Tocamos
ese deseo que surge
con la presencia más directa,
con el clamor
por el deseo
que nos ordena
hacia dónde ir.
El amor nos resucita.
Nos transfiguramos
gracias a él
y nos otorgamos ese don
que nos promueve
con los mejores cambios,
que predicen qué hacer.
Apostamos
por las virtudes
que nos convierten
en mejores personas.
Nos rozamos,
y todo ocurre.
Juan T.
miércoles, 8 de abril de 2015
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