lunes, 31 de agosto de 2009

En la superación de un ciclo asistidos por la comunicación

Digamos que hablar espanta los males. Lo dice la sabiduría popular. Además, se solucionan muchos problemas. Nos sirve, asimismo, para modificar posturas y/o planteamientos conformistas que no contribuyen a la dicha soñada. Salgamos un poco de la rutina, y hagamos una cierta inflexión. Los modelos han de reactivarse constantemente, y la excusa para ello ha de ser la superación de los diversos ciclos. Cuando llega el verano nos hacemos propósitos que tratamos de cumplir, pese a la ralentización de los procesos y procedimientos en la época estival. Ahora que ha transcurrido, tenemos que plantearnos otros, que puede que, en algunos casos, sean coincidentes. El sacar partido al tiempo, como prioritario, es un afán que nos ha de envolver con un criterio sólido.

Hemos de recuperar viejos fines de volver y regresar a tradicionales amistades, de contarles nuestras ilusiones, de compartir lo que somos, lo que nos gustaría ser… Los sueños ayudan a solventar distancias más o menos grandes. La idea es que nos conozcamos, y, si es necesario, que nos reconozcamos. Hemos sido capaces de hacerlo antes, y ahora también podemos. Ajustemos plazos y amoldemos convencimientos.

Busquemos, igualmente, objetivos que tengan que ver con el espíritu, con los dones intangibles de una naturaleza que ha de ser generosa en sus bondades, y, para ello, la debemos ayudar tanto como podamos. Juremos ese anhelo como primero y primordial. Hay mucha felicidad en juego.

La existencia está rodeada de cautividades que hemos de soltar a la menor ocasión. Sólo así seremos libres de verdad para dar con el sosiego que tanto nos place, o debe. Unamos esos destacados deseos, que han de apaciguar muchos ánimos, que, con la cosecha de caricias y de sensaciones en el gusto, a través de las palabras, pueden agotar los excesos para sortear obstáculos y salir adelante con sonrisas genuinas.

Los objetivos, pues, que nos hemos trazado, que nos debemos, tienen que ver con la subjetividad de un universo que busca alianzas para civilizarnos un poco más. Las cosas más brillantes son las más anónimas, aunque pensemos lo contrario. Los fines o finalidades más descollantes deben provenir del ámbito subjetivo, que nos aporta el grado de dicha con la que podemos afrontar una mayor o menor rentabilidad o productividad en el quehacer diario.

No nos pongamos obsesivos. Ésa debe ser otra pretensión. El hablar sobre lo que nos gusta o no, acerca de lo que nos conviene o no, es un instrumento que invita a trabajar solidariamente, lo cual es garantía de futuro, de posibilidades en el mañana, que ha de ser compartido. Activemos éstas y otras ideas y tratemos de acercarnos a otro universo, que es posible, que existe. Los fines principales han de ser del espíritu, huyendo de convenciones comunicativas. Las normas no escritas que hemos de aplicar se resumen en propiciar la mejor intención y los mejores resultados para todos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 29 de agosto de 2009

Te pinto imágenes preciosas

Me pongo en marcha. Ya es la hora. La ilusión me sube a nuestra particular nave. Utilizaré los colores. Cada uno tiene su significación. Hablaré quedamente. Espero que me escuches. Estoy pensando en ti. Quiero contarte todo lo que te quiero, lo que supones para mí, lo que entiendo que te puede ayudar a ser persona. Nos debemos dar esa valentía que durante tiempo nos ha sido necesaria, pero que no ha aparecido por parte alguna. Deseo que estés bien, que construyas una estupenda personalidad, que aseveres con unas intenciones nuevas, que seas como entiendes que podrás ser feliz ahora y siempre. No olvides a los demás, que así te tendrás a ti misma, y a mí…

Para acercarme a tu ser, para narrarte con expresiones queridas todo cuanto tiene un cierto sentido, te daré la esperanza más fortalecida, la razón con su misión entendida desde la visión más dulce. Nos hemos de embriagar con la debilidad que nos caracteriza. Pensemos para ser más racionalmente subjetivos. La voluntad nos ha de portar a las caricias de otras etapas, que nos pertenecerán por derecho.

Buscaré, en paralelo, colores con los que mostrarte mis mejores intenciones, que haremos realidad. El azul hablará de paz; el verde, de esperanza; el amarillo, de viveza; el rojo, de pasión… No pararemos de conducir los sentimientos hacia ese estadio en el que seremos los mejores, o casi. La evolución nos ha de ubicar en el momento más estelar. Seremos capaces.

Echaré un vistazo constante a mi corazón, que te verá como eres, y te pintará con tus deseos y los míos. Me gustas. Lo que ocurre es que te escondes más de lo que piensas. Nos hemos de servir desde la inmaterialidad de las posibilidades que nos hacen más humanos. Las disposiciones nos han de procurar un elixir para llegar a ser con ocurrencias más completas. Nos reiremos mucho.

Los colores más variopintos, todos los del arco iris y algunos más, nos permitirán viajar por la imaginación abierta con un deslizante dinamismo y con inteligente perspectiva. El reino al que nos acercaremos será vital, diferenciador de todo lo que hemos conocido hasta ahora. Y te contaré, siempre te contaré. Y te diré, siempre te diré. Nos escucharemos con ideas flamantes que nos harán viajar hasta el escenario donde se fraguarán las esperanzas, con las que nadaremos hasta detenernos en océanos de oleajes salvadores.

Pintaremos imágenes preciosas. Utilizaremos colores combinados. Habrá muchas ideas que pondremos en práctica. Estaremos formidablemente. Ya se nos ocurrirá algo más para mejorar y para añadir a todos cuantos podamos. Los colores serán las tablas de salvación para ser tan distintos como iguales. Te mando un manojo de besos coloreados. Mi discurso está lleno de pinturas amorosas. Confío en que, con ellas, seas muy dichoso y complaciente. Comienza una singladura de brillos y esperanzas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 28 de agosto de 2009

Intercambios poéticos

La sensibilidad es la base del entendimiento. No hay más fórmula para el conocimiento en cualquier parte o tiempo que utilizar el corazón como instrumento de referencia. El nivel afectivo es el que más incide en los otros, el que más se entiende, el que más nos acerca o nos distancia. Por ello conviene que lo fomentemos con claridad y con la mejor de las intenciones. La reina aquí es la poesía, que tiene un algo especial. Es un tipo de comunicación entre las almas, antes de partir, o de regresar, según se mire, a sus verdaderos y genuinos territorios. Por lo tanto, la poesía no es, o no debe, o no puede, que por ahí debe andar la cosa, vivir en el engaño. Fomenta, o ha de fomentar, la cultura de la felicidad, la búsqueda de las sensaciones más humanas, con favores diestros. Pensemos que muestra, porque es así, las entrañas de quien la escribe, y también de quien la recibe con los brazos abiertos. Es una ventana abierta a la naturaleza de unas existencias que, gracias a la esta modalidad artística, practican una comunión y una catarsis curativa. Funciona, de veras.

Escribir poesía es como volver a la adolescencia, casi a la niñez, a la pulcritud de la inocencia, cuando todo está por aprender, y por sorprendernos… Gestamos mucho deseo en ese planteamiento nuevo que es la vida en corto a través de versos surgidos de las entrañas, de los anhelos más propios, de las caricias, de las emociones más creíbles. Nos gustamos mucho, con el todo, con la nada que es condición para llegar a los demás, de los cuales aprendemos con instrumentos liberadores como la poesía misma.

Contamos, con la intercesión poética, todo aquello en lo que creemos, y pedimos un poco de paciencia hasta llegar donde sea menester. La tolerancia, la pasión, el entusiasmo, y algunos criterios y sentidos más, conforman la realidad acolchonada de la poesía, que gusta de expresar los portentos más distinguidos y también anónimos. Nos damos un poco de cordura loca mediante los versos, que nos invitan a reflexionar sobre lo que hacemos para armarnos de sólidas propuestas de amor, de cariño, de sinceridad.

El mejor intento de aproximación al otro nos viene del flujo poético. Se nos ve con más transparencia, si lo hacemos bien, con más ganas, con todo lo que tiene un universo generoso, bondadoso, colmado de excepcionalidades, todas descubiertas gracias a los afanes de un género literario que se llama poesía.

Da un poco de pavor meterse en el campo abonado de esta literatura. A través de ella se ven nuestras debilidades y fortalezas, se nos contempla como somos, y esa muestra de intimidad, que también es ausencia de anonimato, nos envuelve con una capa de densa factura y ambivalente prestancia. El miedo al ridículo al dirigirnos a gentes con las que no tenemos una familiaridad anterior nos invita a ocultarnos en el recorrido diario, pero eso lo debemos superar. La poesía es, asimismo, aliada, y consejera… Son más los dones que las promesas no cumplidas. Recordemos que en la poesía somos, y somos mejores, y somos más coherentemente honestos. Ánimo con ella. El sinfín de buenas vibraciones que nos puede regalar no tiene ni comparativa ni precio. Procuremos intercambios poéticos sin poner ni cotos ni limitaciones ni fronteras. Solo aconsejamos brillo y esmero.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 27 de agosto de 2009

El arte flamenco y su visibilidad mediática

Las manifestaciones artísticas peculiares deben tener una especial cabida en los contenidos periodísticos. Recordemos que los medios de comunicación deben tratar de mostrar una radiografía de la sociedad donde se hallan y de la cultura que ésta ha recogido durante toda su historia. Desde su origen más cercano, a mediados del siglo XIX, el flamenco se ha convertido en una referencia del arte español, del cante universal del sur de la Península Ibérica, de nuestra impresionante piel de toro, así como una muestra de la unión y concordia de muchos influjos culturales que se han ido sumando en un crisol tan especial como dinámico. Hay, como podemos advertir, muchas influencias, muchos vectores en sus orígenes más remotos. La fuerza y el empuje del flamenco, que recoge herencias de centurias atrás, no tienen parangón. Tampoco su versatilidad. Pocas modalidades artísticas brindan la posibilidad de adaptación que alberga este arte al que se han referido literatos, premios nobeles, científicos y gentes de toda condición.

Si tuviéramos que resumir el cante flamenco, el cante hondo, el cante popular flamenco, sin duda tendríamos que utilizar los términos pasión y sensibilidad. Goza de ambas facetas. No se puede entender este cante, estos cantares, sin caer en la cuenta de los sentimientos que transfiere, sin utilizarlos como base de una expresión que se entiende más allá de sus letras, tan sencillas como reivindicativas de lo que acontece cada día.

Por la importancia que tiene este arte, y por la necesidad de plasmarlo convenientemente, se justifica, entre otros criterios, que estudiemos y tratemos convenientemente el flamenco, que nace desde el hondo sentir de dotar de academicismo a unas modalidades que encandilaron, por citar a algunos de los más reseñables, a Juan Ramón Jiménez y a Federico García Lorca, nuestro Federico, que han surtido con sus textos unos remozados andares por los más diversos palos.

Como quiera que la idea es, y debe ser, llegar al gran público, debemos intentar utilizar un lenguaje que se entienda y que, a la vez, contribuya a la formación de los futuros aficionados y profesionales que se dediquen a este universo tan rico como atractivo. No defraudemos en las expectativas, ni seamos vacuos. El perjuicio puede ser tremendo. Busquemos un encuentro que sea todo lo interactivo que seamos capaces de impulsar desde la propia organización del mismo. Los espacios de diferencias o de desconocimientos, en éste o en otros planos, hay que rellenarlos.

