. El proceso de aprendizaje ha de ser perenne. Si por dejadez lo convertimos en caduco, todo envejece antes, tanto el espíritu como el cuerpo, tanto la mente como nuestro ritmo de actividad. La didáctica y el reconocimiento diario, con su consiguiente formación constante, es una práctica necesaria en cualquier oficio y en cualquier profesión. Hay que estar al día de lo que pasa, y de lo que se piensa sobre lo que acontece. El pulso cotidiano ha de captarse sobre todo en profesiones como la periodística. Conocer el perfil de este oficio es acercarse a sus características, a sus preocupaciones, a las ocupaciones reales, a las posibilidades de mejora, a los cambios y a las posibilidades que tiene, que son muchas, etc.

Pensemos siempre en la necesidad de una formación permanente, en la defensa de los valores que podemos considerar universales. Sin ellos no hay civilización, no hay progreso, no hay avance, no parece que pueda haber futuro. Recuperar esos presentes intangibles es volver a esencias que debemos tener como referencias.


Las nuevas tecnologías son el instrumento último para hacer que los medios vuelvan a emerger con sus funciones y pretensiones de toda la vida. Es una buena alianza la que se da entre el Periodismo y las TIC´s. Éstas permiten más facilidades, más inmediatez, más cultura del conocimiento en el origen y en el destino. En contra de estas afirmaciones tenemos argumentos como la saturación, como la fragmentación de las audiencias, como el conocimiento previo que hay que poseer para poder optimizar recursos, etc.


Los medios periodísticos pueden, asimismo, desempeñar, y, de hecho, desarrollan, una función formativa y de culturalización como base para compensar determinadas deficiencias de la ciudadanía. Lo que sucede es que no siempre actuamos con diligencia, y no aprovechamos en todo momento el cúmulo de oportunidades que tenemos y que nos podemos brindar. Hace falta que los hábitos de consumo vayan por otro lado, y, en ese sentido, es precisa una convención de intereses entre ambas orillas, que forman parte del mismo océano: me refiero a la necesidad de que el público y los profesionales se vean como elementos necesarios del proceso comunicativo.

Las ideas y los sentimientos han de cruzarse en el camino del aprendizaje, como debemos insistir en un principio y al final. La visión humana ha de ser la garantía para salir adelante. La comunicación precisa de mesura, de equilibrio, aunque a veces la tengamos que aderezar con un cierto atrevimiento. En todo caso, la formación, la cultura, el que nos adentremos en todo cuanto podamos conocer es la base para aspirar a un ejercicio que ha de procurarnos muchos frutos y buenos resultados. Ése es el objetivo. La educación ha de ser constante, perpetua, sin que nos detengamos. Ahí tenemos futuro. Todos. No olvidemos que ésa es la clave que nos lleva a insistir en la constante educación. Supone mucho. La juventud tiene mucho que ver con ese espíritu, que ha de portarnos por aprendizajes tan frescos como renovadores.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La credibilidad

El intangible de la credibilidad, básico en comunicación

Lo que no se ve, a veces, es tan importante como lo que se advierte físicamente. Hay que mirar un poco más allá, con visión, en el intento de determinar lo que nos influye en el devenir diario. Así, digamos que el proceso de comunicación tiene una serie de recursos básicos sin los cuales no tiene efecto. Todos los conocemos: el emisor, el receptor, el mensaje, el contexto, el canal, el código, etc. Junto a ellos hay uno que es también crucial: la credibilidad, la fiabilidad, esto es, hace falta que se crean los interlocutores. La sociedad actual tiene aquí que hacer una serie de consideraciones. Una de las labores que ha de emprender a marchas forzadas el colectivo de periodistas es la de recuperar la credibilidad perdida ante la sociedad en su conjunto. No se trata de disponer de más códigos, sino más bien de cumplirlos. Hay muchos riesgos, y conviene que sepamos afrontarlos. La ciudadanía confiesa en cualquier encuesta sobre el particular que los informadores no gozan de la salubridad que a todos nos gustaría. Ojalá fuera distinto, pero no lo es. Nos hemos ganado a pulso lo que piensan de la actividad que desarrollamos, por acción u omisión, por lo que hemos hecho nosotros, nosotros mismos, o por la complicidad que supone el silencio ante los desaguisados que comete una minoría como si fuera en nombre de todos, cuando no es así. El silencio, como se suele repetir, no ha sido rentable. Tanto silencio ha habido que somos unos desconocidos. Lo peor es que hay una minoría que hace un ruido atronador que hace mucho daño, y genera mucha pena, al sector en su totalidad.

Ante el dolor, la violencia, el espectáculo, ante la tentación de la truculencia y del amarillismo hemos de saber actuar con precisión y con rigor, sin aprovecharnos de la imagen ni del mal de nadie. Cuando lo hacemos, sólo miramos a corto plazo, y así no salen las cuentas. La fortuna tiene que ver con buenas interpretaciones, con consulta de fuentes, con las noticias no basadas en el negocio y en las prisas por llegar el primero. Todo no vale para estar en la lucha diaria por la audiencia. Pensamos que la recuperación de unos valores y de una ética es el trámite básico para retornar a los orígenes de la misma credibilidad. Sin ella no seremos nada.

Si no creen en nosotros, es imposible que hagamos bien nuestra función de informar, formar y entretener. La confianza es básica en los procesos de comunicación. Permite que no tengamos que ir superando el ruido de la falta de atención o de interés que despierta quien no tiene el suficiente crédito para que, en paralelo, al proceso comunicativo se pueda conseguir influencia a favor o en contra. Hay que tener presencia y prestancia, brillo en sentido amplio. Lo importante es que haya una respuesta ante lo sucede. Si no hay efecto, no hay causa, esto es, si no se tiene en cuenta el mensaje es que éste no llega, o bien no termina de entenderse o de aprehenderse.

Por eso es tan sustancial que imprimamos carácter y credibilidad a lo que hacemos. No tiene sentido que aceptemos con los brazos cruzados lo que acontece. La ciudadanía vive la confusión de formatos y de soportes a la que le condenamos en los últimos años. Nos lastimamos en exceso, y lo peor es que no rechazamos esa circunstancia para sobreponernos a ella. Responder ante estos hechos supone implicarnos en sus soluciones. Sin ellas, lo demás no es que sobre, sino que seguramente no tendrá la repercusión que nos complacería. Adelante. No dejemos que ganen esas posturas que constituyen modas más o menos pasajeras y que generan un perjuicio enorme.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 15 de septiembre de 2009

Patrick Swayze seguirá con nosotros

Patrick Swayze se ha ido a esa dimensión que nos contaba Ghost. Se ha marchado tras su último baile, en este caso con una dura enfermedad. Ha sido un combate, una pelea última, con un resultado predecible. Lo que no sabíamos era la fecha, y la fecha ha sido hoy.

