No hay
nada como descansar bien. La paz interior contribuye a un viaje estelar por los
mejores sueños. Luego queda que los cumplamos, para que el ciclo de la vida se
renueve un día tras otro. Los balances, cercanos, en trechos perfilados con
sosiego, nos ofrecen la óptica de si vamos por la senda que elegimos
verdaderamente, o si, por el contrario, es la historia la que nos lleva con
obligaciones no controladas.
El
equilibrio supone disciplina. Hemos de dominar aquellas situaciones que nos
hacen daño, y lo hemos de realizar así, el asirlas, para mejorarlas o bien
apartarlas. No valen juegos que nos conduzcan a la desdicha. No hay tantas
oportunidades existenciales. Eso debemos tenerlo claro.
Por eso
la calma, el alto en el camino, es tan preciso. En paralelo hemos de emplear un
valioso tiempo en discernir lo que hacemos y el porqué. Los días, aunque no
siempre lo creemos, son irrepetibles, y por ello tienen un don especial que
hemos de cultivar incluso en lo más anecdótico, para poderlos aprovechar, y, de
este modo, salvarnos a nosotros mismos.
Estar con
los amigos y seres queridos, apostar por un deambular del modo más pleno
posible, aprender de todo y de todos, no vivir en los excesos permanentes,
mirar al de al lado, pensar en el futuro pero desde la perspectiva de exprimir
el presente, no romper, sí arreglar, consensuar, buscar la armonía, tocarnos
con los demás en un permanente baño de humanidad, descubrir la belleza en lo
que existe y en el milagro de poderlo contemplar, asegurarnos con presencia y
devoción de contribuir al progreso, ceder y avanzar en las relaciones
intentando ver al otro como es, mirándole a los ojos...
En
definitiva, hemos de ser nosotros mismos reconociendo que el supremo logro está
en aseverar que somos con esas circunstancias que nos definen sin agobios ni
pretensiones vacías. Aceptar lo que albergamos, cuando nos permita experimentar
con dignidad, puede ser, es, la base de ese impulso que a menudo pretendemos en
el inicio de la jornada. Por lo tanto, oteemos en el interior, tomemos dosis de
energía, y emprendamos esta singladura a la que desde ya le hemos de dar los
buenos días. Lo son.
Juan Tomás
Frutos.
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