Eres ese gesto que justifica el día de buena mañana, eres la misma
mañana, el cronómetro, sus horas, sus impresiones, sus puntos de vista, sus
caricias, su cariño, su mejor cara, lo que me envuelve y tapa para otorgarme
frío y/o calor, según proceda, con encanto, con emoción, con pasión incluso,
con sabiduría, con aspecto salvaje, con intenciones, sin ellas, desde el
compromiso por y para ser feliz.
A ti me agarro, a tu ademán, y en él me
fundo con y sin sorpresa en un amanecer que extenderemos hasta la siguiente
aurora. Sonríes por mis palabras: sabes que jamás como ahora mismo te he dicho
más alta verdad.
Juan Tomás Frutos.
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