jueves, 31 de diciembre de 2009

Las uvas de la sonrisa en los procesos comunicativos

No es lenguaje figurado: vale más cómo contamos que lo que contamos. Atraen las formas, mucho más en primera instancia que los propios contenidos. Una buena postura comunicativa nos aproxima al punto de la narración que nos hace sentirnos convencidos. Solemos hablar de lo que vale un buen gesto en comunicación. Un ademán amable suele relajar cualquier conversación y ubicarla en un punto donde la negociación, la relación, el intercambio de mensajes es más fluido y fácil, un proceso, en este sentido, deseable. Cuando tenemos una buena actitud mostramos que tenemos ganas de conversar, de consensuar, de atender y escuchar al otro con el objetivo de hacer verdadera la comunicación. Los lenguajes no verbales relajados nos proporcionan datos de cercanía, y también de buenas intenciones, que son básicas para reconocer lo que sucede, y para interpretarlo y mejorarlo.
La gracia, que es una especie de aureola, nos otorga un camino encendido que promueve y halla respuestas de géneros diversos y con deseos de concordia y de promesas de camino a su cumplimiento. Hemos de saber encontrar desde la intuición, la voluntad, los buenos propósitos, las ganas de mejorar, etc. Si nos relajamos, si estamos a gusto, a la hora de hablar estamos convencidos de que las realidades que nos circunden serán más propicias y propiciatorias. Hemos de afanarnos para despertar sin prisa a un mundo de sensaciones que hemos de interpretar como positivas. Siempre ayuda esa entrega.
Lavemos, pues, viejas experiencias y renovemos el espacio de nuestros corazones, así como el de nuestras mentes. L a bondad produce bondad, lo positivo genera más fuertes actitudes con este sesgo, los deseos productivos producen respeto para todos, los buenos actos fomentan más buenos actos… Ése es el ciclo de la vida, el que nos hemos de proponer con mesura, con una visión lo más amplia posible. Los resultados suelen ser óptimos, y, cuando no lo sean tanto como pensamos o anhelamos, nadie podrá decir, ni mucho menos nosotros, que no lo hemos intentado.
Tomemos el auténtico vaso de la felicidad con las uvas de la sonrisa que ha de ser, en todo caso, una atracción auténtica. Entendamos desde el cauce de las sensaciones confortables. Busquemos agarrarnos a buenos sentimientos, a valores universales que nos han de regalar deseos de amistades confortadas con la evolución y la llegada a una meta de amistad genuina. Tengamos buenas previsiones. Utilicemos la comunicación correcta y oportuna.
Hemos de vernos en las mañanas cargadas de oportunidades desde una panorámica que ha de ser lo mejor que sea posible. Debemos estar enteros ante las circunstancias que nos regala la vida, que hemos de contemplar con suavidad y con quehaceres destinados a compartir alientos. Enseñemos niveles que nos puedan hacer iguales incluso ante lo más evidente.
Debemos hablar siempre que podamos con las marcas de la alegría, del contento, de la sonrisa, con el sonido de la risa misma, con la previsión de que podemos a través de comunicaciones convenientes y convencidas de lo que hemos de llevar a cabo para dar con más gentes. El deseo ha de ser compartir jovialidad, que siempre genera más. Contar con una sonrisa es conveniente, y, a menudo, necesario. Probemos. No es una predicción: es un hecho. Todo nos ayuda desde el talento positivo. Tratemos de saborear las uvas de unas buenas sonrisas en la Comunicación, en todo cuanto realizamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Los valores de la comunicación en la diferencia

En la misma diferencia hay algo de virtud, pues, con ella, conocemos y reconocemos el entorno y a nosotros mismos. El menú existencial debe estar compuesto por múltiples elementos e influencias. Con esa variedad hay más bienestar en sentido extenso. La vida tiene muchos puntos de inflexión, muchas importancias, toda una diversidad de motivos, de criterios, de afanes, de ansias, de posibilidades, de opciones, de aprendizajes, etc. Ahí yace su virtualidad, su base, el sustento para seguir adelante con ilusiones y fantasías de mejoras, de cambios, de seguridades. Somos capaces de tantas cosas que hemos de estar con el corazón y la mente en una pura expansión. Lo ideal es que estemos abiertos a nuevos caminos, a itinerarios de gran o pequeña capacidad, en todo caso necesarios para ver desde ópticas diferentes, lo cual contribuye a mantener habilidades de respuesta. El universo debe estar en movimiento y hemos de ser capaces de dar con las claves para poder interpretarlo.
Porque somos distintos, nos manifestamos de manera diferente. No podemos ser iguales, y, probablemente, no debemos. Sería aburrido, y, además, nos quedaríamos anclados en las mismas realidades, si no hubiera, de una u otra guisa, una capacidad de realizar actividades diversas en tiempos y lugares. Los cimientos han de permitir que lleguemos, aunque no siempre vayamos en hora.
La comunicación, como hemos dicho en varias oportunidades, en un todo que ha de portarnos a una sensación globalizadora de múltiples variables. En la diversidad, nos decían, está el gusto, y seguramente es así. No hay aburrimiento cuando las cosas son distintas a las conocidas, cuando cambian, cuando mudan los aspectos externos e internos… La existencia humana es un continuo aprendizaje desde que amanece hasta el atardecer, y, durante determinadas horas, hemos de ser capaces de optimizar los valores que hemos ido conociendo.
No hay dos personas iguales, por fortuna. Cada cual tiene su bagaje, su formación, sus habilidades, sus contemplaciones con recursos de diferente calado… Es bueno que ocurra así. Gracias a los distingos podemos seguir aprendiendo con el transcurrir de los años, que están repletos de caricias y opciones, si tenemos talento para descubrirlas. Vivamos el presente con voluntades estimables.
Cada ser humano canaliza la información a través de un proceso comunicativo que, en esencia, es idéntico, pero que tiene caracteres determinantes y cambiantes. El margen de calado en cada uno es pequeño, pero existe. Si sumamos los grados peculiares de los flujos comunicativos en cuanto a los protagonistas a ambos lados del canal, en lo que se refiere a los mismos conductos utilizados para los mensajes, sin olvidar los contextos, las interpretaciones, los gestos, las distancias, los elementos previos, los condicionantes de los análisis en función de los datos disponibles, etc., seguramente no daremos con dos comunicaciones iguales, aunque se trate de las mismas personas y de los mismos tipos de mensajes empleados.
Hay una cota de voluntad, de idealismo, de creatividad, de sueños, de valoración, que varía más o menos y, por mínima que sea esa mudanza, hace que el todo cambie, a menudo sustancialmente. Ésa es la gracia misma de la Comunicación, que no siempre es esperable. A menudo, hay un porcentaje de diferencia y de cambio que nos llama poderosamente la atención con un renovado factor sorpresa. Podríamos decir que esta circunstancia, la mutación, es digna de agradecer. Resumimos: en la comunicación hay diversidad, debe haberla. La variedad es igual a más y mejor en todos los campos y esferas. Para aprender debemos contemplar algo más que rutina. Hay un valor en saber del otro, en tenerlo en cuenta como es, en que aprendamos de sus visiones, en que veamos que no estamos solos y que es mejor que no lo estemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 29 de diciembre de 2009

El mandato constitucional de informar

La Constitución española del año 1978 es clara: el derecho a la información es uno de los fundamentales. Tanto lo es que está en el Título I de la Carta Magna. En paralelo, la información tiene una alta dosis de responsabilidad. La comunicación, que es el proceso que hace posible que nos llegue a todos, también. Conviene recordar de vez en cuando esa obligación (para algunos obvia, para otros no tanto) de informar a la sociedad como mandato constitucional, una obligación que forma parte de una moneda en la que se expresa por una cara el derecho y la libertad de poder contar lo que sucede, así como lo que opinamos al respecto, y por la otra se advierte que esa potestad es, igualmente, un mandato erigido en la base del mismo desarrollo democrático. No olvidemos que son muchas las personas que han trabajado, que han pugnado por ese derecho a informar (incluso muchas han perdido la vida defendiéndolo: insistamos en ello). En el frontispicio de toda evolución societaria está el poder comunicar libremente.

La sociedad debe conocer lo que pasa, las circunstancias que le rodean, los protagonistas de los eventos que nos circundan, los peldaños que se suben o los obstáculos que se colocan o que, cuando menos, existen en el día a día. Los condicionantes cotidianos deben ser expuestos para que, entre todos, podamos tomar las medidas que sean más oportunas. Así crece una sociedad. El ocultismo y el secretismo producen rupturas, desniveles e injusticias.

Es un derecho, el que administran los periodistas (los sujetos cualificados de la información, en palabras de José María Desantes Guanter), que está sujeto a salvaguardas, a ciertas garantías, para el mismo informador, y también para la sociedad, que ha de estimar, o ha de poder hacerlo, el que la administración de los procesos de comunicación esté supeditada a ciertos valores de responsabilidad, de equidad, de respeto, de sensibilidad, de conocimiento, de contraste de fuentes y de pareceres, de educación, de entrega a los demás, etc.

Es una alta responsabilidad. Lo sabemos, pero hemos de seguir subrayándolo. El deber de informar del periodista es el mismo derecho que tiene el ciudadano a ser informado y a recibir cualquier dato, circunstancia, evento o acontecer con credibilidad, con fuentes dignas de crédito, con valentía, con el respeto a los derechos de la sociedad misma, teniendo en cuenta las leyes vigentes y las garantías constitucionales de todo tipo que posee cualquier ciudadano, y ciudadana, de un país democrático.

El periodista debe afanarse por contar la verdad, la verdad de todos, desde la mejor de las intenciones, entregándose a las necesidades de la sociedad a la que sirve, a la que se debe por encima de todo. El derecho a la información es ciudadano, y lo que hace el periodista es administrarlo en su nombre. Desantes Guanter habla del derecho del sujeto universal a estar bien informado: ese sujeto es la propia ciudadanía. Hacia ella, por sus intereses, han de conducirse el sujeto cualificado, el periodista, y el que denomina sujeto organizado, la empresa, que ha de equilibrar, según señala nuestro autor, los objetivos económicos y periodísticos, sin que prevalezcan los unos sobre los otros.

En momentos complicados para la profesión, con pérdidas sustanciales de empleos y con una merma de las condiciones esenciales de trabajo, hemos de defender más que nunca el trabajo del periodista, que, para realizarlo oportunamente, ha de contar con unos mínimos que permitan que la traslación de mensajes se lleve a cabo de manera oportuna, edificante y liberadora. En ello, para ello, todos hemos de apoyar. No dejemos de pensar que, en las grandes iniciativas, proyectos, empresas, deberes, derechos, libertades y actividades, todos contamos. Debemos contar. Lo que está escrito en la Constitución debemos hacerlo efectivo y real cada día. Como decimos en comunicación, sólo así los derechos existen de verdad.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Intuición y belleza comunicativa

La hermosura comunica un estado de ánimo que es necesario para el intercambio de mensajes en sí. Casi siempre es de este modo. Lo primero que nos atrae en cualquier circunstancia es lo que nos llega externamente, que, por supuesto, ha de estar acompasado con lo endógeno. En la comunicación funcionan muchos resortes que permiten, invitan o incluso fomentan su proceso, su impacto, el cumplimiento de sus objetivos. El positivismo, las buenas maneras, el intentar ceder en tiempo y forma, el llegar a donde nos hemos marcado unos objetivos compartidos, el utilizar la intuición y la belleza serena en todos los ámbitos (los físicos, los intelectuales, los espirituales)… Todo eso nos conduce por itinerarios de perfeccionamiento y de llegada hasta los umbrales más estimados.