No quiero saber la edad, no quiero más detalles. No deseo subir la escalera de los pormenores de un final que, por serlo, me duele, me conmueve, me puede.

Deseo que quede en mí el destello de aquella imagen de hace 25 años, cuando lloraba con sus danzas, con sus miradas, con ese romanticismo a ultranza que todos llevamos dentro y que pocos se atreven a sacar fuera.

Prefiero recordar de él lo que fue, lo que me dijo que fue, o, más bien, lo que me hizo soñar. En él nos vimos muchos en elucubraciones, y, aunque muchas no se cumplieron, siguen ahí, como poso eterno, como asidero frente los golpes que, de vez en cuando, nos da la vida indefectiblemente.

Dicen las crónicas que nuestro actor estuvo entero hasta el final. Entiendo que tenía motivos. Hizo felices a muchas personas, y eso bien vale un recuerdo, como el que yo les brindo ahora.

Con Swayze se va, físicamente, una parte de esa adolescencia que nos nutrió con valores a los que nos agarramos en busca de cariños platónicos que, en algunos casos, se cumplieron.

Pero nos queda él, lo más vivo que había en él, su fuerza, su empeño, su recuerdo, lo que nos hizo vibrar, lo que sacó de nuestro interior.

Confío en que en el Cielo baile tanto y con tanta fuerza como lo hizo en el Planeta Azul. Espero también que nos ilumine como en algunos de sus filmes. Anhelo que la música nos llegue con sus mismos sueños, para que éstos nunca duerman, para que no desaparezcan. Si es así, Patrick seguirá con nosotros.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Formación y talento ante la crisis informativa

Hay que tener espíritu de superación para todo. La educación y la formación son resortes fundamentales para sobrellevar cualquier contrariedad o contratiempo. Además, poner de relieve y cuestionar lo que hacemos y lo que acontece es una norma básica que permite el reciclaje, siempre deseable. Es el caso que nos ocupa. El periodismo, se suele repetir, está en crisis, en una crisis casi permanente, pero, sin duda, las perspectivas, y así preferimos pensarlo, pese a todo, son buenas o muy buenas. Los medios son un fin, tienen unos objetivos loables y de servicio público, y conforman esa base con la cual construimos la altura media de una comunidad que se precie. Informan de lo que pasa, crean opinión, generan controversias y buscan de manera permanente la verdad o las muchas verdades de un momento y un espacio determinados.

Debemos hacernos, pues, una serie de reflexiones en este ámbito, que consideramos, sin temor a equivocarnos, maravilloso y estupendo. La comunicación no ha de soportar embestidas de un agravio constante e inhóspito que impacta en busca de audiencias. Hacer esto es jugar a muy corto plazo.

La formación y el talento construyen un futuro en la profesión, que ha de estar en un permanente reciclaje. La evolución es la base del porvenir. Hemos de oír, de escuchar, de conocer, de compartir todo lo que nos llega en forma de datos, de mensajes y de análisis. Debemos pensar cómo afrontar algunos tipos de informaciones y cómo “consensuar” el abordaje de algunas cuestiones. Veamos todos los perfiles.

Contemplar el futuro en positivo es necesario para que se produzcan resultados bondadosos para el conjunto de la sociedad. Conciliar, pactar, mirar sin travesuras y con alturas y profundidades constituyen esas condiciones que nos dan dignidad y beneficios compartidos. Además, hemos de pensar que de todo se puede solventar con buena voluntad y con actitudes, que hemos de procurar sin demora.

Las crisis significan puestas en cuestión de lo que es, respecto de lo que sucede, en relación al futuro. Las crisis son riesgos, posibilidades de terminación o de caída, pero también son opciones y oportunidades que surgen de los puntos de conflicto o de final. Podemos compartir ese parecer variopinto que nos ha de llevar un poco más allá, más lejos, con las suficientes garantías.

Los medios, sus profesionales, las Administraciones, que han de velar por un óptimo ejercicio, la sociedad misma, las diferentes organizaciones que integran las diversas comunidades vecinales, y que han de defender sus derechos, han de adecuar sus necesidades desde la máxima responsabilidad. Hay derechos que sustentar, y que se mantienen, pese a las condiciones de un modelo que fluctúa por cuestiones económicas, que se han de superar, a pesar de los quejidos. Sanear los conceptos y repasar lo que sucede es básico.

Los medios siempre cumplen su función de informar y de supervisar el ambiente que nos rodea. Ese fin ha de ser mayor en tiempos convulsos, de complicaciones y de cambios más o menos generosos. La responsabilidad ha de ser la premisa que nos ha de mover en el ejercicio profesional y en su defensa interna y externa. Busquemos el éxito espiritual: el resto vendrá poco a poco. La comunicación no sólo invita a aprender: también cura de los males de la soledad y de la ignorancia. Como hablamos de intangibles, pensemos que la mejor forma de percibirlos es la dicha que podemos saborear al comienzo y a la conclusión de cada día. Seguro.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 14 de septiembre de 2009

En memoria de Casiano Navarro

Casiano Navarro ha muerto, y yo no sé qué decirle a su padre, mi querido amigo. La muerte es dura, y más cuando se ceba en alguien joven. No sé, no sé qué decir. ¿Qué puede uno añadir al hecho injusto de una marcha precipitada, no avisada, no prevista, no aceptada…? Y menos a un padre. Un progenitor no debería superar a sus hijos. Ésta es la ley no escrita. No hay consuelo. Yo no lo tengo. Me imagino a mi estimado compañero en el duro trance, ahora sin una gran referencia en su existencia.

No podía creer que en mi entorno cercano pudiera darse una tragedia tan grande. Una vida ha sido segada a los 25 años. Todo lo tenía por delante, y ahora todo se tercia espeso, opaco, roto.

El grito del dolor por la ausencia es hoy especialmente silencioso y grave. No hay edad para la marcha final. Lo decimos, pero no lo creemos hasta que llega, hasta que aparece con un mazazo como éste.

Su padre, e imagino a su hijo, ha sido ejemplo de solidaridad, de entrega, de amor a los demás. Su entusiasmo le ha llevado a recorrer medio mundo con su fortaleza para las carreras. Su ilusión le ha motivado para transitar a pie, corriendo, en moto, en coche, de cualquier modo, por toda la Región, para demostrar que en la existencia humana hay opciones y que un mundo mejor es posible.