Dos fenómenos tan sustanciales y fundamentales para la sociedad como son el flamenco, el arte, las manifestaciones interiores del ser humano, y los medios de comunicación han de convivir para adentrarse en las maravillas de un universo que nos pertenece para que lo mejoremos. Por ello hemos de sembrar ciertos sentimientos y cosechar muchos más. Apostar por manifestaciones artísticas tan esenciales es una garantía de contribuir al conocimiento de los ciudadanos y ciudadanas y para hacer germinar unas dosis de tolerancia que siempre son necesarias. Hagamos una saludable labor en este campo. Las generaciones venideras seguro que nos agradecerán el esfuerzo en éste y en otros ámbitos, pues podremos contribuir a hacer que perviva un arte que es de todos y de todas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Sensaciones y sensibilidades comunicativas

La sensibilidad nos traslada muchos datos, experiencias vividas y no vividas, consideraciones de muchos géneros y órdenes. Tengámosla, pues, como una cima señera a la que considerar en su valía. Las esencias comunicativas tienen que ver con la cercanía y con los sentimientos, y la una y los otros se trasladan más idóneamente cuando nos mostramos en persona, cuando se nos ve físicamente en el mismo espacio y en el mismo tiempo. No hay nada mejor, cuando hablamos de comunicación, que la que ejercemos en directo, esto es, cara a cara. Aquí no hay trampa ni cartón. Tienes a tu público, contemplas su retroalimentación, puedes entender, si quieres, su interés, su empatía o antipatía, su comprensión, su perplejidad, su asentimiento, su versatilidad, todo cuanto es o debería ser… En la comunicación presencial, si somos honestos, y en eso la cara y el rostro nos dicen muchas cosas, podemos advertir si llegamos al auditorio, o si, por el contrario, hay una distancia mayor que el propio espacio físico en el que nos hallemos. Es difícil fingir en esta índole de procesos.

Por eso, precisamente, esta comunicación a la que ahora nos referimos es el gran reto, el gran desafío, el gran aprendizaje, lo mejor de lo mejor. En las fórmulas de cara a cara no caben dobleces, no caben ambigüedades, pues, en cualquier momento, veremos si están de acuerdo o no con lo que decimos, y también podremos contemplar si somos capaces de llamar la atención y de despertar el interés, o si, por desgracia, no somos lo suficientemente habilidosos o atractivos para llegar a los que tenemos delante. Se palpa en el ambiente cuando hay comodidad y cuando se cuentan cosas útiles e interesantes no solo para el emisor sino en paralelo para los receptores.

Además, no dejemos en saco roto la circunstancia de que, en este tipo de interconexiones, se aprende mucho. En primer lugar, se ha de saber lo que se quiere contar y cómo hacerlo. Hay que tener ideas, aprender a hilvanarlas y a mantener el ritmo, que no ha de detenerse en cuestiones baladíes. Lo accesorio puede aparecer como una anécdota, pero no podrá ser el todo, o bien el riesgo es no entusiasmar.

Hemos de comprobar, igualmente, y en todo momento, lo que hacemos, si captamos la atención, si vamos por buen camino, si se nos entiende, si el público sigue con pasión o con desidia lo que narramos: todo se ha de “baremar” con el objetivo de chequear constantemente si llegan los mensajes que tenemos previstos.

Claro que hay errores en este tipo de comunicaciones. Lo raro sería que no los hubiese, pero también estos posibles equívocos contribuyen a dar más naturalidad al mensaje, y, por lo tanto, más credibilidad también. Al mismo tiempo hemos de tener unos sanos reflejos de rectificar cuando erramos o cuando no nos damos a entender suficientemente. Para eso también hay que estar muy atentos.

Si tenemos en cuenta los pros y los contras de la comunicación en directo y cara a cara, personalmente creo que es la mejor. Es, asimismo, la base del resto de relaciones y de negociaciones, pues tiene en cuenta todos los grandes niveles en la comunicación, que se engloban en los afectivos y racionales, por decirlo de manera resumida. La vida, señoras y señores, es comunicación. Ésta es una buena referencia. También lo es decirlo cambiando los términos: la comunicación es vida. Cuando es en directo todavía nos adentramos más en las esencias relacionales, y podemos decir con toda claridad que el directo, que el directo comunicativo, es la misma vida. De ella se puede aprender mucho utilizando ese gran instrumento que es el diálogo, la charla cotidiana, el contacto personal y presencial. Muchas cosas importantes se infieren de cuanto ocurre en un universo al que hemos de añadir sensaciones y sensibilidades, que son tremendamente docentes. Miremos hacia todo lo que nos rodea y nos daremos un baño de humanidad muy sabroso.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 25 de agosto de 2009

Aprender escuchando a los demás

De los que nos rodean aprendemos mucho. Nos cuentan, o nos pueden contar, sus experiencias, sus perspectivas, lo que hacen, sus triunfos, los que no lo son tanto… Hemos de recuperar esa visión. La etapa que vivimos está llena de contradicciones, porque, como parece evidente, el ser humano también las tiene. Nos repetimos día tras día que ésta es la era de la comunicación, y que, por saturación, a menudo se produce la paradoja de la incomunicación. No sabemos del otro, porque, cuando nos habla, no le escuchamos lo suficiente. Al otro le pasa igual. También es cierto que vendemos tanta superficialidad que dejamos a un lado lo verdaderamente importante. Puede que contemos qué somos, pero no quiénes somos. No queremos perder el tiempo, nos indicamos, o bien preferimos optimizarlo de maneras que nos hacen, en realidad, no aprovecharlo como deberíamos.

El atender al otro, al vecino, al conocido, al que pasa diariamente por nuestro entorno, es básico para que sepamos lo que piensa, lo que le preocupa, lo que nos podría identificar con él, o a él con nosotros. Sin esa cercanía es difícil que conectemos con él, o con ella. Son las prisas, son esas premuras, según nos decimos, las que hacen que no demos con las claves del acontecer cotidiano. Es una media verdad. Así nos va.

Sacamos partido urgente a lo que nos parece rentable e importante en el deambular diario. Otra vez las prisas por llegar. Lo que ocurre, por desgracia, es que hemos cambiado los patrones culturales y educativos, y nos parece relevante lo que sin duda no lo es tanto. Por eso surgen tantas melancolías y frustraciones en nuestras existencias, porque, como dice el protagonista de “El Protegido”, no hacemos lo que querríamos.

Un primer paso es, por ende, qué sepamos lo que queremos hacer. Para tal aprendizaje hemos de empezar por nosotros mismos. Conviene que escuchemos a nuestras conciencias y corazones, y que no queden los sentimientos postergados o escondidos por las dichosas prisas o por éxitos que no nos satisfacen tanto como pensamos, o decimos…

En el mundo de la comunicación, de la saturación, del aprendizaje perpetuo, igualmente de la incomunicación, de las posibilidades de información, el silencio para escuchar a los otros puede ser una base para recuperar una posición más pre-activa en el proceso de intercambio de ideas, de datos y de experiencias. Probemos hoy mismo, que es cuestión de hábitos, de desarrollarlos, claro. Aprender de otras experiencias es la base para rentabilizar el tiempo también, pues, así, podemos sacar partido a los éxitos y a los fracasos de los demás. Recordemos que, de esta guisa, se construyen las sociedades. Seamos valientes, justos, y hasta lógicos, y veamos que el sentido está en que nos escuchemos todos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 24 de agosto de 2009

Comunicación equidistante

Intentemos estar cerca de los otros, incluso de los que menos comprendemos. Todo en su justa medida, en la medida del ser humano, con la referencia de tener en cuenta el bien del conjunto, de la comunidad donde nos hallemos. Decían los griegos que en el término medio está la virtud. Siempre lo he creído. Lo bueno de esta ubicación es que es la posición más equidistante para poder entender actitudes que no tienen por qué comulgar con lo que nosotros pensamos. Pensemos que los extremos andan muy lejos los unos de los otros, y, además, cuando se tocan, es en sus más beligerantes aspectos, lo que condiciona definitivamente los resultados.

Creo, por ello, por lo que digo, en la tarea de tender puentes entre opiniones y situaciones diversas. Esas mismas comunicaciones o conexiones, pese a su verticalidad y horizontalidad, sustentan encuentros que, de otro modo, no se darían. Hemos de poder escuchar a los demás, lo que sienten, lo que padecen, cómo son, pensando, buscando, intentando hacer ese esfuerzo por llegar al que está al lado, que también tiene sus razones, como nosotros. De buenos acuerdos están hechos los períodos de paz, de equilibrio, de consenso, y, asimismo, de justicia.

La comunicación para llegar a esta coyuntura, que hemos de hacer estructural, es fundamental. Sin ella no arribamos a situaciones estables. Hemos de salir del conformismo, de la apatía, del dejar hacer sin intervenir… Podemos acercarnos a otras realidades, pero para eso hemos de educarnos en tomar en consideración a los demás, al tiempo que hemos de empeñarnos en trabajar por los otros, por lo que tienen, por lo que han de tener. El deseo de corresponder en lo espiritual nos ha de mover cada día.

Abrir las manos, estrecharlas, considerar al que viene con sus experiencias e ideas, es el sustento necesario para andar un camino de pensamientos floridos, llenos de nutrientes. La divisa ha de ser la esperanza, conformada con otros ingredientes. No defendemos milagros, sino el milagro cotidiano de andar en y por el mismo camino, aunque no siempre nos podamos entender enteramente. Lo interesante es comunicarnos, sentir que no estamos solos, atender las peticiones y demandas de los convecinos… Lo relevante es vernos como parte solidaria de una carrera donde hemos de quitar los obstáculos.

La faena de tender puentes es siempre a largo plazo. No pensemos en corto. Podemos acercarnos, y estoy convencido de ello, a más compromisos desde el ideal pacífico y sosegado de englobar todas las sensibilidades, que nos aportarán elementos sustanciales, granos de arena necesarios en el poso del devenir diario. Es un esfuerzo que no se ve cotidianamente y, por consiguiente, nos puede agobiar el ver que nos cansamos sin cosechar a corto o medio plazo, pero así es la vida. Recuerdo a mi abuelo cuando me decía que la palmera que disfrutábamos la habían plantado dos o tres generaciones anteriores sabiendo, entonces como ahora, que ellos y ellas no cosecharían tal empeño y quehacer. También es cierto, y no olvidemos, que saboreamos las tareas de otros que nos llegan con el paso del tiempo. Tomar esta perspectiva es síntoma de inteligencia emocional y experimental.

Finalmente, no olvidemos que tender puentes es un regalo que hacemos a los demás, y, en paralelo, a nosotros mismos. En el largo plazo también somos más felices. Probemos. Cuando estamos en conexión nos sabemos parte de un proyecto donde todos recibimos el bien intangible de la amistad, del amor, de la consideración, de las buenas acciones de los demás, y eso es un regalo impagable. Confiemos en los agradables resultados de las obras bien intencionadas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 23 de agosto de 2009

Buenos oficios comunicativos

Lo primero es antes, según nos decimos. Hemos de saber elegir para construir lo más grato, complaciente y edificante. Busquemos en la base, en lo bonito, en los hechos que han de sostener lo que anhelamos. Nos debemos ayudar. Necesitamos un contexto para comunicar quiénes somos. Ha pasado el tiempo, y hay muchas cosas, demasiados elementos, que no hemos pintado, o que no hemos sabido. Nos decimos que nos ha faltado tiempo, pero, en realidad, hemos carecido del suficiente valor. Las medidas no nos han salido. Hemos de abrazar el pasado, en unión con el presente y con el posible futuro.

