miércoles, 25 de marzo de 2009

Un mundo global

La Humanidad tiene el enorme don concedido por la Naturaleza de poder sacar de sí misma lo más óptimo y positivo cuando las circunstancias, a menudo provocadas por el mismo ser humano, nos llevan al final de un ciclo del cual ha de salir otro mucho mejor. Ésa es la idea que debe presidir, al menos, cualquier momento de incertidumbre, de miedo y de desproporciones y desbarajustes de la realidad. La palabra crisis, saben ustedes, amigos y amigas, viene del verbo “Krinei”, y significa puesta en cuestión. Señalan sobre este mismo término los griegos que la crisis es un peligro, y a él alude, claro, pero, al mismo tiempo, indica la posibilidad verdadera y creíble de mejora (no solo se puede empeorar: hay, en todo caso, oportunidades en positivo). En este sentido se entiende que, si no existieran crisis, no habría cambios, ni incrementos sustanciales en nuestras existencias.

La crisis actual, por lo tanto, ha de servir para que las cosas transiten hacia otra parte, con una vocación y con una voluntad manifiesta de crecimiento, de edificación de una realidad distinta, y no excesivamente distante. Debemos reconocer, y hay que recordarlo, los puntos de partida limitados para lograr atar los que consideramos sustanciales en la llegada.

En este panorama que nos rodea, saturado, rico en entradas de información, y en una etapa que es más aldea global que nunca, las nuevas telecomunicaciones han de jugar su mejor partida, añadidas o aliadas con la imaginación, con la creatividad, que nunca ha de faltar. Por ende, hemos de tener valentía para romper roles determinados, para derivar hacia nuevas experiencias, para buscar con ilusión lo que es más útil para la sociedad. Hay mucha información colmatada, dispersa incluso, que hemos de complementar con los elementos más instrumentales sin olvidar los subjetivos.

Las crisis, todas en su justa medida, han de compartirse a través de la Red de Redes, diciendo lo que sucede, glosando cómo afrontarlo, buscando medidas que funcionen aquí o allá, y procurando que los éxitos sean compartidos. Solo así serán más sólidos. El paso del tiempo nos sirve de testigo de que esta dinámica funciona. La contemplación societaria, si es sincera, es la más deseable.

La verdad nos hace libres, y, si es puesta en común, mucho más, sobre todo porque de lo que se trata es de compartir muchas dimensiones de esa franqueza, numerosas visiones, muchas voces en un mundo con variopintos compartimentos, que precisa de hilos conductores, de una auténtica comunicación, que ha de ser, claro, de ida y vuelta, y, por otro lado, donde todos, digo todos, hemos de contar. Lo primero que debemos hacer es creer en esa idea, y, seguidamente, hacerla patente. Lo demás son cantos de sirena que nos obligan a perder un tiempo que no vuelve y que nos conduce a frustraciones más o menos perpetuas. De la crisis, de ésta, de todas, como diría Freire, podemos salir: nos falta prudencia, paciencia, coraje y determinación. Recuperemos los mejores baluartes democráticos y solidarios, y parte del camino, como parece obvio, o debería parecer, estará hecho.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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