Ahora le ha venido esta prueba, una dura prueba, en la que la incomprensión y la pena embargan cualquier inquietud. No sé qué decirte, amigo Casiano, que sabes lo que te aprecio. Únicamente te manifiesto mi fe en el futuro y en que tus buenas obras iluminarán a tu hijo en todas partes. Estamos contigo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

El Periodismo como sustento societario

Conviene repetir que un pilar básico en una sociedad es la Prensa. De hecho, cuando ésta no existe o no es independiente, hablamos de autoritarismos o totalitarismos. En ello, en la Prensa, en su existencia, en su libertad, todos estamos convocados. Debemos apostar por el consenso y la participación de cada uno de nosotros/as cuando nos referimos a la comunicación periodística y netamente informativa. Una de las ramas más atractivas de la Comunicación como proceso y como arma básica para el desarrollo de la sociedad es el Periodismo, que es el cimiento del desarrollo de los sistemas democráticos y constitucionales, pues constituye la garantía de que la ciudadanía tenga conocimientos y opciones para elegir y hacerlo con propiedad.

El Periodismo es el sustento para el desarrollo societario, pues permite conocer qué es lo que pasa, por qué, y quiénes son los protagonistas, al tiempo que avanza responsabilidades en lo bueno y en lo malo. La interpretación del entorno tiene su llave aquí.

La voluntad y la entrega de los profesionales y la consideración de la necesidad de la sociedad como cómplice y aliada de unos buenos procesos de comunicación están en las raíces de las consideraciones que aparecen en este escrito.

Sin Periodismo, concebido éste con instrumentos más o menos desarrollados, pero siempre desde la libertad, sin él, decimos, no hay sociedad, no hay una sociedad democrática, no hay posibilidades de cambio y de mejora. Sus funciones son, pues, enormemente sustanciales para abordar todos aquellos resortes que nos pueden hacer ver de otro modo, con amplitud de perspectivas, y con un ojo crítico y abierto al aprendizaje, venga éste de donde venga, siempre que imperen criterios transparentes.

La evolución tiene su vértice en el optimismo y en el conocimiento de lo que ocurre. Las dos facetas surgen de la comunicación humana, y ésta, para que sea mayoritaria, para que sea social, precisa del Periodismo como articulación necesaria para trasladar ideas, opiniones y eventos del entorno más o menos lejano o cercano. Todo partido necesita narradores, y cuántos más, mejor, con el fin de que sepamos interpretar lo que sucede en el campo en cuestión y también para analizar como se vive desde fuera, desde la grada. Ahí está el Periodismo: insistamos en ello. No dejemos tampoco a un lado a las minorías, a los pensamientos nuevos, a los que tratan de brillar cuanto vienen los otoños de algunos ideales y de algunas actividades. Las oportunidades han de aparecer con muchos instrumentos democráticos, entre ellos la Prensa.

Ilustremos con calma, y mirando ejemplos de nuestro alrededor, cualquier momento de mejora, y seguro que daremos con una labor insustituible del Periodismo y de sus profesionales, que son los llamados sujetos cualificados de la información, en palabras de expertos como José María Desantes Guanter. El sacar partido a lo que ocurre es cosa de todos, indispensablemente de todos. En la Comunicación nadie debe faltar. Para que ello sea así debemos practicar con modelos diarios, generando la costumbre precisa para abordar estructuras consolidadas en lo periodístico en particular y en lo comunicativo en general. La libertad, la organización de una estructura libre y plural, es una garantía por la que hemos de pugnar cada día.


Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El don de comunicar

La especie humana tiene un regalo de la Naturaleza, que se ha ido perfeccionando con la imparable evolución. Hablamos de la posibilidad de comunicar lo real y lo abstracto. Hagamos símiles y encontremos puntos de apoyo en ese proceso que es constitutivo de las sociedades humanas, y crucial para éstas. Es evidente que la comunicación no debe existir sólo sobre el papel, esto es, no ha de darse únicamente en determinados momentos y espacios, constantemente, y sin más. Lo que queremos decir es que existe una obligación de conjunto en el sentido de que sea óptima, asequible, plural, variopinta, etc., es decir, se ha de ofrecer en unas condiciones que han de plasmarse por parte de todos los que tienen responsabilidad en ella, fundamentalmente en los emisores y en los receptores, pero también en aquellos que tienen relación con el contexto, con los códigos, con los canales, con los ruidos que se puedan producir, etc.

Miremos un poco más allá, y veamos a muchos protagonistas, a todos los elementos y/o personajes que tienen conexión con todo este proceso. Además, insistamos en aspectos éticos y deontológicos. Hagamos todo lo que podamos, e influyamos para que otros realicen todo aquello que seamos capaces de llevar a término, con el fin de que haya una intención y unos resultados complacientes y apetecibles en lo que concierne a la comunicación. Ésta debe ser, sobre todo, buena, ha de ser mejorable, debe ser sólida y vehículo de incremento en todos los sentidos para la sociedad al completo.

Defendemos, en definitiva, un proceso comunicativo que tenga todos los elementos, que cumpla fines y funciones loables, que construya al individuo y a la comunidad donde éste se inserta… Nos hemos de enamorar de la comunicación y sacarle todo el zumo posible al juego de esta palabra, a la unión que se le presupone, a la vida en sus múltiples aspectos.

Comunicar es una aventura formidable en la que no sólo aprendemos. También nos relacionamos, somos más y mejores personas, nos tomamos ese respiro que nos invita a interpretar los signos de la Naturaleza, nos da esencia humana… Es fantástico este don que nos viene regalado genéticamente, y que debemos ir moldeando con el paso de los años, como tantas potencialidades.

Sacar brillo a lo mejor de lo que llevamos dentro es una responsabilidad que no hemos de dispersar gratuitamente y de cualquier modo. Meditemos sobre nuestros actos, sobre sus resultados, sobre aspectos apetecibles, sobre las caricias del lenguaje, y demos ocasión a que la felicidad se extienda por dentro y por fuera de nuestro ser y de quienes nos quieren y rodean. Vamos a intentarlo. La estimulación constante de las palabras, de los procesos que las articulan con ideas, es un punto de partida perfecto para llegar a tierras tan ignotas como gratificantes. Comunicar es vivir, vivir más activa y densamente. Ya ese axioma nos debe llevar a no dejar para mañana lo que debemos hacer hoy. Ánimo, y comuniquemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 12 de septiembre de 2009

No al silencio, sí a comunicar

Lo que nos diferencia de la mayoría de seres de la Naturaleza es nuestra habilidad para trasladar e interpretar mensajes complejos. Esa capacidad, como es lógico, hay que aprovecharla. Comunicar siempre da sus frutos. No hacerlo nos distancia, genera abismos. Dice un axioma en comunicación que “el silencio jamás es rentable”. No lo es. No puede serlo, pues basamos en la comunicación el crecimiento histórico del ser humano y de las sociedades en los más diversos y dispares niveles. El relacionarnos desde y con la comunicación nos da ventajas, privilegios, así como un estatus por encima del resto del reino natural, sobre todo si somos capaces de utilizar bien, de optimizar, el valor añadido del proceso de interacción. Crecemos y nos multiplicamos en el sentido más extenso de estas palabras cuando compartimos experiencias y frases con contenidos más o menos variopintos. Las ideas expuestas, retornadas, exploradas y explotadas nos conceden el regalo de una docencia perenne y edificante.