Una sonrisa ayuda a contar lo que queremos trasladar a los otros, así como una cara amable, un carácter conciliador, un instante de pasión, una voluntad decidida, una querencia demostrada, un deseo de pacto y de consenso… Todo eso contribuye a que los demás compartan criterios y buenos anhelos. Hemos de procurar que haya “chispa” en todo aprendizaje, en toda relación, a la hora de negociar, de convencer o de relatar lo que nos interesa en aras de una mejora que hemos de perseguir que sea compartida. Ello siempre garantiza una cierta continuidad.

El encanto puede ser entendido como el pan de la comunicación, incluso en un sentido extenso. Pan en griego es todo. Por consiguiente, el “summun” en la comunicación vendría de la mano del envoltorio, del atractivo, de las buenas formas, del entendimiento en un sentido pleno, eso sí, siempre desde la óptica de la buena intención. Ésa es otra de las bases: hemos de perseguir hacer las cosas de la mejor manera posible, y así nos hemos de manifestar siempre que podamos. El eje de la vida está en ello, en las posturas acordes con los mejores fines.

El conocimiento y la seguridad que lleva en paralelo son también buenos matices hacia el brillo en la comunicación. Cuando alguien sabe y es capaz de demostrarlo hallamos en él, o en ella, un encanto especial difícil de glosar. La naturalidad, el deseo de hablar con sosiego, con tranquilidad, desde el respeto, contribuye a los mismos objetivos encantadores. Escuchar al otro, las verdades ajenas, las experiencias que nos llegan con voces de todo tipo, el saber dar y recibir datos, informes, cifras, etc., todo ello nos oferta una pasión con la que podemos encandilar a los otros. Es fundamental que, en proceso, nos gustemos a nosotros mismos, y así tendremos más opciones de complacer a los demás.

La felicidad, el tenerla, el irradiarla, nos conmueve, y, paralelamente, nos traslada al escenario de entendimiento compartido. Llegamos mejor con una actitud de decoro, de ponderación, de equilibrio, que con fermentos excesivos. Tengamos en cuenta, igualmente, a todos, a los más inteligentes, a los que tienen verdades más sencillas, a los que nos vienen con diferentes sones, a los que no atienden nuestras razones… Sí, a todos. En cada uno de nosotros hay verdades de las que aprender. Conociendo a los demás, trasladamos comunicación, pues damos a entender que somos capaces de oír los destinos y preferencias de cuantos nos rodean. Tengamos los espíritus abiertos. De esta guisa también repartimos encanto y fomentamos la comunicación.

No nos encerremos en nosotros, miremos sencillamente a la cara, sepamos del lenguaje gestual, del verbal, del manejo de las distancias, de las intenciones de unos y otros, y sepamos, fundamentalmente, modificar actitudes cuando no estén en el camino más correcto. Reconocer errores es de sabios, y, además, comunica. Pensemos en nosotros mismos, claro, en lo que queremos, y en si los mensajes se proyectan y llegan como deseamos, pero, insistamos, pensemos también en los demás. Sin ellos, no hay comunicación. No hay, al menos, buena comunicación, que ha de sustentarse en interesantes atractivos. La belleza nos regala serenidad y altura contemplativa para descifrar la mayoría de los procesos comunicativos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Comunicar y pensar al final del año

Los meses se han estirado todo lo que podían y ya piden un relevo. Todo es fungible, y hasta es bueno que lo sea. Pensemos en algunos axiomas. Procuremos que las actitudes nos lleven a ese punto de destino que nos gusta o que nos satisface. Acaba el año con las tradicionales Navidades. Es un ciclo que se repite, y bueno es que sea así, que aparezca cada cierto tiempo. Sin perjuicio de lo bien que lo haya pasado en otras ocasiones creo que es justo reconocer que estamos, que estoy, ante unas de las mejores de mi vida. Lo son no por mí, sino por quienes me rodean, que me regalan una aureola como nunca imaginé. Todos parecen haberse aliado para darme lo mejor, todos, y no desde el punto de vista material sino de espíritu, con vocación, que es lo más importante, pues lo que llega, sin lugar a dudas, tiene una inmanencia especial y extraordinaria. Hay toda una serie de sensaciones que permanecen, que me tocan con una varita mágica, lo que nos hace, me hace, transcender con decoro y buenos ánimos. Los tengo, y quiero decirlo sin rodeos de ningún género. Me siento dichoso.
Los seres humanos conformamos una realidad que nos diferencia con toques de profundas atenciones. La paz nos incluye en lugares de recia factura que nos hace fuertes, y que también nos incluye en una lista no escrita de privilegiados, entre tonos de perfectas caricias. Es lo deseable. Ahora digo, cuento, muestro, insisto con unos recortes de pláticas correspondidas en mitad de esta etapa a la que quito fechas para que lo sea en todo momento. También es lo que debemos perseguir. No quiero vivir de calendario, pendiente de él. Anhelo y me afano para que la Navidad lo sea todo el año. Tenemos derecho a ello.
Siempre que tengamos la familia cerca y bien y con salud, cuando tengamos algo de trabajo y cuando seamos capaces de disfrutar de todo ello, estaremos ante el mejor momento de nuestra vida. Ocurre en más ocasiones de las que somos capaces de declarar, pero el asunto es que no siempre lo vemos. Buscamos tanto y tan lejos que no vemos lo que hay al lado de nosotros cada día del año. Ya es mala suerte.
Claro que, asimismo, hemos de acordarnos de quienes no tienen ni lo más esencial, incluyendo la salud. Pensemos en ello para valorar los verdaderos estados de entusiasmo en los que hemos de encontrarnos. Meditemos acerca de quienes carecen de lo más sencillo, y tratemos de que sean un poco más felices, sólo un poco, un poco cada uno, y seguro que, entre todos, haremos que su espacio sea más dichoso. Juntos podemos.
Es momento para destacar cómo estamos, para ver los motivos de nuestros buenos tiempos, para que arreglemos problemas y salvemos y solucionemos obstáculos. Prediquemos con grandes y con pequeños ejemplos. No paremos en ningún momento. Juntemos las piezas de la Felicidad para hacer un Sol y una Luna. Aliemos a la Naturaleza con todos nosotros para que la dicha sosegada siga un proceso expansivo, incluso de ida y de vuelta, para que rebote por todos los rincones, empezando por los corazones de los niños.
Sólo así, comunicando esa Buena Noticia, podremos pensar que son las mejores navidades de nuestra vida. Lo serán éstas y las que vienen, cada uno de los 365 días del año. Sí. Cuando acaba el año hemos de hacer balance y quedarnos con lo mejor, sobre todo con lo mejor de nosotros mismos. Comunicar y pensar, y probablemente tomar decisiones de mejora, son vértices el mismo poliedro con el que hemos de adquirir Paz y saludable Amor.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Las categorías y el todo comunicativo

Vaya por delante un aserto comunicativo: encontramos aquello que estamos dispuestos a hallar. El cesto de la comunicación tiene todo tipo de componentes y de posibilidades de ida y de vuelta. La realidad tiene muchas vertientes. Además, hay múltiples representaciones de ella. Todas conforman unos planteamientos con aspiraciones globales. Hemos de mirar con cumplimientos de búsqueda de aprendizaje que comience sin choques, sin intereses oscuros. Debemos distinguirnos con contemplaciones de profunda expresión. Somos parte de lo extraordinario, si somos capaces de ser generosos con nuestro entorno, con lo que nos gusta, con lo que nos place en un universo de sensaciones netas. Deleitarnos por cuanto nos regala la vida es el mejor presente con el que podemos gobernar parte del futuro, que tiene sentido con las novedades recurrentes que nos brindamos.
Hemos de dar pasos adelante con objetivos sin complejos. Debemos escribirnos con ánimos sanadores, con reglas no escritas, con vertientes que apunten hacia equívocos sanos. Nos debemos alegrar de oírnos, de tenernos. Las cosas funcionan si queremos que así sea. Nos debemos contentar por lo que hacemos, por el empeño que ponemos en ellas, en todas las cosas, por la misión cumplida, aunque se quede a medias por la falta de suerte o por aquellas circunstancias que no dependen de nosotros.
Portemos, siempre que podamos, el libro de la vida con las hojas tan llenas para aprender y tan en blanco como seamos capaces para poder escribir sobre ellas con originalidad y espiritualidad. Seamos grandes como concepto, desde la entelequia. No suframos por lo que no depende de nosotros: intentemos lo imposible, pero no nos obliguemos a más. La sensatez también tiene eso: no forcemos la máquina más allá de sus posibilidades. Los análisis de corazón nos han de descubrir sensaciones de equilibrio.
Formamos parte de categorías que hemos de complementar como cimiento aliado de un porvenir donde todos hemos de convenir en la ilusión por alternativas y con afanes de superación. Nos debemos convertir en modelos para todos, incluso para nosotros mismos. Nos debemos dedicar en cuerpo y alma a superar los obstáculos. Necesitamos poner en común los mejores deseos. Seguro que percibiremos los ejes que nos unen, y con seguridad que fortificaremos el castillo del entusiasmo que nos ha de permitir que se cumplan los planes. Dibujemos murales, por favor.
Saquemos todos los proyectos adelante, incluso los más nimios. Es probable que éstos deban ir los primeros, pues son los que proporcionan entereza ante un ecosistema de debilidades que proliferan por la falta de acción. Consideremos para dar con las voluntades de triunfos relativos y de leves éxitos que animan por encima de todo. Así debe ser. Hemos de despertar a las causas para dar con las consecuencias. Los orígenes han de ser superados. No consintamos lastres, no de ésos que nos detienen. Como mucho, aceptemos los que nos aclaran la voz para escuchar nuestro interior. No tengamos prisa para llegar al final. Disfrutemos de algunas paradas, de las que puedan ser, de las que nos permita la historia y sus circunstancias.
Las realidades son múltiples, con miradas y miramientos diferentes. Añadamos todo cuanto sea menester. Nos propondremos no cercarnos con intereses fluctuantes o de corta perspectiva. El mundo es muy grande, y, desde el respeto, cabe todo, cabemos todos, y, por supuesto, desde la comunicación ingente, precisa, intensa, conmovedora, buscadora de sentimientos, de alivios y de corazonadas racionales y objetivamente-subjetivas. Vayamos por esa realidad. Es nuestra, es de todos, sí. Las caras y vertientes de la comunicación componen un compendio de opciones que nos encienden cada día la llama de la vida misma. Hay un sinfín de categorías en el todo de la Comunicación. Puede que sean infinitas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Por la mejor comunicación

Hagamos todo lo posible por sacar lo más idóneo de nosotros mismos. Las fechas acompañan, siempre deben ser propicias. Nos hemos de arbitrar una serie de estructuras y de planteamientos para sacar partido a etapas del año que nos ofertan los mejores sentimientos, las más óptimas vocaciones. Las etapas de la vida nos llevan por conductos variopintos que nos encauzan hacia momentos y movimientos de todo género. Debemos mirar con ansia de sorpresa, con restauradas convenciones que hemos de disponer en libertad. Digamos el sí con un asentimiento preñado de ocasiones, de oportunidades, de pensamientos en libertad, base de la felicidad. La sencillez funciona, más de lo que nos decimos en soledad.

Llega la Navidad, la dulce etapa que nos presenta dosis de ideas en positivo. Hemos de estar, de ser, de tener, de consumir, de otorgar, pero con la moderación debida para no desgastar las esencias que, como el “vino madre”, han de alimentar todas las etapas de la vida, que se suceden con avatares y movimientos de diverso tipo.