Las pasiones nos han sobrepasado. Las tuvimos, sí, pero no las cultivamos en la modalidad debida. Hemos de ubicar ahora, ya, más colores en las relaciones que antes fueron puras labores de artesanía. Nos necesitamos, pero no siempre lo vemos con la adecuada claridad. Nos hemos montado una diversión con panorámicas renovadas. Nos diremos entre efusivos mensajes.

Apostemos por el respeto, por el conocimiento, por el agradecimiento, por los capítulos agudos, con perspicacia y perspectiva. Podemos superar, por supuesto, las grietas que nos rompen las alegrías cortas. Pongamos alas para llegar más lejos. Apuntemos. Seguro que daremos con las posibilidades que hace tiempo que no hemos visto. Sabemos que están. La administración ha de ser la base para compartir. Los demás serán el espejo brillante donde nos hemos de entregar sin descanso.

Hemos de ir construyendo un escenario que nos proponga salir de posiciones incultas. El quehacer ha de ser el de convivir, dando salida a los afanes que llevamos en el interior. Nos daremos la bienvenida en todo momento sin esperar etapas determinadas. Nosotros pondremos el ritmo. Somos capaces, y también es nuestra obligación. Nos hemos de distinguir sin distribuir a ciegas. Pensemos lo que hacemos y hacia dónde nos dirigimos. Nos hemos de dar a conocer con menciones específicas. Nos concretaremos.

Los gustos han de ser preferentes para conducirnos por lugares distintos. Debemos referir el qué, el cómo, el cuándo, el porqué, y, entre los quiénes, hemos de estar nosotros. Cantemos para dar más brillo y prestancia, y todo irá mejor. Nos hemos de integrar en una comunión especial que haremos importante. No hagamos deducciones, pues no hemos de arriesgarnos a quedarnos solos.

Pongamos las claves para comprender los aspectos que no siempre miramos cuando nos convencemos de las apariencias con las dichas extraordinarias. Nos hemos de encontrar con evoluciones no desgastadas. Acordemos los conciertos musicales que nos sirvieron, en otra era, para patrocinar los mejores momentos, que han de volver. No ayunemos, y tratemos de hacer hoy lo que otros quieren que dejemos para mañana. Nos hemos de promover con comienzos eternos, cíclicos, sin restricciones. Vamos por esa afirmación que nos dará potencia en el día a día. Cambiemos las formas. El proyecto de humanidad saldrá adelante. Todos debemos colaborar para que las intenciones se sustancien en algo más. El punto de referencia ha de ser la alegría, aderezada de las mejores intenciones. Utilicemos los mejores oficios comunicativos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 21 de agosto de 2009

El estío y la voluntad de comunicarnos

El estío tiene un gracejo especial: es como un don, que se hace presente en una mayor conexión humana. Los días de verano ayudan a comunicarnos más y mejor. El calor, la luz, la impronta de toda la naturaleza seguro que ayudan a que no nos repleguemos sobre nosotros mismos y a que nos contemos nuestras cosas. Siempre lo he pensado. El verano es una etapa de más comunión, de más comunicación, de más convencimientos gracias a que la climatología, entre otras cosas, nos ayuda con su benevolencia, pues es mejor, nos ofrece sugerentes temperaturas y el tiempo parece transcurrir de otro modo, como más plácidamente, como sin prisa, con sosiego, claro.

Salir a la calle a primera hora de la mañana, o de la tarde, cuando el sol es menos implacable y se agradece el fresco que nos llega, aunque sea livianamente, es un placer. Lo es también, si nos gusta el ambiente más tórrido, enfrentarnos al mediodía con su actitud dura de calor, que nos seduce en ocasiones y que hemos de respetar para evitar sustos. Es el verano, con todo por hacer, con muchas valoraciones de lo que fueron los meses pasados, o de cálculos estimados respecto de lo que está por venir.

Abandonamos, en esta época estival, muros y barreras para conocer más gentes, y más a la gente que nos rodea. Hay tiempo para conversar de todo y de nada, que es como más se aprende, aunque parezca mentira. Nos rodeamos de buenas vibraciones, pues ya no vamos tan deprisa. La versión que nos otorgamos nos regala más jovialidad, mejores anhelos, toda una gran oportunidad.

Hay más tiempo para contemplarnos de manera presencial. El teléfono parece que languidece, como si durmiera. No tenemos prisa para que despierte. Ya se hará valer en las otras etapas del año. Lo hace. Ahora, estos meses son nuestros, más nuestros que ningún otro, pues nos contemplamos como somos, o eso pensamos. Nos miramos, nos reímos, nos emocionamos, nos gustamos…

Es el verano, que llega con sus calores, pero también con sus puntos y aparte respecto a locuras cotidianas de insanas incomunicaciones. En estas semanas sí tenemos tiempo para contarnos nuestras cosas, aunque no sean importantes (no tienen por qué serlo). Nos buscamos con prestaciones periódicas de unos empujes que nos han de salvar de experiencias apremiantes, que ahora no surten efecto, gracias, nos decimos, al ritmo que nos imprime el estío, que es así, como a nosotros nos gusta.

La gran pregunta, y eso no nos tiene que llenar de intranquilidad, es por qué asociamos verano a temperaturas altas. Podríamos hacer que lo fuera todo el año, al menos en las posturas y actitudes vitales que mantenemos. Es cuestión de probar. Seguro que nos sorprendemos. Las presencias comunicativas veraniegas se pueden extender mucho más. No colocar barreras es una primera medida para cosechar óptimos resultados. La voluntad de comunicarnos que surge con el calor ha de mantenerse con la suficiente temperatura para que el proceso se siga dando en condiciones durante todo el año. Claro que sí.


Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 20 de agosto de 2009

El rostro y los ojos en los procesos de comunicación

Los flujos comunicativos tienen muchos elementos de interés y de incidencia, como ya hemos contado en otras ocasiones, pero insistamos en que la dimensión de cada día, la que captamos, y la que llevamos en el interior, se percibe a través de los ojos. La mirada, siempre lo he dicho, es lo que más comunica en un ser humano. En los ojos de quien nos cuenta algo, o de quien calla, encontramos mucha información: advertimos su forma de ser, si cree en lo que dice, si está cansado, si es leal, si siente lo que expresa, etc.

Suelo bromear un poco con mis alumnos cuando les recuerdo ese estribillo de una canción popular que decía algo así: “cabeza loca, cabeza loca, que lo que me dicen tus ojos, me lo desmiente tu boca”. Efectivamente, los ojos, la mirada, nos indican mucho de y sobre una persona. Por eso, cuando oralmente señalamos algo en lo que no tenemos mucha confianza se nos nota en los ojos, que no tienen la suficiente expresividad, o que tratan de esconderse, o que brindan la mirada perdida…

Cuando estudiamos la “kinesia”, el llamado lenguaje gestual, siempre hacemos hincapié en el rostro, en lo que éste puede expresar, y, en ese marco, esto es, en la faz de cada cual, lo que descuella son los ojos, que sacan a la luz (nunca mejor dicho) lo que llevamos dentro. Si uno es tímido, o antipático, o alegre, se le nota, a menudo, casi siempre, en los ojos, en lo que éstos son capaces de transmitir.

Por eso en esta etapa nuestra de tantas premuras, de tantas llamadas de teléfono, o de comunicaciones por Internet, hemos renunciado, en exceso, a lo que supone el mirarnos cara a cara y que alguien nos cuente sus impresiones o nos venda algo, o nos consulte sus dudas, lo que fuere… Esta cercanía, también a través de los ojos, es fundamental para el tipo de relaciones que antes se daban y que ahora conviene recuperar, o, cuando menos, refrescar. La intensidad de los ojos no es superada por la voz (puede que en contadas ocasiones sí lo haga, pero en contadas), y, por ende, hemos de demandar su contemplación cada vez que se pueda.

Defendamos la visualización cara a cara, que es la primera, dice la canción, y así podremos decirnos cuáles son nuestros sentimientos e idearios. Seguro que nos demostraremos más cosas de lo que en principio podamos pensar. En la vida tenemos muchos hábitos, unos mejores y otros peores. El de la comunicación presencial, aunque sea para contarnos cosas triviales, es fundamental para recuperar algunas esencias que nos insuflan paz y sosiego en un mundo demasiado golpeado por la prisa para resolver coyunturas que, en demasiadas ocasiones, quedan para mañana. Miremos por favor. Hallaremos más de lo que se advierte con los típicos tópicos. No olvidemos que saber de los demás es conocernos también a nosotros mismos.

Juan Tomás Frutos.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El reino de la comunicación

Atentos a este relato, que seguramente a todos nos ha dejado huella en algún momento, incluso sin conocerlo. Les voy a contar una especie de leyenda, de cuento, de ecos de una tradición oral, que probablemente tenga un tanto de moraleja. Hubo una vez, tiempo ha, una comunicación que surgió del mismo origen del ser humano. Enseguida, éste se apegó a ella, como gran aliada de su vida. La comunicación le apartó de la soledad, de los desasosiegos, de las inquietudes, de la falta de interés, de los problemas provocados por los malos entendidos, y se convirtió en la esperanza para aprender, para colaborar, para fomentar la participación, para generar ilusión, cercanía y entusiasmo, para completar el círculo de la vida, y ser más y mejores personas.

Fue una era de felicidad. Eso se cuenta. Nadie sabe decir cuánto duró, pero quedan huellas palpables de aquellos momentos, que, como todos los buenos, nos dicen diversas leyendas, generadas desde todos los rincones del planeta, se convirtieron en efímeros, pues el tiempo, cuando se está bien, transcurre muy deprisa.

También quedaron testimonios de las eras en las que la comunicación no fluyó como debería. Pandemias, guerras, desigualdades, conflictos, falta de esperanza, soledades terribles… fueron las consecuencias de determinados episodios, repetidos ellos, en los que la comunicación no fue la protagonista de la vida planetaria. No sé sabe muy por qué unas veces estuvo y otras no. Los rumores se sucedieron cíclicamente.

Quizá la lucha entre el bien y el mal, histórica y paralela al deambular humano, estuvo detrás, o delante, según se mire, de esas situaciones. El caso es que, durante ciertos períodos, la básica comunicación, que tanta felicidad procuró y puede regalar a la Humanidad, estuvo como perdida. Hay quien dijo que se trató más bien de un rapto, de un secuestro en toda regla. Nunca, en estas ocasiones, se pidió rescate tangible, pues la recompensa siempre supimos que estaba, de hecho, en su vuelta, en la dicha y en la paz que nos proporciona cuando tenemos la potestad de comunicarnos, cuando la ejercemos.

Puede que esto que decimos sea una leyenda, una leyenda de pasiones e incomprensiones, con resultados de todo género. Puede que quizá sea un cuento con visos de una realidad elucubrada en algunos de sus flecos. Bueno, ya se sabe que hay espejismos que son de verdad y otros que no lo son, o que no parecen serlo… Procuremos, en todo caso, que ese rapto no se vuelva a dar en ningún sitio, en ningún lugar, en ningún tiempo más. La era de la comunicación humana debe reinar, y con ella la felicidad misma. Busquemos en los corazones los registros de lo que supone la voluntad del entendimiento a través de la palabra. Mucho de lo que sucedió, de su conocimiento, de lo que hemos narrado, lo llevamos durmiendo en nuestro interior. Debemos despertarlo, y preguntarle. Lo que nos indique, en tal supuesto, seguro que nos sorprenderá, más de lo que lo hayan hecho estas palabras que acabas de leer. Adelante.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 18 de agosto de 2009

Comunicación efectiva frente a soledad real

Solemos padecer por insuficiencias que resultan estar al alcance de la mano. Somos contradictorios. Me refiero a los seres humanos. Estamos en una etapa de sobreabundancia, pero, al mismo tiempo, nos faltan dinámicas para optimizar los recursos disponibles. La soledad es el drama, el gran problema, del siglo XXI. Es una gran paradoja que, en la era de las comunicaciones por antonomasia, nos hallemos en una encrucijada crítica de incomunicación de difícil salida. Lo superficial ha ganado la partida, lo material también, y nos hemos quedado en una zona de nadie que nos desconcierta y que nos llena de perplejidad. Lo cierto es que la salida es sencilla: ante la incomunicación sólo queda la comunicación, pero nos faltan agallas, o tiempo, o estrategia, o un poco de todo.

