jueves, 31 de marzo de 2011

Optimizar con mesura

Estamos inmersos en una enorme crisis económica. No descubro nada. Es más: la noticia más recurrente en los últimos dos años es ésta: el término está presente en el 60 por ciento de las informaciones con mayor visibilidad. Tanto es así que hemos saturado en exceso, y todo lo que sea economía se ve con desconfianza y perplejidad, hasta el punto de que se percibe esta coyuntura, en algunos estadios y estamentos sociales, como insalvable, lo cual no es bueno.

Lo que ha ocurrido en nuestro país en los últimos años es que hemos crecido mucho y muy deprisa, hecho que ha generado que dejemos por el camino valores que habíamos interpretado desde siempre como esenciales: nos parecía fundamental tener salud y amor, ser felices, contar con tiempo para los amigos y familiares, para descansar, para ser nosotros mismos, para analizar incluso cuanto hacemos…

Muchas de estas cosas las hemos sacrificado por un cierto camino de la precipitación, y, cuando la economía ha fallado o faltado, o ambas cosas, nos hemos encontrado con la frustración del tiempo perdido de Marcel Proust, y eso asusta, queridos/as amigos/as.

Por ello hemos de recoger la cosecha de esta puesta en cuestión, que es lo que significa en griego “krinei” (crisis), y, con un cierto propósito de enmienda, nos hemos de enfrentar a la situación actual en la idea de que, desde la generosidad y la solidaridad, podremos salir adelante. No debemos pensar en más alternativa que la búsqueda del equilibrio, de la justicia, de la equidad, refrescando los cruciales valores de la Democracia y de la buena convivencia.

La vida es política y economía, pero todo no resume en estos bastiones. Fundamentalmente somos seres humanos: es nuestro principal activo, y, como tal, lo hemos de defender. Probemos. Quizá podamos ser más dichosos, y con esa dicha creceremos en lo personal, en lo afectivo, en lo profesional, y con seguridad también en lo económico, pues la vida son ciclos que, en todo caso, hemos de saber optimizar con mesura y con buenas prácticas. Intentemos tener un buen día.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La Concha de Luz de Isabel Miralles

"Concha de Luz" es el íntimo título de un libro extraordinario que es obra de Isabel Ascensión Martínez Miralles, a la sazón actual responsable de la Asociación de Escritores Murcianos (AERMU). Lo presentó en sociedad en un acto celebrado en el emblemático Instituto Licenciado Cascales de Murcia.

Se trata de un magnífico poemario en el que se acerca a la figura de su madre y en el que se mezclan recuerdos de todo tipo, incluyendo experiencias duras que marcaron a la escritora, como fue el propio fallecimiento de su progenitora. Su casa, las calles de alrededor, la familia, las conversaciones, los momentos de dulzura y de dolor se entremezclan con una visión onírica y anhelante de una persona que, según dijo su autora, le ha definido densamente en todo cuanto es.

Con este libro, con las situaciones que describe con una hermosa factura técnica y poética, nos sentimos identificados, y con él lloramos y sonreímos como si estuviéramos hablando de pasajes vividos por el propio lector. Isabel Miralles descuella de manera particular con esta obra, que aporta mucho significado en torno a su talento y a su sensibilidad.

Juan Tomás Frutos.

La Primera Víctima

Se habla, hoy en día, de sistematizar las víctimas que se producen y también de catalogar aquellas otras que se desarrollan como consecuencia de la labor más o menos meditada de los medios de comunicación de masas. Ésa es una tarea pendiente, difícil de realizar, y con seguridad sin unos límites convenientemente marcados, habida cuenta de que irán surgiendo, si nos ponemos manos a la obra, más denominaciones y conceptualizaciones de las que pensamos.

La vida es lo que nosotros hacemos de ella, en función de lo que determinen las circunstancias que tengamos en cada momento. A menudo hay etapas cruciales, pocas, que caracterizan a las demás, esto es, a la mayoría de los días, meses y años que experimentamos. Ortega y Gasset decía que somos nosotros y nuestras circunstancias, aludiendo a lo mismo que estamos diciendo aquí. Por eso, porque hay un yo en la reflexión del afamado filósofo, es precisamente en este punto donde debemos y queremos hallar “la primera posibilidad de víctima”.