Experimentemos el amor en la comunicación, y procuremos que viaje sin demora, sin cortapisas, sin obstáculos, o bien intentemos que el fermento sea el más deseable del que seamos capaces. Hemos de acudir a las llamadas de quienes nos alcanzan con voluntades de facturas creíbles. Las actitudes han de presentarse con afanes de generar alegría.

La Navidad nos recrea con instantes de inocencia, siempre buena para poder ser dichosos, para inmiscuirnos con realidades mejorables desde todo punto de vista. Debemos animarnos. El contento es una óptima contribución para que fructifiquen las actividades de nuestra existencia.

El don de relacionarnos hay que explotarlo. Previamente lo hemos de explorar para reconocer debilidades y fortalezas, con el fin de apuntalar las unas y las otras. Aprovechemos los momentos de clarividencia, que tampoco son tantos, para aglutinar las actuaciones que gestan una buena política vital. Para ser felices hay que creer que podemos serlo, incluso que debemos serlo.

No agotemos recursos, y tratemos de sacar provecho a cuanto ocurre, siempre en una disposición generosa. No nos gastemos. Persigamos el futuro con el entusiasmo del positivismo, del posibilismo, de la gracia abstracta que nos complació de niños, cuando pequeños, cuando empezábamos a aprender. Estemos atentos. No hay demasiadas jugadas, y lo interesante es que las sepamos ver y disfrutar.

Estas fechas navideñas, como otras del año, pueden ser la palanca de impulso ante las circunstancias que nos llegan (unas buenas, y otras no tanto). Ojalá seamos capaces de verlo así y ahora, y en adelante también. No paremos en la búsqueda de ese horizonte. Aguarda el milagro de estos instantes, que, por ser eternos, será un milagro, o debería serlo, en nuestro comportamiento durante toda nuestra historia. Subrayemos que somos capaces, y hagámoslo. La Naturaleza de lo humano, si queremos, nos puede facilitar paciencia y empuje en este sentido. Estamos, hoy, estos días, estas semanas, todo el año, por la mejor comunicación, lo cual incluye buenas intenciones, las mejores también.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

AIDEMAR

AIDEMAR, UN EJEMPLO DE AMOR

Una de las entidades dedicadas, desde el altruismo, a colaborar con un sector muy necesitado de apoyo, de un fuerte apoyo, es AIDEMAR, la Asociación para la Integración del Discapacitado de la Comarca del Mar Menor.

Está Asociación sin ánimo de lucro está integrada por familias con hijos que presentan algún tipo de discapacidad. Funciona desde el año 1982 y atiende a un total de 500 personas. Sus instalaciones están radicadas en los municipios de San Javier y San Pedro del Pinatar, si bien su ámbito de influencia se extiende a Los Alcázares y Torre Pacheco, y hay chicos y chicas en su Centro de Día que incluso provienen de ciudades como Murcia. Su vocación, fundamentalmente, es comarcal. Por su entrega y cercanía se nota este aspecto.

AIDEMAR oferta recursos y servicios a discapacitados y a sus familiares procurando la atención de sus necesidades desde pequeños hasta la vida adulta. Su programa de actuación es integral.

Buscando mejorar la calidad de vida de los discapacitados intenta incluso su inserción laboral en áreas como la conservación de jardines, manufacturas de la sal, energías renovables, conservación del entorno, catering o carpintería. De momento se están cosechando éxitos muy interesantes y relevantes. Es justo destacar también la labor de muchas personas que, de modo anónimo, entregan parte de su tiempo a trabajar para conseguir subvenciones y que determinados proyectos se lleven a término. Se trata de un ejemplo magnífico que, por modélico, hemos de procurar sostener entre todos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Mudanzas y riesgos comunicativos

La valentía es, en todo momento, un valor que añade, que suma, que regala, aunque no sea en un plazo inmediato. Miremos el horizonte, y, en silencio, digamos que no es bueno estarse quietos. La vida está llena de cambios en todos los campos. Algunos son apenas perceptibles. Otros nos devoran con sus mutaciones radicales. Los más son frutos de la pura adaptación a lo que acontece, a lo que es, a lo que tiene un cierto sentido con el que poder crecer. A veces no es así. Vamos añadiendo, poco a poco, con el paso de los años, una serie de empatías con las que mejoramos, o lo intentamos, sobre todo espiritualmente, y eso es bueno.

Los cambios son consustánciales al ser humano. Sin ellos no hay evolución: el progreso sólo es posible gracias a ellos. Incluso es conveniente que ocurran con balances buenos y malos, pues, así, con esa perspectiva, aprendemos mucho más y sacamos provecho de las experiencias que no han resultado como pensábamos. No hay nada esencialmente malo si somos hábiles para optimizarlo.

Las mudanzas son vida, son consecuencia del directo existencial con el que nos divertimos, nos entristecemos, nos comunicamos, nos relacionamos, nos convertimos, nos regalamos todo tipo de presentes, etc. ¿Qué sería de nosotros/as, si siempre estuviéramos en el mismo punto? Supongo que sería muy aburrido. Hemos de estar ojo avizor para detectar lo que nos envuelve y valorar lo que nos aporta, para actuar como sea menester

Además, la esperanza en los cambios, en lo que suponen, en que siempre todo puede revertirse, en que lo malo puede trucarse en bueno, en que la verdad de todos y cada uno nos brinda más libertad, es la base para servir de testigos ante lo que sucede, que es el sustento inequívoco para construir un mundo de buenas sensaciones. Existen mucho más abundantemente de lo nos indican.

Tengamos, pues, la máxima autonomía de la que seamos capaces para que el deambular diario nos conduzca por pareceres nuevos. El derecho a la herejía del que hablaba Aristóteles es la sustancia prima con la que abordar diferentes eras en lo personal y también en lo colectivo. Todo entraña fantasía y, para recrearnos en ella, hemos de colocarnos en la conveniencia de aprender todos de todos.

La sinceridad para con nosotros mismos pasa por el afán de salir del inmovilismo, que hace que enfermemos mental y físicamente. El sedentarismo no es bueno en lo externo, y mucho menos en lo interno. No crecemos, no vemos más lejos, y eso nos convierte en estériles en muchas esferas. Sigamos sin miedo, incluso, como antes señalábamos, pese a la posibilidad cierta de que erremos.

Nada grande se ha hecho sin el riesgo y la osadía de continuar más allá del espacio que tenemos controlado por la historia o por las circunstancias que fueren. Siempre hay algo (bueno incluso) más allá, si tenemos la convicción de contemplarlo. Vivir es relacionarse, y relacionarse es comunicar. La singladura no ha de ser otra que aceptar el desafío de cambiar comunicando y de, comunicando, modificar aquello que nos rompe o limita. El único horizonte ha de ser no dañar a nadie, sino todo lo contrario: ayudar en lo que podamos. La bondad se da en todos los rincones. Es cuestión de buscarla. No ofrece dificultades. De verdad que está. Si nos planteamos con coraje cómo queremos que nos venga el futuro, seguro que vemos que todo lo que se modifica nos otorga un presente antes o después, en el doble sentido.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 22 de diciembre de 2009

Mesura y tiempo en la Comunicación

El proceso comunicativo necesita su tiempo, su consideración, su planificación, y, fundamentalmente, mesura, para que cale como debe. Pensemos en positivo, y tengamos en cuenta qué es lo más importante. Ensayemos y mostremos que somos capaces de recorrer el camino de la interacción de mensajes. Lo somos, de corazón, en cuerpo y alma. La comunicación tiene sus circunstancias, sus ingredientes, su presentación, su continuidad, su cabida, sus potencialidades, sus secretos a voces para que funcione... Hay un compendio de elementos que hacen fuerte su utilización o que, por el contrario, nos llevan por una senda de debilidades que repercuten en sus soluciones, en sus consecuencias, en sus potencialidades, en sus enseres, en sus particularidades y en sus destrezas.

Pensemos en los concursos de paciencias y de prudencias, con las suficientes templanzas, que nos han de conducir a buenos resultados. La eficiencia, y hasta la eficacia, viaja por ese sendero, del que hemos de beber todos/as, si queremos que la credibilidad nos acompañe en el proceso comunicativo. Esa credibilidad ha de ser interpretada como básica y fundamental para seguir adelante.

Como consejo, debemos marcarnos metas y plazos en las conquistas y/o mejoras comunicativas, pero sin que ello nos cercene o amilane. No paremos, pero tampoco nos detengamos cuando las cosas no salgan como esperamos. No debe haber prisa. Hemos de perseguir la calidad y no la cantidad, aunque la una y la otra sean referencias a tener presentes.

Vayamos, cuantos más mejor, en la misma dirección, sin valorar aspectos que nos puedan nublar la vista. Miremos para contemplar con visión panorámica y a medio plazo lo que nos conviene, que es comunicar para recoger y dar conocimiento, al tiempo que debemos avanzar, siempre avanzar, al ritmo que se pueda y con las mínimas tensiones.

No ocultamos, por supuesto, que los resultados son buenos, apetecibles, deseables… Lo son, cuando son buenos, siempre. No obstante, tampoco podemos vivir en el compromiso permanente, porque no conviene, y porque no es posible. Estemos atentos a todas las jugadas con el deseo de aprender, de compartir y de ser. El resto, que no es poco, vendrá después.

En esta sociedad que nos afea el no correr en todo momento y lugar para conquistar grados y empleos efímeros hemos de defender la solvencia, la constancia, la voluntad, la permanencia de los progresos de una manera solidaria, aunque suponga una tregua de vez en cuando y se genere una velocidad ínfima. Lo importante es moverse, y hacerlo hacia ese vínculo que nos haga convertirnos a todos en una auténtica sociedad con los mínimos compartimentos estancos. La auténtica victoria es ésa, que seamos todos, o casi.

Si el ritmo es, si fuera, más lento del que nos gustaría, hemos de conformarnos. Hemos de acompasar anhelos, de vivir en el afán solidario, y no solitario, y seguramente así alcanzaremos cotas de satisfacción que compensarán el aparecer tarde en algunos enclaves. Recordemos que, como decía aquella canción, lo importante es llegar, y, como añadía otra, que lo sepamos aprovechar y compartir. Eso. Lo más relevante es emprender el camino en la dirección sabia del conjunto, en el que todos somos, en el que nadie ha de sobrar, excepto, como decimos, las prisas. Tomemos el tiempo suficiente, el que sea, el que precisemos, para tocar la virtud de la mesura, que produce más abundantes cosechas de las que pensamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 21 de diciembre de 2009

En la contemplación comunicativa del frío y el calor

Dediquemos tiempo a ver lo que acontece y a valorarlo. No pasemos de puntillas y sin dar con las claves de lo que nos debe importar. La naturaleza humana y el ecosistema en el que vivimos tiene un poco de todo. La visión también entraña contemplaciones dispares. Eso, en esencia, es bueno. Hay teóricos que nos hablan de la existencia de colores fríos y cálidos, en función de la percepción o de la impresión que nos provoca su contemplación espontánea o reiterada, esto es, a la primera de cambio o de manera constante. Es así. La subjetividad, nuestra propia formación, la impronta que nos deja la experiencia y el aprendizaje individual y colectivo hacen que veamos lo que nos rodea en base a las circunstancias previas que hemos contemplado o incluso heredado genéticamente.

