miércoles, 7 de julio de 2010

Las partidas mediáticas

El crecimiento y los avances en los últimos años han sido tan exponenciales que a menudo se producen hechos o situaciones sobre las que conviene reflexionar. La sociedad emite una serie de reflejos más o menos reales de lo que sucede, de lo que vive, de lo que percibe y de cómo lo percibe a través de ese instrumento que es la comunicación masiva. Los medios andan enzarzados en prisas y en controversias que adecúan los mensajes y persiguen audiencias que, por otro lado, están cada vez más fragmentadas. Ésta es la situación. La oferta crece. Las posibilidades de consumo son las mismas desde el punto de vista cuantitativo. Lo global nos engulle con sus planteamientos de influencia y de economías variadas. No sabemos lo que ocurre, pero hablamos como si fuéramos expertos en las diversas materias. Somos ese caldo de cultivo de un frenesí que parece inagotable. Es paradójico.

Entablamos partidas aún antes de conocer las reglas. Nos faltan dinámicas de grupo para solventar los problemas globales, y, desde el individualismo, en crisis, no sabemos muy bien qué hacer. Las coyunturas críticas hacen siempre estragos. Nos superan las circunstancias, que son las que nos definen como personas, como dijo Ortega y Gasset. Aprendemos y desaprendemos para volver a aprender con unas consumaciones de experiencias de toda índole. Hablamos desde voluntades volubles, y así no hay planes que aguanten.

Todo asemeja un círculo de poder que pega acelerones para no aproximarnos a partes esenciales. Las reglas se disponen sin un concierto que permita su aprendizaje. Nos fugamos permanentemente y no visualizamos esas soluciones que podrían mejorar los desasosiegos seculares que hemos heredado en busca de materias que no endulzan nuestros estados vitales. Hay un cierto fingimiento materialista que nos indispone. Sabemos que debemos cambiar, pero no conocemos el cómo.

Las sorprendentes pesquisas y los anhelos de dar con solvencias y rentabilidades nos ocultan el afán de estar por estar sin mucho más. No conseguimos esas estabilidades que podrían procurarnos servicios públicos de posibilidades inmensas. No damos con los soportes de tiempos brillantes. Nos hemos procurado suficiencias que nos ocultan las vanidades que nos aclaran, en adelante, algunas suposiciones con unas valentías que nos presentan valores de antaño que no fraguan en los términos que nos complacerían.

Las premisas de los entes mediáticos no siempre encauzan los instantes que podrían gustar de paciencias y de súplicas inherentes a las verdades que antes se ocultaron en espera de su gran oportunidad, que parece no llegar. Todo se deja para mañana, y el mañana se presenta con más ansias de dividendos y con pronósticos que se incumplen por los vaivenes existenciales, coyunturales e imprevistos. La vida es así. Los ciclos se repiten para volver a dar con los objetivos de siempre, que siguen y siguen en pos de sorpresas que lo son por incumplimientos periódicos. Hay, sin duda, toda una serie de explicaciones sobre los recursos y los medios que narran lo que ocurre en las calles, pero lo cierto es que no siempre las entendemos. Andamos en mitad de unos círculos mediáticos de los que parece complicado el poder salir. Quizá el símil, más o menos acertado, es que los medios de comunicación viven unas partidas con visiones y resultados de toda índole. Son partidas en el sentido de juego, y también en el competencial.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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