Hace falta que, de vez en cuando, nos repitamos los ingredientes del proceso que nos permite conocer más y mejor lo que nos rodea, e incluso aquello que se halla allende nuestras fronteras biológicas, materiales o físicas. Comunicar es un periplo con fascinantes paisajes que nos invitan a tomar una taza de café en cualquier rincón del mundo y con cualquier sabio de los que son o han sido. Es genial.

Por cierto que nos gusta repetir que la comunicación no únicamente es todo, lo es para todos. El pluralismo ha de ser auténtica pluralidad: debe haber opciones para el conjunto, para toda la sociedad. El ejercicio comunicativo nos debe conducir por derroteros que nos permitan salir adelante con una voluntad decidida de cambio, con mejoras que podamos plasmar en el día a día.

Debemos partir en cada jornada hacia los fines que nos tengamos encomendados, o que puedan surgir, con el alma abierta a relatar y a que nos cuenten lo que tiene interés o podría tenerlo en nuestras vidas y en las de los demás. No estemos dormidos ante lo que está por suceder. Nos debemos tomar esa macedonia de frutas que está constituida por los presentes compartidos en forma de experiencias y de reflexiones verbalizadas. Es un quehacer magnífico que nos dará más corazón y coraje, que son dos facetas que parten del mismo origen.

Hablemos, pues, y no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy. La vida es muy corta como para no aprovecharla. Démonos un respiro, guardemos un poco de silencio, pensemos lo que queremos decir, y adelante. Es cuestión de costumbre, y de respeto, claro. Comunicar es rentable. Hagamos cálculos materiales e inmateriales, y obtendremos unas conclusiones que nos dejarán perplejos. Pensemos en ello con cierta periodicidad. Sin establecer parangones, detestables en la mayoría de los casos, daremos con un gozo difícil de hallar en estos tiempos convulsos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Viaje humano por la comunicación

Les propongo una singladura distinta. No hay prisa. Es cuestión únicamente de marcar la meta. Ya llegaremos. Busquemos lo más genuino. No nos distraigamos cuando nos acerquemos a los demás. Intentemos otra relación, sin negociaciones materiales a priori. Otra comunicación es posible, y, además, deseable. Debemos acercarnos con otra mirada, puede que con la de siempre, a lo que es la comunicación, un proceso, digamos, que se incardina en nuestras existencias desde el mismo momento en el que nacemos y que se manifiesta en todo instante, incluso cuando no somos conscientes de ello. Más que hablar de sistemas y de diferencias entre los grandes autores, con Chomsky y los matemáticos a la cabeza, vamos a sincerarnos y a hablar de esencias, que no tienen por qué ser infalibles. Nada ni nadie lo es.

Todo comunica: ésa es la máxima. Cualquier suceso, evento o circunstancia cotidiana nos ofrece un mensaje, más o menos claro, o bien expresado tácitamente. Hemos de saber interpretar lo que ocurre, o, cuando menos, hemos de saber señalar el camino por el que discurren los métodos o procesos de influencia, que están ahí, que no hemos de restar, sino más bien potenciar.

Hagamos un repaso para intentar que no nos falte nada de lo que nos parece importante, siendo conscientes de que dejaremos muchos flecos, seguramente no cabos sueltos en sí, sino más bien dudas con las que crecer y compartir el conocimiento. Es clave que entendamos que las verdades son relativas.

Utilizar otra perspectiva puede ser fundamental para aproximarnos a las claves de un recurso básico en nuestras existencias, la comunicación con los demás, de los que nos hemos de enamorar en sentido global, dejando fluir la sinceridad como concepto básico para perseguir una verdad compartida, coparticipada por los criterios y con las intenciones de los otros. No es sencillo de poder hacer, pero debemos intentarlo.

Tratar de estar a la altura de los demás amoldando nuestros sentimientos y opiniones es una actitud que ayuda, sin duda, a que las relaciones funcionen. Dar consejos con humildad puede ser parte de la solución. La otra está en que nos convenzamos de decirnos todo y de perseguir llegar a un impresionante consenso, que demostrará que otro mundo es posible. Claro que lo es.

Seamos humanos, seamos nosotros mismos, seamos auténticos, y ahí estará la comunicación un día y otro. Ya saben: toca otra mirada. El placer inmaterial de entender al otro y de perseguir que nos comprenda es un viaje que no debemos perdernos. No hay coste económico, y el resultado es extraordinario. Vean. La paciencia y el tesón son dos condiciones que nos debemos poner, eso sí, en la medida que cada uno pueda, que lo último es agobiarse en una propuesta de este calado. Mucho ánimo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 10 de septiembre de 2009

A Propósito de la Investigación

Planteamientos de partida ante la investigación académica

Hagamos acopio de conocimientos y reflexionemos sobre algunos pasos y actuaciones en el ámbito de las tareas académicas. Vamos a relatar de manera breve algunos aspectos que pueden servirnos a la hora de realizar una investigación de carácter científico. Lo primero que debemos tener, para afrontarla, es una idea, o unas buenas ideas, que han de ir acompañadas de los suficientes criterios para arropar todo el proceso de manera conveniente. Hemos de explicar, a modo de introducción, lo que queremos hacer, qué se ha realizado hasta ahora, cómo está el marco teórico y el práctico, si es el caso, al tiempo que hemos de justificar todo lo que vamos a confeccionar con elegancia y peso en los planteamientos.

Los objetivos, igualmente, han de estar bien esbozados. Estos serán precisos, claros, con algunos de ellos lo suficientemente amplios para tener una gran apertura de miras. No dejemos en el tintero el trazar una buena metodología, con habilidad, con un buen camino marcado, con encuestas y acercamientos teórico-prácticos, con la oportuna bibliografía y casuística.

La hipótesis es básica. Es el punto de partida con el posible de llegada. En ella se engloban interrogantes que nos han de permitir seguir la estela de un análisis con el que exploraremos ese terreno que nos invitará a una serie de consideraciones y/o conclusiones.

Los consejos de aquellos que han pasado por la experiencia del análisis intenso y excelente serán los fundamentos de todo el quehacer que emprendamos, que ha de ser ágil y flexible, amoldándose a las circunstancias que nos vayan surgiendo. No se trata de dar vaivenes, no. Hay que poseer capacidad de adaptación a los nuevos datos o argumentos que vayan surgiendo sobre la marcha. Ésa es la visión del investigador, que ha de estar abierto incluso a los imprevistos y sorpresas.