El que nos sintamos más o menos culpables, el que seamos más o menos felices, el que tengamos más o menos moral, el que seamos más o menos bondadosos y fieles a nuestras convicciones, el que toleremos, el que busquemos la belleza, el que disfrutemos con lo poco, el que tengamos mesura y comprensión hacia los otros, el que nos conformemos con lo que poseemos con la suficiente gratitud… el que seamos dichosos con lo que somos, en definitiva, influye en nuestra forma de vivir y de ser, en nuestras actitudes.

La primera víctima en nuestras vivencias somos nosotros, si no somos capaces de ver con ojos plenos de hermosura, de comprensión, de compasión y en busca de alicientes sin más compromisos que esforzarnos para que las cosas vayan a mejor hasta donde sea posible. El intentarlo es ya un éxito. Lo que ocurre es que no siempre ponemos ese empeño.

Por eso, la recomendación es amarnos primero a nosotros mismos, como diría Agustín, y a partir de ahí brotará el amor hacia la Naturaleza y hacia toda la Creación. Ya se sabe que es más fácil perdonar, creer, comprender, sentir, ver en positivo, etc., si amamos a los protagonistas de las acciones que tenemos que catalogar siempre teniendo como origen la estima interna y a nuestro propio ego como punto de fermento.

Nosotros

En este mundo de prisas, de competencias, de aceleraciones, donde el corto plazo es el rey, la primera víctima de lo que hacemos, de lo que omitimos, de aquello que es perjudicial, incluso de los triunfos, somos nosotros, pues pagamos un alto coste en perspectiva, en ánimo, y en visión de presente y de futuro. Por desgracia, a menudo el tiempo se pierde en cosas nimias, y, por ende, no siempre vemos lo importante. Además, consentimos recurrentemente en aplicar períodos de estudio a cuestiones que no nos sirven para avanzar, si acaso para gestar más enfrentamientos y frustraciones.
Ante los fracasos reales o ficticios que nos rodean, lo primero que debemos defender es el equilibrio mental propio y de nuestro entorno, para que seamos capaces de enderezar el rumbo de aquellos eventos que no salen como queremos, o como pensamos que deberían suceder, amén de la serie de acontecimientos accidentales que se producen sin que les tengamos que dar más significación que el interiorizar que la vida es así, y, pese a todo, nos debemos insistir que hay que seguir. No podemos caer ni dejar caer, a las primeras de cambio, a nuestras almas, pues, si así sucede, detrás irán nuestros cuerpos.

La primera fortaleza, consecuentemente, ha de ser interna. Hagamos acopio de energías para capear los períodos de crisis (inevitables, por otro lado), y para saborear el día a día con sus pequeñas y grandes opciones, que las hay. Saquemos provecho a lo cotidiano y evitemos ser víctimas innecesarias de nuestro propio afán o de la carencia de carácter. Por lo tanto, cuidemos las formas y los elementos internos, pues esa víctima interior que podemos llevar dentro es la más peligrosa, fundamentalmente por difícil de detectar. Vayamos adelante.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 28 de marzo de 2011

Por un uso responsable de Internet

Las etapas de la evolución humana se sustentan sobre hitos determinados, como son el descubrimiento del fuego, de la rueda, el uso de herramientas, la utilización del hierro y, luego, de otros metales, la llegada de una agricultura sistemática, la implantación de una industria más o menos precaria hasta los estadios actuales… Cada cierto lapsus de tiempo ha ocurrido, y sigue sucediendo, un cambio fundamental, una transformación extraordinaria que nos lleva al género humano a realizar un paso de gigante. A veces más que eso.

En todos esos acontecimientos extraordinarios se daban toda una serie de pautas, de momentos, de trasiegos, de mejoras o de cambios que nos conducían con una velocidad más o menos sosegada a una era nueva de más brillo en lo que eran los logros intelectuales y manuales del ser humano en el planeta tierra. Ahora todo eso ha cambiado con Internet.

Ese fenómeno de entrelazado de redes, que ya no es tan nuevo, pues se remonta a finales de la década de los 60, nos viene aupando, sobre todo en las últimos diez años, a una atalaya desde donde divisamos un ritmo frenético de crecimiento y de transformaciones en los órdenes más diversos. Es genial. Nada es comparable desde una óptica cualitativa y cuantitativa a lo que ha acontecido en nuestro devenir, a pesar de los hitos que hemos destacado.