Los medios tecnológicos, que imprimen prisas y permiten “salvar” distancias en tiempos infinitesimales, llevan consigo grandes dosis de soledad que, a menudo, se trasladan al individualismo, con lo que éste supone de frustración y de fracaso impuesto. El ser humano es persona, fundamentalmente, en sociedad, buscando superar en ella los obstáculos y los problemas que se van sucediendo.

Los medios de comunicación de masas ofrecen la ventaja de la universalidad del conocimiento, pero, para que este proceso sea eficaz y eficiente, hace falta que tomemos unas medidas cautelares y unos parámetros previos que nos permitan entender todo lo que nos llega, así como saber seleccionar lo importante de lo que no lo es.

Conviene que desde pequeños todo nuestro entorno se alíe, como dice Freire, para que logremos ser buenas personas, lo mejor que podamos, todo cuanto se pueda. Hace falta que la familia se implique, y que sepa cómo hacerlo, así como las Administraciones, el sistema educativo, los propios medios de comunicación y sus profesionales, y todo ese bagaje que hace que las modas basculen hacia un lado u otro. Hemos de poder mejorar entre todos, con todos, por todos.

Es posible que no podamos evitar que se nos mire desde los medios de comunicación como masas anónimas (hablo como ciudadano), pero sí podremos conseguir que se identifiquen los intereses y objetivos que nos son precisos de manera conjunta y teniendo en cuenta también a las minorías y los diversos valores sociales que podríamos considerar universales.

El dar con el equilibrio, largamente enunciado, sigue siendo la virtud que nos ha aportar un recorrido idóneo para el conocimiento del vecino, del próximo, del que aspira, como nosotros, a la felicidad a través de la aceptación de un contexto social en el que nos hallemos colaborando para que haya unos mínimos de calidad y para corregir desigualdades. El amar al otro y el reconocerlo, mediante la comunicación en sentido pleno, es un buen camino. Siempre lo es. Conforme lo transitamos vemos con más claridad la intensidad de este aserto. Ya se sabe que el movimiento se demuestra andando. Precisamente.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 17 de agosto de 2009

El atrevimiento de la comunicación

La defensa de ciertos valores y estados de ánimo es básica para convivir con nosotros mismos. El análisis periódico de lo que hacemos nos permite reconocer lo que hemos pensado que somos o que deberíamos ser. La ventaja de los años es que ves las cosas de otro modo. Pasa el tiempo, y, con ese transcurrir que nos imprime carácter, advertimos que las señales de la vida son sensaciones que hemos de saber interpretar con sus gozos y sus sombras, con sus intenciones y preferencias, con sus vestigios y sus realidades más o menos consumadas. Es una ventaja a medias, pues lo pasado, amigos y amigas, pasado está, y eso sí que no tiene remedio. Es una cuestión de perspectiva, y de ser positivo.

Prosiguen los estadios, los ciclos, los anhelos. Nos debemos dar ciertos emblemas, algunos protocolos de actuación y de actividad con sus reglas más o menos intuitivas y objetivas. Pensamos que somos capaces de entregarnos cuando acertamos con las cautelas y con los atrevimientos en un equilibrio sorprendente. Nos introducimos, sin saberlo casi, en una espiral con versiones complejas. A veces todo va bien.

Y con este panorama interno y externo que es cosecha de varias décadas, te cuento que eres mi amor, aunque no me llegue a mí, que eres una estrella de luces infinitas, que te has convertido en un camino que me guía en instantes no reconocibles. He aprendido contigo en esta especie de “continuum” que nos emplaza a sentir de otro modo, y es ahí donde me gustaría contarte que el mundo cambia para mejor, que los avances nos perpetúan en y con solidaridades victoriosas, que la apatía no triunfa, que el cariño lo puede todo, que no hay desigualdades…

En otro orden de cosas, me colmaría de placer conocer el fin del hambre y de las guerras, y me otorgaría un júbilo extraordinario considerar que hay vacunas para todos los niños, y para los adultos… Si fuéramos capaces de hablar, de convencernos mediante el diálogo, de considerar al prójimo como a nosotros mismos, seguramente la felicidad brotaría cual manantial tras una lluvia clara y limpiadora de todo género de ambientes.

Me gustaría contarte, querido y querida, que estamos entregados a las grandes causas, y también a las pequeñas, para solventar las diferencias de uno y otro calado, con el fin de apuntar tan alto como podamos a las soluciones de un universo en continuación expansión y con un colorido musical. Me complacería mucho tenerte a ti, como entelequia y como realidad, como esperanza de vida en cualquier inflexión, como punto de encuentro ante cualquier controversia. Me gustaría que hubiera, que tuviéramos, un minuto, el tiempo suficiente para hablar de lo esencial y de lo accesorio, de lo que nos debe caracterizar como seres humanos. Me gustaría contarte que lo somos en sentimientos y a través de los hechos, por los cuales siempre se nos conoce. Me gustaría… Eres la referencia, y puede que algo más. Me atrevo a comunicarme.

Juan TOMÁS FRUTOS.

domingo, 16 de agosto de 2009

Momentos imborrables

De vez en cuando hay que comunicar lo que portamos en el interior. Los estados de ánimo reflejan algunas cuestiones, sobre todo sus esencias. Las horas para pensar han aparecido. Era inevitable. Lo temía, pero así es la vida. Llega otro fin de semana. Hay tiempo para el ocio, para uno mismo, para pensar, para acercarnos a esencias de nuestro entorno. Surge de manera acelerada el vértigo ocasionado por tu ausencia. Materializamos la objetividad ante la esperanza atrasada. No sabemos ni cómo nos hallamos en esta soledad. Las compañías presentes, por faltar tú, son insuficientes. Las creencias se tambalean, al menos durante ese instante en el que eje nos bascula hacia lo que no tenemos. Hay demasiada inestabilidad.

Todo ha pasado muy deprisa. Los momentos del poeta se han sucedido mientras nos relacionábamos en ámbitos que nos parecían superficiales. El trabajo parece tanta condena que a menudo nos contaminamos incluso con la idea de que forma parte de la misma. Sin embargo, hay en el entorno algunos compañeros de los que aprendemos más de lo que parece. Son muchas horas juntos, muy cercanos, próximos a los entendimientos con más o menos fortuna. No hay simulaciones en la intrahistoria voluntaria, cuando observamos, porque podemos, unos flecos que de otro modo sería imposible conocer.

Hay momentos imborrables que, a fuerza de ser repetidos por la memoria, nos parece trazados con cartabón de lo perfectos que son. Sí, los vivimos, y unidos, y quizá nuestro delito, nuestro pesar también, es que no supimos valorarlos en su equilibrada medida. No tenemos en cuenta con la sabia actitud que deberíamos lo que nos es regalado en tantas ocasiones. Nos enseñan a ponderar lo complicado, la imagen, la buena imagen, los trayectos de éxito, y no vislumbramos lo que supone tener amigos de verdad que nos otorgan regalos en forma de instantes de gracia, de dicha, de sosiego.

No nos aclaramos, ni siquiera con estas ausencias, pues no aprendemos de una vez para otra. Estas oportunidades, aprovechadas o no, se reiteran cuando ganamos unos años que nunca pensamos en tener, pero que, afortunadamente, llegan. Me duele este punto de debilidad que, pese a ser generalizado, no me conforta. Ya no estás. No podemos volver, por arte de magia, a un pasado que ya no compartiremos.

Intangibles

Los recuerdos se irán difuminando, y eso me da rabia, pero las cosas son como son. Documentaré, pese a todo, lo que ha ido sucediendo, y sé que daré con esos impresionantes asombros que nos hicieron explorar caminos ignotos que creíamos desaparecidos. Surcaremos los cielos de unas sensaciones que en su día transitaron por lo más efímero del paisaje espiritual compartido. Nos regalaremos pequeñas porciones de amor que nos mantendrán en la nueva dimensión que a ti, como a mí, nos ha tocado experimentar. Perdimos el hábitat del cariño real. Ahora damos paso a la particularidad de lo virtual, con tangibles insuficientes, pero valiosos.

Ha pasado un mes sin ti: lo he pasado. Parecía imposible de acontecer, y también de superar, pero tengo fe en que prospere ese nutriente que compartimos con absoluta protección. Nos mantendremos, como si fuera natural, en un nuevo estadio. No pasaremos página. No podemos. El milagro, por fin, ya ha sucedido. Antes o después germinará. No tendremos prisa a la hora de saborearlo. Ya no habrá lugar, cuando aparezca, para las dudas. De hecho, ya no las tenemos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

sábado, 15 de agosto de 2009

El trayecto vital de otro tiempo

Contemplemos un nuevo “lapsus” de tiempo. Seguro que hallaremos, pese a todo, un tinte de original reiteración. Se repite el ciclo vital. Mejor así, en cierto modo. El tiempo transcurre muy deprisa. Llega otro fin de semana, que se carga de experiencias comunicativas, si puede ser, si queremos. Nos entregamos, de nuevo, a las pasiones espirituales, que no excluyen las físicas, para conocer y conocernos. Las excelencias del destino se palpan a menudo con gusto. Es de algún modo. Vemos, igualmente, las impaciencias que nos alegran el corazón hasta decir basta. Nos damos un poco de tregua, pues necesitamos descanso, pero también debemos convencernos de otras posibilidades, de historias no escritas, que podemos rubricar a la primera de cambio. Tenemos devoción para ello, más de la que precisamos ahora.

Surge esa trama no escrita, sin arquitectura, que vamos desgranando como podemos. Ésa es la experiencia de la vida. Aprendemos mucho desde ese proceso, que hemos de advertir con divertimento, entrega y sosiego. Poco a poco hacemos la narración de un destino que nos surge de la nada, o eso parece, pero que, con seguridad, estaba grabado en alguna parte.

Pronunciamos a continuación los discursos de una rueda que no mueve molino. No sabemos nada, o no sabemos mucho. Nos llenamos de una cierta apatía que hemos de superar pronto, pues el tiempo pasa deprisa, y más en estos días de asueto. Nos congratulamos con nuestras mentes, y seguimos con más expectativas, aunque no sean tan altas como pensamos en su momento.

Las palabras brotan del vacío y adquieren tintes de esperanza y de fiabilidad en ese futuro inmediato que se gestará en un santiamén. Hemos arañado un poco de sentimientos de esa cultura de penitencias supuestas. Nos labramos otro destino, o eso pensamos. Quizá el cambio esté cerca, aunque nunca se produce una mudanza radical, y, cuando acontece, es para regresar al principio. Prefiero pequeños movimientos, sinceras conexiones con la realidad circundante.