Debemos tener un corazón a la escucha en todo, y mucho más cuando hablamos de estudiar y de conocer lo que sucede en el entorno. Lo académico, además, ha de ser riguroso, preciso, contrastado, ausente de controversias vacuas. No podemos hablar sin constatar y comprobar lo que estamos defendiendo. Las tesis de otros estudios reputados han de ser baluartes cargados de sensatez.

La lógica, el sentido común, será la base del edificio que vamos a construir. Miremos los errores de otros para cometerlos también nosotros, y contemos lo que estamos haciendo para que los demás nos digan sus opiniones. El seguimiento continuo de cualquier avance es garantía de no perder el tiempo y de poder actuar en un sentido u otro contemporáneamente, sin demoras inútiles. Intentemos, asimismo, rentabilizar las gestiones. No nos perdamos en problemas irreales o irresolubles. Sí, tengamos tesón (no nos confundamos), pero estemos con los pies en el suelo y tratemos de no caer en la frustración por actuaciones imposibles. Es mejor ir lentamente y bien que rápidamente y tropezando o volviendo sobre nuestros pasos.

La ilusión y el ánimo son cimientos de cualquier actividad. Por supuesto, en la científica no ha de faltar. En consecuencia, mucho entusiasmo, y adelante. No olvidemos que lo mejor que podemos hacer, ante demoras y/o parciales fracasos, es seguir sin descanso hacia el horizonte marcado. Los resultados, seguramente a medio y largo plazo, serán elocuentemente satisfactorios.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Juan y su comunicación infantil

Tiene los ojos brillantes, siempre prestos a mirar cuanto ocurre por el universo que le rodea. Es alegre, retoza y se mueve como un pequeño pececillo en busca de más océano que conquistar. Seguro que lo hará. Es muy inquieto, y ya lo demuestra con su afán por llegar más allá, aunque ahora las distancias para él se midan en centímetros.

Me ha conquistado. Lo ha hecho desde el primer instante en que lo vi. Aún antes de cogerlo en mis brazos supe que estábamos hechos el uno para el otro. Ha sido el gran descubrimiento. No sé cómo he podido, cómo hemos podido, vivir sin él tantos años. Ha llegado (por fin, lo ha hecho), y damos gracias a los dioses por ello.

Juan gusta de mirar con avidez, buscando descubrir un mundo que está ahí para él, para todos, para encontrarlo en el milagro de cada día. Me gusta su inquietud, y mucho más su sonrisa. Vaya. Ríe por todo, con todo, a la menor ocasión, como si intuyera que es la mejor actitud que puede regalar.

Estoy enamorado de él, de su naturalidad, de su lucha y entrega a y por la vida, que comienza a reconocer lentamente. No tiene prisa, como siempre debería ser. Me gusta ese talento suyo para conectar con las cosas más inmediatas.

Hemos tenido, ya digo, mucha fortuna con él. Lo siento de corazón, y, tanto es así, que me paso el día pensando en su mirada. Le imagino cada segundo con sus manos pequeñas, que se aprestan a coger un universo de sensaciones que comparte con naturalidad en forma de aprecio y de amor por lo cercano. Cada vez le estimamos más, y le hablamos de nuestras cosas, de lo que nos gusta, de lo que, poco a poco, queremos que aprenda. Procuramos que nos entienda, y, en cierto modo, creo que lo hace.

Nuestro pequeño es mimoso. Pide atención. Quiere jugar y también que le enseñemos. Se esfuerza en hacer unos pequeños sonidos, que son el anticipo de lo que está por decir. Es fantástico e increíble. Uno se reconoce en el afán, y se da cuenta de lo maravillosa que es la vida con todas sus etapas, incluso en todas sus pruebas. Este primer estadio es maravilloso, como el pequeño Juan, grande por lo que lo admiro. Ya ven: sus esbozadas comunicaciones me han enganchado. Enamorado estoy. Vuelvo a comprender la infancia.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 8 de septiembre de 2009

En recuerdo de Antonio Crespo

Ha muerto Antonio Crespo Pérez, ex presidente de esta entidad

La Asociación de la Prensa, de luto

Ha fallecido Antonio Crespo Pérez. Fue durante varios años Presidente de la Asociación de la Prensa de Murcia, así como conviene reseñar que también fue un insigne escritor y un magnífico periodista. Durante años lo contemplamos como una referencia en la Región, si bien últimamente, por su quebrado estado de salud, no estaba en la primera línea de lo que constituyó su gran pasión, escribir.

Cuando estamos en plena Feria de Murcia, de la que intentamos disfrutar al máximo desde nuestra institución, sumándonos a los diversos actos convocados, y específicamente a los taurinos, con los que tiene tanta conexión nuestra más que centenaria Asociación, no hay palabras para constatar la grandeza del compañero que se va.

Con gran esfuerzo, Antonio Crespo contribuyó a dar continuidad y brillantez a nuestro colectivo, con el que se volcó como él sabía hacer las cosas, con pasión y mucha dedicación. Pocos como él conocen el pasado de nuestra profesión, sobre el que nos ha dejado un interesante e insustituible legado. Sus investigaciones sobre la Asociación, y, específicamente, sobre la actividad de nuestra Fundación Laureles, son una referencia para los jóvenes estudiantes que quieren conocer e indagar acerca de la actividad de nuestra entidad profesional.

Se nos marcha Antonio en un momento importante para el colectivo, con la puesta en funcionamiento del Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, el tercero que se constituye en España. Muchas iniciativas se han emprendido ya en este marco, y otras que se están gestando y/o están por venir. Seguro que en todas ellas sobresaldrá la huella de personas que, como Antonio, han hecho que nuestra profesión sea, pese a su dura y cruel crisis, una de las más hermosas del mundo. Descanse en paz.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Consideraciones en torno al proceso comunicativo

La vida es comunicación. Es más: no es fácil concebir la una sin la otra, y pongamos el orden como queramos. Rebusquemos en algunos conceptos que seguro que conocemos. Dediquemos tiempo a considerar el proceso de la comunicación desde el punto de vista personal y/o masivo. Está de moda hablar de inteligencia emocional. Lo de moda es un decir. Siempre ha existido, y siempre se ha valorado, pero, como no hemos sabido definirla durante mucho tiempo, hemos hablado de un don, de un saber hacer, de un comportamiento acorde a las circunstancias, etc. Ahora conocemos que la intuición es una modalidad de la inteligencia, y que ésta tiene muchas variables o posibilidades. Bueno, si no son muchas, son bastantes.

El interpretar los signos de lo que ocurre a nuestro alrededor, el tomar decisiones acordes a lo que vemos, entendemos, analizamos y realizamos con y desde nuestro entorno y con los que convivimos, constituye un valor añadido en cualquier relación, que puede equivaler a comunicación. Saber comunicar es, igualmente, ser capaces de negociar en el sentido más amplio del término, por lo que estamos utilizando vocablos muy semejantes.