Como todo invento, como todo avance, hay un antes y un después. Las rutinas de trabajo, de ocio y de estudio, las familiares, las modas, las visiones del universo y de la existencia… todo tiene una perspectiva distinta desde que apareció Internet, desde que se metió en nuestras vidas, desde que forma parte del propio entorno, en lo físico, en lo mental, en lo real, en lo virtual, en lo que hacemos, en lo que pensamos, etc. En este sentido, no hay parangón, como hemos resaltado, con otros momentos históricos.

El cambio ha sido radical, total, consiguiendo que el concepto de globalidad tenga sentido. Nada escapa a la red, que nos permite viajar por todas partes en tiempos paralelos. Accedemos a tanta información que nuestros ancestros pensarían que estamos soñando si fuéramos capaces de hacerles palpar lo que ahora experimentamos. Nos dirían que es imposible.

Y, sin embargo, es posible. Como todo invento, como todo desarrollo de una nueva panorámica cultural, Internet tiene sus lados buenos y aquellos otros que no lo son tanto. Depende del partido que le saquemos a todo ello, de los beneficios o perjuicios que seamos capaces de afrontar y optimizar.

Ángeles y demonios se disputan el uso o el abuso o mal uso de este gran instrumento de labor en todos los órdenes que es la Red de Redes. Por eso es preciso que la normativa jurídica, que los usos sociales, que las demandas de todas las Organizaciones y Administraciones sean en la dirección de democratizar Internet en un sentido de amplio y cohesionado conocimiento de cuanto ocurre y se manifiesta en ella. Si estamos pendientes de que se optimicen los recursos, de que se generen los universales griegos más íntimos y solidarios, si corregimos los desniveles o perjuicios, fomentando unos usos responsables y equilibrados, seguro que haremos de este fenómeno algo mejor, al tiempo que el futuro también lo será, lo cual quiere decir que todos seremos más felices. Éste debería ser el fin primordial de Internet. Acaso lo sea. Hagámoslo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 25 de marzo de 2011

Laborar con pasión

Sellamos algunas claves que hoy no vemos como al inicio. Nos hemos puesto a laborar con pasión.

La actitud de comunicar

Secuenciemos las expresiones de las que aprendemos un día sí y otro también, y hagamos caso a ese corazón que nos ha de iluminar en los instantes de más pasión. No seamos siempre sensatos. La astucia se ha de desarrollar desde la más óptima de las finalidades.

Insistamos con los procesos que reiteran las cansadas miradas, que han de llevarnos hasta la cima de los aprendizajes que extenderemos hasta la terminación de nuestros objetivos, que no han de marcarse ni en lo temporal ni lo espacial.

Simpaticemos con los entornos de las mejores maneras posibles y tratemos de no cansarnos. Las vidas han de ser. Las veces llegarán, irán llegando, serán. Hemos de apuntar alto con la pretensión de compartir, de dar con lo común.

No sentemos cátedras absolutas y veamos todo con la relatividad de lo relevante, que lo es en la medida de su conocimiento, aceptación y flexibilidad para acercarnos al punto central, incluso a lo intermedio, a lo que recoge cosechas de todos.

Sintamos la paz de aquellos que nos vienen con sus toques maestros. Agudicemos el ingenio para compartir con los demás. Todo ha de servir para tender puentes, para que las grandes causas funcionen, y también las pequeñas, claro. Las olas nos deben portar a la mejor de las playas, a ese ideal que nos permitirá el aprendizaje total. Acudamos a vernos bien. La actitud de comunicar, la buena (o su intento, al menos), contribuirá a ello.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Buenas vibraciones comunicativas

Reparemos los entuertos, y seamos "pequeños quijotes" en busca de aventuras de mejor final. No consideremos la inacción como base del sistema vital. Hagamos todo el bien que podamos, incluso con el riesgo de equivocarnos. Expongamos lo motivos, seamos bondad o aspiración a ella. Dirijamos los mejores esfuerzos, que han de ser un poco de todo.

Simpaticemos con la mejor comunicación y sentemos las bases de un modelo que nos ha de servir ahora y siempre. No juguemos a perder sin motivos. Realicemos el milagro del intento de mejora cotidiana. No sellemos los compartimentos en los que nos movemos y aumentemos los anhelos de ser libres, que podemos y debemos.