Y conforme pasan las horas, antes los minutos y segundos, damos con esos deseos sin pozo que se expanden desde la convención más tierna. Nos hemos aplicado a resoluciones que nos impulsan hacia la creencia que es antesala de los logros. Lo importante es no perdernos. Hemos de averiguar quiénes somos y hacia dónde anhelamos ir. Para eso es bueno el fin de semana, que nos atrapa con sus elucubraciones varias, con sus ensoñaciones de altar de la infancia, donde pusimos a buen recaudo, y mejor abrigo, ciertas ilusiones aún inmaculadas. Es momento de cambio, de oportunidades, que hoy sí vamos a aprovechar. Y mañana… Toca acudir a la voluntad y no llorar por cosechas perdidas. Nos enfrentamos al trayecto vital de otro tiempo, aunque parezca el mismo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 14 de agosto de 2009

Prisas y competencias que incomunican

Nada se ha conseguido en sociedad sin que medie la comunicación. Lo sabemos por experiencia. Ahí está la historia con todas sus controversias para dar cuenta de ello. El ser humano es contradictorio y complejo por naturaleza, y a menudo lo es en cuestiones básicas. No debería ser así. Lo lógico es que aprendiéramos de nuestros errores. La era de la comunicación tropieza con demasiada soledad. Hay una contradicción en sí cuando aseveramos este planteamiento que, por desgracia, es verdad. Asumimos los papeles que nos tocan con prisas y competencias que desdibujan las caras que quisimos tener de pequeños. Conformamos otros árboles, otras ramas, un exceso de objetivos e intereses en los que no nos reconocemos. Lástima.

La valentía se presenta en forma de premuras que rompen los diseños con los que soñamos y que no cumplimos ni cumplimentamos por falta de entrega y de tiempo, que siempre se diluye, porque nos hemos empeñado en ello.

Comunicar implica muchos procesos y elementos dentro del procedimiento global. Debe haber mensajes estipulados o no, con códigos más o menos comprensibles, debe haber voluntades en los emisores y en los receptores, debe haber movimientos de ida y de vuelta, con efectos, consecuencias, planteamientos previos y resultados, con gestos, con proxémica, con una metalingüística, con unos resortes que nos conduzcan por vericuetos llenos de sensaciones más o menos objetivas. Ha de darse mucho dinamismo. Se trata de un proceso exultante.

También debe haber amor. Decía San Agustín, y más tarde Santo Tomás de Aquino, que con la estimación basta para que el mundo y sus condiciones se alíen con nosotros. No sé si es así, pero lo cierto es que es un magnífico punto de partida. El cariño rompe muchas barreras y no deja fronteras pues fomenta la cercanía, que es sinónimo de comunicación.

Las ciudades se llenan de gentes, de personas que no se miran (sin mirada no hay comunicación, no hay entendimiento). Y se colmatan de ruido, de obstáculos en el flujo comunicativo: las prisas, los intereses creados, las distancias cada vez mayores, los ahogos económicos, el querer ganar siempre, las carreras por la nada, el deseo de llegar antes al océano de las dudas, que aún nos generan más lejanías… Es todo un bagaje estremecedor.

El proceso de crecimiento vital de la persona se basa en la comunicación. Hay un momento en que olvidamos esto, que es como olvidarnos de nosotros mismos, de nuestras esencias, de cuanto somos. Pensar es fruto del intercambio de ideas, de pensamientos, de consideraciones. La meditación y la comunicación se consiguen dándonos a conocer y tratando de conocer al otro desde el respeto y la altura de miras. Como todo en la existencia humana, esto que decimos se consigue con práctica, con mucha práctica, con mucho tesón. Es cuestión de animarse. Seguro que seremos más felices como punto de partida. Vamos a intentarlo, poco a poco, sin prisa, claro.

Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 13 de agosto de 2009

Conflictos como modelos

Hay que llevar cuidado con los exponentes que vendemos cada día. A veces incluso lo hacemos de manera inconsciente. Las condiciones del ser humano son muchas, variables, repetidas y mensurables. Cada etapa histórica tiene las suyas, que se muestran de manera preponderante respecto de otras. Unos condicionantes y otros van surgiendo en función del momento, y conviene que, de vez en cuando, reflexionemos sobre lo que acontece, en la seguridad de que obtendremos interesantes conclusiones. La vida es un conjunto de ciclos en los que hemos de mantener una media aceptable. No quiere eso decir que no podamos equivocarnos. Claro que podemos. De los errores se aprende y mucho. Tampoco queremos decir que vivamos exclusivamente de los éxitos y de viejas glorias, si alguna vez las cosechamos. Hay que buscar, en todo caso, ese ritmo tranquilo y sosegado, que a menudo puede estar salpicado de prisas y de aceleraciones. Somos humanos, y hemos de demostrarlo. Mucho consuelo nos puede otorgar, e indefectiblemente nos proporcionará nuevas perspectivas.

Lo que, sin duda, no es defendible es que nos mantengamos en una frontera de excesos, de estridencias permanentes, de controversias complicadas que pueden hacer, y, de hecho, hacen de las existencias cotidianas unos cursos tristes, demagógicos y rotos por estampas colmadas de frustraciones y de melancolías. No hay más que mirar al interior de muchas personas y contemplar, por desgracia, lo que señalamos.

Oteemos un poco los medios de comunicación, y observaremos, en ese espejo, “el Callejón del Gato” de Valle Inclán. Duele ver tanta habladuría, tanto enfrentamiento, tantas palabras de dolor, sufrimiento y pena, tanta distancia en el plano corto, tan pocas miradas de consenso y de complaciente entendimiento… Las hay, evidentemente, pero no las mostramos. Conviene que lo hagamos, como conviene que nos digamos que nos queremos, porque estoy convencido de que es así, de que hay más amor en el mundo que odio. No dejemos para otros días venideros las panorámicas de cariño y de entrega sincera que tanto placer nos pueden regalar.

Cuando nos dedicamos a dar cuenta de tantos abusos cometemos, puede que sin caer en la cuenta de ello, esa distorsión y ocasionamos esa fractura que puede consistir en que una parte, en este caso negativa, parezca el todo de la sociedad, cuando no es de esta guisa. Los excesos, cuando son las reiteradas señas de identidad de un momento social, no son buenos. Que los difundamos tanto como ejemplos o modelos, aunque no lo hagamos con esa intención, no es una opción óptima, no lo puede ser, pues recordemos que los mejores períodos históricos son los que han publicitado las excelencias de sus artistas y de sus adelantados en los más diversos ámbitos, ya fueran el científico, el filosófico, el musical, etc.

Cuando las garras de algunos sucesos laceran nuestros intelectos y endurecen algunas almas, deberíamos preguntarnos por el coste que ello tiene. Seguro que, como decía el poeta, alguien tendrá que pagar por la pérdida de tanta inocencia. Todos y todas. Es bueno que hablemos, que nos comuniquemos. Siempre. Cuidado con los modelos que triunfan o que hacemos triunfar.

Juan TOMÁS FRUTOS.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Preguntas y más preguntas, esencia de la Prensa

Digamos como elemento primario que ya nos decían de pequeños que, para saber, hay que preguntar. Es un fundamento del ser humano. Éste pregunta para progresar, para saber, para ir avanzando. En el frontispicio de la actividad periodística hay una serie de reglas que entroncan con los primeros momentos de este oficio, que conviene repetir que se debe a la sociedad al completo. Entre esas bases está el que la Prensa pregunta y critica lo que no le parece bien. La práctica, que empieza a repetirse con una cierta frecuencia, de no dejar que la Prensa, que los periodistas, que los representantes de los medios y de la sociedad, pregunten en las ruedas y convocatorias, es un vicio detestable que conviene rechazar por muchos motivos y con, entre otras, las siguientes consideraciones:

-En la esencia del Periodismo está el preguntar, el discernir lo que es importante de lo que no lo es, lo que es interesante y principal de lo que no lo es, lo que es relevante de lo que pueda ser accesorio. La decisión sobre cómo es o debe ser una noticia es del periodista y no de las fuentes.

-Recordemos que el Periodismo es un derecho constitucional reconocido en el Título I de la Carta Magna de 1978 y que hay que garantizar, en todo momento, su libre ejercicio y sus buenas condiciones de desarrollo.

-Pensemos que cuando alguien no quiere contestar a un periodista, esto es, cuando desea guardar silencio, hay un motivo, que a menudo no es defendible. Algo esconde con esa actitud. Todos tenemos derecho a saber lo que ocurre y en qué condiciones y circunstancias. Una manera de conocer lo que sucede, un instrumento básico, es el periodista, que ha de ser respetado.

-Frente a los vicios de no responder sólo quedan las buenas prácticas, esto es, preguntar y preguntar.

-El preguntar permite obtener matices, más elementos de juicio, vislumbrar los estados de ánimo, conocer a la persona y si nos dice lo que piensa verdaderamente. Hay un metalenguaje que se conoce mejor a través del tradicional y, por otro lado, normal sistema de preguntas y respuestas.

-El que no quiere preguntas demuestra una nítida falta de valentía y el no querer afrontar cuestiones o verdades incómodas. Recordemos que el derecho a informar no tiene nada que ver con el artificio de laboratorio que pretenden algunos responsables y representantes públicos y privados. El derecho a conocer es dinámico, con múltiples direcciones, y no sólo en una. Hay que preguntar, hay que poder preguntar.

-Conviene que digamos, cada vez que informemos, si no se nos ha permitido hacer preguntas, para que el ciudadano/a pueda valorar mejor lo que le contamos.

-Cuando se hacen declaraciones institucionales se hace publicidad y/o propaganda, y no exactamente información.

-Al tiempo que el periodista debe comunicar lo que conoce, ha de tener la opción de saber lo que ocurre mediante el cuestionamiento de lo que se le narra. El periodista no es un mero “figurante que traslada” datos. Debe poder interpretarlos y analizarlos, y para ello ha de poder preguntar.

-Debemos protestar en los casos en que se impidan las preguntas. No cabe la pasividad ni la falta de movilización por parte del colectivo de periodistas, y mucho menos por parte de sus empresas.

Por todo ello, es necesario que levantemos la voz ante este tipo de situaciones y que arrojemos luz sobre lo que sucede. La profesión requiere, en estos y en otros supuestos, que no permanezcamos impasibles. Hace falta un rearme moral ante esta clase de actuaciones. Y ante otras. Es momento de ir practicando la comunicación incluso sobre nuestros propios asuntos. No practiquemos aquello de “en casa del herrero cuchillo de palo”.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 11 de agosto de 2009

Por la excelencia periodística

Refresquemos la memoria. Veamos algunos puntos cruciales. No descubrimos nada nuevo. Es un oficio más que consolidado, pero con problemas acuciantes, duros ellos. La profesión periodística atraviesa, como le ocurre a otras, por una crisis que se presenta mediante las más diversas caras: la social, la ética, la formativa, la de su propia identidad… No es un buen momento para afrontar todos los deberes que hemos ido dejando en el pasado más o menos reciente, pero lo cierto es que no debemos permitirnos que pase más tiempo sin que nos enfrentemos a lo que está sucediendo con medidas tan claras como contundentes.

El sector peca de falta de corporativismo, de carencia de una movilización ante los asuntos profundos que, con el paso de los años, se han convertido en problemas más o menos graves: hablamos del intrusismo, de los bajos salarios, de la precariedad laboral, de la falta de elementos para poder trabajar con unos mínimos de calidad, etc. Por muchos motivos, la profesión se ha ido alejando de esos niveles de excelencia a los que pudimos llegar debido a diferentes presupuestos durante la década de los 80.