La base para comunicar bien es tener algo que referir. También precisamos una práctica diaria. Necesitamos esfuerzo, empeño, voluntad, tesón, con los que podemos afrontar cualquier vicisitud.

No olvidemos aprender a discernir y a utilizar, desde la buena intención, los gestos, el lenguaje mímico, la kinesia, así como la proxémica, que tiene que ver con el manejo de las distancias, que nos subrayan mucho de las personas que nos hablan o que intentan comunicar o convencernos de algo.

Mantener un equilibrio es básico para no saturar con los niveles comunicativos que podemos considerar fundamentales, esto es, los afectivos y los racionales. Llamar la atención, buscar elementos atractivos, sin pasarnos, con el fin de mantener al posible interlocutor pendiente de lo que le decimos es crucial para que el flujo informativo, incluyendo el feedback (retroalimentación), se produzca en sanas condiciones. Hay que saber escuchar, y hay que “empatizar” con los otros, esto es, debemos ponernos en su lugar, en sus condiciones y condicionantes.

La ilusión, el entusiasmo, el tener un índice mínimo de asertividad, que podría equivaler a seguridad en uno mismo, el conocernos interiormente, el motivarnos sin autocomplacencia, etc. son valores y virtudes que hemos de propiciar para llegar un poco más allá y vislumbrar en el armazón de los mensajes y de sus objetivos. Miremos buscando destellos, procurando la felicidad en el proceso, y tratando que los otros también vivan la dicha. El estar bien ayuda a interpretar bien, así como a hacer oportunamente la tarea comunicativa con el fin de que nos comprendan.

En definitiva, creemos que, a bote pronto, éstos que exponemos son conceptos básicos que nos pueden servir para indagar en la necesidad de potenciar las denominadas habilidades comunicativas y la inteligencia emocional, que pueden contribuir a que muchos vacíos y soledades no sean tales. No olvidemos tampoco que la comunicación es un hábito, y que sin éste no seremos expertos en una herramienta que es sustento para el conocimiento propio y ajeno, individual y colectivo, particular y general. Todo es empezar. Nunca es tarde. Intentemos ir aprendiendo desde la costumbre y sin prisa. Seguro que, antes o después, llegaremos a buen puerto. La idea, en todo momento, es disfrutar del paisaje y del paisanaje, de la meta y del camino. Claro que sí.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Velocidades hacia la infinita nada

Saquemos cuentas y veamos si nos merece la pena. Estamos en el todo y/o la nada. La sociedad que nos toca vivir es la de la superabundancia y superproducción, y eso nos lleva a contradicciones y carencias que debemos explicarnos con quietud. Las prisas son las malas consejeras de este tiempo que nos ha tocado vivir. Todo va para ayer, con premuras, entre superficialidades que nos conducen con más velocidad al día siguiente, que ya llegamos doblemente tarde. Todo es fruto de la celeridad. Vamos raudos al trabajo, y también a casa. Hacemos todo rápido: enseñamos rápido, y nos educamos, o algo así, con la premura del que sabe mucho o bien no sabe nada. Puede que lo último sea un argumento que escondemos con la transitoriedad de unos mensajes que van fluyendo y desapareciendo casi antes de convertirse en cuestiones esenciales.

Y, claro, las prisas nos llevan a recortar conocimientos, sus expresiones, los párrafos… No tenemos tiempo y lo perdemos para no perderlo después leyendo lo supuestamente inútil, o lo que no tenemos tiempo de interpretar; y luego, vuelta a empezar. Es un tanto esquizofrénico lo que experimentamos hoy en día. Nos damos cuenta de ello, o hacemos que lo vemos, pero lo cierto es que todo sigue ocurriendo igual o peor. La velocidad del mes pasado se incrementa en éste.

De vez en cuando vienen los accidentes, algunos mortales, y, por lo tanto, irremediables. Caemos ante las barricadas de un destino que nos hace saltar por los aires en la economía, con nuestros coches, detenidos de vez en cuando por los errores mecánicos o personales visualizados en forma de velocidad, a través de nuestros sistemas cardiovasculares, que nos hacen arrastrar penas y dependientes calidades de vida…

Pasa la existencia a todo esto, compañeros y compañeras, y lo hace, igualmente, deprisa. Cuando analizamos lo que hacemos, nos damos cuenta de que no llegamos tampoco: el tiempo se nos agota. Nos falta para vivir, para ser nosotros, para recuperar infancias, adolescencias o etapas de madurez que se fueron extinguidas por el fuego de las prisas, de nuevo para nada, para empezar otra vez, para acogernos a letargos que nos exprimieron con torturas de insanas mentes, enturbiadas por lo urgente, y pocas veces por lo importante.

Sí, pedimos hacer todo recortado. Recortamos el tiempo de la faena, del aprendizaje, de la familia, de lo que queremos narrar, de nuestras vidas, y, a menudo, esos recortes nos hacen perder de nuevo el tiempo, pues nos marchamos antes de que nos salgan las cuentas, que, para quien no lo sepa, cuando no tenemos hartura, cuando no sabemos pararnos y plantarnos, no salen, nunca salen, o pocas… Cojamos los ejemplos cotidianos y busquemos la sencillez de la vida, eso sí, sin tantos recortes, que ya se encarga ella, la propia vida, de mostrarnos sus tijeras. Contemplemos lo que ocurre en la calle y advertiremos que la gran mentira es seguir corriendo hacia la infinita nada. La comunicación de que otra realidad es posible pasa por continuar con cambios moderados en nuestras rutinas diarias.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Comunicaciones primigenias

Los primeros pasos que damos en este mundo son cruciales, y nos significan más de lo que pensamos. Por eso, de vez en cuando, hay que repasarlos. Cuando hacemos examen de conciencia y de experiencia y miramos lo que fueron nuestras vidas damos con situaciones curiosas. A menudo uno echa en falta esos momentos en los que se contaba con el tiempo suficiente para contar y confesar lo que verdaderamente nos importaba. Esa etapa pasó ya, casi como una exhalación, influenciada por las prisas de un mundo transportado por conmociones y controversias casi permanentes. Deberíamos haber parado antes, o, por lo menos, haber levantado el pie del acelerador. Vivimos tan a remolque que apenas tenemos unos segundos para grabar en nuestras mentes lo que sucede.

El futuro posee una neutralidad que se puede volver inocua por el hecho de no habernos colocado en el escenario más conveniente. La visión que nos deberíamos imprimir parte de unas carencias de hidratación en las coyunturas definidas como más excelsas. Podríamos disfrutar más, si cayéramos en la cuenta de lo sencillo. Nos deberíamos poner manos a la obra para no conformarnos con lo que acontece.