Aseguremos los procedimientos con el afán de extender los elementos positivos, las ilusiones, las grandezas de unas realizaciones que no deben quedarse atrás. Hemos de consolidar los deseos, las gracias más serenas, los distingos y sus implicaciones más o menos ciertas, exprimiendo las ocasiones que se vayan dando.

Aseguremos la felicidad rodeándonos de los aliados espirituales, de los que nos recalcan con sus buenos oficios las caricias de un quehacer sin paradigmas extraños y sin plazos determinados. Hemos de auspiciar las simpatías y el conocimiento con resultados societarios. Han de cuidarse los principios y los finales, y hemos de rentabilizar los intermedios de cada día, que son esa cotidianidad que nos rodea con ocasiones que no hemos de dejar pasar.

Constantemente comienzan procesos comunicativos que debemos alimentar con sus dones más especiales que, a menudo, son los más sencillos. Miremos bien, sin prisa, y seguro que ya llegaremos, cuando sea oportuno, a esa meta que nos regala buenas vibraciones.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 21 de marzo de 2011

Comunicación con nuestros semejantes

Evitemos la noche comunicativa. La luz ha de brillar ante las sombras que nos pueden impedir el conocimiento y una relación consolidada. Lo fugaz es enemigo del aprendizaje sencillo y amplio. No reparemos en esfuerzos por saber más de lo que nos sucede. De todo hemos de sacar una moraleja. La permisividad respecto de lo nimio puede llevarnos demasiado lejos sin que construyamos una realidad con varios vectores de influencia. Todo es relevante, incluso lo más pequeño.

Nos tenemos que sincerar cada día, a cada paso, con lo que nos acontece. Los planteamientos han de ser más absolutos. No aguardemos milagros que no somos capaces de demandar con energías propias. Separemos lo accesorio de lo importante. Las enseñanzas nos llegan de todas las premisas.

Apuntemos hacia la concordia con el quehacer de compartir, de sumar, de añadir a los propósitos, que serán más y mejores si son colectivos. Las causas nos deben servir para comunicar con las conclusiones más acordes, con las que nos transforman para ser más joviales y serenos.

Las vicisitudes de la existencia humana nos deben conducir por itinerarios que deberemos hacer comunes. Salgamos hacia el aprendizaje más conmovedor. Las sensaciones nos deben mover hacia un positivismo empático. Las comuniones desde las experiencias han de soportarse en elementos de un mayor valor. Todo es posible, si así lo observamos.

Vivamos los pronósticos que embellecen como algo factible. Las fortunas tienen que ver más con lo intangible. No tenemos que ver todo, no tenemos que formalizar todo, no tiene que ser todo material. Lo abstracto nos diferencia, porque nos relaciona con lo no vivido, con el futuro incluso, y aquí la comunicación con nuestros semejantes es básica.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 18 de marzo de 2011

Ruido y dudas en los procesos comunicativos

Hay quien define la vida del ser humano como una permanente búsqueda de la verdad, o, cuando menos, de una aproximación a ésta. Ya se sabe que hay varias interpretaciones de la misma verdad, pero lo importante es que se sustente lo más sólidamente posible. En Periodismo sabemos que la veracidad se defiende consultando varias fuentes, ponderando derechos, siendo honestos, manifestando la bondad por encima de todas las cosas. Así ha sido, y así sigue siendo.

Lo que ocurre es que, hoy en día, estamos en una etapa de mucho ruido, diría que demasiado. Hacemos un uso excesivo de la controversia, que, a menudo, superpone las opiniones sobre los hechos, sobre las informaciones en estado más o menos puro. El término que se ha acuñado recientemente de “info-toxicación” es aleccionador de lo que está sucediendo. Todo es opinable por todo el mundo, lo cual, en sí, es algo positivo, pero habría que ponderar capas de credibilidad y de entendimiento y contextualizar bien (mejor en algunas ocasiones) lo que se dice, cómo se dice, por quiénes y con qué razones, o, de lo contrario, todo parece formar parte del mismo paisaje sin que sea sencillo discernir lo que es importante de lo que no lo es.

Lo malo es que el efecto que hemos conseguido con la confusión de soportes, con la mezcla de géneros periodísticos, con la ubicación, como decía, en el mismo plano de toda información y opinión, es que estamos trasladando al ciudadano la idea de que se sabe de cualquier evento, o parece que sabemos de todo, fomentando, en paralelo, la duda en torno a lo que acontece y/o lo que contamos (que no siempre es lo mismo), una vacilación que se convierte en la gran protagonista de nuestras vidas.