Como esto es así, hemos de procurar en todo momento tener en cuenta no sólo lo que contamos, si cómo nos llega, en qué momento, con qué condicionantes, y, en paralelo, fomentando la necesaria empatía con aquellos/as que nos rodean y que, sin duda, nos ofertan su ideario día tras día conforme a lo que han ido recibiendo desde sus respectivas atalayas.

Suelo repetir, porque así lo han dicho otros a lo largo de los siglos, que el punto medio es virtuoso, y no porque tenga que ser el único, sino porque permite un entendimiento más de conjunto. Fomenta, como advertimos por lógica, equidistancias, o, dicho de otro modo, unas mayores cercanías. Por lo tanto, debemos intentar que los términos denoten frío y calor, en sus acepciones más amplias, para todos/as, de modo que nadie se sienta ignorado ni agredido en sus pensamientos, al menos no de manera radical. El consenso es la base para que prosiga la comunicación, y por ello ésta debe entrañar esa simiente.

Busquemos y hallemos esos linajes que nos invitan a que el pacto sea la base para resolver los conflictos, e incluso para prevenirlos. Es lo mejor, debe serlo. No dejemos para mañana esta actitud, pues el coste puede ser mayor. No olvidemos que la relatividad de las cosas hace que no siempre veamos los eventos como nos gustaría. Por consiguiente, tener en cuenta que cada cual es diferente, a menudo maravillosamente distinto, y que entre todos podemos construir una realidad, es una actitud que engrandece a todos, sea cual sea su parecer, siempre que éste tenga en cuenta los derechos y libertades de cada uno.

Llega el invierno, y el frío sucede al calor. Es el ciclo de la vida, y como tal hay que verlo. Lo aconsejable es aceptar las vivencias cuando llegan de manera natural y en los tiempos y formas que toca, según las estaciones humanas, terrenales y hasta medioambientales. Es bueno el cambio, incluso para no mal acostumbrarnos a lo que nos acontece. La existencia humana es eso: un poco de todo, con miradas y temperaturas diversas. Hay está la lindeza, el amor, el secreto de un poco de felicidad, el ansia y la pasión como estructura fundamental de nuestro caminar… Busquemos, pues, el calor, pero dejemos que el frío de vez en cuando nos despierte a otros sentimientos comunicativos. Son. La templaza, la moderación y la perspectiva de todos/as y para todos/as son buenas compañías. En la contemplación hay mucho aprendizaje, como en el silencio, como en el análisis. Tomemos nota.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El pintor de la hermosa mirada

Molina Sánchez nos deja uno de los mejores legados de la pintura murciana

El pintor de la hermosa mirada

Puede que suene a tópico, pero debemos decir que nos sentimos un poco huérfanos. Se nos ha marchado un ser humano tan bondadoso en lo personal como excelente en su profesión, la pintura. El ciclo de la vida se consuma, y continúa. No podemos evitarlo. Una persona muy querida, José Antonio Molina Sánchez, ya viaja hacia ese cielo que tanto amó en la Tierra. Fue una persona afortunada. Tuvo talento; fue devoto de su trabajo, de su familia, de sus amigos; supo entregarse a todo cuanto realizó; y, además, fue capaz de hacer el bien con tranquilidad, con valentía, con sosiego, con placidez.
Su mirada limpia ya denotaba lo que venía tras ella: era un buen hombre, sí, en el sentido pleno de una palabra que se desgasta en ocasiones en esta bella existencia comprometida en exceso con las prisas. Fue bueno y razonable.
Busco la belleza, y la halló. Su obra es fruto de la excelencia, del equilibrio en libertad, de la técnica no amaestrada, de la innovación en la vanguardia complaciente. Decir lo que es su trabajo pictórico es llegar tarde a contar una obviedad, pero sí resaltaré su enorme gusto por los colores, que trenzaba como nadie. Mezclaba aires diversos, que parecían consecuencia de la misma vida, como si la cordura fuera anónimamente, y de manera natural, un resultado especial de tonalidades vistosas.
Fue (y lo es, dondequiera que esté) generoso. Moldeó su alma sincera con buenas acciones, y ahí queda ese legado que deberemos saber interpretar para las generaciones venideras. Fue capaz de dar originalidad a lo que nos sucede alrededor.
Ha sido longevo en años, en producción pictórica, y, aunque suene a repetido, en actitudes bondadosas. Intentó ver la cara amable de la existencia, de las acciones, de sus resultados. Por eso sus imágenes son tan cariñosas. Son como él.
En un universo necesitado de buenos ejemplos hallamos milagrosamente en su figura uno muy descollante. Nos llegó como un brindis sincero a la vida, como un homenaje a lo humano en forma de caminar, sencillamente en el día a día, lo cual le otorga todavía más mérito.
Se nos ha ido uno bueno, uno de los grandes, irrepetible. Vivirá con ese amor que tanto nos repartió en su estancia entre nosotros. Le juramos también un cariño eterno, el mismo que él nos regaló, el mismo que será imperecedero a través de su obra. Gracias, José Antonio, por tanto, y por ser como has sido. Deseo que tu vuelo pictórico siga siendo sobre un arco iris. Nos deja una bendita y hermosa herencia que procuraremos fomentar. Ha sido un placer. Lo es. De algún modo, por sus sentimientos, a través de su pintura, siempre estaremos juntos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 18 de diciembre de 2009

El tránsito frente al inmovilismo comunicativo

El movimiento se demuestra andando. No tengamos miedo a equivocarnos, ni tampoco a enmendarnos a nosotros mismos cuando fallemos en algo. Cuando exista un problema, lo primero que tenemos que hacer, como indica Freire, es reconocerlo, y luego llevar a cabo todo lo posible por solventarlo. Surgen, a menudo, o de vez en cuando, influencias u obstáculos que paralizan las conexiones comunicativas entre aquellos (esto es, todos/as) que estamos obligados a entendernos. Si creemos, hemos de demostrarlo, sea cual sea el objeto de atención del que hablamos. Como en este caso es la comunicación sobre la que discernimos hemos de demostrarnos que somos capaces de dialogar, de contarnos cosas, de superar desaciertos, de probar que nos queremos, de señalar hacia dónde queremos ir, de sumar más que de restar, de solventar recelos y de ponernos en marcha ante cualquier vicisitud que pueda ir sucediendo o surgiendo antes o después.

Hemos de procurar cada día el acercarnos a aquellos y aquellas, incluso a nosotros mismos, cuando seamos el origen de una distancia, controversia o conflicto, con el fin de dar con las soluciones ante apatías o estancamientos a nivel comunicativo. Todo es posible en la vida, todo es mejorable, todo es fruto de los entendimientos y esfuerzos que queramos imprimir a nuestras existencias.

Debemos perseguir, y espero que lo consigamos, que las actitudes de negatividad se vayan neutralizando de manera paulatina, de modo que seamos lo suficientemente hábiles y prudentes para llegar en el tiempo y forma que sea menester. Subamos y bajemos las escaleras tantas veces como sea necesario para solventar las cuestiones que se vayan produciendo.

Los caminos están ahí para ser transitados, y no sólo para contemplarlos. Entre todos podemos jugar a emprender unas razones compartidas con las que llegar donde sea preciso y con valentía. El deseo ha de ser saber, compartir, ser desde la óptica de un permanente movimiento hacia el conocimiento de las razones de los que conviven en nuestro ecosistema y en otros.

Las conexiones han de existir, las hemos de fomentar, las hemos de saborear y las hemos de utilizar cada jornada. De este modo, cuando vengan las crisis superaremos cualquier situación más o menos hiriente. No busquemos atajos. Intentemos contemplar con sosiego cuanto ocurre y saquemos las mejores conclusiones posibles con el fin determinante de mejorar las cosas. Juntos somos más fuertes que por separado, y, además, somos capaces de abandonar un enemigo no visible, la soledad, buena a veces, pero que, vivida con reiteración, hace daño.

Nos debemos conmover con las circunstancias de los demás, a los que hemos de procurar suerte y buenos lazos de amor, bondad, solidaridad, compañía; y, asimismo, intentemos la dicha con los resortes que surgen como intangibles de ayudas sin pedir nada a cambio. Juntemos piezas y seamos en la construcción de un itinerario hacia nuestro particular “Mundo de Oz”, que hemos de abrir a todos los demás, evitando distancias, enseñando que no existen, y que, de darse, las acortaremos. Cada día debe producirse ese empeño y ese esfuerzo. Que sí, que podemos. La negatividad engendra negatividad, y la bondad construye puentes y gesta una dicha inmensa e imparable. La alternativa ante el inmovilismo comunicativo está en el tránsito permanente hacia formas de entendimiento generosas y abiertas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El lugar de la comunicación

Vaya por delante que la comunicación es un recorrido total, integral, de conjunto. A menudo perseguimos dar con emblemas, con símbolos que reflejen lo que nos identifica, pero, sin duda, cuando hablamos de la comunicación, hemos de convenir que es un baluarte en sí misma. Buscar atalayas es bueno. No hace falta que sean altas o muy altas. Necesitamos que estén, que sean confortables, que nos inviten a ser y a estar con compromisos no fingidos, sino auténticos. Hemos de estar en paz con nosotros mismos. La vida es eso, y más, pero empezar por un lugar donde estemos resguardados es un buen punto de partida. Nos debemos decir a nosotros mismos que, para transferir confianza, la hemos de sentir.

La existencia humana se basa en esos inicios en los que nos sentimos a salvo en un hogar (por el que siempre hemos de dar las gracias), con emociones sinceras, procurando aprender de los ejemplos (de los buenos) de quienes nos rodean. Hemos de servir de testigos de emociones y de sinceridades con las cuales hemos de crecer en paz y en armonía. Al menos, ése debe ser el intento.

Crucemos cada día los océanos de la existencia, incluso en días de tumultos y tempestades, para tener el regado del conocimiento y de los sentimientos, con los cuales nos hemos de sentir iguales, porque lo somos. Gustemos de las mejores vivencias con inclusiones, con resortes de posibilidades, con intereses bendecidos por las querencias propias del destino, que también podemos empujar nosotros.

En la Huerta de Murcia se habla de la necesidad de tener un cornijal, un rincón, un sitio donde encontrarnos con nuestros ancestros, con los que compartir deseos, afanes, anhelos, discernimientos e ignorancias: se trata de bondades en definitiva con las que hemos de ir tan lejos como podamos. Aseguremos cuanto nos rodea con abrazos fraternales, que, lógicamente, hemos de extender a cuantas más gentes mejor.

Vivir, en sí, incluso en momentos complicados, es una bendición. Abramos los ojos cada amanecer al aprendizaje, a la aventura humana de conocer a quienes nos rodean, con el añadido de experimentar lo que sienten, lo que son, sus pretensiones, sus sueños, sus gratas caricias al viento, que nos lleva a alguna parte…

Tener un refugio es un tesoro, pues nos permite contar con un cajón donde mantener los sueños, y hasta ese mundo de preferencias con las que incrementar el patrimonio espiritual, el más importante de todos. Gustemos sin hacer daño a nadie. Intentemos deleitarnos con la voluntad de ser, que no tanto de tener, pues lo importante posee un valor intrínseco, sin más, que no hemos de confundir con el precio, que es otra cosa.

