Intentemos ser diestros. El esfuerzo pausado ha de ir en ese sentido. Tengamos tanto y decisión, que son dos complementos maravillosos en los actos comunicativos, esto es, en las relaciones humanas. Existimos de manera real cuando el comportamiento se desplaza, a veces sin ser consciente de ello, hacia el infinito del porvenir. Vivimos para dar la palabra, ya sea hablada, pensada, escrita, abstracta, realizada, pendiente de amagos de pensamientos. Existimos para dar con las claves de unas calladas respuestas que han de seguir por las sendas más sensibles y sensatas. Pensemos en estar bien, y seguro que lo estaremos, pero debemos hacer ese ejercicio de dinámica prometedora.
Estamos en esos planteamientos en los que la conversación ha de ser la voluntad con un sentimiento de causas ganadas aunque sea poco a poco. Podemos estar tan estupendamente como deseemos, si la esperanza es verdadera, si la experimentamos con el diálogo que hemos de mantener con nosotros mismos.
Consumimos el tiempo con una destreza que nos hace aplaudir los éxitos que hemos de extender a los amigos, a los conocidos, a todos en general. No olvidemos que los buenos sentimientos generan mejores acciones, y, sobre todo, nos permiten que profundicemos en el perdón y en la compasión, no sólo hacia los demás, sino igualmente respecto a nuestros propios actos.
Apostemos por lo intangible y seamos sensatos y cautos. Ese equilibrio de fuerzas y de intereses nos conducirá por mundos maravillosos, también a caballo entre lo real y lo onírico. Necesitamos miradas que nos hagan abogar por las causas perdidas, que no siempre lo son, o no lo son tanto como pensamos. Pidamos consejo cuando sea menester.
Las prisas, a menudo necesarias, no son en todo momento esas acompañantes que nos han de dar esa palmadita con la que crecer espiritualmente. Nos hemos de apuntar a esa lista donde todos somos parte de un grupo en expansión que se regala buenas vibraciones, que precisamos para justificar algunas derrotas o demoras.
Somos poesía, somos prosa poética, somos la parte más dulce, aunque en repetidas ocasiones la escondamos para protegernos o como consecuencia de una ignorancia mal encarada. La sensibilidad es todo, pues es la que mejor aprendemos. Repetimos los conceptos desde esa óptica porque es la que más incide, la que, indefectiblemente, recordamos. Es difícil que olvidemos una buena acción. La idea sería corresponderla con el paso del tiempo. Por favor, seamos consecuentes con este modelo.
Fomentemos, pues, los momentos de entrega, de mirada conciliadora, de amor compartido en sus diversas expresiones y a través del concierto que es la base de la comunicación efectiva y eficiente. No nos declaremos derrotados antes de empezar con el camino de una memoria que nos ha de saber a lo mejor de lo mejor. Somos palabra, y a ella volvemos. En ese tránsito, que no trámite, hemos de aprender y compartir, lo que hará que los ciclos del itinerario que entre todos recorremos vayan siendo más grandes, más hermosos y más constructivos de la realidad social. La evolución tiene mucho que ver (todo probablemente) con la palabra, con la comunicación. Como señalamos, vivimos para ello, para la conciliación a través de la conversación, de saber de los demás, y de que los otros sepan de nuestra existencia, claro. La habilidad en el hablar, que también tiene que ver con la prudencia, nos emplaza en escenarios intelectualmente ideales con los que incrementar el gozo del aprendizaje y de la misma experiencia de vivir.
Juan TOMÁS FRUTOS.
jueves, 14 de enero de 2010
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