Nos viene a la cabeza, a propósito de esto, aquel viejo aserto que decía “que nada es verdad ni es mentira, que todo depende del cristal con que se mira…” Pero lo cierto es que, como bien se señala, todos los cristales no son idénticos, ni tienen la misma intención, ni persiguen objetivos verdaderamente universales y colectivos.

La preocupación sobre ello es tan seria que ya hay equipos de expertos interdisciplinares que están laborando en las Universidades sobre un asunto tan crucial como es la credibilidad de los sistemas políticos-sociales-mediáticos, y, por ende, de sus valedores máximos, los medios de comunicación. Es posible que, en esto, como en otras coyunturas y estructuras, las Tecnologías de la Información nos puedan ayudar.

En todo caso, quedan estas reflexiones, si les parece, como objeto de debate donde hemos de convenir una apuesta común por los medios periodísticos, por sus profesionales y por la sociedad misma, a la cual servimos, pues puede ser preocupante -y, de hecho, lo es- que la duda total y global se halle, en más oportunidades de lo que sería deseable, en el vértice de las verdades que contamos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 16 de marzo de 2011

El amigo Félix, en la cercana nostalgia

Félix Rodríguez de la Fuente falleció hace 31 años, efeméride que se cumple este mes. Fue un mazazo, entonces, para toda la sociedad, especialmente para los amantes de la Naturaleza y de su flora y su fauna, y, cómo no, un golpe también para los niños, que veían en él un icono en lo humano, en su calidez, en su cercanía, en su honestidad y en su compromiso como buena persona y mejor profesional en un ámbito, el de la biología, desconocido para el gran público en esos albores de una lucha motivada por un nueva sensibilidad.

Félix, el amigo Félix, fue todo un símbolo para varias generaciones. Aunaba de una manera natural y hasta instintiva esos dones que hacen que alguien sea un comunicador nato: era pura sensibilidad (en la mejor y más excelente de las interpretaciones) y genuina cercanía. Pocos como él ha propiciado el medio televisivo, y menos aún en el específico terreno de los documentales sobre la Naturaleza, por ser capaz de mostrarnos una agradable sensación de formar parte de la familia, de conocerlo de toda la vida, de aproximarnos a su alma y a su intelecto, que tenía y mucho.

Se fue hace tres décadas una gran personalidad, dejando el camino abierto para todo un género televisivo que ha vivido momentos gloriosos en cuanto a audiencias, una situación que ahora, por desgracia, no se repite.

Ha transcurrido el tiempo como una exhalación desde que nos dejó un poco huérfanos. Los años discurren muy rápidamente. El legado es magnífico, pero aún lo puede ser más si somos capaces de seguir encendiendo la antorcha de su vocación y su entusiasmo por la vida y por todas sus formas de expresión en la Naturaleza. No lo olvidemos. De hacerlo, es olvidarnos un poco a nosotros mismos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 14 de marzo de 2011

Contar y compartir

Dibujemos las expresiones más lindas con palabras que nos unan para siempre. Tenemos todo el derecho del mundo a ser felices, y hemos de intentarlo a través de los procesos de convergencia, de negociación, de relación diaria. Lo sencillo es la clave.

Nos debemos juntar con las pláticas que nos llevan a comprender los humos que alertan de estancias que pueden ser más o menos itinerantes. Nos hemos de querer mucho. Es la solución a la soledad. Hagamos caso al corazón. Apenas nos falla si lo miramos con honestidad y nobleza.

Situemos bien los hechos con sus oportunas interpretaciones. Busquemos los brillos de las experiencias, de los baremos que nos permiten aprender de todo lo vivido, compartiendo las ilusiones y los análisis respecto de lo que nos sucede a cada minuto.

Supongamos y juguemos a vivir el momento de una alegría suprema, que, cuando menos, se ha de perseguir de esa guisa. No dejemos en el tanteo lo que puede ser una amistad más que densa y profunda. No arriesguemos lo importante. Dediquemos el tiempo que sea menester.

