Exigimos amor,
cuando éste debe fluir
en la eternidad y en la libertad
que da garantías intangibles.
Nos apremiamos para llegar
cuando sabemos que todo aparece
cuando es el momento oportuno.
No hay gobierno para el deseo
y el cariño sinceros.
La libertad, siempre, constituye su base,
su razón de ser,
la gracia por la que los defendemos,
el sustento que no controlamos.
Por suerte, es así:
si pudiéramos controlar el amor
sería otro sentimiento.
Seguro.
Juan T.
jueves, 21 de febrero de 2013
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