La comunicación es nuestro baluarte. El rincón donde meditamos y hacemos balance es la garantía de un recreo con lo relevante, con lo abstracto, con lo que nos entronca con lo que fuimos, con lo que esperamos ser, probablemente con lo que somos. La comunicación tiene unos objetivos, claro, pero, por definición, es un fin en sí misma. Lo dicho. Sin ella, sin la posibilidad de trasladar y recibir información, no somos. Defenderla es más que un compromiso.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Oportunidades desde la legítima fe en la Comunicación

Hay múltiples ocasiones. En todos los aspectos vitales podemos añadir cuanto queramos. La existencia es una cuestión de confianza. Lo es. Sí, en todo y nada, con profundidad manifiesta. Hoy mantengo que podemos comunicarnos, que podemos ser una piña, con todas sus diferencias, con caracterizaciones más o menos complejas, con límites destacados, con unas voluntades que nos podrán oprimir con enterezas más o menos firmes, con unas lindezas que nos han de hacer fraguar una nueva materia. Juntos podemos, todos podemos. Es cuestión de afirmarnos en nuevos propósitos, que quizá sean reiterados. Puede que sean los de siempre. Seremos capaces de aquello que nos digamos, de lo que nos propongamos. Hoy somos positivos, y eso es lo que trato de mantener.
Hemos de liderar cambios, con mutaciones tranquilas, buscando unos nuevos momentos, que serán nuestros, que nos erigirán en posiciones de cambio, en nuevas caricias, en perfiles nobles. Llegaremos donde queramos, como queramos, buscando no estar entre opresiones más o menos lindas. La hermosura tiene que ver con los proyectos, que juntaremos, que uniremos, que volcaremos con destrezas donde sea menester.
Las aspiraciones han de ser el llegar a los demás, el concebir esperanzas, el tocar las posibilidades con prudencias, con vertientes sólidas, dando lugar a abrigos con esperas novedosas, con flamantes caricias, con voces que susurrarán que podemos llegar tan lejos como queramos. Lo haremos. Estamos seguros. La justicia tiene que ver con ello igualmente.
La vida es una manojo de oportunidades que hemos de dejar crecer en un entorno que hemos de procurar que sea natural. No debemos pisar la hierba que nos alimenta, que nos ofrece ocasiones de aprendizajes múltiples. Lleguemos, llegaremos, podremos, seremos. La existencia nos consigue múltiples ocasiones para ser felices. Es cuestión de desearlo, de querer, de estar, de acercarnos con el afán de aprender a hallarnos, que seguro que podremos. No nos defraudemos.
Los fines han de procurar estar con sentido, con equilibrio, dedicando tiempos, formas y espacios, y recorriendo los itinerarios en los que somos, o podremos ser, aptos para un nuevo lenguaje o para-lenguaje, o metalenguaje. La paz y el bien vienen de aspectos sólidos con los que afrontar nuevas oportunidades sin más negocio que el estar bien. No aspiramos a más, pero tampoco a menos.
Sonreír desde la cercanía, apaciguar los ánimos, buscar el entendimiento equilibrado, suponer dando más querencia de la que nos solicitan, sentir entre materias y objetos, hallar sin más finalidad que el ser dichosos, presentar respetos que regalarán paciencias y visiones oportunas, quedarnos en el mismo inicio, para regresar mañana con otro ciclo….
Miremos para advertir lo que nos rodea, y no dejemos que nada se nos escapa a priori. Por lo menos hemos de intentarlo. Que no se diga que no hemos tenido la suficiente visión. Tengamos la fiesta en su sitio, y volquemos todas nuestras confianzas. La fe que profesamos es tan legítima como oportuna. No brindemos a una entelequia que no vemos, y que puede que no exista, y seamos prácticos desde la subjetividad.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 15 de diciembre de 2009

Entrega y buenos fines comunicativos

Los buenos fines en la actividad humana pasan por una entrega absoluta al quehacer al que nos encomendemos. El corazón ha de expandirse. No cerremos las ventanas de la vida, o no abramos únicamente unas cuantas. Pensemos que las opciones con inmensas como el océano. Lo son comunicativamente hablando. La aventura más fascinante del ser humano tiene que ver con el aprendizaje. Todos los segundos del día son una experiencia vital, o deben serlo. Lo que hacemos bien, lo que hacemos mal, lo que surge por inacción o contemplación, los pensamientos, las ausencias, las actitudes, las controversias, los entendimientos, las tranquilidades y las carencias de sosiego, las presencias, etc., todo comunica a nuestro alrededor, y de todo ese compendio de cuestiones podemos aprender, incluso aprender a comprender, desde las ópticas que nos regala lo cotidiano.

No todo tiene que ser grandilocuente. No debe. Recibimos lecciones sencillas y complejas, directas e indirectas, con estímulos o con faltas de entusiasmo… Los estados de ánimo también dependen de muchos vectores de influencia. El caso es que el regalo se produce. Somos capaces de aprender de cuanto nos circunda, o bien hemos de estar atentos para poder hacerlo. No dejemos que el tiempo pase de manera gratuita, al menos no en ese sentido que expresamos.

Decía el poeta Luis Rosales que hemos de estar abiertos al mundo, yo diría que al universo de circunstancias que tanto nos indican el camino. Hemos de ir consolidando expresiones y posturas desde la idea de que el viaje humano es una singladura para perfeccionarnos, sabiendo que no es posible el grado máximo, y que seguramente tampoco es conveniente.

La existencia es un cúmulo de posibilidades. Lo importante es detectarlas, optimizarlas y sacarles un provecho que, en todo caso, ha de ser compartido. La dirección correcta es siempre la que tiene que ver con el aprendizaje, con la formación, con la cultura, con la voluntad de entender al que tenemos a nuestro lado, y, para ello, debemos conocerlo con entrega y buenos propósitos.

Giremos, pues, la mirada y tratemos de conocer lo que nos ofrece un mundo convertido en demasiado competencial. Las prisas no suelen darnos los resultados apetecidos. Miremos y veamos, e incluso demos con el suficiente tiempo para analizar e interpretar lo que sucede. Con sus luces y sombras, todos, incluyendo nosotros mismos, hemos de aprender del prójimo, por cercanía, por necesidad, por llegar a una dicha que, así, se podrá expandir por todos los rincones de lo conocido y de lo desconocido. Probemos. Como reza el Desiderata, todos nos pueden enseñar algo. Para ello hemos de creerlo de corazón, como subrayamos al principio. Procuremos sembrar bondad y, más pronto que tarde, cosecharemos esos buenos fines de los que nos hemos de beneficiar conjuntamente.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 14 de diciembre de 2009

LIBRO EN FAVOR DE AIDEMAR

Está compuesto de sesenta poemas y sesenta ilustraciones

AIDEMAR edita el libro “Tiempo de ejemplos y esperanzas”

Con él se van a recaudar fondos para sus nuevas instalaciones en San Javier

Buscamos la excepción ante una norma no escrita que deseamos cambiar. Lo positivo, que es mayoritario, debe tener más presencia social. Frente a las noticias que a menudo nos asaltan desde los medios de comunicación, y que tienen una alta carga en negativo, nos centramos en algo bien distinto: la visión anónima de actuaciones solidarias. ”Tiempo de ejemplos y esperanzas”: éste es el título de un libro que hemos confeccionado para, en el marco de la Navidad, concienciar sobre la necesidad de apoyar y respetar a los demás, sobre todo a los más necesitados, al tiempo que se pretende recaudar fondos para la Asociación para la Integración del Discapacitado de la Comarca del Mar Menor (AIDEMAR).

Está compuesto de unas sesenta poesías, que van acompañadas de otras tantas ilustraciones, en este caso obra de la pintora Joaquina Illán Belando. Con ellas, vemos, imaginamos, versionamos la realidad de los voluntarios, de los entregados a los otros, con los que nos recreamos en situaciones tan cotidianas como anónimas.

En cinco partes aparecen flores, miradas, deseos, momentos de ternura, mucho amor, sensaciones, colores, aromas, toda una cultura de la solidaridad que nos estremece y que, sin duda, nos hace más fuertes. Al menos, eso pretende. Estamos listos, según se desprende de esta prosa poética, para ser, para disfrutar, para ubicarnos en la felicidad, y, gracias a ella, no lo olvidemos, damos con nuestros deseos más íntimos de alcanzar grados de auténtica humanidad. Es cuestión de intentarlo. Lo podemos lograr, como otros lo consiguen.

Reflexionamos, en este libro, sobre los modelos y ejemplos de nuestro tiempo, vistos desde la óptica de quien observa el semblante y las obras de aquellos y aquellas que colaboran sin pedir nada a cambio. Pedimos respeto y consideración para ellos/as. Advertimos encuentros ideales, que consideramos los ejes de la vida, y solicitamos que, ante la pena y el dolor, dejemos que vivan en paz quienes saben interpretarlos en sus diversas actuaciones para socorrer, para mitigar, para aminorar lo que sucede. Reclamamos que nos armemos de valor.

Hay, además de las poesías, un segundo ritmo de lectura. Están, como hemos anticipado, las ilustraciones de Joaquina, que aparecen salpicando los poemas, con sus guiños, con sus pequeñas píldoras, pidiendo paso para quien no se introduce a la primera en la prosa poética y, realmente, busca un consejo, un ademán, una experiencia, una mirada cómplice. Las manzanas, los caramelos, las mariposas, los pájaros, el Sol, la Naturaleza… todo nos sonríe con un libro que busca el lector para sentirlo, para aproximarse a su corazón, para alimentarlo.

Podemos leer 128 páginas en esta obra que rezuma mucho más contenido del que seamos capaces de consumir en una primera lectura. Seguro que tú te verás en los versos, en los párrafos, en los dibujos, en esa mariposa que, ya en la portada, supera la escalera de la vida y, pese a su fragilidad, sube a lo más alto.

Giramos, en estos versos, como en las mismas citas del final, por numerosos vericuetos. Todos tienen ilusión, pasión, rebeldía en positivo, esto es, ésa que no acepta complejidades. Busquemos en el mundo de los sueños, que está más cerca de la realidad de lo que creemos. Nos debemos tanto, parafraseando una de las poesías, que lo mejor que podemos hacer es estimarnos a nosotros mismos para solventar cualquier obstáculo, para mejorarnos por el camino. Como decimos, si creemos, será. Estamos convencidos de que este tiempo nuestro está llamado a la esperanza. Ejemplos para ello los hay por doquier. Uno de ellos, magnífico, es el de AIDEMAR, que cada día procura asistencia a más de 500 niños. Se trata de toda una experiencia de vida.

Juan TOMÁS FRUTOS.


*Reseña:

Título: Tiempo de ejemplos y esperanzas.
Autor: Juan TOMÁS FRUTOS.
Ilustradora: Joaquina Illán Belando.
Edita: AIDEMAR (Murcia-2009).

sábado, 12 de diciembre de 2009

Entusiasmados

Nos gustamos mucho. Hemos comprendido que es mejor que estemos cerca. Nos hemos entusiasmado.