Los elementos que nos imprimen ciertas garantías han de consolidar los valientes anhelos de una libertad que nos debe presentar bagajes estupendos. Podemos esperar el sí, que llegará, pero de lo que se trata es de mantenerlo con el sabor especial de la amistad, por la que merece la pena todo esfuerzo. Con ella hacemos más familia.
Si lo contamos incluso, si lo compartimos, mucho mejor.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 12 de marzo de 2011

Más con la comunicación

Las emociones nos sirven para acercarnos, así como las reflexiones constituyen referencias para que se produzcan verdaderas comunicaciones. Lo ideal es hallar un paso intermedio, una comunión de intereses en todos los planos.

Agudicemos el ingenio y seamos capaces de dar con las imágenes que nos marcan con impresiones complacientes en las que todos somos capaces de arbitrar respuestas a las eternas preguntas y de dar con conclusiones que nos impliquen en aprovechamientos de las experiencias diarias.

No consumamos el tiempo sin sacarle un tanto de partido. Partamos de compromisos que nos conduzcan hacia motivaciones que nos alegren los días, que nos los hagan más dulces, que nos reconozcan en sus impresiones más hermosas.

Subrayemos lo importante, las principales ideas, los sesgos más maravillosos e importemos los motivos que lo son realmente. No dejemos sin solventar las caricias de quienes nos quieren y de quienes maniobran de verdad con el consejo de aquellos que gustan con calladas que nunca serán aceptaciones absolutas. Los avisos nos han de servir para ser dichosos.

Brindemos flores con registros considerados. Nos hemos de abrir de par en par con el reflejo más consolidado. Seamos en el otro diario, con la amplia decisión de comprendernos, de sernos, de auparnos, de considerarnos desde todos los ángulos. Impliquemos lo más considerable para aprender desde la máxima felicidad. Lo es, lo debe ser. Con la comunicación más, en todos los sentidos. Avancemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ser felices con la comunicación

Vivamos la experiencia de la comunicación en grado sumo, al menos en su intento más completo. No renunciemos a aprender. Las virtudes de los procesos nos deben provenir de las compañías, buenas ellas (ése debe ser el pronóstico y el intento), con las que hemos de compartir el valor de la palabra, que existe y que es.

Nos hemos de sentar a la diestra de aquellas emociones que nos embarcan con variadas señales, que han de conseguir lo mejor de cada cual. La existencia es en todas sus variables y circunstancias.

Es posible el milagro del entendimiento desde la misión honesta y la plática. No dejemos que las cuestiones se queden en blanco o sin resolver, al menos que no sea sin un quehacer diáfano por nuestra parte.

Aseguremos los procedimientos que nos conducen por las esferas de resultados emergentes y edificantes. La paz y la justicia han de caminar de la mano, mirándose a la cara, sintiendo que las consecuencias más lógicas son las que derivan de la comprensión y del entusiasmo solidario.

Tengamos en cuenta al otro, empaticemos con él, experimentemos sus circunstancias como nuestras y separemos lo importante de cuanto no lo es. Vivamos la pulcritud de la memoria desde las buenas acciones, que nos hacen cada día mejores personas. Recordemos y efectuemos cuanto sea menester para ser felices y para conseguir que los demás también lo sean.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 8 de marzo de 2011

El margen de la comunicación

Busco una estrategia con la que mimar mi presente, con la que ser yo mismo en una ardua tarea que me lleva a consolidar lo mejor de cada día. Hemos servido de testigos entre voluntades que nos son. Sigamos la estela del mejor comportamiento, dando las claves del más optimo deseo, de un sentimiento de concordia y de pasión.

Hagamos caso al momento, a la etapa que nos vaya llenando y seamos con la sensatez de quienes creen en los instantes más apasionados. Nos hemos divertido, y más que debemos conocer de las caricias que nos vayan consolidando en un afán un poco más tierno. Seamos con serenidad para que la dicha se extienda hasta los confines conocidos y mucho más allá.

Arbitremos procesos que plasmen y concreten lo mejor de aquello que nos permite divisar una consolidada misión de plástica paz. Seamos con todas las de la ley, y separemos las causas que nos incluyen en ese menester que nos libera a través del conocimiento mismo. Nada queda atrás.

Vivamos con entusiasmo cada enriquecedor aprendizaje, que hemos de colocar en ese lado donde la virtud viene de compartir con los demás, de atesorar razones que ubicar en el mejor sitio, desde el cual aprender constantemente. Las conclusiones de cada semana han de permitir que germinen nuestras mejores apuestas. No dejemos atrás las cosas que son. Nos levantamos para tomar aquello que antes nos dio de todo.

