lunes, 5 de julio de 2010

Coincidencias comunicativas

Los sentimientos son un buen punto de arranque cuando persigamos el consenso y la alegría por conseguirlo. No todo se puede contar con palabras, y no porque no lo intentemos, sino porque determinamos aspectos que tienen que ver con lo subjetivo no cuentan con el apoyo semántico del rico vocabulario que pudiéramos tener. Al menos, lo debemos intentar. Nos mostramos con la oportunidad de aquellos que vienen con unos ciertos vencimientos que hemos de superar con las razones de quienes nos liberan con registros marchosos. Nos hemos superado en las vicisitudes y en la manera de resolverlas. Nos hemos rendido de algún modo, pero también tenemos claro que debemos y podemos seguir adelante con las resoluciones de esos conflictos que nos parecen cansados por repetidos. Hemos de perseguir esa situación en la que todo se conduzca con una promisión de intereses al unísono. La vida tiene muchas bellezas que hemos de catalogar y de potenciar con el mejor entendimiento.

Todo lo vivido nos ha de servir de experiencia para superar los envites y golpes de unas existencias que no siempre han visto el milagro del mismo discurrir cotidiano. Nos hemos de tomar el tiempo suficiente para mostrarnos todo aquello que nos parece sincero. No dejemos que los aires de otras etapas condicionen las actuaciones de cada día. Nos hemos de tomar ese tiempo que nos fue antedicho. Nos debemos subir a la noria de otra vida que antes nos pudo distinguir con breves palabras, y que hoy reiteramos para restaurar lo que fue entendimiento puro.

Asintamos con las voces de quienes nos muestran constantemente prevenciones con las que hemos de limar algunas asperezas, que a menudo bordan actuaciones que nos insisten con sus construcciones más o menos artificiosas. Todo debe presentarse con la naturalidad del que busca para los otros sabiendo que, de esta guisa, encuentra para sí. Nos hemos puesto a resolver adivinanzas, quizás antes de tiempo, y por eso ahora nos debemos proponer salidas hacia voluntades sin consumir. Lo nuevo ha de ser la actitud: probablemente lo demás es lo que hemos tenido durante décadas.

Presumamos de tener esas amistades que nos dan valores universales con los que recorrer empáticamente entre singulares posiciones que no albergan ni aspiran, de momento, al dominio. Tengamos esa fiesta que nos corresponde por derecho. Las conclusiones de quienes nos han precedido nos deben servir de asunciones de bellezas con las que consolidar lo mejor de cada cual. Nos hemos de poner en esa temática que nos rodeará con sus mejores tentáculos, que nos atraparán. Debemos dejarnos libremente en ese sentido, con el fin de consolidar los mejores deberes ciudadanos. Los flujos y tránsitos comunicativos han de auspiciar las óptimas medidas.

Seamos con una cierta sensatez. No vayamos con prisa. Sintamos como propio lo que ha sido y hemos logrado a través de escenas tras escenas de peticiones de cariños con los que alumbrar los caminos que sirvieron de esfera y de remate ante las circunstancias que antes nos rodearon sin que diéramos con todos los puntos neurálgicos. Ahora llega ese minuto de oro con el que hemos de justificar y explicar muchas cosas que han ocurrido y también otras que no. Puede que demos con gratas sorpresas. El tránsito, también el comunicativo, tiene sus riesgos, pero, sin duda, nos oferta ventajas indescriptibles. Ahí están. De lo que se trata es de buscar las coincidencias en estos perfiles, que nos hacen más nosotros mismos, aunque las palabras reflejen determinadas generalidades a las que sólo pueden descender nuestros corazones, que cada día han de intentar comprender a los otros. Las coincidencias son ese pan que nos puede alimentar en largas caminatas que, cuando menos, debemos intentar que no sean solitarias.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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