Puede
que hayas tenido dudas,
como
las puedo haber tenido yo,
lo
que reconozco sin rodeos.
Puede
que las cosas no hayan ido bien,
o
que incluso hayan fracasado en ocasiones.
Es
posible que nos hayamos quedado sin ánimo,
o
incluso como muertos en vida,
más
muertos que vivos, sí.
Quizá
dudamos y callamos,
y
también hablamos cuando debíamos guardar silencio.
Nos
pasó de todo y de nada,
como
a todos, más que a todos,
menos
que a los demás,
en
presencias y ausencias dispares.
Supimos
cambiar y mejorar,
y también
empeoramos más y más
como
cualquier hijo de vecino.
En
realidad, no hicimos otra cosa
que
buscar y tratar de existir en paz,
aunque
ésta corrió como un galgo.
Bueno…
no siempre.
La
verdad es que todo lo doy por válido,
porque
superamos los obstáculos y golpes
y
aprendimos a amarnos con total naturalidad,
desde
la espontaneidad de cada momento.
Y
ahora ya no son iguales esas dudas,
ni
esos errores, ni los envites,
ni
las incomprensiones de los demás.
Hemos
colocado mente y corazón
en
otro lado, que es mucho más maravilloso,
y,
desde aquí, todo se ve genial.
¡Gracias
por generarme este sentimiento,
y,
por derivación, esta actitud!
Juan Tomás Frutos.
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