Es cierto que la nuestra es una profesión liberal para la cual no se exige titulación ni siquiera en los medios públicos, aunque en estos últimos sea una práctica generalizada el contratar a egresados en Comunicación, en Periodismo o en áreas cercanas. Es evidente también que no contamos con un Estatuto específico, a pesar de los numerosos intentos llevados a cabo (ahora estamos afrontando otro), que nos lleve a establecer derechos y deberes en el desarrollo de este oficio. Es, igualmente, verdad que los códigos de buenas prácticas, o códigos éticos o deontológicos, como se les quiera llamar, no siempre son conocidos, y, en pocas ocasiones, se tienen en cuenta a rajatabla, sobre todo en determinados formatos y espacios audiovisuales.

Es la nuestra una suerte de profesión anárquica, que, pese a todo ello, desempeña con holgura, el papel constitucional que tiene conferido. No obstante, hay todo un territorio perdido, o vencido en parte por algunas rutinas o desidias, que conviene recuperar para bien de la profesión, y, fundamentalmente, para mejoría de las ofertas dirigidas a la ciudadanía, a la que nos debemos en primer y último término.

Generar una conciencia crítica es más que una necesidad: es ya un tren que no podemos perder, o, de lo contrario, nos quedaremos sin esa fiabilidad que es tan precisa para que seamos auténticos referentes sociales. Conviene que, como el resto de poderes de una Democracia, el de la Prensa sea real y que esté en manos de la sociedad y de sus propios intereses, teniendo en cuenta criterios de acceso de minorías, de preservación de valores, de mejoras para los colectivos y de defensa de los derechos individuales, etc. Nos va en ello mucho en juego.

Por eso conviene recuperar ancestrales deseos humanistas, reglas de oro de respeto y de cortesía, valentías por causas que no debemos olvidar como si ya fuesen perdidas… y todo ello ganándonos el respeto, en primer lugar, que debe poseer la profesión que ejercemos. Recordemos y reiteremos: estamos en un panorama que se sostiene con salarios paupérrimos, con carencias de personal en las plantillas, con prisas por llegar a titulares más o menos llamativos, con un intrusismo, ya dicho, que tiene más que ver con prácticas poco defendibles y con otros problemas que hemos de afrontar con gallardía y a través de la persecución de modelos de cambio que conecten con los nuevos valores que llegan a la profesión. Por favor, hemos de hallar más motivos para continuar en este oficio que para dejarlo. Hay mucho que cambiar, seguro que sí, pero, claro, con el consenso y con la intervención de todos/as.

Las claves, evidentes ellas, están ahí, y mucho tiempo ya, por desgracia. Es momento de hablar menos y de hacer más. No hay prisa, seguramente. No hay que atropellarse, pues, de hacerlo, cometeremos errores que han de ser evitables a estas alturas. Lo cierto es que tampoco hay tiempo para más demoras. Debe comenzar la era de la acción, en lo periodístico también. No dejemos para mañana lo que hemos de empezar a hacer hoy mismo. Seguro que lo agradeceremos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

lunes, 10 de agosto de 2009

Recuperar el prestigio

Recuperar el prestigio en época de crisis, objetivo del Colegio de Periodistas de Murcia

El pasado 18 de Mayo comenzó su andadura la primera Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia. Se iniciaba así el periplo del que es el tercer Colegio de este colectivo en España. Existían hasta ahora sólo los de Cataluña y Galicia. En este caso, el promotor de esta entidad es la Asociación de la Prensa de Murcia, con 103 años de historia, que, lejos de extinguirse o transformarse, va a convivir en paralelo con el Colegio, que será, eso sí, el que tenga la representatividad del colectivo periodístico murciano y la nueva locomotora del gremio. Al menos, ésa es la intención.

Dos años han pasado desde que se aprobó, en Mayo del 2007, la Ley de creación del Colegio de Periodistas de Murcia, una norma que ya establecía su nexo de unión con la Asociación de la Prensa (todos sus asociados son los promotores y miembros, desde sus inicios, de pleno derecho) y con la FAPE, con la que cierra su vinculación desde la propia norma constitutiva.

Esto viene a demostrar el hecho, y el anhelo, de que el Colegio de Murcia viene a unir al sector, tan necesitado de esta dinámica en esta especie de doble crisis en la que nos hallamos (unimos la propia de hace una década a la general de los últimos dos años). Esto es lo que precisamente está reiterando la nueva Junta de Gobierno. Decimos que la unión hace la fuerza y que querer es poder. Es, pues, hora de hacer valer lo mejor de ese cacareado corporativismo que nunca hemos ejercido, o que, en todo caso, hemos esgrimido en contadas ocasiones.

Una de las primeras gestiones, tras la puesta en marcha del Colegio, ha sido definir su imagen corporativa. Así, se ha convocado un concurso de ideas nacional que se resolverá a mediados de Septiembre, y que servirá para que, a finales de Octubre, se ofrezca la nueva estampa con la que queremos andar el nuevo camino. En este sentido se está cerrando un acto público con el propósito de que las fuerzas y representantes sociales, políticos, culturales, etc., conozcan qué es el Colegio, lo que persigue, y lo que hemos de desarrollar todos juntos.

Se está insistiendo en que, en el triple vértice de nuestra singladura vital y profesional, están las empresas periodísticas, los periodistas, y, por supuesto, en un lugar destacado, la sociedad misma, a la que nos debemos y que hemos de tener como aliada ante los problemas que padecemos de precariedad, intrusismo, bajos salarios, presiones de todo género, etc.

También hemos puesto en marcha un Observatorio de la Profesión Periodística, para analizar desde ya con rigor, con academicismo también, qué es lo que sucede en el sector, cuáles son sus problemas, sus demandas, sus reivindicaciones y sus posibles soluciones. En este sentido, estamos haciendo una serie de encuestas entre profesionales y responsables de los medios, cuyas conclusiones daremos a conocer en breve. Nos servirán para convocar una mesa del sector, que ya hemos anunciado en diversos actos con la participación de los compañeros, de las empresas, de la Universidad y de las Administraciones Central y Autonómica, en estos últimos casos a través del Delegado del Gobierno y del Presidente Regional (con ellos ya hemos tenido sendas reuniones).

Reciclaje y deontología

Queremos incidir, fundamentalmente, en estos inicios en aspectos éticos y deontológicos, así como en los formativos. Podemos contribuir a mejorar la formación de los periodistas, tanto en los ámbitos universitarios como ya en sus respectivas empresas, donde podemos aportar nuestro granito de arena en el reciclaje permanente y continuo. Hemos firmado un acuerdo con la Universidad de Murcia para integrarnos en la Escuela de Práctica Periodística que promueve la Facultad de Comunicación, pero también tenemos el propósito de poner en marcha una Cátedra de Comunicación, y, en esta esfera, ya hemos contactado con la Consejería de Cultura y con varias empresas. Nos toca todavía cerrar algún acuerdo con entidades financieras. El verano ha frenado un tanto estas gestiones.

Por otro lado, es un objetivo firme contribuir a la mejora de la credibilidad del sector y de su prestigio, y por ello queremos organizar cursos de acercamiento de los medios a la sociedad. Tenemos cerrados ya varios en los ámbitos sanitario y cultural, amén de diversas ponencias y charlas en las Universidades regionales y en la cercana de Elche. Hay que detectar los problemas que nos acechan, explicarlos y neutralizarlos, siempre con el consenso y la alianza de la ciudadanía.

Hemos buscado financiación para poner en marcha la revista “Cuaderno de Letras”, que nos permitirá unir los ámbitos culturales, educativo y comunicativo. Al mismo tiempo, contribuirá a que tengamos más presencia social y a entroncarnos con unas tareas que nos permitirán recuperar parte de ese prestigio que ahora tenemos en entredicho o abandonado.

Y todo ello sin olvidar la actividad periódica, casi diaria, que hemos llevado a término históricamente desde la Asociación de la Prensa, y que ahora compartimos con el Colegio. En estos días hemos presentado el Anuario con los eventos más destacados del año pasado; hemos preparado, igualmente, la revista de los toros para el mes de Septiembre; estamos terminando un libro sobre la Asociación de la Prensa, y hemos confeccionado un díptico con consejos sobre el consumo televisivo…

Uno de los escenarios a los que nos queremos dirigir es el público más joven. Por ello, vamos a pedir a la Consejería de Educación que nos financie sendos cursos sobre la Prensa en la Escuela y acerca de la Televisión. En paralelo, estos encuentros educativos nos servirán para darnos a conocer como colectivo y como profesión. Necesitamos que la ciudadanía nos conozca más y mejor, como ya hemos dicho más arriba.

En otro orden de cosas, más de funcionamiento interno, hemos arbitrado un nuevo libro de actas, para dar cuenta de las reuniones de la Junta de Gobierno, al tiempo que estamos en contacto con nuestra asesoría laboral y económica para adaptarnos a las necesidades contables y de funcionamiento económico que nos dicta la Ley de Colegios Profesionales. Nuestro sistema contable es otro, y tenemos que amoldarnos a él, para sacarle el máximo partido a la hora de conseguir subvenciones o de hacer actividades que nos incardinen en la labor de servicio público que debemos desarrollar en las esferas comunicativas y/o formativas.

Finalmente, destaquemos que estamos contribuyendo entre todos, cada uno en sus sitios de influencia, a que el Colegio aparezca cuanto más mejor en los medios de comunicación, así como sus reivindicaciones. La gran apuesta, tras el verano, es conseguir aumentar la afiliación con campañas divulgativas entre los compañeros del oficio y, fundamentalmente, en las Facultades de Comunicación, para que los flamantes egresados nos vean como una oportunidad de defender sus derechos y de mejorar su preparación. Como instrumento de captación de nuevos colegiados, hemos perfilado la figura del pre-inscrito que, con una cuota simbólica, tiene derechos de información, de asesoramiento y en el ámbito formativo, excluyendo hasta su colegiación los llamados derechos políticos sobre el funcionamiento interno de la institución. Sí, podrán tener voz, pero no voto, ya que es requisito imprescindible para una total pertenencia que se trate de titulados en Comunicación.

Es ésta una carrera maravillosa en la que nos hemos enfrascado, con el deseo de hacer una institución lo más plural y lo más asequible que podamos a la sociedad y a la misma profesión periodística. El itinerario, no lo olvidemos, es de todos. El Colegio, con la responsabilidad que tenemos los que hemos recibido el apoyo de los compañeros/as para dirigirlo, será lo que todos digamos que queremos que sea. Afortunadamente, tenemos mucho futuro por delante.

Juan TOMÁS FRUTOS.

La mirada del ciudadano a la credibilidad de los medios

Pensemos en la base del sistema comunicativo. Hay muchos ingredientes. Veamos los básicos y los accesorios. Hagamos un poco de recopilación y de resumen de cuanto sabemos. Quizá así hallemos algunas claves más. La comunicación podría ser considerada, figuradamente, una especie de poliedro. Hay muchas caras, como nos explican todos los teóricos desde Chomsky y Ferdinad de Saussure hasta nuestros días. Hallamos, en este proceso, al emisor, al receptor, así como el mensaje con su código, el canal, el contexto, la retro-información y toda una metalingüística y unos significantes gestuales, proxémicos, etc. Todo esto está muy bien que lo reseñemos y hasta que lo repitamos. Son elementos y recursos básicos. Nadie lo duda, pero conviene que insistamos en algo que se da por conocido, y que no siempre es así: la comunicación necesita verdad, la verdad. Precisa que sea creíble, verosímil. Si los demás no creen, por las barreras que fuere, en la verdad que estamos contando, todo lo demás huelga, no tiene sentido.