Los aprendizajes nos deben conducir hasta ese instante de pura pasión que nos ha de alimentar con sus cruces de fines y con sus ideas de gratitud. Seamos compuestos y en apuestas de claridades que nos han de transportar donde sea necesario para dar con la finitud que nos ha de acoger en el margen de la esperanza, que siempre estará presente cuando confiemos en la comunicación. Ese trecho lo hemos de recorrer una y otra vez.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 4 de marzo de 2011

Esperanza comunicativa

Prediquemos en ese carrusel que llamamos vida. No aceleremos. No nos quedemos atrás. La existencia nos ocasiones.

Situemos los campos de batalla lejos. No aprendamos de ellos. Ignoremos con paciencia hasta dar con las voluntades más lindas. Las grandezas nos consuelan con sus ratios más estupendas.

Situemos las preferencias donde todo será. La vida nos conduce con claridades que nos han de servir. Los complejos siguen con todo su amor. Hemos sido en ese ensayo que nos envuelven.

Sigamos en esa trayectoria que nos indica el momento clave, que hemos de utilizar. Los olvidos nos incluyen en un lugar de apaños solventes. Hemos sugerido el sí. Las personalidades nos deben servir sus mejores experiencias. Firmemos para estar.

Los procesos nos han de ocupar en las negociaciones, para aprender a ser nosotros mismos sin esperar inutilidades. Hemos supuesto que somos capaces siéndolo, demostrándolo, compartiendo las raíces y las solvencias de un problema que lo es. Hemos servido de testigos.

Nos hemos de preñar de buenos sentimientos, que hemos de extender hasta el infinito, que nos ha de complacer si miramos en positivo.

Nos debemos ganar con recortes a lo pésimo. Modifiquemos las actitudes hasta llegar al puro entusiasmo, que debe ser la guía. Somos cuando hay esperanza comunicativa.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El sueño de Pierina

Pierina no canta: sólo duerme. Su cuerpo, cansado de luchar antes de tiempo, se muestra harto de esperas y esperanzas que no surten efectos oportunos. Ahora duerme: necesita descanso para lo que ha de venir.

No sabe que se va de viaje, aunque algo intuye. Por eso no canta: sólo duerme. Su rostro angelical nos lleva por veredas de infancias perdidas con los años, ya faltos de inocencias, rotas por luchas estériles y amasijos de controversias sin sentidos claros. Quizá también por eso duerme. A su corta edad no entienda nada, casi nada.

Hay demasiados barcos hundidos en su estrecho recorrido, y todo se ha colmatado.
Su madre la acoge en sus brazos como si el mundo se acabara, que se agota, sí, para siempre. Nada será igual tras ese sueño de Pierina. Ha luchado como pocos, pero no ha podido ser. Si los besos sanarán, oíamos el otro día en la Gala de los Goya, Pierina sería la más sana del mundo, y la más querida… Pero no la han sanado.

Cinco años en este planeta le han bastado para no saber por qué ocurren las injusticias, para no lograr comprender por qué la superficialidad inunda tantas indumentarias, quehaceres y actuaciones. Ella no tendrá tiempo de equivocarse. La ruta se ha mudado.

A su madre le queda un consuelo que no entiendo, pero que me sirve de ejemplo ante todo cuanto veo en este mundo competencial y extraño. Entretanto, Pierina duerme ajena a mis pensamientos, a ese mundo que se cae sin ella. Mientras duerme se apea del universo loco.

El planeta es un sitio maravilloso donde renunciamos a lo más sencillo generando, por desgracia, inútiles injusticias. Deberíamos aprender de la inocente Pierina, de sus dulces sueños de niña, de sus ventajas y pugnas por un mundo sin sorpresas y cargado de ideas solidarias y de amor, de mucho amor. Por desgracia no siempre es así.

Duerme nuestra Pierina. Nos duele el corto espacio que nos separa, que aún se estrecha más. Cuando ella se vaya, cuando no esté, cuando no sueñe, ¿quién nos despertará a nosotros? Ojalá ella no se fuera con esa duda. Ojalá no nos quedáramos con ese pesar.

Juan TOMÁS FRUTOS.