viernes, 27 de marzo de 2009

El progreso de Murcia

Si hay una Región que ha avanzado de manera extraordinaria en las últimas dos décadas, ésa es Murcia, sin perjuicio de lo que se haya hecho en otras comunidades autónomas o en otros países.

Cuando uno mira lo que ha pasado en los últimos cuatro lustros se da cuenta del milagro que se ha producido, que ha sido colosal: las infraestructuras, la modernización de la agricultura, la visibilidad de unos productos (ya conocidos desde siempre, pero ahora lo son más, y con ese valor añadido que da la calidad y el prestigio), el desarrollo del turismo, sin olvidar la puesta en valor de una industria, sobre todo en la comarca de Cartagena, que es exponente de cómo hay que hacer el tránsito de una etapa a otra.

La luz particular de esta Región y de sus paisajes ha adquirido una mayor y mejor dimensión gracias a la evolución que se ha dado en todas las esferas. Se advierte con más profundidad lo que oferta esta zona de España. El aumento de la población, que ha pasado de unas ochocientas mil personas a un millón y medio de almas, es ya muy significativo del cambio en la mentalidad. Muchas personas han venido de otras Regiones, y entre un diez y un quince por ciento de la población es originaria de otros países, sobre todo de Hispanoamérica. Ese aporte de diversas culturas se ha traducido en un enriquecimiento cultural, educativo, económico, y netamente también en lo social (esto último, a mi juicio, es muy relevante).

Ciudades como Murcia han crecido llegando claramente a algunas de sus pedanías históricas, como es el caso de Puente Tocinos, El Palmar o Cabezo de Torres. La mejoría en los aspectos formales es clara, si bien ha ido acompañada de problemas en el tráfico, de la saturación poblacional en algunas zonas, y, sobre todo, de un crecimiento urbanístico, si bien ordenado, claramente vertiginoso y con insuficiencias en las conexiones y en las infraestructuras en general, que, a día de hoy, se quedan cortas.

El paisaje se ha transformado. No obstante, quedan rincones emblemáticos, aunque algunas zonas de las históricas Huertas o del Mar Menor solo permanecen en el recuerdo. No obstante, se ha dado una evolución que ha servido de atractivo para la llegada de capital de fuera y de inversiones interesantes, aunque ahora la crisis económica no permite que se vean con tanta claridad.

Una transformación real

Cuando uno habla con gentes que hacía años que no venían a Murcia nos damos cuenta de la transformación real que se ha dado, de lo importante y fuerte que ha sido, para lo bueno y para lo malo. Prefiero pensar en positivo, y hacer una apuesta decidida por corregir aquello que sea menester. Juntos podemos.

Lo destacable también de todo este crecimiento es que ha hecho que, si los ha habido, se nos hayan quitado los complejos. Estamos donde estamos por méritos propios, sin olvidar el papel de los trabajadores que han venido de fuera y la labor de las instituciones europeas. La fortaleza de Murcia se mide con multitud de parámetros, como los cambios que se han dado en sus carreteras, como decimos, las mejorías en sus puertos, los proyectos de inversiones en el Valle de Escombreras o el futuro aeropuerto, por poner unos ejemplos.

Hay mucho camino que se ha hecho en poco tiempo. De ahí quizá las contradicciones existentes. Lo mejor de todo han sido, son, y serán, sus gentes, que han tenido una capacidad extraordinaria de adaptación a las mudanzas, a las crisis, a la necesidad de competir con mercados muy potentes. La agricultura, como el turismo, por poner otros modelos, no tiene nada que envidiar a lo que se hace en otros territorios españoles o foráneos.

Estamos, pues, pese a todo, en una encrucijada llena de oportunidades. Ahora se trata de aprender de los errores, que los ha habido, y de seguir entre todos por esa vereda de un crecimiento sostenible y solidario con el fin de que nuestros hijos se sientan tan orgullosos de nosotros como nosotros de nuestros padres.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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