Y, siendo, como es, tan importante este hecho, cuando preguntamos al ciudadano de a pie por su consideración sobre los medios de comunicación y sus profesionales (más sobre estos segundos), nos dicen que representamos a un oficio sin el prestigio necesario, sin credibilidad suficiente. Estamos, de hecho, al final de la clasificación sobre los oficios y/o profesionales de la sociedad. Únicamente nos ganan, como menos creíbles, y eso no es un consuelo, los políticos y, en ocasiones, los jueces, por las polémicas de los últimos años, que han ocasionado una erosión tremenda en sus respectivos quehaceres.

Conviene recordar, porque es así, aunque no siempre lo tenemos presente, que en el frontispicio de los Códigos Deontológicos de los Periodistas suele aparecer como artículo primero el que debemos decir la verdad, o, cuando menos, perseguirla. Así es. Está claro, como lo está para el médico que, en sus principales premisas éticas, se halla el no hacer daño y el preservar la vida de los pacientes. También parece natural. Sin embargo, y ello nos debería llevar a muchas reflexiones e interrogantes, el ciudadano no cree que digamos la verdad, y, además, esa misma ciudadanía confunde, porque la confundimos, formatos y tipos de ejercicio del Periodismo, de modo que atiende con la misma perspectiva un programa del corazón y uno informativo neto, y eso nos lleva a advertir que esa ciudadanía, o eso nos parece, realiza una “tabla rasa” de los profesionales y nos ven a todos por igual, lo cual, evidentemente, no es bueno. Todos no practicamos un periodismo sin fuentes, como ocurre en algún tipo de Prensa del Corazón.

La televisión lo inunda todo. El 80 por ciento de los ciudadanos de nuestro país sólo se nutren informativamente a través de la televisión. Ello, unido a que los programas más vistos son los “realitys” (y con diferencia) y a que la media de consumo televisivo es de cuatro horas y media diarias, nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de recuperar parte del prestigio perdido. Es posible, deseable, e incluso necesario.

Es prioritario tener credibilidad

Credibilidad viene de crédito, esto es, de la posibilidad de que alguien nos conceda “ese algo tangible o intangible de valor” respecto de lo que hacemos o deseamos porque somos nosotros, porque hemos demostrado durante tiempo que somos dignos de que se tenga fe y esperanza en que nuestra labor o nuestra oratoria están en el punto preciso de ecuanimidad y de buena intención. Por ejemplo, se da en el caso de que alguien nos permita realizar una tarea o una ocupación determinada porque sabe que la vamos a administrar oportunamente, o bien cuando alguien nos otorga un beneficio sabiendo que lo vamos a compartir con esa misma persona antes o después, o que le vamos a devolver con creces lo que nos ha sido dado. Uno confía en alguien cuando tiene credibilidad, y por eso le damos crédito, le otorgamos algo nuestro, ya tenga un valor contable o espiritual.

Uno confía en que cuando dice algo le crean, pues, si tiene que hacer un esfuerzo extraordinario para que lo que sea verdad lo parezca también, se pueden producir elementos “distorsionadores”. Con la experiencia, con el paso de los años, mientras demostramos que somos capaces de hacer las cosas bien, o de corregirlas, si nos equivocamos, vamos adquiriendo, en paralelo, habilidades para hacer valer nuestros criterios y nuestra forma de pensar desde planteamientos correctos, verosímiles y con la suficiente empatía para que los demás nos entiendan. Ésa debe ser nuestra aspiración

Pues precisamente con ese bagaje debe trabajar el Periodismo, el periodista, el profesional, todos los que tienen que ver con el mundo de la Comunicación. Hay que recuperar las esencias y los anhelos desde el mismo cimiento de la búsqueda de la objetividad, de la verdad, con el planteamiento de la buena intención y en pro de intereses colectivos. Con ese afán daremos con mejores resultados y seguro que contribuiremos a que la construcción de la sociedad sea más justa y desde consideraciones más felices para todos.

La credibilidad es un instrumento de construcción de la sociedad, está en el sostén de su mismo desarrollo. Aquí, como en otros supuestos, el valor del Periodismo es crucial. Meditar sobre ello ayuda a que hagamos de este pensamiento una realidad certera. Ello nos edificará, igualmente, como colectivo. Aquí estamos todos y todas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

viernes, 7 de agosto de 2009

En recuerdo de Lorenzo Guirao

Lorenzo, una buena persona

Piensen en una mirada honesta, en una sonrisa de buena gente, y hallarán a una persona grande de espíritu. Se llama Lorenzo Guirao. Ha sido muchas cosas en el ámbito de la política, y muchas más en la esfera sanitaria y de la investigación. Ante todo, se le podría calificar con la frase de “es una buena persona”, que, en este caso, no es un tópico.

Lo recuerdo en su etapa de consejero, cuando más relación tuve con él, con sus sabios consejos, con su mirada atenta a todo, con ese respeto que únicamente personas excepcionales saben mostrar. Sí, buena persona es la expresión que mejor le define.

Le he visto en los últimos años por mi barrio: nos saludábamos y nos contábamos que la vida sigue en esa intrahistoria que nos ennoblece como sociedad y que nos encamina con fuerza hacia el progreso humano. Su itinerario ha sido extraordinario.

De fina inteligencia, ha sabido cultivar las rutinas diarias con sanas amistades. Ha sido un ejemplo de vida en lo personal, como también hemos podido constatar que lo ha sido en lo profesional.

Ahora se nos ha ido. Otro mazazo que nos llega de la vida, que nos distrae a menudo, y que repetidamente nos recuerda que nos quedamos muy solos cuando personas de la talla de Lorenzo se nos marchan a otra dimensión. Amigo, te echaremos de menos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

Periodismo, cimiento fundamental de libertad

Miremos al entorno comunicativo que nos rodea, y hagamos unas reflexiones que, aunque obvias, son necesarias. Conviene que sepamos qué es lo importante y qué es lo anecdótico cuando hablamos de algo tan sustancial como el Periodismo. El ser humano, de manera individual y como colectivo, tiene en la comunicación periódica su piedra angular. La pieza básica del desarrollo de toda sociedad que se precie es el Periodismo, un oficio que tiene su origen en la misma idea y en la realidad del ser humano. Cuando éste tiene conciencia de sí mismo y comienza a organizarse en pequeños clanes o familias, ya podemos ver esbozado un primer estadio del Periodismo.

En cualquier era podemos detectar a alguien que trata de contar algo a sus congéneres. Es un papel básico, y hasta necesario. La opinión pública precisa de ser alimentada con lo que ocurre y con su interpretación pertinente.

Todo un bagaje instrumental ha rodeado al Periodismo desde que nace de una manera incipiente y poco definida hasta nuestros días. Los avances tecnológicos han sido una consecuencia de las ganas de ir ganando partido a los elementos de la naturaleza, y, en concreto, en el ámbito comunicativo, son utilizados para perseguir una mejora en el conocimiento, que es lo que nos distingue, a priori, del resto del medio natural, pues tenemos capacidad de analizar lo abstracto y de vislumbrar lo que ha sido, el porqué, así como su futuro, sus consecuencias y las posibles modificaciones en las conductas y actitudes.

Desde el siglo XVIII, con el fortalecimiento del Periodismo en las urbes, en los burgos, con la nueva clase social, la burguesía, hasta nuestros días, ha habido sucesivos progresos, todos importantes. No obstante, la revolución que supone Internet hoy en día no deja lugar a dudas sobre los avances que estamos registrando. En ellos, el Periodismo encuentra un aliado, si entre todos somos capaces de arbitrar buenas prácticas.

El Periodismo, como decimos, hunde sus raíces en los mismos comienzos del ser humano. Siempre hay alguien que cuenta a los demás lo que pasa, lo que está sucediendo, lo que ha sido y lo que podría ser. A lo largo de los siglos se ha ido configurando un oficio, a la vez que profesión más tarde.

Ahora, las Nuevas Tecnologías son la base de un nuevo sistema reinventado y refrescado en sus esencias. Estamos convencidos de que, con un buen uso, el Periodismo desde Internet, basado en la Red de Redes y que consulta y se nutre de estos avances, está mejorando, y más que se lucirá. El aprendizaje es multidisciplinar. Si miramos al núcleo de la sociedad, seguro que vemos, entre otras cosas, el ejercicio del Periodismo. La voluntad es necesaria, y también el compromiso. El Periodismo es un cimiento esencial de la libertad para todos y cada uno de los que componemos una sociedad que se diga avanzada.


Juan TOMÁS FRUTOS.

jueves, 6 de agosto de 2009

Documentación y televisión

Aunque no debería ser así, vaya por delante una obviedad: la documentación es básica en cualquier medio audiovisual que se precie, sobre todo cuando éste cuente con unos años, los suficientes, de existencia. Este Departamento es la demostración de su paso, el del medio que fuere, por la historia, así como de su papel notarial respecto a lo que acontece, ya sea más o menos relevante. A efectos de archivo, y para que se entienda, son importantes muchos aspectos y peculiaridades, casi todos, más de los que se pueden apreciar a primera vista: solo a través de él se ve crecer una ciudad, o envejecer a las personas, o conseguirse éxitos tras fluctuantes fracasos más o menos prolongados. La fotografía de todo ello nos viene de la Documentación, de toda la que hayamos hecho acopio.

El gran problema en los medios es la falta de recursos. Es un defecto mayor en los pequeños, claro. La crisis ha venido a poner más piedras en una situación casi insostenible, pues puede afectar, y, de hecho, afecta, a la calidad de las empresas periodísticas. En este marco, el trabajo de rescate de documentos, de información y de todo ese bagaje que podemos utilizar en el día de mañana (genéricamente considerado), aunque nos arropen las tecnologías con sus métodos automáticos, acaba siendo la hermanita pobre de un sistema que hemos de mejorar poco a poco y entre todos, pues el tiempo que le dedicamos a desarrollar un buen sistema de documentación es tiempo que nos damos más tarde para optimizar los resultados cotidianos. La calidad también reside aquí.

Veamos las funciones que se deben llevar a cabo. Son significativas del quehacer cotidiano. Las tareas que podemos y debemos desempeñar en cualquier Servicio de Documentación que se precie tienen que ver con el visionado del material, con la selección del mismo, con la decisión de qué se guarda y qué no, con el mantenimiento de una base de datos en relación a otras paralelas o superiores jerárquicas y con el desarrollo de sistemas y modelos de almacenaje propicios y mejorados continuamente, etc. Debemos contemplar sus faenas de una manera múltiple.

Lo que sucede es que no siempre se le confía a ese Departamento la gente suficiente y tampoco en todo momento los criterios que imperan son los de aquellos que más conocen las necesidades y la idiosincrasia del servicio en cuestión. Hay mucha disparidad de pareceres, que no se suelen poner en común, y, según las etapas de gestión gerencial y/o de otro género, se mantienen unas premisas u otras -puede que arbitrariamente- con el consiguiente vacío en la búsqueda y/o localización del material guardado. El que haya una unidad de actuación supone que una pieza se localice o no, y, sobre todo, que se halle en tiempo y forma. Lo que no aparece no existe, y lo que se encuentra tarde ya no nos sirve. Jugamos, en la partida periodística, una carrera contra el reloj.

Es aconsejable, como bien explica en un informe exhaustivo y muy coherente del documentalista Antonio Maestre Hernández, que haya una especie de Comité de Notables que apliquen criterios ecuánimes, consensuados, obvios, fáciles de entender y de atender, con economía de medios y optimización de resultados. La idea es no cometer fallos de entendimiento que se pueden dar por carencias en el archivo o a la hora de rescatar de cintas o disquetes. Aprender de la experiencia, fundamentalmente de la mala, es una necesidad con la que ahorramos dinero y ganamos en objetividad.