Hay días en los que miramos con nostalgia las conversaciones con los abuelos, con los amigos, con los más cercanos, con los nuevos… Todo tenía, entonces, otra dimensión, un ritmo más entrañable. Ahora sabemos que aquello ofrecía visos de ser genuina felicidad, pues hasta la inocencia y la ingenuidad nos acompañaban. Damos gracias por aquellos tiempos que ojala se repitan en alguna otra era que esté por venir, aunque sea efímera. Aprendíamos mucho de aquellas conversaciones, de esos diálogos impredecibles, de las narraciones repetidas de cuentos ancestrales con moraleja.

Teñíamos la vida de un colorido especial, todo lo era, pese a ser reiterado y reiterativo. Aprendíamos a ser personas a base de tocar una y otra vez lo más sencillo, que siempre tenía un aroma compartido y solidario. Había olores que no hemos olvidado. De hecho, parece que aún llegan a nuestro rincón favorito.

Cuando miramos atrás, cuando nos volvemos un poco melancólicos, nos fijamos en algunas tardes que considerábamos muy nuestras, en las que hablábamos hasta bien entrada la noche de todo y de nada, y éramos dichosos hasta decir basta. El tiempo, entonces, vuelvo a indicar, iba más despacio. No teníamos prisa ni por empezar ni por acabar, ni siquiera para aprender. Cada cosa llegaba cuando debía hacerlo. Nos apoyábamos en las palabras para abundar en lo que creíamos importante de veras.

En esas tardes estaban los mejores y más allegados, la familia, los seres más queridos, los primeros compañeros de viaje… De algún modo han seguido ahí, aunque algo ocultos. Las premuras nos han conducido por otros derroteros. La comunicación primera, primigenia, primaria, era la base de unas existencias en las que se aprendía lo más relevante, esto es, los valores que nos han invitado a comportarnos de una u otra guisa. Añoramos aquella etapa. Lo malo es que pensamos que fue una coyuntura pretérita, cuando está a la vuelta de la esquina. Eso sí: tenemos que cambiar de camino para dar con ella. Que sea más pronto que tarde, o que no sea, depende de nuestra actitud. Eso es. Pongamos todos los mecanismos en funcionamiento para que sea una realidad el provecho de lo que hemos aprendido. Fuimos y podemos ser de nuevo. Tomar decisiones en firme es el sustento de lo que puede que hayamos considerado un sueño y no lo es. Probemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 4 de septiembre de 2009

La Incomunicación (II)

Evitar la incomunicación a través de la cultura y del conocimiento de los medios (y II)

Felicidad y comunicación

La poesía tiene un algo especial. Es un tipo de comunicación entre las almas, antes de partir, o de regresar, según se mire, a sus verdaderos y genuinos territorios. Por lo tanto, la poesía no es, o no debe, o no puede, que por ahí debe andar la cosa, vivir en el engaño. Fomenta, o ha de fomentar, la cultura de la felicidad, la búsqueda de las sensaciones más humanas, con favores diestros. Pensemos que muestra, porque es así, las entrañas de quien la escribe, y también de quien la recibe con los brazos abiertos. Es una ventana abierta a la naturaleza de unas existencias que, gracias a la esta modalidad artística, practican una comunión y una catarsis curativa. Funciona, de veras.

Escribir poesía es como volver a la adolescencia, casi a la niñez, a la pulcritud de la inocencia, cuando todo está por aprender, y por sorprendernos… Gestamos mucho deseo en ese planteamiento nuevo que es la vida en corto a través de versos surgidos de las entrañas, de los anhelos más propios, de las caricias, de las emociones más creíbles. Nos gustamos mucho, con el todo, con la nada que es condición para llegar a los demás, de los cuales aprendemos con instrumentos liberadores como la poesía misma.

Contamos, con la intercesión poética, todo aquello en lo que creemos, y pedimos un poco de paciencia hasta llegar donde sea menester. La tolerancia, la pasión, el entusiasmo, y algunos criterios y sentidos más, conforman la realidad acolchonada de la poesía, que gusta de expresar los portentos más distinguidos y también anónimos. Nos damos un poco de cordura loca mediante los versos, que nos invitan a reflexionar sobre lo que hacemos para armarnos de sólidas propuestas de amor, de cariño, de sinceridad.

El mejor intento de aproximación al otro nos viene del flujo poético. Se nos ve con más transparencia, si lo hacemos bien, con más ganas, con todo lo que tiene un universo generoso, bondadoso, colmado de excepcionalidades, todas descubiertas gracias a los afanes de un género literario que se llama poesía.

Da un poco de pavor meterse en el campo abonado de esta literatura. A través de ella se ven nuestras debilidades y fortalezas, se nos contempla como somos, y esa muestra de intimidad, que también es ausencia de anonimato, nos envuelve con una capa de densa factura y ambivalente prestancia. El miedo al ridículo al dirigirnos a gentes con las que no tenemos una familiaridad anterior nos invita a ocultarnos en el recorrido diario, pero eso lo debemos superar. La poesía es, asimismo, aliada, y consejera… Son más los dones que las promesas no cumplidas. Recordemos que en la poesía somos, y somos mejores, y somos más coherentemente honestos. Ánimo con ella.

Colorido en las narraciones

Ahora toca meditación tierna, clara, diáfana, buscando cercanías. Quiero contarte todo lo que te quiero, lo que supones para mí, lo que entiendo que te puede ayudar a ser persona. Nos debemos dar esa valentía que durante tiempo nos ha sido necesaria, pero que no ha aparecido por parte alguna. Deseo que estés bien, que construyas una estupenda personalidad, que aseveres con unas intenciones nuevas, que seas como entiendes que podrás ser feliz ahora y siempre. No olvides a los demás, que así te tendrás a ti misma, y a mí…

Para acercarme a tu ser, para narrarte con expresiones queridas todo cuanto tiene un cierto sentido, te daré la esperanza más fortalecida, la razón con su misión entendida desde la visión más dulce. Nos hemos de embriagar con la debilidad que nos caracteriza. Pensemos para ser más racionalmente subjetivos. La voluntad nos ha de portar a las caricias de otras etapas, que nos pertenecerán por derecho.

Buscaré, en paralelo, colores con los que mostrarte mis mejores intenciones, que haremos realidad. El azul hablará de paz; el verde, de esperanza; el amarillo, de viveza; el rojo, de pasión… No pararemos de conducir los sentimientos hacia ese estadio en el que seremos los mejores, o casi. La evolución nos ha de ubicar en el momento más estelar. Seremos capaces.

Echaré un vistazo constante a mi corazón, que te verá como eres, y te pintará con tus deseos y los míos. Me gustas. Lo que ocurre es que te escondes más de lo que piensas. Nos hemos de servir desde la inmaterialidad de las posibilidades que nos hacen más humanos. Las disposiciones nos han de procurar un elixir para llegar a ser con ocurrencias más completas. Nos reiremos mucho.