Opciones comunicativas sin emplear

La vida está repleta de felicidad, de posibilidades, de tentativas que pueden surtir efectos. Tenemos muchas opciones, desde el punto de vista comunicativo, y desde otras ópticas, pero no siempre las consideramos. Cuentan muchas leyendas que castillos, reinos, imperios y relaciones de diverso género cayeron de sus respectivas atalayas y posiciones de dominio por una falta de coherencia y de comunicación en sus mejores vertientes. Algo falló, o todo falló, o eso pareció. No se llegaron a prever algunas cuestiones que se sucedieron y socavaron las situaciones que se fueron dando en cada momento. El caso es que muchas de las cosas que acontecieron hasta llegar a desenlaces que no terminaron de entenderse, y, por lo tanto, no se evitaron, no fueron advertidas ni consideradas desde un análisis mesurado y proporcionado.
Las comunicaciones fracasaron, o no se produjeron, lo que equivale al mismo grado de frustración que conduce a la no existencia de soluciones. No supieron cautivarse con actitudes de clara contundencia en cuanto a posibilidades de mejora. No se solventaron los elementos discordantes, no se vieron las soluciones, no se miraron a la cara y se dijeron lo que pensaban y como mostrar más cercanía…. La vida brinda muchas oportunidades, pero es preciso que las sepamos ver y que, a continuación, tomemos partido por las verdaderas opciones de transformación.
Lo hermoso de la historia humana es la posibilidad de cambio que siempre tenemos. Depende de nosotros. No podemos decir que el conformismo sea una buena opción. Hemos de plantearnos las opciones una tras una, y seguir adelante aunque haya fracasos. Estamos permanentemente ante un umbral de inmortalidad, y no por salir del anonimato o de la normalidad, sino porque nuestras posibilidades son infinitas.
La incomunicación es un mal, no sé si de nuestro tiempo o de muchos tiempos atrás. Podemos adentrarnos en tantas ocasiones como queramos, pero hemos de querer, y hemos de atravesar puentes y montañas, al tiempo que debemos superar muchos obstáculos. La vida es una gran panorámica de actitudes honrosas que hemos de utilizar para liberar energías poco entendibles o asumibles. Nunca es demasiado tarde: no lo olvidemos.
La paradoja es enorme: estamos en la era de la comunicación, pero seguramente más incomunicados que otras veces, o tan incomunicados como en otras etapas de la Humanidad. No tiene sentido. Nos ayudan los progresos, las tecnologías, los avances, los propósitos, los buenos deseos, que luego no fraguamos…
Miramos al lado, y no conocemos a los vecinos, a quienes nos rodean, a los que nos otorgan dudas, beneficios, buenas maneras, posibilidades de felicidad, etc. Hay muchas gentes con buenas intenciones, y no terminamos de acunarnos con ellas. Tengamos el deseo de llegar a la Paz con mayúsculas, ésa que no nos distrae y que nos ofrece el pan que sacia hambres atrasadas, muy atrasadas. Nos tenemos más de lo que pensamos. Puede que el asunto es que no lo meditamos. Debemos hacerlo, y desde ya. No tiene sentido que con tanta información nos declaremos, sin más, incomunicados. No puede ser. Hemos tardado mucho en llegar donde estamos. Nos ha costado mucho trabajo. No echemos a perder todo lo conquistado. Tengamos paciencia, prudencia y todo tipo de contemplaciones y de miradas hasta llegar a ese punto donde nos sentiremos más inteligentes, más nosotros mismos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Pertenencias y entregas comunicativas

La sociedad se pertenece a sí misma, y por ella, y para ella, para su presente, y para su futuro, debe laborar. Vamos a intentar reiterar los pensamientos, y, con ellos, lo que tiene valor de verdad para todos. Quedamos en esta noche, que convertimos en día con la comunicación de los sentimientos que nos hacen libres, que lo somos. Hemos contemplado luces en las que nos vemos como somos, o como nos gustaría, y luego nos divertimos enseñando querencias que nos liberan de males que antes nos asustaron. Quedan sorpresas, pero las advertimos de otro modo. Tenemos capacidades que hemos de desarrollar en un nuevo ambiente, que será nuestro en su totalidad. No quiero quedarme atrás. No debemos sesgar el futuro.

Hablamos de experiencias en las que nos asomamos al exterior para decir que vale, que basta, para luego reciclarnos y empezar de nuevo. Estamos listos para un aprendizaje que será continuo, o eso pensamos y esperamos. Hemos añadido salsa, condimento, experiencia, situaciones claves, sensaciones, preferencias de cariños que haremos inmensos como la vida misma.

No dejemos que las cosas ocurran. Intentemos, sí, que sean sencillas. Hemos sumado en el instante menos fugaz con un anhelo de compartir universales, presencias, caricias en sentido intelectual... Fomentemos los aires de libertad que nos da la conversión a través de los hilos de una comunicación graciosa. Las capacidades están ahí. Sentemos las bases de relaciones profundas con unos elementos liberadores respecto de lo que tiene, o debe tener, un cierto sentido. Lo ideal, hoy, como ayer, es posible.

La vida es en un trayecto de esperanza. Hemos agudizado el ingenio con una perspectiva en la que todos/as debemos caber en el empeño del consenso, del acuerdo, de la vida en común. Hablemos con un criterio de mejora, de entrega a los corazones más nobles. Aprendamos de esos errores que, durante un tiempo, nos hicieron consumirnos en la soledad. No es buena, ni para nosotros, ni para nadie. La existencia ha de fortalecerse con unas líneas de esperanza. No dejemos que las nubes enturbien las razones de un futuro en comandita. Nos pertenecemos. No somos sin los demás, que han de interesarnos sanamente.

Las comunicaciones en todo nivel, de todo orden, con positivas posturas, con aires de grandeza, buscando ser más que tener, elaborando un futuro donde todos ostentaremos un papel señero, sustentan lo que, sin definir, queremos hacer. Contemos los pequeños detalles y tratemos de negociar lo que sea menester. Al mismo tiempo, aprendamos. No hace falta que diga que no importa repetir: es así como queda constancia de lo destacado. Las entregas son pertenencias, y éstas no han de llevar a más bondades, a más deseos en positivo, rodeados de valores que sí nos pueden hacer universales.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Referencias comunicativas

Las actitudes comunicativas son todo en los mismos procesos de intercambios de información, de opiniones, de perspectivas sobre hechos y acontecimientos. Procuremos hacer las cosas bien, lo mejor que podamos, y mucho más en un ámbito tan sensible como la comunicación. Detallo lo que siento hoy. Es cuestión de predicar con el ejemplo. Nos lanzamos a la experiencia de una compatibilidad manifiesta. Lo prioritario busca lógicas. Nos damos un cierto rigor que no es científico. Seguimos los cursos de un río que ha de aumentar el caudal del conocimiento. Resolvemos las alturas de aquellas miradas que nos sorprendieron en otras etapas. Las consultas se han hecho, y ya damos con lo más afirmativo. Reitero mis ansias de encontrar las ocasiones que nos reglan valores con los que creceremos en un nuevo tránsito. Tendremos que pugnar por la vistosidad anónima, ésa que alimenta el espíritu, la que nos llena con bagajes de géneros diferentes, con los que crecemos.

Tendremos que reservar fuerzas para debatir, para dialogar, para prosperar a través de la palabra, que nos ha de emplear, que hemos de utilizar, en la búsqueda del consenso, del acuerdo, de algunas cuentas que nos plantearán ambientes de los que aprender con definiciones que nos alimentarán las capacidades más polivalentes. Incrementemos los recursos sin costes, sin utilizar más de lo que poseemos. Rentabilicemos todo cuanto hagamos. Nos indicaremos hitos nuevos que deberemos utilizar como referencias. Nos apoyaremos.

Nos refugiamos hoy en los términos que nos subrayan aprendizajes que complicarán los itinerarios, pero que, al mismo tiempo, nos insistirán con arreglos oportunos. Siempre se recoge en las dificultades. Son buenas maestras. No hemos de imponernos. Hemos de adecuarnos, de amoldarnos, de actuar con repasos de lo que sucede, de cuanto es, de lo que vuelve por un camino que fue distracción en la norma más sincera. Gustemos con placidez, sin prisas, recogiendo lo más valioso, que no siempre es lo que tiene más precio.

Deberíamos estar de enhorabuena. Prestemos servicios a los demás. Intentemos que las obligaciones de las prevenciones nos conduzcan a ese mundo maravilloso del entendimiento global. Es posible. Las fortunas más fuertes son las que emanan del intelecto en conjunción con el corazón. Subrayemos lo que es interesante e importante de verdad. La comunicación será básica para ese tipo de apercibimiento. Daremos con los cánones de flores hermosas. Toda emoción es maravillosa. Tratemos de no ignorar lo que tiene un paciente sentido.

No desfallezcamos en los intentos. Hemos de sacar fuerzas de donde sea para acercarnos a esos parámetros en los que ser más auténticos. Las buenas intenciones tienen que movernos hacia buenos resultados. Debemos estar convencidos de ello, pues ayuda a que las cosas salgan de manera conveniente para todos. La brillantez tiene mucho que ver con la belleza interior. La franqueza también contribuye a ir por una senda oportuna. Si queremos que la comunicación sea una referencia hemos de pensar y defender que lo es.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La dependencia respecto de Internet

Hemos de prevenir. Pensemos en lo que hacemos regularmente para plantear posibles problemas, y, por supuesto, resolverlos con una cierta antelación. Aunque suene a ciencia-ficción, podría ser. Es más: seguramente ocurra en alguna ocasión. Se imaginan que un buen día amaneciera y no tuviéramos Internet. Ni usted, ni yo. Nadie en todo el planeta. Sería una especie de aislamiento forzado por las Nuevas Tecnologías que demostrarían que, como todo en la vida, algo puede fallar, alguien puede no estar, y así se puede demostrar que no es tan imprescindible como pensamos. ¿O sí?

Sería un caos, siguiendo con el mismo símil, para todas las máquinas que dependen de informaciones recibidas por este conducto, y, por lo tanto, para todas las instituciones y/o empresas, que quedarían paralizadas por las dependencias que el fenómeno de la Red de Redes supone. A falta de un plan “B” para funcionar o para recibir información, tendríamos que aminorar la marcha de la producción de bienes y/o servicios, y deberíamos dejar para otro momento la solución de problemas y necesidades.

Lo que no tuviera espera debería resolverse con imaginación y volviendo, claro, más o menos improvisadamente, a métodos tradicionales. Los hospitales deberían seguir trabajando como fuese posible, aunque algunos de sus engranajes se resintiesen. También deberían laborar aquellos que velan por nuestra seguridad, a pensar de los condicionantes que podrían haber variado sus métodos de trabajo y que ahora, a nivel informativo, con la ausencia temporal de Internet, se verían mermados.

No tendríamos información, no como la conocemos cotidianamente. La inmediatez que, supuestamente, nos da tanta sensación de seguridad, debería ser sustituida por la palabra de quienes tenemos al lado. A un golpe de ordenador ya no podríamos saber qué es lo que ocurre, al menos no durante ese posible día sin Internet.

Supongo, porque puntualmente lo experimentamos, que habría una especie de vacío en nuestro interior por no conocer cosas que pueden ser “importantes”. También lo habría (el vacío existencial) por esas pequeñas cosas de las que nos enteramos y que nos hemos acostumbrado a que pasen delante de nuestros ojos. El sentido de adicción que da la supuesta inmediatez es así.

La sensación, y hasta la necesidad, en esa jornada sería recurrir a los otros, a los demás, a los vecinos, a quienes nos rodean para salvaguardar ciertos equilibrios mentales y para contar y que nos contaran lo que fuera. La cosa sería poder hablar, que la comunicación de alguna manera se pudiera hacer factible, posible. Tenemos una necesidad constante de comunicar, y nos damos cuenta de ello en cuanto no es posible hacerlo. Es aquello que nos indica que echamos en falta lo que no tenemos.

Lo peor, lo más difícil, sería superar las dependencias. Por eso, la sugerencia es que busquemos mesuras, que intentemos que lo nuevo nos de un valor añadido, y que no nos arrincone con sus posibilidades mal empleadas. Quizá esta elucubración debería servirnos para anticiparnos a momentos de cierta acidez.