Por otro lado, cada territorio, cada medio, cada organización, cada grupo de profesionales es un mundo, y lo es en su contexto. Ello se ha de tener en cuenta a la hora de aplicar los criterios correctores de selección y archivo. No todo vale por igual en todas partes. La cercanía comunicativa se ha de pretender también en las tareas documentales. Conocer el entorno y aplicarlo a los métodos selectivos contribuye a gestar una base documental más idónea. La filosofía ha de ser el tener presente lo que nos rodea.

Conviene que, en las labores de archivo, como en todo, se sea exhaustivo, pero no hasta la saciedad, pues podemos desembocar en un sistema lento y poco operativo, y eso no nos vale. Hace falta, como decían los griegos, un término medio, donde parece estar la virtud. Dediquemos el tiempo que sea menester para ganar en rapidez. No obstante, pensemos que, si nos pasamos más de lo debido, ya no compensa.

La documentación es algo más

Convengamos también que en un medio audiovisual la documentación no es solo guardar cintas y saberlas localizar. Hay que tener en cuenta el acopio de datos, de informaciones, de referencias a fuentes y opiniones que nos puedan servir para refrescar una noticia cuando la basemos y utilicemos con aspectos documentales visuales… y también escritos, por supuesto. El pasado se puede hacer presente en cuanto sepamos enfocar bien un dato no esclarecido antes o difundido con un perfil más preciso un poco más tarde. No lo olvidemos. Hemos de estar en guardia y preparados para sacar brillo y provecho a lo que vamos atesorando.

No nos cansaremos de repetir que la Documentación, como Servicio, ha de ser potenciada en todos los medios audiovisuales. El caso de los Centros Territoriales de TVE, que mejor conocemos, tiene su especificidad, y, por ello, hemos de insistir mucho más en lo que subrayamos, habida cuenta de que son la vertebración natural de sus respectivos ámbitos y su nexo con todo el Estado. Deben contribuir, y en ello insistimos, a dar un empuje a aquellos sectores o esferas que más lo precisen y han de ensalzar los valores más singulares de cada territorio. La historia, la geografía, las peculiaridades del vestir o gastronómicas, así como el reflejo de aquellas esferas más características, como pueden ser el turismo, la agricultura, la industria, las fiestas, etc., han de aparecer en sus espacios audiovisuales, esto es, en los informativos, en los de entretenimiento, en los divulgativos y culturales, etc., que han de ser el espejo y la huella de cuanto vaya ocurriendo a lo largo del tiempo. Aquí la Documentación, para que quede testimonio de ello, es fundamental, esencial.

En este sentido, mantener copias de seguridad, y, si es posible, en soportes que ofrezcan las mayores garantías, es el consejo, y hasta casi la obligación que han de cumplir los responsables de estos Departamentos y sus superiores. En algunos casos, hay que empezar por destacarles el alto valor, no ponderado en lo económico, de ese patrimonio que llamamos Documentación. La existencia de material acumulado y sin inventariar y el borrado discrecional de cintas (a veces sin ningún control) es el reflejo (no extensivo, ni preocupante en la mayoría de los casos) de una dinámica que hay que detener.

Por todo ello, en la decisión de qué conviene seleccionar o no deberían intervenir responsables de contenidos, técnicos, directivos, productores, especialistas en las diversas áreas, sin olvidar a otros profesionales del medio, que pueden contribuir a dar una perspectiva mayor y de conjunto. En este campo, como en otros, debemos mirar más extensivamente.

Juan TOMÁS FRUTOS.



*Fuentes consultadas y complementarias:

-Servicio de Documentación de RTVE.
-Publicaciones del Instituto Oficial de RTVE, especialmente las dedicadas, de manera expresa, a Informativos Diarios y a la Documentación.

miércoles, 5 de agosto de 2009

En el principio y el origen, la palabra

Miro a mi interior. Reflexiono. Me veo a mí mismo y a los demás. Me conjugo y me conjuro para hacer posibles arreglos y cambios, mejoras en definitiva. Hablo de la palabra, del entendimiento, del conocimiento que adquiere la causa con la que deseamos seguir adelante. Nos planteamos un poco de estímulo, y un poco más, hasta decir que nada humano nos está alejado. Pensamos en sentimientos, y con ellos nos embarcamos en una singladura colmada de rumbos hacia otros escenarios. Nos conseguimos en la comunicación, que es todo, que nos refiere todo, que en todo es una y universal, amplia, extendida hasta los confines de la memoria, que no ha de fallar en lo genuino y esencial.

Respiro con el término consenso, con la solidaridad que es premisa en el flujo comunicativo con el que ofertamos lo que llevamos dentro. Todo es comunicación, y todo ha de ser como resolución de conflictos, como punto de cercanía, de amor y de respeto. Lo que no se sabe se ha de conocer a través de la extracción de datos y de las circunstancias que les acompañan. Ha de ser así.

La vida es un puñado de momentos que hemos de utilizar para aprender, para justificar y para entender lo que nos sucede, que es mucho o poco dependiendo de los ciclos, de los instantes más o menos definitorios.

Juzgamos cuanto se multiplica por un plano de igualdades en lo que se refiere a posibilidades de preguntar y de responder. Nos sumamos con esos beneplácitos que han de ser las expresiones de amistad que nos envuelven. Queremos, podemos, debemos ser cómplices de una felicidad a prueba de falta de estima o de resultados materiales, suspendidos en un vacío de valores que no deseamos comprender.

La palabra es todo. En el principio fue la palabra, y el verbo se hizo humano, y lo humano conquistó la Tierra, esperemos que, a la larga para bien, para mejor, y no para lo que nos parece hoy en día. De nuevo, la palabra es el origen, ha de serlo, para ver esencias, para deleitarnos con ellas, para apaciguar ánimos y comprender que no somos si no estamos juntos. Las huellas del camino nos han de marcar otro trazado, otro ritmo, y mejores y más gratos anhelos.

Miremos al lado, y veamos al otro, y, si no somos capaces de otearlo y de comprenderlo, preguntemos quién es y digamos, en paralelo, quiénes somos. Caminemos luego parlando y parlamentando de y sobre lo que queremos hacer… juntos. Estamos listos. Debemos estarlo.

Juan TOMÁS FRUTOS.

martes, 4 de agosto de 2009

Un recuerdo y un homenaje desde Murcia

Has muerto solo, o me lo parece, lejos de la patria. Pasa el tiempo, y el tiempo nos repite la esencia del todo y de la nada, se repite de cabo a rabo, hasta darnos en las narices por si queremos aprender más de la cuenta. Te has marchado, y te has ido de la manera más incomprensible. Un accidente en moto, una curación que no llega, un avión que no se fleta, unos rumores que te distancian de la solución, y, entretanto, llegas al final de ese río que se acaba en la mar de aquel poeta tan conocido como anónimo.

Julián, has quedado con flores y sin palabra, con sonrisas y sin aliento, con miradas sin travesuras, sin aciertos por inactividad. No es momento para valorar, sino para añorar. Ni siquiera me plantearé lo que pudo haber sido y no fue, lo que podríamos haber hecho desde nuestra ingrata cadencia informal, desde lo que nos consuela, o podría, por reiterado, por humano, por sentido…

Has callado, Julián Lago, has devuelto la mirada, has dejado el testigo con el dolor de un trance tan inesperado como inaudito. No entraré en polémicas, no me dejaré llevar por la controversia, sino por la dulzura de lo humano, que siempre contemplé en ti, pues siempre advertí, y lo digo ahora que me escuchas desde otra dimensión, un valor solitario y solidario que únicamente las personas comprometidas y endurecidas por el destino de la incomprensión muestran en los jirones que les propina la existencia.

Estimado comunicador, maestro, te mando un abrazo desde Murcia,

Juan TOMÁS FRUTOS.

La radio, más viva que nunca, gracias a la ciudadanía

De vez en cuando damos con referencias que nos hacen confirmar lo que ya intuimos o hasta sabemos. Es el caso del libro del que nos ocupamos a continuación, que reitera el papel básico y vivo de la radio como empresa y como medio de transmisión de conocimientos a la ciudadanía. “La radio del siglo XXI, un medio interactivo”: éste es el sugerente título de la primera obra impresa, esto es, en formato papel, del periodista e investigador molinense Ángel Meseguer Conesa.

El trabajo, y conviene decirlo en primer lugar, es impresionante, pues hace una comparativa de las diversas ofertas radiofónicas, de su interactividad, y del grado de receptividad y de comprensión entre más de 1.000 emisoras de toda España. Es un quehacer inmenso, como las posibilidades de su autor, que es -me lo ha parecido desde hace mucho tiempo- un gran experto en materia de nuevas tecnologías de la información, así como un ingente trabajador en este campo.

El libro está publicado por Euroeditions, una Fundación especializada en los progresos tecnológicos y, más concretamente, en autores noveles o, cuando menos, desconocidos. Los jóvenes valores tienen mucho que contar, y un claro ejemplo es el doctor Meseguer Conesa. Precisamente, su tesis doctoral es el germen de la obra a la que estamos aludiendo. Pese a su juventud, su talento ya está más que demostrado.

Meseguer se ocupa y se preocupa, por este orden, de la empresa periodística radiofónica, de sus funciones, de los géneros, de los fines, de las labores de servicio público y de ese futuro en el que la ciudadanía es el cimiento básico (más que nunca hoy en día) de lo que debe ser un verdadero flujo comunicativo.

Consideramos que la radio ha sobrevivido a todos los soportes, espacios y formatos, y estamos convencidos de que así será durante muchos lustros. Las tecnologías son las grandes aliadas en este sentido. Si queremos conocer pormenorizadamente qué es la radio, este medio, hemos de leer la obra de Ángel Meseguer, que cuenta con una redacción magnífica, un estilo extraordinario y un vocabulario supremo. Nos encanta también el glosario, que permite e invita a entender los términos más empleados en este universo. La bibliografía es un modelo. Son muchos los libros aconsejados y que deben leerse para conocer la materia radiofónica. Es impresionante lo que aprendemos en estas páginas, y, además, de modo divertido, que es lo destacable.

La radio total

Está claro que una de las conclusiones de este libro es que la radio sigue viva, más que lo ha estado jamás, a pesar de las fragmentaciones de las audiencias y de las disensiones sobre los formatos válidos y los oyentes cosechados. Seguirá viva siempre que el público responda, y para ello hace falta que éste sepa lo que el medio le puede ofrecer, con las nuevas técnicas, con los más flamantes resortes, con las inmensas posibilidades que regala. Además, la radio es integral, total: brinda de todo, en todas partes, a todos los sitios, en cualquier momento, sin escenarios pre-determinantes… En lo que respecta a la actualidad radiofónica, no hay parangón en consideración a ninguna otra etapa de desarrollo mediático. Internet es “lo más”.

La radio en Internet es el futuro, es el presente continuo en el que estamos. Lo dice Ángel Meseguer, y lo avala con datos. No escribe por escribir, ni habla por hablar. Le damos la enhorabuena por el empeño, por los resultados, y porque seguro que proseguirá dando que destacar, y bien, como periodista y experto en medios masivos desde la óptica de su interactividad.

Nos sentimos orgullosos de haber apoyado esta iniciativa y de haber creído en la calidad de una investigación que, por excepcional, ha de aparecer con letras descollantes en cualquier reseña que se haga de ella. La valía profesional, ética y personal del investigador ha dejado una huella singular en este trabajo, cuya lectura es recomendable, así como su re-lectura. No dejen de tener presente este libro. Les enseñará multitud de conceptos, y, sobre todo, les hará reflexionar.

Juan TOMÁS FRUTOS.