Los colores más variopintos, todos los del arco iris y algunos más, nos permitirán viajar por la imaginación abierta con un deslizante dinamismo y con inteligente perspectiva. El reino al que nos acercaremos será vital, diferenciador de todo lo que hemos conocido hasta ahora. Y te contaré, siempre te contaré. Y te diré, siempre te diré. Nos escucharemos con ideas flamantes que nos harán viajar hasta el escenario donde se fraguarán las esperanzas, con las que nadaremos hasta detenernos en océanos de oleajes salvadores.

Pintaremos imágenes preciosas. Utilizaremos colores combinados. Habrá muchas ideas que pondremos en práctica. Estaremos formidablemente. Ya se nos ocurrirá algo más para mejorar y para añadir a todos cuantos podamos. Los colores serán las tablas de salvación para ser tan distintos como iguales. Te mando un manojo de besos coloreados.

Opciones y posibilidades comunicativas

Necesitamos un contexto para comunicar quiénes somos. Ha pasado el tiempo, y hay muchas cosas, demasiados elementos, que no hemos pintado, o que no hemos sabido. Nos decimos que nos ha faltado tiempo, pero, en realidad, hemos carecido del suficiente valor. Las medidas no nos han salido. Hemos de abrazar el pasado, en unión con el presente y con el posible futuro.

Las pasiones nos han sobrepasado. Las tuvimos, sí, pero no las cultivamos en la modalidad debida. Hemos de ubicar ahora, ya, más colores en las relaciones que antes fueron puras labores de artesanía. Nos necesitamos, pero no siempre lo vemos con la adecuada claridad. Nos hemos montado una diversión con panorámicas renovadas. Nos diremos entre efusivos mensajes.

Apostemos por el respeto, por el conocimiento, por el agradecimiento, por los capítulos agudos, con perspicacia y perspectiva. Podemos superar, por supuesto, las grietas que nos rompen las alegrías cortas. Pongamos alas para llegar más lejos. Apuntemos. Seguro que daremos con las posibilidades que hace tiempo que no hemos visto. Sabemos que están. La administración ha de ser la base para compartir. Los demás serán el espejo brillante donde nos hemos de entregar sin descanso.

Hemos de ir construyendo un escenario que nos proponga salir de posiciones incultas. El quehacer ha de ser el de convivir, dando salida a los afanes que llevamos en el interior. Nos daremos la bienvenida en todo momento sin esperar etapas determinadas. Nosotros pondremos el ritmo. Somos capaces, y también es nuestra obligación. Nos hemos de distinguir sin distribuir a ciegas. Pensemos lo que hacemos y hacia dónde nos dirigimos. Nos hemos de dar a conocer con menciones específicas. Nos concretaremos.

Los gustos han de ser preferentes para conducirnos por lugares distintos. Debemos referir el qué, el cómo, el cuándo, el porqué, y, entre los quiénes, hemos de estar nosotros. Cantemos para dar más brillo y prestancia, y todo irá mejor. Nos hemos de integrar en una comunión especial que haremos importante. No hagamos deducciones, pues no hemos de arriesgarnos a quedarnos solos.

Pongamos las claves para comprender los aspectos que no siempre miramos cuando nos convencemos de las apariencias con las dichas extraordinarias. Nos hemos de encontrar con evoluciones no desgastadas. Acordemos los conciertos musicales que nos sirvieron, en otra era, para patrocinar los mejores momentos, que han de volver. No ayunemos, y tratemos de hacer hoy lo que otros quieren que dejemos para mañana. Nos hemos de promover con comienzos eternos, cíclicos, sin restricciones. Vamos por esa afirmación que nos dará potencia en el día a día. Cambiemos las formas. El proyecto de humanidad saldrá adelante.

Excelencias en los procesos de intercambio

Llega otra etapa, que se carga de experiencias comunicativas, si puede ser, si queremos. Nos entregamos, de nuevo, a las pasiones espirituales, que no excluyen las físicas, para conocer y conocernos. Las excelencias del destino se palpan a menudo con gusto. Es de algún modo. Vemos, igualmente, las impaciencias que nos alegran el corazón hasta decir basta. Nos damos un poco de tregua, pues necesitamos descanso, pero también debemos convencernos de otras posibilidades, de historias no escritas, que podemos rubricar a la primera de cambio. Tenemos devoción para ello, más de la que precisamos ahora.

Surge esa trama no escrita, sin arquitectura, que vamos desgranando como podemos. Ésa es la experiencia de la vida. Aprendemos mucho desde ese proceso, que hemos de advertir con divertimento, entrega y sosiego. Poco a poco hacemos la narración de un destino que nos surge de la nada, o eso parece, pero que, con seguridad, estaba grabado en alguna parte.

Pronunciamos a continuación los discursos de una rueda que no mueve molino. No sabemos nada, o no sabemos mucho. Nos llenamos de una cierta apatía que hemos de superar pronto, pues el tiempo pasa deprisa, y más en estos días de asueto. Nos congratulamos con nuestras mentes, y seguimos con más expectativas, aunque no sean tan altas como pensamos en su momento.

Las palabras brotan del vacío y adquieren tintes de esperanza y de fiabilidad en ese futuro inmediato que se gestará en un santiamén. Hemos arañado un poco de sentimientos de esa cultura de penitencias supuestas. Nos labramos otro destino, o eso pensamos. Quizá el cambio esté cerca, aunque nunca se produce una mudanza radical, y, cuando acontece, es para regresar al principio. Prefiero pequeños movimientos, sinceras conexiones con la realidad circundante.

Y conforme pasan las horas, antes los minutos y segundos, damos con esos deseos sin pozo que se expanden desde la convención más tierna. Nos hemos aplicado a resoluciones que nos impulsan hacia la creencia que es antesala de los logros. Lo importante es no perdernos. Hemos de averiguar quiénes somos y hacia dónde anhelamos ir. Para eso es bueno el fin de semana, que nos atrapa con sus elucubraciones varias, con sus ensoñaciones de altar de la infancia, donde pusimos a buen recaudo, y mejor abrigo, ciertas ilusiones aún inmaculadas. Es momento de cambio, de oportunidades, que hoy sí vamos a aprovechar. Y mañana…


Juan TOMÁS FRUTOS.


Fuentes consultadas:

http://www.aloj.us.es/gicomcult/

http://www.dialogica.com.ar/dialogica/2004/09/foro-cultura-y-comunicacion.php

http://www.falternativas.org/occ-fa

http://www.infoamerica.org/

http://www.oei.es/cultura/comunicacion.htm

http://www.unav.es/departamento/dcca/

http://sisbib.unmsm.edu.pe/Bibvirtual/libros/Comunicacion/Comunicacion_imposible/bibliografia.htm

Bibliografía:

Cabrera, Daniel: Lo tecnológico y lo imaginario, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2006.

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