Tengamos una dieta sana de alimentación comunicativa y seguro que, de producirse ese evento que señalamos, no tendríamos que soportar una gravedad que nos superaría, o que podría hacerlo. No debería. Estar preparados a nivel mental puede ser un buen recurso para evitar otro tipo de problemas. La dependencia de los inventos no debe permitir que olvidemos que hemos de estar, sobre todo, unidos a nosotros mismos. El ser humano es mucho más valioso que lo creado por su intelecto.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 8 de diciembre de 2009

El diálogo interior como base de la Comunicación

Miremos dentro de nosotros y hallaremos, seguramente, lo que indagamos fuera. La base está en el interior. La felicidad existe, según leí en alguna parte. Además, creo que es posible que demos con ella a través de compartir lo más sencillo. Me gustaría que todos fuéramos capaces de comunicar, esto es, que tuviéramos habilidad, potencialidad, ocasión y hasta deseo de hacerlo. Todo iría de otro modo. No digo yo que no habría problemas, que los habría, pero se divisarían de una guisa distinta, como solucionables, olvidando los tropiezos y buscando arreglos ante lo cotidiano, que nos brinda mercancías de toda índole.
El sueño, que seguro que otros han anticipado, sería dar con lo grave, identificarlo, para transformarlo en leve, así como elevar las pequeñas cosas interesantes a la categoría de inmensamente dichosas. Seguro que podemos. Cuanto más lo pienso más lo creo. Es cuestión de otearlo y de esforzarnos en esa dirección.
Platicar es un proceso saludable, que no siempre ejercemos. Nos decimos que no hay tiempo. Entonces, ¿para qué lo hay? Subrayamos que la comunicación es todo, que debemos relatar lo que acontece, que hemos de indagar en las esencias, que debemos procurar estar donde sea menester, que hemos de chequear lo que ocurre para ver si vamos por el buen itinerario o si, por el contrario, hemos de variar la marcha, así como su intensidad.
El sueño es claro. No le doy más vueltas. Podemos llevarnos estupendamente. Creo que debemos. La obligación en este campo es un principio de la antropología humana. No nos valen hipocresías ni faltas de coherencia, ni medias verdades, ni distancias o daños que no producen nada en positivo. Hemos de ser subjetivamente prácticos. ¿Cómo es posible que pasen tantos años con tantas cotas de soledad? Nos declaramos impotentes ante unas carencias afectivas que todos los días echamos de menos. No sé cómo es posible, pero así es. Puede que no seamos tan inteligentes como nos catalogamos.
Estimamos que es una fantasía, una elucubración de película, el tener una persona amada y que nos quiera, el tener un trabajo digno, el conseguir amoldarnos a las circunstancias, el reseñar que lo más importante es la salud y la paz interior… Lo reiteramos, pero no parece que lo creamos a tenor de muchos comportamientos individuales y societarios. Nos falta valentía para dar un golpe de timón e ir hacia otra parte. La equivocación es quedarse quietos ante este panorama.
Los aspectos más nobles del ser humano están en nuestro ADN. Los tenemos todos. Hemos de buscar, desde un diálogo interior y a través de la experiencia compartida, que la comunicación (la verdad, o un tipo de ella, o lo que puede ser convenido como verdad societaria sin engaños ni dobleces) nos haga libres entre los que nos rodean, más bien entregados a ellos, siendo rehenes de sus anhelos, que han de fundirse con los propios.
Supongo que no hay más certeza que la necesidad de dar con los corazones de nuestros convecinos. Buceemos en el interior, y veremos que no es tanta fantasía como pensamos. El punto está en obrar. La comunicación, sin duda, nos hace más nobles, más afables, más personas. Hablemos con nosotros mismos y con todas las respuestas que nos encontremos hablemos hacia el exterior, con los demás. Están ahí: de lo que se trata es de verlos, de saborearnos mutuamente.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Evolución y opciones en Internet

El progreso es imparable, y es bueno que lo sea. De ello todos nos beneficiamos. De lo que se trata, y hablamos de Internet en este caso, es de optimizar las posibilidades, que son inmensas. Es un fenómeno tan reciente que nos vemos obligados a permanentes interpretaciones y a análisis sobre análisis ante las luces y sombras que arroja. Internet está en una permanente evolución. Parece imparable. Lo es, y, además, el incremento es exponencial. No hay altos en un camino que nos transporta a posibilidades infinitas, que cambia hábitos, que nos introduce en otro universo de costumbres con constantes que varían, con variaciones que extraen sensaciones eternas.
Hay mitos contra los cuales hemos de luchar. No hay tanta soledad como se dice, pero seguro que hay pseudo-modelos que podemos y debemos modificar. Las posibilidades de relación son ingentes, y, en este sentido, hemos de salvaguardar sus mejores perspectivas.
Hemos pasado del traspaso de contenidos, de la consulta de significados, a una interacción que parece total, pero hay un problema con las fuentes, con lo importante de verdad, pues a menudo puede ser difícil conocer lo relevante respecto de lo anecdótico. Nos pueden faltar, en ocasiones, datos para dar con las mejores opciones. Ahora estamos con las webs 2.0, y pronto las 3.0. Todo parece indicar que los objetos podrán intercomunicar pronto, muy pronto, y un coche, por ejemplo, será capaz de ir de un lugar a otro interpretando datos que le llegan por una serie de sensores.
Por el camino encontramos una serie de problemas: las posturas aislacionistas, la falta de conocimientos para elegir, las fuentes interesadas (probablemente siempre lo son), los controles del sistema (claros y de otra índole), la brecha digital, la falta de implantación en algunos sectores de la población (todavía mayoritarios), el contraste de pareceres y de cifras y eventos… No es fácil. Es, el nuestro, un mundo de profusión, y ya sabemos que el mayor enemigo de la información es la saturación. Estamos apostados ante una era que marcha en esta dirección.
Existe una nueva forma de comunicar, o quizá sea más apropiado decir que se dan muchas maneras de comunicar con ese soporte universal que es Internet. El aprovechamiento de tiempo y de energías es absoluto. Las imágenes nos conducen por vericuetos que explicitan con claridad que ocurre de todo, aunque no siempre comprendemos ese absoluto. Debemos evitar sentirnos atrapados entre sensaciones y actuaciones tan desbordantes como emergentes. Más que buscar soluciones hemos de evitar problemas.
La mejor protección es el conocimiento. Internet ha de ser contemplado como un fenómeno nuevo, o no tan nuevo, que nos ofrece todo, pero, en primera y en última instancia, la decisión es nuestra. Para dar con lo mejor, no lo olvidemos, y si ello es posible, hemos de tener una postura infatigable de reconocimiento de lo que sucede. Tenemos medios, pero hemos de saber escrutarlos e interpretarlos tras un oportuno análisis.
Muchas cuestiones quedan sin respuesta como, por hacer una consideración, aquellas que se refieren a qué hacer con los datos que se obtienen por los usos que hacemos de la Red de Redes, o incluso debemos referirnos a la interrogante de cómo solucionar la baja cifra de uso de Internet en los países desarrollados (apenas el 20 por ciento de la población). No dejaremos de lado el uso cualitativo de la Red y la falta de opciones en los países del Tercer, Cuarto o Quinto Mundo. Muchas dudas, pues, ante tanta información, y ante tanta demanda. Tras más de dos décadas de universalización de Internet, con la llegada de una nueva generación de móviles, son muchas las incógnitas que debemos despejar ante un caudal de posibilidades que no han de quedarse en meras cifras matemáticas. Creer en Internet es algo más. De momento, lo que toca es despejar esos desconocimientos y mirar con un ánimo positivo. Calculemos las opciones y veremos que el futuro es igual a progreso, y que éste es equivalente a mejora sincera. Seamos “integrados”.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Respeto de todos los derechos en la comunicación periodística

El axioma ha de ser claro: los derechos y libertades públicas e individuales han de ser el referente en las prácticas periodísticas. Hay veces en que las condiciones de los medios periodísticos alteran los mensajes. En tales casos hemos frenar algunas tendencias. Nos explicamos. Las prisas por llegar los primeros a la hora de informar nos han dejado, a los periodistas, con la credibilidad por los suelos, y sin esa valoración es difícil que podamos defender el campo de la información con el ahínco y el tesón que nos gustaría y que seguramente tanto precisamos. Hemos de huir de las premuras, del sensacionalismo, del divertimento a ultranza, de las informaciones sin cautelas, y nos hemos de implicar mucho más por llegar a tiempo, pronto si es posible, pero, ante todo, debemos hacerlo en óptimas condiciones.
A menudo, cometemos ciertos errores, proferimos unas torturas que ocasionan que las víctimas se precipiten antes de ser juzgadas en el abismo de un juicio que no tiene, ni mucho menos, las garantías mínimas constitucionales. Estamos, los profesionales de la información, para ser testigos, para trasladar lo que dicen instituciones y ciudadanos, pero con el debido contraste, sin acusar antes de que se produzcan resoluciones judiciales. No secuestremos la realidad, ni mucho menos la verdad, o las consecuencias serán muy duras para el sector, ya diezmado en su credibilidad.
Vivimos del crédito que nos da la ciudadanía, o que debería darnos. Sin él, no somos nadie como colectivo profesional. El periodista vive de decir la verdad, pero los ciudadanos y ciudadanas no piensan que la digamos, y así lo resaltan en las encuestas que hacemos al respecto. Hemos de cambiar de actitudes. La presunción de inocencia, el derecho a la intimidad, la preservación de la imagen, de los menores, de los más desfavorecidos y de los que precisan de garantías suficientes para tener una determinada presencia social han de sostener la estructura de la Comunicación y del Periodismo. El papel del periodista es esencial, y hemos de demostrar que lo es, que lo sigue siendo. Refresquemos conceptos.
Llegar los primeros no tiene sentido, si no decimos las cosas de manera adecuada. Debemos hacer los relatos contrastando las informaciones, destacando lo que sabemos, y lo que no conocemos con certeza ha de ser entrecomillado, puesto en cautela, con los términos de presunción que sean menester. Ya habrá tiempo de contar el resto de la información cuando sepamos las cosas con más precisión. Aparezcamos con los datos exactos, o esperemos a tenerlos. Las exclusivas hacen daño cuando no son tales, o cuando son frutos de mentiras, o cuando son medias verdades, que son las peores falsedades.
Además, cuando nos equivoquemos, hemos de saber pedir perdón, de dar las respuestas necesarias, de corregir los datos incorrectos, de dar las versiones adecuadas, procurando que la sociedad sepa en todo momento lo que sabemos de verdad. No tengamos prisa, por favor. El exhibicionismo, el amarillismo, la búsqueda de la truculencia, a menudo para dar con más audiencia, hace un daño tremendo a los profesionales y al sector y nos introduce en una dinámica dañina y de tierra quemada.
No olvidemos que el derecho a informar tiene sus límites en el respeto de los derechos de la ciudadanía. Por otro lado, hemos de ponderar las libertades y las consideraciones de todos/as: cuando hagamos más daño que beneficio, en el caso de equivocarnos, hemos de mantener la información guardada hasta que sepamos que los datos son ciertos, o hasta que podamos complementar las visiones que tengamos del acontecer que nos ocupe.
Volamos muy alto (hemos de recordarlo), y tenemos una responsabilidad con la sociedad y con todos y cada uno de sus integrantes. No hagamos mal la labor periodística, o la interpretación que se tiene de nosotros perderá muchos enteros, quizá demasiados. Estamos a tiempo de enmendar la plana, y de ir con un poco de más sosiego. No infrinjamos torturas a posibles verdugos antes de saber si lo son, o, de lo contrario, si lo hacemos mal, se presentarán como víctimas anticipadas de un sistema que no terminamos de aprovechar en todas sus fases y elementos. Busquemos calidad, fundamentalmente, en vez de cantidades en todos sus extremos, que nunca son buenos.
Lo importante no es ser los mejores y los más famosos: lo importante es ser buenos. Lo que pedimos es autocontrol. El fin primero y último ha de ser la ciudadanía, a la cual servimos por mandado constitucional. El respeto estricto y escrupuloso nos hará recuperar el prestigio social que es la base de nuestro quehacer.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Escucha y quehacer comunicativo

La escucha y el quehacer comunicativo son dos vectores del mismo fenómeno. Apostamos por una nueva visión, o por un refresco de la de siempre. Vivamos la comunicación escuchando, tendiendo puentes para conocer y para trasladar asuntos. La mañana nos llega con afanes de aprender, de ser, de vivir los aspectos comunicativos más nobles, más fortalecidos, más conformadores de una realidad plural, repartida, equitativa, grande, compartida. El fenómeno de la comunicación lo hemos de convertir en algo bueno. Sí, aparece un nuevo día, amanece, nos conforta, nos añade como personas al ecosistema de la Naturaleza, que nos imprime más caracteres frontales. Sabemos más porque nos planteamos ese quehacer.

Nos gusta lo que se nos ofrece con unos reclamos donde hemos de demandar más aprendizajes. Nos insistimos con fórmulas y recetas con las que apostamos por un futuro que nos susurra al oído. Hemos de estar a la escucha. Es bueno, incluso necesario. La flamante jornada nos ha de facilitar los ánimos suficientes para asistir a cautelas y formulaciones para reponer la voluntad de otros momentos, nuestros para siempre, dados, insinuados, reales.

La existencia humana se compone de anécdotas y de situaciones que podemos elevar a categorías mucho más hermosas. Nos hemos de adecuar a planteamientos serenos, y para ello hemos de conocer lo que acontece, lo que nos imprime caracteres y semblantes con los que incrementar nuestros conceptos de ciudadanía. Hemos de ser, más que tener, y para perseguir y obtener ese afán debemos promover cambios, mutaciones tranquilas, sosegadas, sin prisas, pensando que, poco a poco, podemos adecuarnos y acercarnos donde más cosecha compartida podemos definir y recoger.

Los nuevos días han de traer quehaceres repetidos, ineludibles, y otros nuevos, que serán la salsa de las condiciones en las que nos vemos envueltos. Hemos de insistir. Las treguas han de ser para analizar lo que llevamos a cabo, pero, acto seguido, hemos de buscar sin descanso lo que nos puede hacer felices. El fin de la vida ha de ser fermentar y fomentar la dicha, para nosotros y para los demás. Esperemos que no falte.

Juntemos esos aspectos que nos han de dar el aguante preciso para acercarnos donde hemos de ser entre realidades dispares, complementarias, y ajustadas a intenciones con las que apuntar hacia lo más serenamente distinguible. Comunicación, siempre comunicación: es la base de la escuela que hemos de diseñar. La escucha es, ante todo ello, una necesidad, un planteamiento básico. Tengámosla como gran compañera. Los frutos de esa coyuntura que proponemos se transformarán en pura estructura, y eso, creo, será bueno. Repitamos que una condición para comunicar es escuchar lo que otros saben o defienden, lo que los demás quieren saber o creen conocer.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 3 de diciembre de 2009

La llamada sensible de la comunicación

La comunicación se sustenta sobre los niveles racionales y afectivos, pero hay más cosas que debemos tener presentes. Hablar y escuchar: ésa es la base sobre la que construimos el intercambio de pareceres tan sustancial en el aprendizaje humano. El proceso de comunicación, tan repetido en manuales y charlas, es todo un fenómeno de posibilidades abiertas, donde los trayectos y resultados tienen más que ver con las sensibilidades y con las vocaciones de cada cual, esto es, de las personas que comunican, que con el propio afán en sí.

La sensibilidad es fundamental para llegar a los otros. Los afectos, los sentimientos, los intereses subjetivos, las intenciones (las buenas son las que defendemos), los aspectos cognitivos en su grado más supremo… todo conforma una realidad que nos ha de transportar a un brillo donde la normalidad ha de lucir constantemente. Ésa debe ser nuestra pretensión, ahora y siempre. Es mi perspectiva personal, claro.

Todos los elementos cuentan: emisor, receptor, mensaje, canal, códigos, contexto, retroalimentación, etc. La cesión de intereses, la confluencia del habla y de la escucha y los perfiles más pro-activos han de determinar la calidad de un proceso donde todos podemos ganar con su puesta en marcha, con su continuidad expresiva y con la receptividad de los fines que se persiguen más o menos explícitamente.

La vocación ha de ser la del entendimiento. Los otros nos interesan, y hemos de procurar que nos lleguen sus contenidos, como a ellos les deben llegar los nuestros. Ése es el viaje que hemos de protagonizar día tras día, sin descanso. Debemos poner todo el empeño del que seamos capaces para atesorar conocimiento y consenso. No se puede entender el uno sin el otro. No cejemos en esa pretensión, que produce más luces que sombras.

Ponernos en el lugar de quienes comunican con nosotros o con los cuales queremos comunicar es el sustento de todo el proceso. Movámonos, pues, con sus visiones, con sus similitudes y diferencias, con lo que hacen y con lo que no. Vayamos hacia ese portal de consumaciones de credibilidades. Sin ellas, no somos en este proceso, en el cual tenemos que creer desde la experiencia, cumplimentando el formulario de la existencia humana, construida sobre muchos vectores de influencia.

El nexo, por lo tanto, ha de ser el resultante de expresarnos teniendo en cuenta todos los resortes y/o elementos del proceso comunicativo, desde el camino de la sensibilidad y con el afán permanente de comprender a los que nos hablan o nos escuchan. Tengamos en cuenta que hay mucho en juego, y que, además, podemos ganar mucho más que perder. El corazón y la mente son los ejes sobre los que edificar el conocimiento y la complacencia, y así ser mejores personas. Intentemos escuchar la llamada sensible de la comunicación.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Si comunicamos, somos amigos

La actividad comunicativa genera fenómenos de valor inmenso: uno de ellos es que fomenta la amistad. Se trata de dos procesos, de dos hechos, de dos resultados desde orígenes compartidos. No se entiende la una sin la otra. No podemos concebir la amistad sin una verdadera comunicación, sin que planteemos todas nuestras dudas, nuestros sueños, nuestras simpatías y errores, si los hubiere, sin que hablemos de lo que ocurre, de lo que nos perturba, de lo que nos interesa y nos complace, de aquello que nos otorga un valor añadido, de aquello otro que no revierte tanto en el resultado apetecido, de todo, vamos. Hemos de conversar, de platicar, de consultar, de expresar lo que portamos en el interior, con el afán sincero de recabar perfiles que ayuden a que todo crezca de la mejor manera posible.

Si no hablamos de todo lo que nos concierne, de lo que nos ocupa y preocupa, no podemos considerarnos amigos de quienes nos rodean. Por eso, el concepto de amistad es mucho más amplio que el de familia. Ésta nos viene dada con determinadas condiciones y circunstancias, mientras que a los amigos los elegimos nosotros, y, además, lo lógico es que la elección tenga que ver con planteamientos de conocimiento previo. Debe.

No podemos, pues, hablar de amistades respecto de los meros conocidos. De un amigo hemos de saber su comportamiento, sus actitudes, sus gustos, sus intereses y objetivos, sus fortalezas y debilidades, lo que haría en situaciones más o menos delicadas o extremas, etc. Si dudamos, si no sabemos con certeza lo que podría llevar a cabo, es que no lo conocemos bien, y, si no somos capaces de hablar de él desde el conocimiento previo, es que es un verdadero amigo: vamos, que no lo es.

Claro que el fracaso en la elección o en la definición siempre es de quien la hace. Los amigos no nos dan largas, no nos defraudan: somos nosotros, si los consideramos como tales, los que hemos optado mal, en el caso que no nos ayuden o no contribuyan ante una necesidad que nos surja. La vida es tan amplia que hemos de saber dar con respuestas, porque las hay variadas, ricas en espíritu, amoldadas a cada cual.

Es evidente que, para elegir bien, hemos de tener tiempo, hemos de saber escuchar, hemos de tener una labor pro-activa que nos transporte a resultados de conocimiento del otro o de los otros. Si no hacemos estos “deberes”, difícilmente daremos con los resultados de entrega y de devoción mutua que han de caracterizar a toda amistad que se precie.

Por resumir, no hay amistad sin comunicación, ni comunicación que no derive en amistad. Ya se sabe que el roce hace el cariño, y el primer acercamiento nos viene de la palabra, de los gestos, de las intenciones y hechos que manifestamos con los diversos códigos y lenguajes que manejamos, o que podemos manejar. Frecuentar las dos caras de la misma moneda brinda una riqueza intangible que podemos saborear cada día. No olvidemos que no hay más alto valor que ése por el que no se puede pagar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 1 de diciembre de 2009

Procurar la mejoría comunicativa

Los procesos de información son constantes. Hay aciertos que hemos de potenciar y errores, también cotidianos, que hemos de mitigar. Hagamos todo lo posible por conseguir que la comunicación opere en nuestras vidas y que éstas, con ella, crezcan. El esfuerzo comunicativo ha de estar bien incardinado, aunque fracasemos. Hemos de adecuar el discurso con una promesa de dirigirnos hacia ese proceso que supone la comunicación en estado puro. Busquemos, y seguro que hallaremos. Hemos de embarcarnos en aspectos de convencimiento y de preparación hacia el encuentro pacífico más creíble. La virtud está en el plano medio, pero hemos de arriesgar un poco más.

La prudencia es la guía, pero debemos asomarnos al exterior de una materia que nos propone seguimientos hacia estelas que nos invitan a mirar al mar casi océano, por grande, por ingente, por aglutinador de conceptos y de realidades. Escuchemos, tengamos en cuenta todas las variables posibles, y tomemos medidas al respecto.

Salgamos del caparazón que puede ser protector, y digamos si la senda nos llena. Si no lo hace, hemos de cambiar el “chip”, la mirada, la perspectiva. Ganemos terreno al silencio, que casi nunca es rentable, y tratemos de entablar unos enlaces con los que unir deseos, anhelos y planteamientos variados con los que incrementarnos espiritualmente, con los que ir más allá, con los que adelantar las posibilidades con las que nos sentimos, o debemos sentirnos, más colmados.

Hemos de procurar mejorar. El tesón es fundamental. Debemos ir más allá. Generemos posturas novedosas, cercanas, hechas a la medida de los planteamientos con los que hemos de crecer. La vida es aprendizaje perpetuo. No dejemos de buscar la docencia, pues, si no tenemos ese deber como elemento básico, no llegaremos a ninguna parte. Debemos estar unidos.

El directo es la misma existencia, que ha de nutrirse de cuestiones que hemos de considerar básicas. Gestemos emociones, brillemos, demos, estemos abiertos a recibir e indaguemos con el afán de articular más actitudes aleccionadoras y de aprendizaje de presente y de futuro. No nos quedemos cortos. Tampoco vayamos sobrados. Tengamos la mesura como referencia.

La singladura ha de marchar siempre hacia el horizonte de la comunicación, de saber estar, de estar entre los demás, de quienes hemos de procurar aprender constantemente. Claro que podemos. Consideremos también que recibimos mucho más que damos cuando estamos ofrecidos sin solución de continuidad. Probar con la medida del corazón es una buena práctica con la que hemos de cosechar interesantes frutos. Saborearlos es un placer que no debemos perdernos.

Juan TOMÁS FRUTOS.